La teología de Spurgeon

La teología del príncipe de los predicadores resumida en diez puntos.

21 DE NOVIEMBRE DE 2015 · 21:50

CH Spurgeon,
CH Spurgeon

Hace 160 años, el querido predicador protestante Charles Spurgeon acabó de completar su Catecismo.

Basándose en el Catecismo breve de Westminster (1648), la Confesión de fe bautista de Londres (1689) y el Catecismo bautista (1693), el celebrado pastor redactó su propio catecismo para su iglesia local.

En su catecismo, resumió las enseñanzas clave de la fe cristiana y animó a sus ovejas a que lo aprendiesen de memoria. En total, tiene ochenta y dos preguntas y respuestas. Se tratan de los asuntos no negociables de la fe y representan el meollo de la teología del maestro inglés.

Hoy, vamos a resumir las ochenta y dos respuestas en los siguientes diez puntos:

1.- La meta del hombre

(Pregunta 1)

Spurgeon sigue el Catecismo de Westminster cuando define la meta del hombre como aquélla de glorificar a Dios y disfrutar de Él para siempre. El ser humano no encuentra felicidad auténtica en riquezas ni placeres sino en vivir para la gloria de Dios.

2.- La Biblia como Palabra de Dios

(Preguntas 2-3; 72-73)

Spurgeon sabía que la meta del hombre es vivir para la gloria del Señor porque esto es lo que enseñaban las Sagradas Escrituras. Es la Biblia la que nos enseña lo que debemos creer acerca de Dios y qué deberes Dios requiere del hombre. La Biblia, entonces, tiene que ver con la fe y la conducta del creyente. La Palabra es tan importante porque es capaz de convencer y convertir a los pecadores e ir desarrollándolos en santidad y gozo. Por eso Spurgeon recalcó que tenemos que acercarnos a la Biblia con un espíritu reverente, atesorando sus enseñanzas en nuestro corazón. Nada puede reemplazar la Palabra del Señor.

3.- Dios

(Preguntas 4-11)

El Dios de Spurgeon es la bendita Trinidad. Es el Dios que ha predeterminado todo para su propia gloria y ejecuta su plan mediante la creación y la providencia. La diferencia entre la creación y la providencia es que la primera se refiere a cuándo Dios creó todo a partir de la nada en el principio mientras que la segunda alude a cómo Dios sigue sosteniendo todo lo creado por el poder de su palabra.

4.- El ser humano

(Preguntas 12-18)

La obra maestra de Dios fue el ser humano. Tristemente, Adán –el primero hombre creado- pecó contra el pacto de vida y por lo tanto llevó a todos sus descendientes a un estado de pecado y condenación. El ser humano se convirtió en un esclavo del pecado, distante de Dios, destinado a perecer tanto física en la tumba como espiritualmente en el infierno.

5.- El Redentor

(Preguntas 19-27)

A pesar de la caída del ser humano, la buena noticia es que Dios, por su buena voluntad, “escogió desde la eternidad a algunos para la vida eterna, hizo un pacto de gracia para librarlos del estado de pecado y condenación, y para llevarlos al estado de salvación por obra de un redentor”. ¿Quién es el redentor? ¡Jesucristo! ¡Jesucristo el profeta! ¡Jesucristo el sacerdote! ¡Jesucristo el rey! ¡Jesucristo, el único Dios-hombre! Cristo, el Redentor, salva a su pueblo mediante su muerte y resurrección ya que se ofreció a sí mismo en sacrificio para satisfacer la justicia divina. Puesto que la ira de Dios cayó sobre su Hijo, el creyente es librado enteramente.

6.- El Espíritu

(Preguntas 28-35; 69-71)

¿Cómo, entonces, se puede aplicar la obra del Hijo de Dios a los creyentes? Respuesta: mediante el poder del Espíritu de Dios. El Espíritu aplica la justicia de Cristo a los escogidos por medio del don de la fe, la cual siempre está acompañada del arrepentimiento. Esta fe produce una serie de beneficios en la vida del creyente, a saber, justificación, adopción, santificación, etc. Gracias a estos dulces beneficios, el creyente tiene la garantía del amor de Dios, la limpia conciencia, el gozo del Espíritu, la gracia divina y la seguridad de su salvación eterna. A lo largo de la vida cristiana el Espíritu de Dios fortaleciendo a los suyos a través de la Palabra, el bautismo, la santa cena y la oración.

7.- Las cosas finales

(Preguntas 36-39)

Spurgeon enseñaba que el creyente, al morir, pasa directamente a la presencia de Dios mientras que sus cuerpos descansan en la tumba hasta la resurrección final. En el gran día de la resurrección, el creyente recibirá su cuerpo glorificado y disfrutará de Dios “plenamente y por toda la eternidad”. Lamentablemente, los impíos, al morir, serán echados en las tormentas del infierno y en el día final, serán condenados –en cuerpo y alma- a indecibles tormentos con el diablo y sus ángeles para siempre.

8.- La Ley

(Preguntas 40-68)

La sección más grande del Catecismo está dedicada a la exposición de la ley moral de Dios, tal cual está revelada en los diez mandamientos. Su enseñanza principal se trata de amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra mente y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Nadie puede cumplir con la ley de Dios de forma impecable; pero el Evangelio revela que todos nuestros pecados serán perdonados debido a la preciosa sangre del redentor.

9.- El bautismo

(Preguntas 74-79)

El bautismo es una señal de la comunión del creyente con el Señor Jesús. Por medio del bautismo se identifica con su muerte, sepultura y resurrección. Spurgeon se opuso al bautismo de los niños porque creía que, “el bautismo se debe administrar a todos los que realmente profesan arrepentimiento para con Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo, y a nadie más”. Además, defendió la idea de bautismo por inmersión y no por aspersión.

10.- La cena del Señor

(Preguntas 74; 80-82)

Tal como el bautismo, la cena del Señor es una simple señal que edifica a los creyentes, los cuales tienen que examinar sus vidas cuidadosamente antes de participar de la mesa “no sea que participando indignamente, juicio coman y beban para sí”. El creyente tiene que celebrar la cena del Señor hasta que Cristo venga, es decir, por segunda vez para la alegría y la esperanza de todos los hijos de Dios.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Brisa fresca - La teología de Spurgeon