Bolsonaro, nuevo presidente de Brasil

La carrera presidencial en Brasil ha llegado a su desenlace tras unos meses de campaña intensos y con una hostilidad dialéctica histórica en el país sudamericano. Sin sorpresas a lo que planteaban las encuestas, finalmente ha sido el candidato del Partido Social Liberal, Jair Bolsonaro, el vencedor en la segunda vuelta de los comicios con poco más del 55% de los votos. Lo que se traduce en una ventaja de cerca de diez puntos sobre su oponente, Fernando Haddad, del Partido de los Trabajadores, que se ha quedado con el 45% de los sufragios. “Se que ha roto la tendencia de las últimas seis elecciones, en las que siempre se enfrentaban el PT y el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB). Ahora se fortalece la ideología de derecha”, explica el periodista brasileño Jarbas Aragão.

“Agradezco a Dios y pido sabiduría para que seamos capaces de emprender este viaje como presidente de la República”, ha manifestado el nuevo presidente brasileño, que tomará la posesión del cargo a partir de enero. Bolsonaro, excapitán del ejército, tendrá de vicepresidente al general Hamilton Mourão. Y no será la única figura de su ejecutivo con vínculos militares. 

Jair Bolsonaro fala pela primeira vez como Presidente eleito: https://t.co/zOavZ1SG7D

— Jair Bolsonaro 1️⃣7️⃣ (@jairbolsonaro) 28 de octubre de 2018

Según ha manifestado el candidato electo, otro general, Augusto Heleno, estará al frente del Ministerio de Defensa. En el gobierno de Bolsonaro también habrá una fuerte presencia evangélica con algunas personalidades nacionales, como Magno Malta, de las Asambleas de Dios y que suena con fuerza para ocupar alguna cartera, u Onyx Lorenzoni, luterano que será el jefe del gabinete de la presidencia de la República. 

IMPORTANCIA DEL VOTO EVANGÉLICO

Tanto Bolsonaro como Haddad han comprendido que en Brasil hay una gran parte de la población que se declara cristiana, y eso es algo que han trasladado a sus programas electorales, sobre todo centrándose en el debate de la ideología de género y del aborto. “Las iglesias cristianas han tenido un papel muy importante en toda la campaña electoral. Muchos pastores ingluyentes, obispos y líderes de ministerios, han estado al lado de Bolsonaro. Muchas iglesias han estado pidiendo a Dios por Brasil durante mucho tiempo, no sólo en estas elecciones. Para muchos, este cambio es una respuesta de Dios, no sólo por Bolsonaro, sino por sus propuestas”, dice Aragão. “Las expectativas son muy altas”, remarca. 

Según este periodista, además del peso que han tenido el debate sobre la ideología de género y el modelo tradicional de familia, las promesas en materia económica también han decantado la balanza a favor de Bolsonaro. “Sus promesas han sido mayoritariamente en este sentido, con aproximaciones a países como Estados Unidos, Japón o Italia”, señala el periodista. “Bolsonaro ha asegurado en varias ocasiones durante la campaña que sus cambios, aunque grandes, respetarán la Constitución”. 

EL ESCENARIO DE CONFRONTACIÓN PERDURA

“Una parte del pueblo brasileño tiene que ser respetada en este momento”, ha manifestado por su parte Haddad, haciendo referencia a que han conseguido 45 millones de votos a pesar de caer derrotados. “Tiene otro proyecto de Brasil en la cabeza y merece el respeto del día de hoy”, ha remarcado. 

Tanto partidarios de Bolsonaro como del Partido de los Trabajadores han coincido en señalar que estas elecciones eran históricas y que han estado protagonizadas por un clima de hostilidad. “En la historia política reciente de nuestro país no se ha visto una participación política tan intensa de los simpatizantes o adeptos de una u otra candidatura presidencial”, apuntaba la Alianza Evangélica Brasileña en un comunicada anterior a la segunda vuelta de las presidenciales. 

Para la también periodista y comunicadora Jessica Grant, “las familias ya están rotas, y la confianza destruida en muchos casos”. En los últimos meses, dice Grant, “las personas han confundido hecho con opinión y juzgan la opinión la visión ajena cuando ésta busca desmentir algo”. “Estas marcas han ido creciendo desde las manifestaciones de 2013, y ahora están en su punto álgido. Tendremos un país dividido, polarizado e inmerso en odio, donde los hechos ya no son importantes”, lamenta la joven.