Hubo reformados en España antes de Lutero

A cinco semanas de celebrarse los 500 años de la Reforma este es el artículo #50 de la serie que, sobre los reformados y reformadores anteriores a Lutero, venimos presentando desde octubre de 2016.

24 DE SEPTIEMBRE DE 2017 · 07:00

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El Evangelio de Jesucristo supera todo tipo de ataques. Su acción transformadora se potencia en un medio hostil a lo largo de la historia. Desde que llegó al mundo la Verdad cumple su obra en cualquier contexto secular y religioso, porque es poder de Dios para salvación a todo el que cree (01).

El último de los apóstoles en morir, llamado ‘el discípulo amado’, dejó una vasta literatura en pleno helenismo, cuando los escritos del apóstol Pablo ya circulaban en el siglo I enfrentado la opresión ejercida por las dos Tradiciones dominantes: la económica, política y social del imperialismo hegemónico romano, y la religiosa del magisterio judío.

A los que buscaban la salvación Juan expuso como nadie sobre el amor del Dios Creador revelado como hombre mientras el gnosticismo atraía con su mensaje esotérico y secretista.

Los escritos juaninos del Apocalipsis, el cuarto evangelio y las tres cartas, presentan a Jesús como la luz del cielo que vino al mundo para alumbrar en las tinieblas (02).

Esa luz entró en el Oscurantismo medieval por medio de fieles creyentes elegidos por Dios, donde y como Él quiso. Continuando el artículo sobre Pedro Valdo, invito al lector a enfocarnos en el movimiento valdense que adoptó el escudo de la ilustración (03).

Esta serie pronto cumple un año. Se intenta con ella demostrar que el concepto de ‘reforma’ es más amplio que el conferido con errónea exclusividad al valeroso doctor Martín Lutero.

Tiene, además, una implicación mucho más profunda; pues la verdadera reforma no comienza con el germánico cura agustino, sino con la obra del Hijo de Dios, Jesucristo, en el siglo primero de nuestra era.

Escribir sobre este tema tiene muchos beneficios. Uno, es conocer a historiadores cristianos y seculares que estudiaron sobre ‘la Reforma’. Objetivamente unos, subjetivamente otros, todos reiteran que el proceso reformador no es estrictamente religioso, sino que también influye en lo político, social, cultural y moral.

Otro, es conocer a anti reformistas que, quizás no teniendo un sitio propio y adecuado a su fe, aportan su anquilosada visión inquisidora en P+D.

Probablemente no sepan que, lejos de provocar un daño, sus atávicas opiniones contribuyen por contraste a ver más claro el camino de la Verdad.

Aquellos autores que usan el término ‘herejía’ y sus derivados incluyendo a todo lo que se aparta del credo católico romano, lo aplican a los que se oponen a las imposiciones del clero. Así, lo que no haya sido bendecido por el papado y el Imperio de turno, cae bajo ese término condenatorio.

Extrapolando un dicho popular, y aun perdiendo la rima, podemos decir: ‘se cree el hereje que todos son de su condición’ (04).

Conviene pues recordar que ante Félix - representante del César en Palestina - el apóstol Pablo hizo su brillante defensa de las acusaciones que los judíos tradicionalistas hacían caer sobre él.

Pablo expone ante el gobernador y juez del Imperio la razón de esa fe genuina que estaba muy lejos de ser una ‘herejía’ (05). Su alegato nos advierte que la defensa del Evangelio es una asignatura crucial para hacer una fructífera experiencia la vida de todo creyente en Jesucristo, en cualquier lugar y época del mundo.

Continuando con el análisis de la influencia de esos valientes seguidores de Cristo en la Edad oscura de la humanidad, veamos lo que dicen varios historiadores.

Extensión Del Movimiento Valdense

Frente al avance imparable de los valdenses el papa Celestino III decidió tomar medidas extremas de represión para frenarlos. Dice Varetto:

“Los valdenses, animados de un santo celo misionero llegaron a España y se establecieron especialmente en las provincias del Norte. El hecho de que dos concilios y tres reyes se hayan ocupado de expulsarlos, demuestra que su número tenía que ser considerable.” (06)

Siendo comunes los legados, la asamblea de Lérida fue convocada en 1192; el mismo rey Alfonso II concurrió a ella. Allí se confirmaron los decretos papales contra los herejes, y se promulgó otro nuevo concebido en estos términos:

‘Ordenamos a todo valdense que, en vista de que están excomulgados de la santa iglesia, enemigos declarados de este reino, tienen que abandonarlo. En virtud de esta orden, cualquiera que desde hoy se permita recibir en su casa a los susodichos valdenses, asistir a sus perniciosos discursos, proporcionarles alimentos, atraerá por esto la indignación de Dios todopoderoso y la nuestra; sus bienes serán confiscados sin apelación, y será castigado como culpable del delito de lesa majestad... Además cualquier noble o plebeyo que encuentre dentro de nuestros estados a uno de estos miserables, sepa que si los ultraja, los maltrata y los persigue, no hará con esto nada que no nos sea agradable’ (07).

Este terrible decreto fue renovado tres años después en el Concilio de Gerona, por Pedro II, quien lo hizo firmar por todos los gobernadores y jueces del reino. Desde entonces la persecución se hizo sentir con violencia, y en una sola ejecución 114 valdenses fueron quemados vivos.

Muchos, sin embargo, lograron esconderse y seguir secretamente la obra de Dios en el reino de León, en Vizcaya, y en Cataluña.

Eran muy estimados por el pueblo a causa de la vida y costumbres austeras que llevaban, y hasta se menciona al obispo de Huesca, uno de los más notables prelados de Aragón, como protector decidido de los perseguidos valdenses.

Pero Roma no descansaba en su funesta obra de hacer guerra a los santos, y la persecución se renovaba constantemente, llegando a su más alto desarrollo allá por el año 1237, en el vizcondado de Cerdeña y Castellón, y en el distrito de Urgel.

Cuarenta y cinco de estos humildes siervos de la Palabra de Dios fueron arrestados, y quince de ellos quemados vivos en la hoguera.

El odio llegó a tal punto, que hicieron quemar en la hoguera los cadáveres de muchos sospechosos de herejía, que habían fallecido en años anteriores, entre los que figuraban Amoldo, vizconde de Castellón y Ernestina, condesa de Foix.

En Francia el movimiento era extenso y fuerte. En Tolosa, Beziers, Castres, Lavaur, Narbona y ciudades del mediodía, tanto los nobles como los plebeyos, eran en su mayoría valdenses o albigenses.

El papa Inocencio III alarmado, empleó toda clase de medidas para sofocarlos y detener su avance por Europa. En Alemania, los valdenses sembraban la Palabra de norte a sur y de este a oeste.

Tres siglos después se hallaban los frutos de sus heroicos esfuerzos. En Bohemia, donde se supone que el mismo Pedro Valdo terminó su gloriosa carrera, los resultados de las misiones fueron fecundos.

En Austria era también muy activa la obra de propaganda, y a principios del siglo XIV, el inquisidor Krens hacía quemar 130 valdenses. Se cree que el número de éstos en Austria no bajaba de 80.000.

En Italia los valdenses estaban diseminados y bien establecidos en todas partes de la península. Tenían propiedades en los grandes centros y un ministerio itinerante perfectamente organizado.

Vida Religiosa De Los Valdenses

El inquisidor de Passau pone en labios de estos cristianos:

’Entre nosotros enseñan los hombres y las mujeres, y los alumnos de una semana ya enseñan a otros. Entre los católicos se encuentra difícilmente un maestro que pueda repetir de memoria, letra por letra, tres capítulos de la Biblia; pero entre nosotros, es difícil hallar un hombre o una mujer que no pueda repetir todo el Nuevo Testamento, en su idioma nativo’ (08).

Las creencias religiosas de los valdenses, según se desprende de sus escritos y de los de sus adversarios, han sido estudiadas a fondo y expuestas por Juan Francisco Gay en su tesis teológica presentada a la Academia de Lausana, en 1844.

De ese estudio resulta que las doctrinas valdenses eran en el fondo las mismas que profesan las iglesias evangélicas que actualmente se basan en la Biblia; i.e.

1. La Sagrada Escritura es la única regla de fe y práctica; todo lo que se demuestra por medio de ella es aceptado como divinamente revelado, en oposición a las doctrinas de hombres e innovaciones peligrosas que no la citan de manera completa.

2. Las Escrituras han de ser leídas por todos los creyentes y no sólo por los que tiene el don de la enseñanza.

3. Es absurdo usar una lengua extraña en los actos del culto. Repetir oraciones en una lengua desconocida es un acto sin beneficio.

4. La fe verdadera está siempre acompañada de buenas obras, pero no son las obras las que salvan. Los "méritos" de hombres no pueden expiar el pecado y dar la salvación.

5. El pecador es justificado delante de Dios solamente por la fe en Cristo Jesús. La gracia de Dios se recibe por medio de la fe y no por virtud sacramental.

6. La misa es una abominación a Dios; Cristo fue ofrecido una sola vez por los pecados de muchos. La consagración sacramental no obra la pretendida transubstanciación. La adoración de la hostia es un acto idolátrico. La misa es un sacrilegio que fue inventado para abolir la cena del Señor.

7. Las indulgencias que concede la iglesia romana no tienen ningún valor. La extremaunción no es una práctica cristiana ya que ni el Señor Jesucristo ni sus apóstoles la mencionaron o instauraron.

8. El purgatorio no existe. No hay segunda oportunidad una vez muertos. Todo lo que se hace por la salvación de los muertos es inútil.

9. Jesucristo es el único mediador entre Dios y los hombres, según la enseñanza de San Pablo en su Primera Epístola a Timoteo, y otros pasajes de la Biblia.

10. El culto de los santos y de las imágenes es una idolatría que Dios desaprueba. En lugar de invocar a los santos debemos imitar sus virtudes.

11. La iglesia verdadera es aquella que profesa la doctrina pura, que se distingue por la santidad de sus miembros, administra las ordenanzas del bautismo y de la santa cena en conformidad con la institución primitiva.

Todos los creyentes son sacerdotes, y toman parte en el gobierno de la iglesia que no reconoce autoridad clerical despótica. Además, son profetas al predicar la verdad revelada en las Escrituras.

12. El juramento civil, el servicio militar, la pena capital, las peleas y el derramamiento de sangre son condenados en las Escrituras.

Estos valores coinciden 100% con la Escritura revelada, en oposición a la tradición basada en doctrinas de hombres corruptos. Los valdenses unían a la pureza doctrinal la santidad de la vida; esto confundía a sus más encarnizados enemigos.

Los que morían por mantener en la vida diaria esta cercanía con la Palabra de Dios, llegaron a avergonzar a muchos de sus crueles detractores. Decía de ellos el inquisidor de Passau:

“Uno puede conocerlos por sus costumbres y sus conversaciones. Ordenados y moderados evitan el orgullo en el vestido, que son de telas ni viles ni lujosas. No se meten en negocios, a fin de no verse expuestos a mentir, a jurar ni engañar. Como obreros viven del trabajo de sus manos.

Sus mismos maestros son tejedores o zapateros. No acumulan riquezas y se contentan de lo necesario. Son castos, sobre todo los lioneses, y moderados en sus comidas. No frecuentan las tabernas ni los bailes, porque no aman esa clase de frivolidades. Procuran no enojarse. Siempre trabajan y, sin embargo, hallan tiempo para estudiar y enseñar.

Se les conoce también por sus conversaciones que son a la vez sabias y discretas; huyen de la maledicencia y se abstienen de dichos ociosos y burlones, así como de la mentira. No juran y ni siquiera dicen ‘es verdad’, o ‘ciertamente’, porque para ellos eso equivale a jurar.”

¿Quién no desearía ser elogiado por sus enemigos, como los valdenses lo fueron de sus propios verdugos? ¡Cuán paradojal es que valdenses y católicos sean ecumenistas, que Francisco I les haya pedido perdón y que hoy escuchemos y leamos de los que exigen a los ‘protestantes’ pedirles perdón y regresar a la ICAR!

En nuestro próximo artículo concluiremos con esta vibrante historia de fe, si Dios lo permite.

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Notas

Ilustración: en el escudo se lee “La luz brilla en las tinieblas” en el idioma de la Iglesia imperial. Este es el símbolo mantenido en alto por las iglesias evangélicas valdenses en todo el mundo.

01. Romanos 1:16.

02. Apocalipsis 21:23; 1ª Juan 1:5-7; Juan 1:9; 3:19; 8:12; 9:5; 12:46.

03. La Iglesia Evangélica Valdense es miembro de la Federación de Iglesias Evangélicas en Italia, de la Alianza Mundial de Iglesias Reformadas y del Consejo Mundial de Iglesias. Tiene una fuerte presencia en Argentina y Uruguay por el proceso de colonización.

04. Como es obvio, el dicho aludido es ‘El ladrón ve a todos como de su condición’. Por extensión, el que está en el error ve a todos como errados; el malo ve a todos como malos, etc.

05. Hechos 24:14.

06. ‘La Marcha del Cristianismo’, por J. C. Varetto, páginas 264 – 270.

07. ‘La Historia Secreta de la Iglesia Católica’, por César Vidal, Ediciones B, S.A., mayo de 2014; ISBN 978-84-9019-772-1. Se recomienda leer también ‘Los Valdenses’, por Diego López González, Alicante, 2012; ISBN 978 -1- 4710 - 6631-3, y ‘CRISTIANISMO MARGINADO: Rebeldes, Excluidos, Perseguidos’, por José Ángel García de Cortázar’ (ed.). Sobre este tema el capítulo ‘Religiosidad laica y Movimiento Valdense’, por Susana Guijarro González, Universidad de Cantabria páginas 38 – 50 amplía la visión de historiadores – tanto evangélicos como católicos - que desvelan el fanatismo religioso que nutre y rodea a la ICAR aún hoy.

08. Obra citada en 07.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Agentes de cambio - Hubo reformados en España antes de Lutero