‘¡La voz de mi amado! He aquí el viene’

La autora de “Vivo sin vivir en mi” (Teresa de Jesús), se inspiró en un texto de la carta de San Pablo a los Gálatas.

25 DE MARZO DE 2018 · 07:50

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Jad Limcaco / Unsplash

Es ésta una exclamación en Cantar de los Cantares 2:8 que nace de las entrañas del corazón de la sulamita cuando se movilizan los sentimientos más profundos, que habitan en los estratos más inaccesibles de su ser; cuando la actividad inconsciente de su alma revela los anhelos más trascendentes que claman por una realización eterna con el ser amado.

Los místicos dicen que cuando te encuentras -anímicamente- en una situación de éxtasis, te vivencias a ti mismo como viviendo una experiencia inefable difícil de verbalizar o de expresar en un lenguaje prosaico. Es el recurso poético, quizá, el más adecuado para que se manifiesten los contenidos que emergen de un corazón abierto a la esperanza.

Hay una composición de una autora, mística por excelencia, “Vivo sin vivir en mi”, que nos acerca a las realidades más trascendentes y trascendentales del alma enamorada del otro con el que estableces la comunicación y el diálogo, con el enfrente: dos seres unidos en uno, fundidos en el crisol del verdadero amor que todo lo trasciende en la vivencia eterna del tiempo indefinido.

La autora de “Vivo sin vivir en mi” (Teresa de Jesús), se inspiró en un texto de la carta de San Pablo a los Gálatas: “Con Cristo he sido juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Y es que la experiencia más profunda que puede experimentar un creyente está contenida en el verso de Teresa de Ávila “vivo sin vivir en mi” Cuando la Palabra de Dios, el Verbo, llega a nuestra vida, la transforma y la traspasa. La experiencia de la conversión no alcanza sólo a niveles yoicos de nuestra personalidad, sino que penetra en los estratos más profundos de la misma.

Volviendo al estado onírico de la esposa, nos encontramos con una realidad de consciencia anímica importante: tiene que dormirse para que sienta el anhelo de que su amado vuelva.

Si esta realidad la aplicásemos a la Iglesia como esposa de Cristo, ¿llegaríamos a la conclusión de que ésta tiene que estar dormida para que el anhelo de la parusía del Señor se devenga? ¿Y no es esto una contradicción respecto a la segunda Venida de Cristo? El apóstol Pablo en su 2ª carta a los Tesalonicenses enseña que la esperanza de la parusía la Iglesia la vivía despierta. Los tesalonicenses tenían ese deseo en su conciencia, aunque algunos se aprovechasen de esta esperanzadora vivencia para no cumplir con sus responsabilidades laborales y vivir, como parásitos, a costa de los demás.

La esperanza de la 2ª Venida del Señor se expresaba con el término “maranatha”; este término no quiere decir que en la actualidad el Señor Jesucristo se encuentra, en cuanto a la historia de la salvación, en una situación estática (sentado literalmente a la diestra de Dios), sino todo lo contrario. El sentido más literal y legítimo del término parusía, es “que el Señor está viniendo” Es decir, la segunda venida o parusía es un proceso que se deviene en el tiempo histórico y kairótico. No se trata de un momento, de un fiat, que sucede en un momento kairótico.

Por consiguiente, es legítimo y teológicamente correcto, desear con ardor y vehemencia que se produzca la epifanía (literalmente: manifestación) del Señor, porque la parusía ya se está produciendo en el tiempo histórico que se está deviniendo cósmica y existencialmente. Se trata, una vez más, de tener en cuenta la genial sentencia hermenéutica del gran teólogo alemán Oscar Cullmann: “del Ya pero todavía No”, de la culminación de la “Historia de la Salvación”, que nos aboca a “unos Cielos y una Tierra nueva en los cuales mora la Justicia”

Y ahora, cuando hablamos de la segunda venida de Cristo, ¿hablamos en un sentido noético ( gr=pensamiento, inteligencia), como de algo aprendido con nuestra capacidad intelectual, o hablamos de un sentimiento?

El conocimiento de que el Señor está viniendo podemos tenerlo, ¿pero hemos introyectado ese conocimiento como deseo vehemente en nuestro corazón? Porque el sentimiento es lo que verdaderamente importa. Del sentimiento que tengamos ante la parusía o epifanía dependerá nuestra manera de vivir. Si nuestra conducta tiene como infraestructura nuestros deseos epitúmicos (concupiscentes) conscientes (yoicos), se producirá una represión del sentimiento que informa los deseos de que ocurra la segunda venida del Señor; si este deseo fue alguna vez consciente lo reprimiremos relegándolo a los estratos más profundos-inconscientes- de la esfera de nuestra intimidad. Sólo cuando durmamos podrá ascender al campo de nuestra conciencia onírica e invadir nuestro espacio yoico consciente: será entonces cuando desearemos verdaderamente que el Señor se manifieste en su segunda venida para que alcancemos una realización plena en Él. Esta es una de las principales diferencias entre las iglesias del primer siglo y las actuales: las iglesias actuales-religiosas, aburguesadas y antrópicas-duermen pero ya no sueñan; o cuando despiertan, no recuerdan lo que han soñado.

Existe, también, la misma diferencia entre la esposa de Cantares y la Iglesia actual como esposa de Cristo. Yo formo parte de la Iglesia actual y, sinceramente, no creo que mientras dormimos nuestro corazón vele. Ya no somos espectadores de nuestros contenidos más profundos y trascendentes. Tengo la convicción que estos contenidos soteriológicos (salvíficos) más trascendentes están férreamente reprimidos y adheridos a los más profundos estratos de nuestro corazón. Si nosotros amamos de manera entrañable el sistema en el que vivimos inmersos, el deseo de la parusía estará reprimido y expulsado del campo de nuestra conciencia. Cuanto más fuerte y profunda sea la represión, el deseo de la segunda venida del Señor menos posibilidades tendrá de acceder a los niveles más conscientes de nuestra estructura psíquica. Y es que el deseo de la parusía se opone a todas las aspiraciones de nuestro yo, que son contrarias a la voluntad de Dios. La esposa de Cantares da la impresión que nada más dormirse soñaba; lo cual quiere decir que su deseo vehemente de la venida del esposo se encontraba en instancias subconscientes muy superficiales y por consiguiente con grandes posibilidades de acceder con facilidad a nuestros niveles yoicos más conscientes.

La represión de Dios o de su imagen es una realidad que subyace en el corazón del antropos (ser humano). Ha sido descrita por el gran psicoanalista cristiano Viktor Frankl como “La presencia ignorada de Dios”. Sólo la conversión cristiana puede hacer que ese Dios reprimido ascienda a nuestra conciencia y que su Espíritu inunde nuestro ser. Es esta experiencia pneumática la que posibilita nuestra relación vinculante y trascendente, tanto en estado consciente como inconsciente, con el Ser Supremo.

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