El Dios y el Cristo de la teología de la prosperidad

Es necesario que todos estemos bien preparados para proteger a nuestros hermanos con razones teológicas bien fundamentadas para refutar los errores más nefastos del movimiento.

14 DE MARZO DE 2014 · 23:00

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A lo largo de los últimos quince años, casi todos los pensadores y predicadores cristianos han tenido algo importante que decir sobre la Teología de la prosperidad. Dado el crecimiento reciente de la fe evangélica en España, podemos estar bien seguros de que en los próximos años más y más libros de dicho corte se van a vender en esta península. Por primera vez en la historia de este país los evangélicos tenemos pasta. Hay un mercado emergente aquí entre los protestantes. Por eso estamos en una situación muy vulnerable. ¡La ola de la falsa doctrina viene a por nosotros! Hace una generación los libros más exitosos en círculos protestantes giraban alrededor de las Escrituras, la gloria de Dios, la sana doctrina y la santidad/ética cristiana (recordamos, por ejemplo, el legado del difunto José Grau). Hoy día, las obras más populares se llaman “Cómo ser un mejor tú”, “Siete pasos para ser más exitoso”, “Se trata de ti y lo tuyo”, etc. Por lo tanto, es necesario que todos estemos bien preparados para proteger a nuestros hermanos/hermanas con razones teológicas bien fundamentadas para refutar los errores más nefastos del movimiento de La Teología de la prosperidad. En el artículo de hoy, explicaremos cómo dicho movimiento está distorsionando la doctrina bíblica de Dios y de Cristo. Y Dios mediante, la semana que viene, hablaremos de la doctrina de la Iglesia y las misiones. ¡Qué Dios nos ayude en la lucha! ¡Defendamos nuestra herencia protestante! LA DOCTRINA DE DIOS El todopoderoso Señor rico y prospero predicado en los púlpitos de la prosperidad es un Dios que es muy diferente de la narración bíblica. El Antiguo Testamento nos muestra insistentemente cómo el Señor defiende a los pobres, a las viudas, a los huérfanos y a los extranjeros. Él es un Salvador compasivo y amoroso que abraza a los que sufren. Los profetas destacaron este aspecto de la ley mosaica una y otra vez (Zacarías 7:9-10). Dios se hace uno con los quebrantados y los oprimidos de su pueblo. En días pasados, recordarás que la fama internacional de Dios se basaba en su asombrosa liberación de los hebreos oprimidos de la dura mano de la corrupción imperial egipcia. El Señor rescató a los pobres por pura gracia. En el Nuevo Testamento, Santiago nos dice que Dios ha elegido a los pobres de este mundo para que sean "ricos en fe, y herederos del reino que ha prometido a los que le aman" (Santiago 2:5). Él no reprende a los pobres por su supuesta "falta de fe" como el predicador de la prosperidad contemporánea tiende a hacer (podría añadir que es siempre tan fácil despacharse en contra de los pobres cuando se vive a la última moda en una mansión de varias plantas con perros de treinta mil dólares que alimentar). Ni tampoco la omnipotencia de Dios lo detiene de agacharse para asociarse con los humildes. El corazón de Dios se quebranta por los menospreciados. El Manifiesto de Manila (1989) se lee, “Se nos ha recordado que la Ley, los profetas y los libros de Sabiduría, así como la enseñanza y el ministerio de Jesús, todos enfatizan la preocupación de Dios por los pobres en recursos económicos y nuestro deber consecuente de interesarnos por ellos y protegerlos”. Por supuesto, no puede haber ninguna duda de que Dios es el Dios de los ricos también. Después de todo, Él se reveló a Abraham, a Isaac, a Jacob y a José, así como a los reyes David y Salomón. Sin embargo, la Palabra de Dios hace continuamente hincapié en la dificultad que tendrá un hombre rico en entrar en el reino de Dios (Mateo 19:24). En un sentido muy especial, entonces, Dios está cerca de los afligidos, los pobres, los rechazados y los hambrientos (sólo lee el Evangelio de Lucas si no me crees). Él se revela a sí mismo en Cristo crucificado, para que podamos entender claramente que Dios no niega el lugar que tiene el dolor en el mundo mediante la "confesión positiva", sino que Dios toma el sufrimiento sobre sí mismo y en ese sentido existencial se convierte en un compañero de fatigas de todos sus hijos que tienen el corazón roto. Dios siente lo que sentimos. Dios sabe lo que estamos pasando. La suciedad en nuestra cara es la suciedad en su cara. "A este hombre miraré, a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra". (Isaías 66:2). Dios dijo eso; no el señorito Prosperidad. Como protestantes sería importante volver a avivar una de las ideas teológicas más brillantes y revolucionarias de Lutero. El alemán ofreció al mundo una forma considerablemente diferente de ver a Dios el siglo XVI. En lugar de seguir la llamada Teología de la gloria- método empleado por los escolásticos católicos que argumentaba que sólo se podía percibir a Dios a través de la más grandiosa de las estructuras de poder en el mundo y las instituciones de peso- Lutero optó por la Teología de la cruz. Esta doctrina, basada en la sabiduría cruciforme de Dios en 1ª Corintios, profesa que el Dios verdadero sólo se puede observar a través de la humildad, el quebrantamiento, el sufrimiento y el dolor. Sorprendentemente, razona Lutero, la exhibición suprema de la gloria de Dios en este universo es la cruz sangrienta de Cristo. ¡Menuda paradoja! ¿Quién es capaz de ver la majestad de Dios reflejada a través de un instrumento de tortura? ¡Nadie! ¡De ahí la necesidad de la fe! Si el Evangelio de la Prosperidad quiere volverse al Evangelio bíblico, su proclamación del carácter de Dios debe comenzar a re-alinearse radicalmente con el auténtico relato evangélico y la fe de Lutero. El Nuevo Testamento no fue escrito por políticos multimillonarios de alto vuelo, sino por un puñado de testigos arruinados, pobres y sin dinero, sin embargo aun fieles, que estaban dispuestísimos a contarlo todo como pérdida por Cristo (prosperidad incluida). Dicho teológicamente: el contenido de su predicación era Cristo, y la forma de su predicación era Cristo. Yo diría que el Evangelio de la Prosperidad no está a la altura de estas dos premisas. ¿No crees? ¡Volvamos al Dios de la Biblia, al Dios que se compadece de los pobres, al Dios que no se aprovecha de los que sufren! “Solamente nos pidieron que nos acordásemos de los pobres; lo cual también procuré con diligencia hacer” (Gálatas 2:10). LA DOCTRINA DE CRISTO La segunda manera en la que el Evangelio de la Prosperidad está tratando de remodelar el pensamiento cristiano tiene que ver con la doctrina de Cristo, o como se diría de manera técnica: la Cristología. En pocas palabras, el mensaje cristológico clave que se bombea a través de las ondas de la prosperidad en estos días es que “Jesús era rico”. ¿De dónde sacan eso? 2 Corintios 8:9. ¿Qué dice? "Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos". En una evaluación superficial, suena bastante simple, ¿verdad? “Jesús era rico”. Yo debería ser rico. Fin de la historia”. Sin embargo, hay más en este texto de lo que una valoración superficial nos muestra. He aquí tres observaciones iniciales. En primer lugar, la Teología de la prosperidad olvida todo lo relacionado con la forma en que Jesús se hizo pobre (pero mira cómo 2ª Corintios 8:9 no lo hace). Este es un tema delicado para el Evangelio de la prosperidad, ya que su punto de vista legalista estima que la pobreza es una maldición y un signo manifiesto de la desaprobación de Dios. Con este razonamiento defectuoso, Jesús se convierte de repente en el mayor pecador de todos. Él nació en una familia que apenas podía permitirse el lujo de traer una ofrenda a Jerusalén (Lucas 2:24). Se embarcó en un ministerio público en el que no tenía donde reclinar su cabeza (Lucas 9:58). Y fue crucificado públicamente, rechazado por todos "¿Qué tipo de Mesías es éste?" pensarás. Los proxenetas de la prosperidad, si son fieles a su teología, deben pensar exactamente lo mismo. Jesús no enseñó a los pobres por decreto real desde la comodidad de su magnífico palacio mesiánico en Nazaret sobre cómo recibir el reino de Dios; Él les habló desde su mismo nivel y se hizo uno con ellos.El aspecto de Él era como el de ellos. Hablaba como ellos. Olía como ellos. Jesús, contrariamente a la opinión común, no era un espeluznante espíritu angelical sin cuerpo que pasaba flotando suavemente al lado de los pobres impartiendo una especie de bendición celestial mientras sonaban arpas de oro. Él era un hombre con cuerpo (como el nuestro) que lo utilizó para regalar su presencia a los necesitados y arruinados. Él trajo en persona el reino de Dios al humilde y al quebrantado haciéndose pobre. En segundo lugar, 2ª Corintios 8:9 habla de las riquezas de Jesús. Pero, ¿a qué se está refiriendo Pablo con “riquezas”? Seguro que no son las riquezas económicas (como cree la gente de la prosperidad) porque Jesús nunca las tuvo. Pablo nos está hablando de la eternidad pasada, cuando el Hijo de Dios, antes de su encarnación, moraba en perfecta armonía con el Padre. Jesús tomó sobre sí la "pobreza" de la condición humana (y todo lo que está implícito en ella) en contraste con las "riquezas" de su condición divina. Es una alusión a la divinidad de Jesús, no a lo que tenía en sus bolsillos. Así que, si entendemos la riqueza espiritual de Jesús, entonces también estaremos capacitados para comprender lo que Pablo quiere decir cuando expresa que Jesús nos hace también ricos. Somos hechos espiritualmente ricos en la riqueza espiritual de Aquel que se hizo humano, demasiado humano, por nosotros. Como Juan Calvino comentó, “Por eso hemos de comprender que toda la felicidad que nos es prometida en Cristo no consiste en las comodidades exteriores -para que vivamos una vida alegre y tranquila, y tengamos muchas riquezas y estemos seguros de que no encontraremos obstáculo alguno, y gocemos de los pasatiempos que la carne suele buscar- sino más bien que toda la felicidad se debe referir a la vida celestial” (Instituciones 2.15.4). En tercer lugar, el autor de este texto en 2ª Corintios 8:9, el apóstol Pablo, era un hombre notablemente pobre que sufrió la pérdida, el hambre y la necesidad constante en su servicio a Dios. ¿Cómo podía él estar dando una lección a los Corintios acerca de cómo hacerse rico rápidamente si él era una contradicción andante del evangelio de la salud y la riqueza? ¿De verdad, honestamente, piensan los predicadores de la prosperidad que Pablo estaba estableciendo los principios para ascender socialmente? Si fuera así, ¡Pablo no practicaba lo que predicaba! En fin, me parece que los predicadores de la prosperidad están cambiando poco a poco la imagen de la pobreza de Jesús de Nazaret en un Cristo de su propia imaginación, hinchado por los ideales socio-políticos de grandeza del siglo veintiuno, la vida de negocios y una inestable pasión por el dinero y el éxito mundano. Me parece estar oyendo las palabras de María llorando: "Se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto" (Juan 20:13). No nos olvidemos que la prosperidad- la verdadera prosperidad- es conocer al único Dios verdadero y a Jesucristo (Juan 17:3). * La semana que viene, seguiremos nuestro estudio de la Teología de la prosperidad con las doctrinas de la Iglesia y las misiones cristianas. (Traducido por Julian Esquinas)

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