Pedro Sánchez, sin Biblia ni crucifijo
En el corazón está la clave. ¿De qué sirve prometer o jurar ante la Biblia cuando la vida está vacía de ella, y no es la última referencia de fe y conducta?
04 DE JUNIO DE 2018 · 20:00
El socialista Pedro Sánchez tomó posesión de su cargo el pasado sábado. Por primera vez en España un Presidente de Gobierno lo hizo sin los tradicionales símbolos religiosos: la Biblia y el crucifijo.
A pesar de que ya bajo reinado del rey Juan Carlos se abrió la posibilidad de jurar o prometer el cargo según las creencias religiosas, ha sido Felipe VI quien, al asumir la Jefatura del Estado en 2014, ofreció a los jefes de Gobierno la posibilidad de hacerlo o no con el crucifijo y la Biblia delante.
Suárez, Calvo Sotelo, Aznar y Rajoy juraron, mientras que González y Zapatero prometieron, pero Pedro Sánchez es el primero en la España democrática en hacerlo únicamente con la Carta Magna delante.
Ha habido multitud de reacciones, a favor y en contra. Desde la perspectiva protestante no existe ninguna obligación teológica para que un cargo prometa cumplirlo ante ningún símbolo religioso.
Desde luego, nunca un crucifijo, que para el cristianismo evangélico carece de sentido ya que el auténtico símbolo es la cruz y el sepulcro vacíos.
Y la Biblia, muy querida, sin duda queda a criterio del que toma posesión del cargo. Para un cristiano sería totalmente coherente tenerla presente, de forma física, y sin duda siempre en el corazón.
Y ahí, en el corazón, está la clave de la cuestión. ¿De qué sirve prometer o jurar ante la Biblia cuando la vida está vacía de ella, cuando no es la última referencia de fe y conducta?
Es coherente Pedro Sánchez al no tomar posesión ante unos símbolos que en nada representan lo que cree. Lo incoherente es hacerlo cuando los hechos antes y después del acto solemne demuestran que nada significan para la persona que simplemente los utilizó por costumbre, por quedar bien, o “porque siempre se ha hecho así”.
Jesús denunció a los religiosos de su tiempo que hacían ostentación de los símbolos religiosos en su atuendo y en sus costumbres, pero que eran enemigos de Él, del propio Dios al que decían adorar.
En cambio, en la sinceridad de los publicanos y prostitutas, encontró que iban por delante de los religiosos en el camino de la búsqueda de Dios.
No caigamos como cristianos evangélicos en priorizar la religiosidad y los ritos por encima de la experiencia genuina de que Él es el camino, la verdad y la vida.
No pongamos ningún sacramento eclesial o liturgia política por encima de la sinceridad de quiénes somos ante Dios.
Aunque, también cierto, sin una referencia cierta y trascendente cuando Pedro Sánchez deba cumplir “prometo, por mi conciencia y honor…”, ¿qué brújula guiará su conciencia y su honor en medio de la oscuridad de la vida política? Volvemos de nuevo al corazón…
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