“Conectamos con éxito refugiados e iglesias locales”

Vimal Vimalasekaran fue refugiado tamil. Ahora vive en Alemania y trabaja para ayudar a los cristianos a responder y servir adecuadamente a los miles que buscan asilo.

Joel Forster

CATANIA · 15 DE MARZO DE 2016 · 19:04

Vimal Vimalasekaran, entrevistado en febrero, en Catania. / Joel Forster,vimal vimalasekaran
Vimal Vimalasekaran, entrevistado en febrero, en Catania. / Joel Forster

Vimal Vimalasekaran dejó Sri Lanka cuando tenía 18 años, convirtiéndose en un refugiado tamil en la India. En su viaje personal, pudo leer la Biblia y conocer a Jesús. Ahora trabaja para ser un “puente” entre las personas refugiadas que hoy buscan asilo y las iglesias locales en Alemania.

¿Cómo podemos ayudar a que estas cientos de miles de personas se integren como miembros activos en nuestra sociedad? Vimal cree que la respuesta no es fácil.

“Hay dos extremos. Uno es la integración, desde la que se empuja a la gente a la asimilación. El otro es la inclusión: simplemente aceptarlos sin comprobar sus valores”, por ello Vimal considera que hay que buscar “un punto medio”.

Cada refugiado “necesita aprender el idioma, la cultura a la que llega. Pero tenemos que aprender que podemos ayudarle sin amenazar su identidad”.

 

P. ¿Puedes contarnos algo de tu historia personal como refugiado?

R. Nací en Sri Lanka. Cuando tenía 18 años tuve que escapar a la India, como refugiado. Estaba en el sur de India, y uno de los pastores, que era un refugiado como yo, con una Biblia en su mano me visitó y despertó mi interés en el evangelio. Empecé a leer mi Biblia, el Nuevo Testamento, que un amigo musulmán de mi padre le había dado, porque no lo quería. Sin embargo mi madre lo llevaba consigo en la creencia supersticiosa de que la Biblia podría protegerla. Yo era joven, no tenía nada que hacer y la leí. Mas tarde Dios me encontró de forma maravillosa en una reunión a la que asistí. Ese fue el principio de mi viaje.

En ese momento había unos 900.000 refugiados Tamil. Yo era joven y otros jóvenes se hicieron cristianos, e inmediatamente empezamos a convivir y a trabajar juntos. No nos llamábamos misioneros a nosotros mismos, simplemente compartíamos el evangelio con otros.

 

P. ¿Cuál es tu labor entre los refugiados que buscan asilo en estos momentos en Alemania?

R. Mi trabajo consiste en entrar en los campos de refugiados y conocerles y estar con ellos. Me encanta, me siento como en casa entre ellos. Intento ser un puente entre las iglesias locales y los países de acogida. Por ejemplo, en Alemania, muchos hermanos y hermanas están dispuestos a hacer algo, pero no saben cómo hacerlo. No es que yo lo sepa todo, pero intento hacer que ambos grupos se encuentren. He tenido éxito en conectar con muchas iglesias locales, a través de un ministerio internacional entre refugiados.

Apoyamos, nos juntamos y damos enseñanza. Vivimos delante de ellos, y esa es la mejor enseñanza que se puede dar.

 

P. ¿Qué piensas sobre la integración de los refugiados que llegan a Europa?

R. Bien, entiendo la palabra “integración” si significa que ellos tienen que entender la cultura, el idioma y aprender a vivir en la sociedad a la que han llegado. Pero normalmente “integración” no se refiere a eso. Muchas veces, cuando se habla de integración a un extranjero, él inmediatemente piensa “tengo que cambiar mi identidad para adoptar otra cultura”.

Déjame explicar por qué creo que es importante encontrar un camino entre ambos conceptos. Un Tamil, desde Sri Lanka que escapa de la guerra... ¿Por qué ha venido a Alemania? No puede ejercer sus derechos, su propia identidad en su propio país. Así que piensa: “he llegado a Alemania, donde seré libre para vivir como un Tamil”. Así que cuando llega, por supuesto, tiene que enfrentar las dificultades de una nueva cultura, un nuevo idioma... No se esperaba que esto sería otro problema.

Así que, si cuando llega, nosotros lo primero que decimos es “necesitas integrarte”, el extranjero se siente amenazado. “No quiero dejar mi identidad, quiero ser un Tamil”, piensa. Sí, el necesita aprender el idioma y entender la cultura, es importante, algo obligatorio. Pero debemos aprender a dar esta ayuda sin amenazar su identidad.

Como cristiano, creo que Dios me ha creado como soy. Mi identidad no viene del gobierno, o de un grupo de gente, viene de Dios.

 

P. Has inventado la palabra “Interclusión”. ¿Qué significa?

R. Sí, hay dos extremos. Uno es integración, que es cuando llevas a la gente a la asimiliación, que sería el paso siguiente. El otro es inclusión: simplemente aceptar a las personas sin revisar sus valores. Por ejemplo, si pensamos en cómo una mujer es tratada en otra cultura, no podemos aceptarlo. Los valores cristianos no están de acuerdo con ello. Así que no podemos aceptar todo.

Mi sugerencia es la “interclusión”, que significa básicamente la primera parte de la integración: la cultura, el idioma, el conocimiento, la amistad... Y la segunda parte de la inclusión, que significa aceptar quién soy tal y como Dios me ha creado. No soy menos humano porque no hable el idioma propio de un país, eso no me hace menos inteligente.

Al mismo tiempo, me ayudas de forma que sepa que no debo hacer todo lo aquello que no sea correcto. Lo llamo “interclusión” porque encuentras a la gente en un punto medio.

Esto ayuda porque protejo la identidad de la persona y le doy confianza, para que pueda venir y servir y trabajar conmigo. Así estarán felices de relacionarse conmigo, porque se sentirán a salvo, Y ellos saben que pueden comer curry y arroz si son asiáticos, no les estoy pidiendo que coman pizza y patatas. Es importante respetar estos detalles.

 

La serie de entrevistas sobre refugiados son un proyecto de Evangelical Focus, Refugee Highway Partnership y la Alianza Evangélica Europea.

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