En occidente nadie celebra estas fiestas
El circo romano estallaba de pasión con el sacrificio de los fieles a Jesucristo. Entre los mártires reformadores había mujeres que bendecían al Señor por partir a su encuentro de esta manera.
25 DE DICIEMBRE DE 2016 · 07:10
Seguimos analizando los libros que ayudaron a mi crecimiento espiritual desde mi adolescencia y juventud, siendo el de Varetto 01 el vigésimo segundo de esta serie ‘El Pensamiento Cristiano’.
Estamos en Navidad; esta fecha es la menos indicada para hablar de los mártires – me dirán no pocos - ‘para eso está el día de todos los santos en nuestro calendario’ 02, justificarán otros.
Ocurre que es normal festejar el cumpleaños de un familiar o un amigo; pero, en el caso de Jesús, es indiscutible que no hay en todo el Evangelio una recomendación de hacer memoria de su nacimiento; sí la hay, en cambio, de recordar y anunciar su muerte 03.
Jesús lo pidió horas antes de ser crucificado, cuando se sentó a la mesa con sus discípulos. La ‘cena del Señor’, ‘partimiento del pan’, o ‘eucaristía’, es uno de los dos sacramentos instituidos por el mismo Señor Jesucristo; así lo recuerdan tanto el médico Lucas como el apóstol Pablo 04.
Cada primer día de la semana, día de la resurrección del Hijo de Dios, muchos creyentes anuncian la muerte del Salvador compartiendo pan y vino en la familia de fe. Es una celebración gozosa porque Jesús no quedó en la cruz ni en el sepulcro; fue resucitado por Dios Padre y ascendido al Santuario celestial para sentarlo a su diestra. De allí vendrá un día a buscar a la iglesia de Dios; es decir, a aquellos que le esperan dando testimonio de su fe.
Mientras la iglesia de Dios espera en esta Navidad el regreso de Su Cabeza, vivimos días caracterizados por la dura lucha de la mujer para reivindicar sus derechos consagrados universalmente.
No habiendo razón alguna que justifique desentenderse de tan justo reclamo los creyentes en Jesucristo no deberían retacear su apoyo a esta causa. Pero, es obvio que hacerlo por simple compromiso raya con la hipocresía.
Creyente genuino es quien ama al prójimo como a sí mismo 05. La ley fundamental del amor divino no divide por género; alcanza a varones y mujeres que luchan por sus derechos y a los que son torturados y sacrificados por ser fieles a Jesucristo. Es más, también incluye a los enemigos de Jesucristo 06 y causantes de injusticias.
Por lo dicho, nos ocuparemos en este artículo de transcribir lo que el historiador Varetto narra acerca de los primeros fieles a Jesucristo martirizados en lo que hoy es Francia.
Los mártires de Lyon y Viena.
La primera vez que Francia aparece en la historia del cristianismo, se presenta acompañada de una legión de mártires; primicias gloriosas de los miles que en siglos posteriores, sellarían con su muerte el testimonio de la fe que habían abrazado.
Fue en el año 177, cuando las iglesias de Lyon y Viena (esta última es una ciudad francesa sobre el Ródano; no confundir con la capital de Austria del mismo nombre) sintieron el azote inclemente del paganismo.
Los hechos relacionados con esta persecución fueron fielmente narrados por las iglesias de Lyon y Viena en una carta que enviaron a las iglesias hermanas de otras regiones.
Esta carta se atribuye a la magistral pluma de Ireneo, y ha sido conservada, casi íntegramente, por Eusebio 07. Su autenticidad nunca fue puesta en duda, y ha sido llamada la perla literaria de la literatura cristiana de los primeros siglos. Al presentar a nuestros lectores los hechos de esos mártires, no podemos hacer nada mejor que reproducir los párrafos más notables de esta joya de la literatura y de la historia.
He aquí el preámbulo: "Los siervos de Jesucristo que están en Viena y Lyon, en la Galia, a los hermanos de Asia y de Frigia, que tienen la misma esperanza, paz, gracia y gloria de la parte de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Señor''.
Empieza la narración de los sufrimientos y dice: "Jamás las palabras podrán expresar, ni la pluma describir, el rigor de la persecución, la furia de los gentiles contra los santos, la crueldad de los suplicios que soportaron con constancia los bienaventurados mártires.
El enemigo desplegó contra nosotros todas sus fuerzas, como preludio de lo que hará sufrir a los elegidos en su último advenimiento, cuando haya recibido mayor poder contra ellos. No hay cosa que no haya hecho para adiestrar de antemano a sus ministros en contra de los siervos de Dios.
Empezaron por prohibirnos la entrada a los edificios públicos, a los baños, al foro; llegaron a prohibirnos toda aparición. Pero la gracia de Dios combatió por nosotros; libró del combate a los más débiles, y expuso a los que, por su coraje, se asemejan a firmes columnas, capaces de resistir a todos los esfuerzos del enemigo.
Estos héroes, pues, habiendo llegado a la hora de la prueba, sufrieron toda clase de oprobios y tormentos; pero miraron todo eso como poca cosa, a causa del anhelo que tenían de reunirse lo más pronto a Jesucristo, enseñándonos, por su ejemplo, que las aflicciones de esta vida no tienen proporción con la gloria futura que sobre nosotros ha de ser manifestada.
Empezaron por soportar con la más generosa constancia todo lo que se puede sufrir de parte de un populacho insolente; gritos injuriosos, pillaje de sus bienes, insultos, arrestos y prisiones, pedradas, y todos los excesos que puede hacer un pueblo furioso y bárbaro contra aquellos a quienes cree sus enemigos.
Siendo arrastrados al foro, fueron interrogados delante de todo el pueblo, por el tribuno y autoridades de la ciudad; y después de haber confesado noblemente su fe, fueron puestos en la cárcel hasta la venida del presidente".
Epagato
Sobre la noble actitud de Epagato dice la carta:
"Cuando el magistrado llegó, los confesores fueron llevados delante del tribunal; y como él los tratara con toda clase de crueldades, Vetio Epagato, uno de nuestros hermanos, dio un bello ejemplo del amor que tenía para con Dios y para con el prójimo.
Era un joven tan ordenado, que en su temprana juventud, había merecido el elogio que las Escrituras hacen del anciano Zacarías 08; como él andaba de modo irreprochable en el camino de todos los mandamientos del Señor, siempre listo para ser servicial al prójimo, lleno de fervor y de celo por la gloria de Dios.
No pudo ver sin indignación la iniquidad del juicio que se nos hacía; penetrado de un justo dolor, pidió permiso para defender la causa de sus hermanos y demostrar que en nuestras costumbres no hay ni ateísmo ni impiedad. Al hacer esta proposición, la multitud que rodeaba el tribunal, se puso a lanzar gritos contra él, porque era muy conocido; y el presidente, herido por una demanda tan justa, por toda respuesta le preguntó si era cristiano.
Epagato respondió con voz alta y dijo que lo era, y en seguida fue colocado junto con los mártires y llamado el abogado de los cristianos; nombre glorioso que merecía, porque tenía, tanto o más que Zacarías, el Espíritu dentro de sí por abogado y consolador; lo que demostró por medio de ese amor ardiente que le hacía dar su sangre y su vida en defensa de sus hermanos. Era un verdadero discípulo, siguiendo en todas partes al Cordero divino".
Blandina
Entre los mártires de Lyon, una niña esclava llamada Blandina 09, ocupa el lugar prominente. Oigamos lo que sobre ella dice la carta de las iglesias:
"Entonces hicieron sufrir a los mártires tormentos tan atroces que no hay palabras para narrarlos; Satán puso todo en juego para hacerles confesar las blasfemias y calumnias de que eran acusados.
El furor del pueblo, del gobernador y de los soldados, se manifestó especialmente contra Santos, diácono de Viena; contra Maturo, neófito pero ya atleta generoso; contra Átale natural de Pérgamo, columna y sostén de la iglesia de aquella ciudad, y contra Blandina, joven esclava por medio de quien Jesucristo ha dejado ver cómo él sabe glorificar delante de Dios lo que parece vil y menospreciable a los ojos de los hombres.
Todos temíamos por esta joven; y aun su dueña, que figuraba en el número de los mártires, tenía miedo de que no tuviese la fuerza de confesar la fe, a causa de la debilidad de su cuerpo. Sin embargo, mostró tanto coraje, que hizo fatigar a los verdugos que la atormentaron desde la mañana hasta la noche.
Después de haberla hecho sufrir todo género de suplicios, no sabiendo más qué hacerle, se declararon vencidos; se quedaron muy sorprendidos de que respirase aún dentro de un cuerpo herido, y decían que uno solo de los suplicios bastaba para hacerla expirar, y que no era necesario hacerla sufrir tantos ni tan fuertes.
Pero la santa mártir adquiría nuevas fuerzas, como buena atleta, confesando su fe: era para ella un refrigerio, un reposo, y cambiar sus tormentos en delicias el poder decir:
«Yo soy cristiana. Entre nosotros no se comete ningún mal.»"
Sobre su primera presentación en el circo, dice la carta:
"Blandina fue suspendida a un poste, para ser devorada por las bestias. Estando atada en forma de cruz, y orando con mucho fervor, llenaba de coraje a los otros mártires, que creían ver en su hermana, la representación del que fue crucificado por ellos, para enseñarles que cualquiera que sufra aquí por su gloria, gozará en el cielo de la vida eterna con Dios su Padre.
Pero como ninguna bestia se atrevió a tocarla, la enviaron de nuevo a la prisión reservándola para otro combate, para que apareciendo victoriosa en muchos encuentros, hiciese caer, por una parte, una condenación mayor sobre la malicia de Satán y levantase por otra, el coraje de sus hermanos, quienes veían en ella una muchacha pobre, débil y despreciable, pero revestida de la fuerza invencible de Jesucristo, triunfar del infierno tantas veces, y ganar por medio de una victoria gloriosa, la corona de la inmortalidad."
En el segundo encuentro Blandina aparece en el circo junto con el joven Póntico, y la carta dice así:
"El último día de los espectáculos, hicieron comparecer de nuevo a Blandina y a un joven de unos quince años llamado Póntico. Todos los días lo habían traído al anfiteatro, para intimidarlo por la vista de los suplicios que hacían sufrir a los otros. Los gentiles querían forzarlos a jurar por sus ídolos.
Como ellos seguían negando su pretendida divinidad, el pueblo se enfureció contra ellos; y sin ninguna compasión por la juventud del uno ni por el sexo de la otra, los hicieron pasar por todo género de tormentos, instigándoles a que jurasen.
Pero su constancia fue invencible; porque Póntico, animado por su hermana, quien lo exhortaba y fortificaba frente a los paganos, sufrió generosamente todos los suplicios y entregó su espíritu.
La bienaventurada Blandina quedó, pues, la última, como una madre noble, que después de haber enviado delante de ella sus hijos victoriosos a quienes animó en el combate, se apresura para ir a unirse con ellos. Entró en la misma carrera con tanto gozo como si fuese al festín nupcial y no al matadero, donde serviría de alimento a las fieras.
Después de haber sufrido los azotes, de ser expuesta a las bestias, de ser quemada en la silla de hierro candente, la encerraron en una red y la presentaron a un toro, que la arrojó varias veces al aire; pero la santa mártir, ocupada en la esperanza que le daba su fe, hablaba con Jesucristo y no sentía los tormentos.
Al fin degollaron esta víctima inocente; y los mismos paganos confesaron que nunca habían visto a una mujer, sufrir tanto ni con tan heroica constancia."
Nuestro próximo artículo, DM, seguirá con los mártires de la antigua Galia (hoy Francia). La serie sobre reformadores cristianos anteriores a Lutero avanza paso a paso gracias a la pluma del historiador J. C. Varetto. A todos los lectores un saludo cordial con los mejores deseos en estos días de especial recordación del Señor Jesucristo.
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Notas
Ilustraciones: Blandina, la joven oriunda de Lyon sacrificada a los 15 años (162 -177) estaba al servicio de su dueña, también cristiana. Por amor de Cristo murió dando valor a los demás mártires cristianos. Su nombre aparece en la carta atribuida a Ireneo y que Eusebio conservó y aquí se menciona. Llama la atención que la ICAR la presente en su santoral como ‘católica’, a pesar de que Blandina dio su vida por Jesucristo dos siglos antes de que el emperador Constantino crease la iglesia imperial romana.
Importante: las negritas son énfasis de este autor.
01. ‘La Marcha del Cristianismo’ de Juan Crisóstomo Varetto (páginas 65-70).
02. Para recordar a los mártires el día elegido por los primeros genuinos seguidores de Cristo no fue el 1º de noviembre de nuestro calendario, sino el primer domingo de Pentecostés.
De la misma manera, el Estado imperial y la ‘iglesia constantiniana’ decidieron fijar el 25 de diciembre para celebrar el día en que nació Jesús; de esta manera asociaron al Salvador del mundo con el culto pagano a los Césares.
Ver más en: ¿’Festejar la Navidad o adorar a Cristo?’; http://protestantedigital.com/magacin/13212/iquestFestejar_la_Navidad_o_adorar_a_Cristo
También: ‘Verdades y mentiras sobre la fiesta de Navidad’; http://protestantedigital.com/magacin/12360/Verdades_y_mentiras_sobre_la_fiesta_de_Navidad
‘Navidad: lo que hay detrás del árbol y Papá Noel’; http://protestantedigital.com/magacin/12364/Navidad_lo_que_hay_detras_del_arbol_y_Papa_Noel
‘¿Existieron los “Reyes Magos”?;
http://protestantedigital.com/magacin/12371/iquestExistieron_los_ldquoReyes_Magosrdquo
‘¿Nace Cristo en nosotros?’, artículos todos publicados en P+D por este autor.
http://protestantedigital.com/magacin/12390/iquestNace_Cristo_en_nosotros
03. Mateo 26:26-29; Marcos 14:22-25; Lucas 22:14-20.
04. Hechos 2:42, 46; 1ª Corintios 11:23-26.
05. Levítico 19:18, 34; Mateo 19:19; 22:39; Marcos 12:31; Lucas 10:27; Romanos 13:9; Gálatas 5:14; Santiago 2:8.
06. Mateo 5:44; Lucas 6:27, 35.
07. Eusebio de Cesarea (263 - 339) Libro IV; capítulo I.
08. Ver lo que Lucas 1 dice acerca de Zacarías, padre de Juan el Bautista, el precursor de Jesucristo como ‘Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’.
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