La Reforma en España, una historia que descubrir

Una reseña de Dr. Francisco Ruiz de Pablos (Premio Miguel de Unamuno, Amigo de los Protestantes) sobre el libro “La Reforma en España (Siglos XVI-XVIII) - Origen, naturaleza y creencias”, de Manuel Díaz Pineda (2017).

13 DE JULIO DE 2017 · 14:40

Detalle de la portada del libro.,
Detalle de la portada del libro.

La Reforma en España (Siglos xvi-xviii). Origen, naturaleza y creencias

Manuel Díaz Pineda

Editorial CLIE, Viladecavalls 2017

400 páginas

 

“Los Reformadores españoles fueron una fuerza vital y productiva en la Reforma europea junto a los grandes reformadores europeos. Ese protestantismo que floreció con vigor en España aunque restringido en tiempo y espacio, aún sigue siendo desconocido por muchos en nuestro país. Su origen está históricamente documentado desde el siglo XVI. Los lugares de mayor popularidad fueron las ciudades de Sevilla y Valladolid; alcanzando por igual a los monjes enclaustrados y a los cortesanos de Felipe II. Aunque los convertidos a la fe evangélica eran pocos respecto a la población total de España, muchos fueron personajes influyentes en el campo de la religión y la cultura, predicadores, y escritores de renombre”. Así comienza su obra Manuel Díaz Pineda, doctor en teología, miembro de la American Academy of Ministry, de la Academia de Ciencias de Nueva York, de la Asociación de Hispanismo Filosófico, de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones-Universidad Complutense (Madrid), y rector de la Facultad Teológica Cristiana Reformada.   

La Reforma en España (Siglos xvi-xviii). Origen, naturaleza y creencias, es el título del  último libro de Díaz Pineda, fundamentado en su tesis recientemente defendida en la Universidad Complutense de Madrid, que nos abre un campo de investigación enteramente puesto al día.

 

Portada del libro.

En una primera parte de su libro, el autor nos ofrece un análisis historiográfico sobre la Reforma española de lo más exhaustivo que yo conozco. Abarca desde el siglo XVI al XXI e incluye a autores españoles y extranjeros.

En la introducción, advierte manifiestamente que tratará de dejar despejado el campo de la autoctonía española de nuestra Reforma, la cual no ha sido debidamente estudiada hasta las últimas décadas. «A imitación del río Guadiana –escribe–, la Reforma en España nace con fuerza como el manantial, continúa su trayectoria, impulsada y obligada por las circunstancias en vida más o menos oculta, para volver a emerger con gran pujanza en el siglo XIX al socaire de los vientos de libertad». Y añade a renglón seguido: «la Primera (y única) Reforma española, en cierto modo, fracasó (aunque no por sí misma) apenas nacer abrasada en las llamas de la Inquisición, pero no murió, le faltó tiempo y quietud para desarrollarse en plena y total libertad».

Tras décadas de dedicación al estudio de la Inquisición y el protestantismo españoles, estoy completamente de acuerdo con lo acertado de esas palabras que acabo de transcribir. Coincido también con su aseveración en el sentido de que, aunque muy significativos, no fueron Valladolid y Sevilla los únicos focos de la primigenia Reforma en suelo peninsular. Reforma primigenia y autóctona la española, pero que comulgará, como manifiestan clara, amplia y repetidamente los documentos de la época, con Lutero, Calvino, Valdés, Musli, Ochino...

Es muy importante la aportación del libro como ampliación y complemento al estudio de la cultura española, que a cuenta de la política antirreformista tanto nos perjudicó y nos alejó de otros países de Europa. Con estudios como el de Díaz Pineda se restañan carencias y se tienen en cuenta aspectos de nuestro devenir que no han sido tratados con el detenimiento y en la justa medida que merecían. Incluso se rescatan «algunos personajes ilustres olvidados de nuestra historia y su legado». Díaz Pineda busca siempre las fuentes primarias de la Reforma española, destapa el material previamente oculto de figuras significativas de hace quinientos años.

En el apartado historiográfico, pone Díaz Pineda a cada uno en su sitio, tanto autores de dentro como de fuera de fronteras. Al final de la primera parte, señala que el creciente interés por la historia de la religiosidad española ha multiplicado últimamente estos estudios, sobre todo en lo que atañe al siglo XVI, pero la excelencia de los realizados por extranjeros contrasta con la pobreza de los llevados a cabo por españoles. Es más, los reformistas españoles continúan siendo harto ignorados en España, al revés de lo que no ha acontecido con otros reformistas europeos.

En una segunda parte de su libro, expone el autor muy atinadamente la etapa inicial de espíritu reformador donde se entremezclaba el alumbradismo (netamente español), el erasmismo y el luteranismo, sin que ni siquiera la Inquisición entreviera situaciones problemáticas. El mismo Juan de Valdés, protestante de fuerte significado, recorre inicialmente sendas alumbradistas y erasmianas para luego ir a parar al luteranismo. Hubieron de pasar unos años para que el Santo Oficio ya no confundiera de manera tan burda a iluminados y protestantes. En su análisis distingue claramente el autor del libro entre alumbrados y protestantes, estos siempre defensores del cristocentrismo y del apoyo en la Biblia. Y comparte la tesis de Tellechea de que en España hubo un genuino brote de protestantismo rectificando las dubitantes posturas de Bataillon.

En cuanto al erasmismo, suscribe la tesis de Melquíades Andrés en el sentido de que atribuir a Erasmo la interiorización de la espiritualidad española no corresponde a la realidad de la historia de la misma. Díaz Pineda manifiesta expresamente que el erasmismo no representa el origen de esa espiritualidad, sino que se funde con las tendencias que ya existían. Sin embargo el erasmismo floreció sobre todo en la Universidad de Alcalá, impulsó el estudio filológico de la Biblia, rechazó las ceremonias, etc., todo ello muy en consonancia con los presupuestos luteranos. Muchos de aquellos primeros protestantes españoles (no solo Juan de Valdés) se iniciaron en los escritos de Erasmo. La influencia de Juan de Valdés en nuestros primeros reformadores fue inmensa e hizo que el inicial protestantismo español tuviera una fuerte personalidad diferenciadora dentro de la corriente protestante europea general.

Pronto se registraría una influencia del anabautismo y de la Iglesias libres. El movimiento evangélico español del siglo xvi presenta una amalgama de todos los sectores históricos del protestantismo europeo. Si se repasan los avatares de las comunidades de Valladolid y Sevilla, se comprueba la interconexión con las posturas de Lutero y de Calvino, si bien se advierten rasgos autóctonos de nuestros protestantes españoles del siglo xvi, aspecto que se desarrollará más aún al marchar huyendo al exilio forzoso muchos de los nuestros. Esta particularidad cristalizará en una visión del protestantismo hispano como libre, abierto, tolerante, nada dogmatizador. Hubo otras comunidades aparte de la vallisoletana o la sevillana. No fue tan pequeño como se ha dicho el número de seguidores de la naciente Reforma española.

Díaz Pineda de forma crítica maneja abundante bibliografía, muy pertinente y actualizada. Desde las grandes obras a las más monográficas. Entre las primeras se remite reiteradamente no solo al norteamericano Lea, también al insustituible germano Schäfer, tan escasamente citado, a veces ni siquiera, por otros autores que han escrito y siguen escribiendo acerca de la Inquisición española.

En la parte tercera de la obra, nos ofrece un detallado bosquejo histórico de la Reforma española en los siglos xvi, xvii y xviii con sus figuras más descollantes en la Península y en los archipiélagos. Ya en la parte cuarta y final, Díaz Pineda hace un detenido y minucioso recorrido para mostrarnos la pauta de los principios básicos (fundamentales) de la Reforma evangélica de España, tal y como se muestra a través de los escritos de nuestros autores protestantes del gran siglo xvi español: Juan de Valdés, Francisco de Enzinas, Constantino Pérez de la Fuente, Juan Pérez de Pineda, Antonio del Corro, Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera.

En un breve pero sustancioso epílogo expresa Díaz Pineda cómo la Inquisición hizo todo lo posible por ahogar en poco menos de medio siglo el naciente protestantismo en la nación española, la cual con tanto apego había acogido a Erasmo y con tanta entrega había bebido y vivido en la Biblia.

Finalmente, en el apartado de conclusiones, comienza afirmando como primer corolario que aquel inicial movimiento evangélico español del siglo xvi se ha venido manteniendo en las centurias siguientes hasta poderse empezar a expresar en libertad en la decimonónica. Tras la barrida inquisitorial del xvi, hubo comunidades estables de habla castellana en Londres y Ámsterdam así como en la Península Ibérica y Canarias. Y continuaron celebrándose en territorio español reuniones formales clandestinas de protestantes en los siglos xvii y xviii.

Nuestro protestantismo español tuvo su característica propia y singular e independiente tanto en lo ideológico como en lo cultual. Los primeros representantes fueron eminentemente claustrales, docentes y de la alta clerecía, aunque no solo, y al movimiento fueron adhiriéndose personas del pueblo llano. No se admitía el purgatorio, ni la confesión auricular, ni la autoridad del Papa.

Nuestro protestantismo nacido en el siglo xvi era «libre, abierto, tolerante, y ecuménico». Sus seguidores no eran de tendencias separatistas, tampoco eran muy numerosos, con lo cual se deshace la teoría de que representaran una ruptura política.

Si el protestantismo naciente fue acogotado en España con muchísima más dureza que en otros países de Europa, eso caló muy hondo en nuestro país y puede explicar de alguna manera cómo hasta hace poco más de cien años no se empezó a acometer un estudio profundo y fundamentado de su gran significado.

En todo caso, este libro contribuirá a recomponer y reconducir los esquemas estereotipados y escasos de muchos historiadores, por no decir de la mayoría, hasta las últimas décadas del sigo XX o las iniciales del XXI. Con obras como la del Díaz Pineda, el panorama va paulatinamente despejándose y depurándose. Y se va complementando y precisando una lagunosa cartografía muy relevante de nuestra historia española.

Es un reto y un estímulo para las jóvenes promociones de historiadores dentro y fuera de fronteras, las cuales, desde hace unos años, trabajan con ahínco y seriedad en ese campo, del que aún quedan parcelas sin roturar siquiera.

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