La delgada línea roja
Más allá de la delgada línea roja somos meros consumidores pasivos de imágenes límite que nos son ofrecidas como si fuéramos analfabetos visuales.
08 DE SEPTIEMBRE DE 2013 · 22:00
Mostrar o sugerir, imagen explícita o imagen implícita, enseñar o insinuar. He ahí la cuestión. En una presentación, una conferencia, una clase o un sermón, el presentador, conferenciante, profesor o predicador puede apoyar su discurso con ilustraciones orales o visuales de conceptos abstractos -calor, solidaridad, viaje, muchedumbre…- u optar por la dinámica de la reiteración de lo obvio -foto de un termómetro, dos manos de distintos colores de piel estrechándose, estación de autobuses, la grada del Santiago Bernabéu abarrotada de público-.
Cuando la reiteración de lo obvio se lleva a cabo con imágenes todavía se puede entretener al público si las fotografías son buenas, pero también desviar su atención. Lo peor es cuando nos ponen el “karaoke” visual (power point) con la proyección de los textos literales de lo que nos están… leyendo. Para eso, acaba deduciendo el común de los mortales, maldita la falta que hace la liturgia de la presentación, conferencia, clase o sermón. Con que nos dieran un cuadernillo con los textos, ya se arreglaría cada cual para leerlos poniendo su propia entonación, cadencia, ritmo…
En el mundo de la imagen -acaso más en el cine que en fotografía- se ha venido imponiendo el uso y abuso de las imágenes explícitas, fundamentalmente de contenido violento o erótico.
Ofrecer la secuencia completa de una pelea con todo tipo de detalles de los golpes, heridas y sangre y el sonido de los puñetazos y caídas a todo volumen cuando puede resolverse con una escena tácita que permita al espectador suponer o sobreentender el trasunto sin necesidad de expresarlo o reproducirlo formalmente no viene a ser sino infravalorar al observador, tratarle como menor de edad.
“EXTREMISMO RELIGIOSO”
En la película de drama épico La Pasión de Cristo de Mel Gibson (2004), Jim Caviezel, el actor que representa a Cristo, encarna un papel de un realismo desgarrador al modo de una macabra carnicería de sangre. Es una de las películas que más polémica han desatado en la historia del cine.
En palabras del director italiano Franco Zeffirelli, regidor de la miniserie de tv Jesús de Nazareth (1977), la catarsis que representó la crucifixión de Cristo "no puede reducirse a litros de hemoglobina vertidos”. Acusó a Gibson de “extremismo religioso” y de haber traicionado su sentimiento cristiano con una carnicería. El Jesús que encarna el actor Robert Powell en el filme de Zefirelli nos acerca más al nacimiento, vida, ministerio, muerte y resurrección de Jesús según los relatos de los cuatro Evangelios canónicos del Nuevo Testamento.
Más elegante aún, si cabe, es el tratamiento que William Wylder da al personaje de Jesús en la mítica película Ben Hur (1959), basada en la novela de Lewis Wallace. Sencillamente no se muestra en ningún momento su rostro, pero el personaje de Jesús que representa el actor Claude Heater ejerce una influencia clave en Ben Hur (Charlton Heston), su familia y amigos. está muy presente en episodios clave de la película.
Se ha dicho que el hecho de que se viera el rostro de Jesús venía dado porque para la representación del rostro de Cristo mediante un actor, el Vaticano exigía un permiso explícito (Roma siempre con la venta de indulgencias). Pero más visos de credibilidad merece la voluntad del escritor Lewis Wallace, quien siempre afirmó que prefería que no se mostrase el rostro de Cristo en las representaciones de su obra.
Imagen explícita -Gibson-, imagen implícita -Zefirelli-, imagen tácita –Wylder-, o lo que viene a ser lo mismo, de la imagen brutal de Gibson a la imagen supuesta o virtual de Willer pasando por la imagen racional de Zefirelli.
La “delgada línea roja” que separa lo asumible de lo reprobable está claro que se ha ido moviendo y se sigue moviendo hacia el territorio de la crudeza y el morbo extremos.
Aparte de las consideraciones morales, la reflexión “civil” que cabe hacer es que el exceso de literalidad, la odiosa reiteración de lo obvio del que está hablando a la vez que señalando con el puntero por donde va la lectura ningún bien hace a la educación visual, a la práctica del libre albedrío para el análisis y el discernimiento… ni al respeto a la inteligencia de los demás.
There's only a thin red line between the sane and the mad.(“Hay sólo una delgada línea roja entre el cuerdo y el loco”). Este proverbio americano se aplica a la novela La delgada línea roja(1962) de James Jones.
Más allá de la delgada línea roja somos meros consumidores pasivos de imágenes límite que nos son ofrecidas como si fuéramos analfabetos visuales.
Más acá de la delgada línea roja, en cambio, estamos en la gloriosa disposición de poder valernos por nosotros mismos para interrogar a las imágenes y que ellas mismas sean las que nos contestensin “ayudas” que no hemos pedido, para procesar cabalmente la información y crear nuestro propio criterio. Amén.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Leyendo fotos - La delgada línea roja