La muerte, raíz de la angustia

La teología nos da la oportunidad de acercarnos al comienzo de tan importante sufrimiento.

17 DE ABRIL DE 2016 · 18:20

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Al analizar depresión y angustia la pasada semana vimos que todos estos trastornos de la esfera timopática (o pneumo-psico-afectiva), tienen un núcleo psicopatológico común: la angustia.

Desde mi punto de vista fue el nórdico Sören Kierkegaard (fundador del existencialismo) quién más profundizó, en su obra el concepto de la angustia, sobre esta vivencia alienante y sobre su génesis. Desde el punto de vista etiológico, la angustia se deviene del primer miedo que el antropos sufre desde el comienzo de su devenir existencial. La Ciencia no puede mensurar el tiempo pasado desde que los seres humanos vienen experimentando la angustia.

Por el contrario la teología nos da la oportunidad de acercarnos al comienzo de tan importante sufrimiento. En el capítulo tres del libro del Génesis nos encontramos con la desestructuración amártica que el hombre sufre de manera integral.

El hombre (varón-varona, en heb- Ish e Ishshah) había sido creado y ubicado en un medio idóneo para realizarse en todos los aspectos de su vida: el varón y la mujer eran el enfrente y tenían la posibilidad de establecer, entre ellos la comunicación y el diálogo; se comunicaban con el SER TRASCENDENTE, disfrutaban de UNA RELACIÓN HOMEOSTÁTICA CON LA NATURALEZA Y VINCULANTE, ORGÁNICAMENTE, CON EL COSMOS.

Este estado de felicidad y realización edénica tenía una limitación. Dios le había dicho al hombre: “De todo árbol el huerto podrás comer; mas del árbol de la Ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de el comieres, ciertamente morirás” (Gen. 2:16-17). El hombre hizo sus consideraciones: vio que el fruto del árbol era bueno para comer, que era agradable a los ojos y codiciable (en la LXX se usa el término ώρîον, que significa “propio de la estación, maduro”) para alcanzar la sabiduría y tomó de su fruto y comió.

Por este acto de absoluta libertad el ser humano amplió el campo de su conciencia (se le había prometido ser como los Elohines y llegar a ser conocedor del bien y el mal). Esta experiencia está explicitada en Rom. 5:12: “Por tanto como el pecado (gr- amartia = error, fracaso y frustración) entró en el mundo por un hombre (gr-antropos = ser humano), y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”.

En este estado de conciencia el hombre se da cuenta que está expuesto a vivir una realidad que se va a devenir tanáticamente, convirtiéndose en un ser-para-la muerte. Es a partir de esta realidad existencial cuando surge el primer miedo. El hombre rompe su relación con el SER TRASCENDENTE y con el otro SER HUMANO (el enfrente) con el que debía establecer la comunión y el diálogo para su propia realización.

Su situación viene explicitada de la siguiente manera en el capítulo tres del libro de Génesis: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Más Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tu? Y el respondió: oí tu voz en el huerto, y tuve miedo (en la LXX se emplea un término del que se derivan todos los miedos o fobias que pudiéramos experimentar), porque estaba desnudo; y me escondí.”

Desde este momento histórico huye de sus miedos existenciales, neuróticos y psicóticos sin tomar conciencia, de que en realidad está huyendo de un miedo criptogenético consustancial a su propia naturaleza: el miedo por excelencia, el miedo a la MUERTE; miedo a partir del cual surgen todos los demás.

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