Una vida misional

No es necesario cambiar de lugar para ser misionero, sino cambiar la intención: sabernos llamados a vivir en el nombre de Jesús.

14 DE FEBRERO DE 2016 · 12:30

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Vivimos divididos, hemos enseñado a los jóvenes a ser cristianos los domingos, como mucho los sábados y una semana de campamento de verano. Pero, ¿sabemos ser seguidores de Jesús en el instituto?¿en el lugar de trabajo? ¿en la calle o en casa?

Ser espiritual es mucho más que acudir a reuniones, todos lo sabemos, pero nos cuesta implementar los principios aprendidos en el culto a nuestro día a día. Creo que esto es debido a una falta de sentido de lo que somos y hacemos. 

Pensamos: ahora tengo que estudiar, luego haré lo que es verdaderamente espiritual y relevante. Porque lo hemos entendido mal. Olvidamos que ahora somos misioneros, y que estemos donde estemos hay una misión que cumplir.

Porque no existe una iglesia sin misión, todavía no. No existe un cristiano sin misión, todavía no. Porque ser cristiano es seguir a Jesús, y seguir a Jesús donde vaya, y Él está enfocado en salvar el mundo, reconciliar. Ese es nuestro llamado y propósito como Iglesia.

Si no, todo lo que ocurre en el contexto religioso carece de sentido, está totalmente desconectado de la realidad, el mensaje se vuelve irrelevante y entonces supone una pesada carga que llevar,  y lo hacemos por tradición, por no desentonar, o lo que es peor, decidimos llevar una vida cristiana en “modo automático”.

Nuestra liturgia tampoco ayuda ¿cómo podríamos implementar símbolos los domingos que nos ayudasen a entender que somos enviados durante la semana a vivir en el nombre de Jesús en nuestro contexto? ¿Podemos crear momentos en nuestras reuniones que nos recuerden que somos misioneros y debemos vivir como tales? Que Dios nos dé creatividad e intencionalidad en esto. 

En nuestra cultura evangélica enseñamos, quizá tácitamente, que solo se está en misión si eres pastor, predicador, o como mucho si estás involucrado en alguna actividad relacionada con la música, y que todo lo demás es de segunda categoría. Seguimos haciendo una división entre sagrado y secular, olvidando que en el mundo solo hay dos clases de personas: Los misioneros y los que son misión. Oramos por el misionero que se va a otro país, en algunos lugares tienen hasta el día del pastor (¡!). ¿Por qué no orar por los profesores que están en nuestras congregaciones, por los trabajadores y trabajadoras, los estudiantes, los padres y las madres, los que tienen una tienda o los que están buscando trabajo? Y que vean que su oficio y la inversión de su tiempo puede ser tan misional como los que entre nosotros son más evidentes.

Porque no es necesario cambiar de lugar para ser misionero, sino cambiar la intención. Sabernos llamados a vivir en el nombre de Jesús.

Enseñemos a los jóvenes a tomar decisiones académicas y profesionales en base a la misión, no solamente a adquirir una posición social, o un bienestar económico. Ayudémonos unos a otros a dar sentido de Iglesia en nuestra realidad diaria. Hagamos pastoral en el lugar donde se encuentran, cambiando de un modelo atraccional de ministerio a un que “va”. Así predicaremos con el ejemplo. Si no, nuestro discurso carecerá de contenido real.

Es difícil, la inercia evangélica va en la dirección opuesta, pero ya sabemos que los salmones, que tienen clara su misión y tienen la vida latiendo en su interior, nadan contracorriente. 

Vivamos una vida en misión y todas las demás piezas encajarán, la oración, la comunión, la celebración, y todas nuestras buenas costumbres volverán a cobrar el vigor con el cual fueron creadas.

 

Andrés Pérez

Andrés Bitar

Ezequiel Santos

Laura Sanlon

David Sanchez

José de León

Laia Gallego

Marcos Dodrill

Alex Sampedro

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tierra Media - Una vida misional