“El protestantismo debe hacer las paces con el pasado para trabajar el presente y el futuro”

La profesora de Historia Moderna, Doris Moreno, ha publicado en 2017 una biografía sobre Casiodoro de Reina en la que, a partir de la figura del traductor, también aborda los entresijos de las luchas religiosas del siglo XVI.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 23 DE ENERO DE 2018 · 18:44

Doris Moreno, en su despacho con un ejemplar de su obra. / J.Soriano,
Doris Moreno, en su despacho con un ejemplar de su obra. / J.Soriano

Recordar para poder ser autocríticos. Una actitud con la que Doris Moreno, profesora de Historia Moderna en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), ha querido impregnar cada una de las páginas de la biografía que ha escrito sobre el reconocido traductor de la Biblia al español. Casiodoro de Reina. Libertad y tolerancia en la Europa del siglo XVI, como se titula la obra, es un recorrido por la vida del “gran desconocido”, como ella misma se refiere a Reina. Un amplio repaso de su vida desde su conversión de monje jerónimo al protestantismo hasta su muerte en Frankfurt, donde era pastor, en 1594.

“Todo esto lo investigó muy bien a nivel internacional el profesor inglés Gordon Kinder, que dedicó su tesis doctoral a Casiodoro de Reina y a otros reformadores. En esta obra yo añado alguna documentación que no se conocía”, explica. Pero aparte de los datos biográficos, Moreno también concentra en su libro una gran cantidad de información sobre el contexto histórico en el que se desenvuelve el personaje.

Perseguido por católicos en España y por protestantes ultraortodoxos en Europa del Norte, la historia de Reina refleja la crudeza de los discursos y la beligerancia de los actos en el seno de la Iglesia posterior a la Reforma. Un momento muy oscuro para el desarrollo de la fe en Europa y donde la vivencia por la gracia queda ocultada por la complicidad de la política y la religión en los intestinos entresijos de ordenación territorial y gubernamental del continente.

 

PREGUNTA. Esta biografía se ha publicado a través de la Junta de Andalucía. ¿Cómo ha surgido este proyecto y la posibilidad de materializarlo a través de una institución pública?

RESPUESTA. Hacia el año 2001 yo había participado en una colección de libros titulada Los olvidados de la historia de España que tenía tres volúmenes. Uno dedicado a herejes, uno a marginados y otro a rebeldes. En el volumen de herejes yo me cuidaba de los protestantes españoles. Y trataba una galería de personajes y perfiles relacionados con los protestantes españoles del siglo XVI. Se trataba de una obra divulgativa, en formato de relatos cortos, donde, bien fundamentados con los datos históricos que tenemos de cada uno de los personajes, aplicábamos un lenguaje accesible para cualquier lector interesado sin necesidad de un conocimiento previo muy amplio. En esa colección yo ya dediqué un pequeño capítulo a Casiodoro de Reina y a Antonio del Corro. Dos monjes sevillanos huidos, junto a otros compañeros, en 1557, del Monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce, Sevilla, y a la trayectoria de estos dos hombres que eran muy amigos y vivieron vidas paralelas y se cruzaron en momentos clave de sus vidas. En ese momento a mí ya me interesaban estas dos figuras.

En 2015, el profesor Manuel Peña, de la Universidad de Córdoba, director de la revista Andalucía en la Historia y colaborador del Centro de Estudios Andaluces, me propuso hacer una biografía de Casiodoro de Reina para la colección de biografías de Andalucía en la historia. Una colección que no está pensada para publicar trabajos eruditos sino obras de alta divulgación que acerquen figuras andaluzas al público en general. Yo lo acepté porque me interesan estos protestantes exiliados. Me interesan sus trayectorias vitales porque se convirtieron al protestantismo aquí en España y soñaban con salir para encontrar un cielo de libertad en el que poder vivir libremente su fe. Pero cuando llegaron a la Ginebra de Calvino encontraron un espacio que les asfixiaba, en el marco de las polémicas también entre católicos y protestantes. A partir de ahí, la vida de Casiodoro de Reina, al igual que la de Antonio del Corro, se concentró en mantener una independencia de criterio marcando las distancias respecto a las estructuras de confrontación religiosas que se estaban viviendo en la Europa del siglo XVI.

 

Una de las imágenes que se pueden encontrar en el interior del libro. / J.Soriano

P. ¿Quién era Casiodoro de Reina, Doris?

R. Casiodoro de Reina fue un extremeño-andaluz, porque nació en la actual Extremadura pero en una región que, entonces, estaba incluida en la diócesis hispalense. De hecho, él se firmaba como “hispalensis”. Sabemos muy poco de sus orígenes. Se hizo monje jerónimo observante, lo que quiere decir que estaba inclinado a aceptar cierta rigurosidad en la práctica religiosa. Podemos suponer también que probablemente tuviese orígenes conversos, o bien musulmanes o bien judíos. A partir de ahí comenzamos a tener más información sobre su vida. Como monje era un hombre muy conocido en Sevilla. Incluso los inquisidores lo llamaban Fray Casiodoro, sin la necesidad de añadir más. Todo el mundo le conocía. Parecía ser un buen predicador. La particularidad es que él, junto con algunos de sus compañeros, se convirtió al protestantismo. En 1557, huyendo de la Inquisición, se exilió en Ginebra. Allí reunió un grupo de españoles con los que practicaba unos cultos pero duró muy poco porque se mostró totalmente contrario a que se quemase a nadie en la hoguera por herejía. Él no estaba de acuerdo con Miguel Servet, que murió en la hoguera en 1553 y que era antitrinitario, pero sí estaba en contra de que se castigase corporalmente a los herejes. No se llevaba bien con Calvino y se fue a Londres. Allí estableció una iglesia española, como era conocida en la época, y redactó la primera confesión de fe española protestante. La tranquilidad no le duró mucho. Tuvo que huir por la persecución de los espías inquisitoriales y del embajador español, que sobornó a uno de sus criados para que dijese que había abusado de él y así acusar a Casiodoro de sodomía, y al mismo tiempo los ultraortodoxos calvinistas que estaban establecidos en Londres que lo criticaban y lo acusaban de hereje, poniendo sombras sobre su ortodoxia. Una serie de acusaciones que hicieron imposible su permanencia en Londres, así que decidió huir. Ya entonces sabemos que su preocupación era traducir la Biblia completa al castellano. En contra de lo que se dice, ya existían traducciones parciales de la Biblia al castellano y, desde este punto de visa, la Biblia se leía: los Salmos, las epístolas paulinas, los evangelios, etc. Pero no existía una traducción completa al castellano desde las fuentes originales, y ese era el proyecto de Casiodoro de Reina, como lo había sido de otros españoles protestantes como el burgalés Francisco de Enzinas.

Después de Londres fue a parar a Amberes, Basilea, Frankfurt, Estrasburgo, etc., y durante tres o cuatro años estuvo buscando financiación para imprimir la Biblia y espacios de trabajo. En ese momento comenzó a tener una ayuda que permanecería constante a lo largo de su vida, y que sería fundamental, de los españoles sefarditas pasados al calvinismo, algunas familias conversas, muy potentes a nivel económico, social e intelectual, gestores de redes económicas e intelectuales que cubrían buena parte de Europa. Estas familias, muy vinculadas a los Países Bajos se mostraban partidarias de la tolerancia religiosa e incluso ofrecieron importantes cantidades de dinero para lograrlo aunque sin éxito. Una tolerancia religiosa que pasaba porque pudiesen convivir diferentes confesiones en un mismo territorio y bajo un mismo monarca. Y sobre todo, partidarias de una concordia entre los mismos protestantes porque, ya en aquel momento, uno de los gravísimos problemas que atacaban al protestantismo era la feroz inquina entre calvinistas y luteranos y las diferentes sensibilidades que albergaban.

En 1569 se publicó la Biblia del Oso, la traducción completa al castellano a partir de las fuentes originales, para la cual Casiodoro utilizó la traducción del Nuevo Testamento que había hecho Francisco de Enzinas, otro español exiliado. Después de la publicación de la Biblia, lo que fundamentalmente buscaba Casiodoro era ser el pastor de alguna iglesia pero el calvinismo ultraortodoxo se lo impedía porque cada vez que recibía una oferta, desde Ginebra enviaban las cartas oportunas informar de las sospechas y dudas que se tenían sobre su ortodoxia. Por eso estuvo de 1570 a 1577 en Frankfurt, uno de los centros de la cultura europea de la época por sus famosas ferias del libro, al servicio del señor del landgraviato o ducado de Hesse-Kassel como bibliotecario, colaborando con un editor de libros importante, vinculado al comercio de libros y a la empresa que tenía la familia de su mujer, de textiles y sedas. Al mismo tiempo hacía de informante político del señor de Hesse-Kassel, de temas relacionados con España, Francia o Inglaterra. Espía sería quizás excesivo, pero informante político lo fue. Su amistad con los mercaderes calvinistas de origen sefardí le situaba en una posición inmejorable para tener informaciones de primera mano sobre la situación política en la Monarquía española y también la situación del conflicto entre católicos y protestantes en Francia. A partir de aquí, en 1578 recibió una propuesta para ser pastor en una iglesia y tomó la decisión de aceptarla. La cuestión es que era una iglesia luterana y él, hasta entonces,   había sido calvinista. Antes de que hiciese pública su decisión fue a Londres para someterse a un juicio donde resultaría exculpado de las acusaciones de sodomía y herejía que había recibido anteriormente. Ahí quedó demostrado que el embajador español había puesto dinero sobre la mesa para sobornar al criado y también consiguió, gracias a apoyos políticos, ser exonerado de las acusaciones de herejía. Por tanto, regresó al continente para asumir la responsabilidad de una iglesia en Amberes de lengua francesa y luterana. Al sector calvinista no le gustó este cambio pero la ambigüedad de Casiodoro le permitía, sin problemas de conciencia, estar a un lado y al otro. En Amberes, como pastor, realizó un trabajo fundamental pero, a causa de la situación que vivían los Países Bajos y de la toma de Amberes por las tropas españolas en 1585, tuvo que salir con toda su comunidad y trasladarse a Frankfurt, donde acabaría muriendo en 1594.

 

Moreno releyendo su obra. / J.Soriano

P. En la línea de la ambigüedad que mencionas, ¿hasta qué punto podemos considerar a Casiodoro un pionero en los contactos interconfesionales?

R. Hay una vía de investigación que todavía está abierta porque los años en los que Casiodoro estuvo al servicio del landgrave de Hesse-Kassel en Frankfurt pudo participar activamente en encuentros que buscaban cierta reconciliación entre luteranos y calvinistas. Se buscaba por lo menos una concordia entre unos y otros, un frente común que tenía el valor de la paz interna en el seno del protestantismo, y de mostrar un frente común frente al catolicismo beligerante que había surgido del Concilio de Trento. Estamos hablando del período entre 1570 y 1577. El Concilio de Trento había acabado en 1564 y Felipe II se postulaba como el gran líder del catolicismo. Aquella frontera entre católicos y protestantes era religiosa y política. Era un terreno complicado que no sólo se movía en el ámbito de las relacionas espirituales y religiosas sino también en el ámbito de la guerra y la paz. Así nos lo enseña la historia, ya que después, en el siglo XVII, la Guerra de los Treinta años tuvo, aunque no sólo, motivaciones religiosas. Junto con otros líderes del calvinismo y del luteranismo europeo, a Casiodoro lo preocupaba la fractura interna que vivía el protestantismo y que, por ejemplo, propició la recatolización de Polonia, puesto que los luteranos se opusieron a que un noble calvinista ocupase el trono polaco.

 

P. ¿Entonces Casiodoro también fue un pacificador?

R. A Casiodoro podemos situar en una tercera línea entre los ultraortodoxos calvinistas y los ultraortodoxos luteranos. Un espacio, un territorio en el que, frente a las grandes y feroces discusiones sobre cuestiones de lo más variopinto, desde la cena y la transubstanciación hasta cuestiones más banales entre ultraortodoxos calvinistas y luteranos, guiados por un furor teológico que todavía hoy espanta, Casiodoro defendía que se podían establecer definiciones que dieran cabida a sensibilidades diversas y que esto no tenía por qué ser contradictorio sino que era una riqueza y un aprendizaje del diálogo que debía basarse en el amor. Acabé el libro con una cita muy importante, que yo creo que el compartía. “Parece que hasta el último día de su vida puso en práctica aquel lema de San Agustín: En las cosas necesarias, unidad; en las dudosas, que eran tantas, libertad; en todo, caridad’”. Esto lo compartían intelectuales católicos y protestantes, partidarios de terceras vías de consenso, de diálogo, de paz, que en realidad fueron los grandes perdedores de la historia. También para el mundo protestante.

 

P. ¿En qué sentido?

R. En el sentido de que en aquel momento no se consiguió que calvinistas y luteranos pudieran establecer un marco de diálogo sin acritud, sin violencia, donde predominase el amor. De las luchas religiosas de los siglos XVI y XVII y normalmente se recuerdan las que hubo entre católicos y protestantes sin darnos cuenta de lo terrible que fueron las que se dieron en el seno del protestantismo. Sólo hay que ver cómo calvinistas y luteranos trataron a las personas que se adhirieron a lo que se conoce como reforma radical, anabaptistas, menonitas, antitrinitarios, etc.

 

Autora y libro. / J.Soriano

P. Si tuviéramos que seleccionar los aspectos claves de la vida de Casiodoro, ¿qué destacarías?

R. En primer lugar, la pasión que sentía por la Biblia y su estudio. Como todos los reformadores, él creía que en cuanto la Biblia se tradujese al español y los españoles leyesen el texto bíblico habría un cambio. Estaba convencido. Lo dijo así en el prefacio de su traducción. Casiodoro se formó como religioso en el marco de la orden jerónima que tenía entre sus objetivos estudiar la Biblia y rumiarla, meditarla y extraer todos sus sentidos buscando la aplicación. En segundo lugar, Casiodoro siempre quiso ser pastor con una idea muy clara de que el pastorado era servicio. Por eso dedica uno de sus comentarios bíblicos a cómo deben ser los pastores. Y, por último, su labor en beneficio de los exiliados. En Ginebra ya se preocupa por los españoles. En Londres forma la iglesia española. Cuando se va a Amberes pastorea una iglesia de refugiados franceses y después se los lleva a Frankfurt. Allí monta una organización de asistencia a los refugiados.

 

P. Casiodoro parece un personaje del pasado dando respuesta a muchas necesidades del presente. ¿Más allá del apellido reconocido en las portadas de las Biblias, hay algo de su legado que ha permanecido en el protestantismo?

R. Yo creo que Casiodoro de Reina es un gran desconocido y merece ser reivindicado para conocer mejor la historia del protestantismo. Pero conocerla sin manipulaciones, sin victimismos. El protestantismo español se muestra con frecuencia enfermo de historia. A muchos protestantes les interesa la historia para justificar un victimismo paralizante pero identitaria y emocionalmente muy efectivo. 

Interesa mucho todo lo que tiene que ver con la Inquisición o con la persecución y el sufrimiento vividos durante el Franquismo pero poco más. En mi opinión, el protestantismo debería hacer las paces con el pasado para poder trabajar en el presente y en el futuro y estar atentos a los desafíos que hay por delante. Lo cual no quiere decir que no se deba estudiar la historia sino, muy al contrario, hacerlo para comprender de dónde venimos y con este conocimiento analizar el presente, con sus luces y sus sombras, y proyectar el futuro. Sin apelar continuamente al victimismo para ser reconocidos.

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