Antes de que empiece el invierno

Camaradería y solidaridad marcan el día a día de la vida en el campo de refugiados de Bruselas, mientras ONGs y voluntarios sirven a refugiados que esperan cita en la Oficina de Extranjeros.

  · Traducido por Cristina Rovirola

Evangelical Focus, Joëlle Philippe · BRUSELAS · 23 DE SEPTIEMBRE DE 2015 · 14:55

La cocina. La comida se sirve a lo largo de todo el día. / J. Philippe,
La cocina. La comida se sirve a lo largo de todo el día. / J. Philippe

¿Disfrutaste del día?” Frank, un belga de origen ruandés, está en la mesa de bienvenida para voluntarios y es el encargado de asignarles tareas diferentes.

Vive en una ciudad a 200km de Bruselas pero vino a la capital el domingo día 6 de septiembre a ver a alguien, visitó el campo de refugiados y decidió quedarse. No ha estado en casa los últimos días.

El campo de refugiados en Bruselas se abrió hace unas tres semanas. La Oficina de Extranjeros está al lado de la estación Bruselas-Norte, y cinco o seis familias de Siria e Irak empezaron a acampar en el Parque Maximilien, cercano a la oficina. Después de que la imagen de Aylan, el niño sirio encontrado muerto en una playa turca, se volviera viral en las redes sociales, ciudadanos de toda Europa empezaron a involucrarse, más refugiados llegaron y el parque empezó a tomar forma de un campo de refugiados establecido más que un sitio provisional para esperar. Ahora, hay tantos refugiados que tienen que esperar más de 6 días para obtener cita en la oficina.

El domingo, 6 de septiembre, se organizó una asamblea de ciudadanos muy grande. Miles de personas pusieron que asistirían en Facebook así que tuvieron que cambiar la localización. La asamblea se coordinó bien y separaron a las personas por grupos: logística, suministros, grupos de presión, comunicaciones, salud…

 

En la carpintería los voluntarios han hecho mesas, sillas y bandejas para la cocina. / J. Philippe

Cada grupo tuvo que nombrar dos o tres supervisores y organizarse ellos mismos. El problema es que, normalmente, los voluntarios tienen un trabajo, una familia y una vida, y obviamente no puede pasar el día en el campo de refugiados. Aún así, hay un grupo de voluntarios que viven allí mismo y duermen en una tienda enorme que han provisto los de Médicos Sin Fronteras.

 

CAMADERIA, TUTEO Y AMISTADES

Me acerco a Frank y le doy el nombre del contacto que me ha enviado ahí. “¿Conoces a Arthur Brennan?”, pregunto. “¿A quién?, contesta, antes de añadir: “¡Ah! Sí, conozco a Arthur.” Entonces entiendo que no hay apellidos en el campo de refugiados. Todos parecen muy amigables, informales y tuteando contigo desde el primer momento que abres la boca para hablar con ellos.

Además, algunas personas saben nombres pero no caras, y viceversa. Frank está un poco estresado y dice que tiene que ir a una reunión en el área de managers. “¿Puedo ir contigo?, pregunto. “Estoy interesada en saber como organizáis el campo de refugiados”. Acepta y espero a su lado hasta las 4pm.

Desde su perspectiva, dentro de su tienda, todo cambia. En un cuarto de hora veo a una docena de voluntarios venir y recoger guantes y bolsas de basura para limpiar el campo de refugiados, dos o tres chicos que hablan árabe vienen a ofrecer sus servicios de traducción, algunas personas de la organización visitan y algunos refugiados vienen a informarse (aunque no es el punto de información para ellos). “Aseguraros que habláis con otros refugiados y voluntarios, que establecéis relaciones y que demostréis que os preocupáis por ellos,” dice a los voluntarios que vienen por primera vez.

Un voluntario llega con otro refugiado. “¿Hablas inglés?” oigo que alguien dice. Frank me pide que traduzca para ellos. Los dos son de África Sub-sahariana pero no puedo decir de donde exactamente. “Este hombre”, dice el voluntario señalando al otro, “tiene una historia que contar. ¿Podríais darle papel y un bolígrafo para que la pueda escribir?”. Frank parece un poco perdido: no es su trabajo proveer papel pero lo hace igualmente y le pregunta al voluntario: “¿Has dormido bien esta noche?”.

Frank me explica: “Ves, hemos estado aquí tantos días, que tenemos que preocuparnos los unos por los otros”. Las condiciones de vida son muy pobres, aunque el Ayuntamiento ha provisto de duchas y baños (del tipo que ves en los festivales de música). Samusocial, una ONG que empezó trabajando con personas sin techo y desde 2010 también con refugiados que solicitan asilo, se está encargando de la higiene del campo de refugiados. Médecins du Monde está encargada de la salud. Por lo demás, hay muchas organizaciones pequeñas que proveen apoyo.

 

¿QUIÉN ESTÁ AL CARGO?

Tal vez este es el mayor problema: la plataforma de ciudadanos que organizó la asamblea no coordina las ONGs y aunque obviamente trabajan y colaboran, hay una falta de centralización en los recursos y la información.

La reunión diaria empieza a las 4:10pm. Hay varios puntos en la agenda. Una mujer joven de unos 22 años preside la reunión y da el turno a los voluntarios que levantan sus manos. Hay unas 20 personas en la reunión y parece que todos se conocen. Parece que casi todos duermen allí mismo. Muchos de los puntos son positivos pero las personas se quejan de la falta de organización y comunicación.

Sin embargo, la valoración general de los voluntarios no es tan mala. “Ya no es un campo de refugiados, tenemos un pueblo ahora,” dice un hombre con gafas negras que trabaja con el grupo de seguridad. Aparentemente, vendrá una peluquera, y desde el lunes 7 de septiembre ha habido un taller de carpintería.

 

La tienda de campaña con donaciones de recursos escolares. / J. Philippe

La escuela ha estado funcionando una semana y media, y la cocina casi desde el principio. El Ejército de Salvación va a reconstruirla para que no haya tanto caos durante los tiempos de la comida. La electricidad la provee la CPAS (Public Centres of Social Action) y hay hotspots de wifi gratis que provee Proximus, las oficinas centrales de las cuales se encuentran solo unos bloques del parque.

 

LAS “ÁREAS GRISES”: ¿CUÁLES SON NUESTROS MOTIVOS?

Pero no lo pintemos todo de color rosa. Así como hay gente que ayuda, otros intentan sacar beneficio. Hay compañías que están publicitando sus productos en el campo de refugiados, los Testigos de Jehová se encuentran en la entrada ofreciendo cursos sobre la Biblia, gente de fuera viene a beneficiarse de la comida gratis, y los robos son comunes en las tiendas que se encuentran en el borde del campo de refugiados.

Sí, el campo, como la crisis de refugiados en general, muestra lo mejor y lo peor de los seres humanos: los voluntarios se sienten ofendidos porque su nombre no se menciona en ninguna parte, y los pequeños egos de aquellos que se encuentran al cargo tienen miedo de ser reemplazados por personas compasivas (normalmente más profesionales) que vienen a proponer mejoras.

“Quiero que la gente se pregunte esto: ¿por qué estás aquí?” demanda Said, un refugiado que representa el campo de refugiados ante el gobierno federal. “Estamos ayudando a los refugiados; nuestra recompensa vendrá de Dios”.

Los voluntarios, además, están muy cansados. Algunos se quedan en el campo de refugiados 24/7 y la falta de comunicación y organización aumenta el estrés. Tal vez es tiempo de que cuidemos de los voluntarios, no sólo de los refugiados, ya que están dando mucho de su tiempo y su energía. “Tengo niños y un marido y quiero volver por un día o dos a mi vida ‘civil’, dice Fadiya, que se encarga de la comida. Es difícil reemplazarla porque habla árabe, francés y flamenco. ¿Quién, con estas características, puede reemplazarla por un día entero o dos?

 

ASUNTOS LEGALES Y DE SEGURIDAD

El agotamiento afecta especialmente al equipo de seguridad. Cinco o seis hombres vigilan todo el campo de refugiados y no pueden prevenir los robos. Legalmente no tienen permitido llevar puesto ninguna etiqueta o distinción que pudiera disuadir a los ladrones y los carteristas porque no tienen ningún entrenamiento profesional. Uno de los hombres entra en pánico: “Hay agentes de seguridad nacional que se están infiltrando en el campo de refugiados.” Según los voluntarios, los policías rehúsan dar seguridad al área porque su competencia es para “áreas urbanas”. Hasta qué punto el campo (un parque público) es “urbano” o no es aún una cuestión sin resolver.

 

Un solicitante de asilo de pie en medio de las tiendas de campaña. El parque no tiene mucha más capacidad para acoger a más refugiados. / J. Philippe

Claro que el parque está ocupado y no es una situación totalmente legal. El Ayuntamiento mira a otro lado, mientras señala al Gobierno Federal. ¿Dejaríamos a los refugiados en las calles, acampando ellos mismos? El Gobierno Federal dice que sólo abrirá 250 archivos al día, que es “la capacidad máxima de la oficina”. Théo Francken, del partido NV-A de la derecha, un hombre acusado de haber hecho declaraciones racistas más de una vez, es el Secretario del Estado de Migración en el gobierno de Michel. Bélgica ha tenido muchos gobiernos de la izquierda (socialistas) o centristas. Es la primera vez en décadas que hay una coalición de derechas.

Otro hombre llamado Max, que lleva un traje, dice: “Espero que no estemos aquí más de una quincena”. Explica que si algo malo pasa – una enfermedad que se extiende, una lucha con cuchillos – será una oportunidad para el gobierno para desmontar el campo de refugiados. ¿Qué pasará entonces con los refugiados? “Tenemos que estar fuera de aquí antes de que empiece el invierno,” concluye Max.

 

N.d.A.: Por razonces de privacidad, todos los nombres propios han sido cambiados.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Internacional - Antes de que empiece el invierno