Baloncesto en la cárcel, seis años de testimonio

Un grupo de jóvenes voluntarios organiza partidos de baloncesto en el centro penitenciario de Quatre Camins, compartiendo pista y balón con los reclusos y transmitiéndoles valores cristianos.

Samuel Crespo

BARCELONA · 27 DE FEBRERO DE 2017 · 11:48

Un partido lleno de intensidad. / Joan Marc Cots,
Un partido lleno de intensidad. / Joan Marc Cots

Un par de sábados al mes un grupo de jóvenes de diferentes iglesias evangélicas se citan por la mañana en Barcelona para jugar a baloncesto. Con sus mochilas, deportivas y sudaderas, tratan de encajar sus cuerpos de dimensiones considerables en los vehículos que les llevarán hasta la pista. Sin embargo, el coche empieza a consumir kilómetros dejando atrás canchas y pabellones bien preparados y mucho más cercanos. Salen de la autopista y ascienden por una carretera carente de mantenimiento hasta aparcar el vehículo en un lugar que parece más bien una fábrica, pero con algunos matices peculiares: vallas, alambres, paredes y controles; han llegado al centro penitenciario de Quatre Camins, en la Roca de Vallès, Barcelona.

Pasados los controles pertinentes, llegan a la pista, donde les espera un grupo de jóvenes musculados, la gran mayoría de origen latino, sonriendo y haciendo broma para disfrutar de un rato que romperá su rutina y la monotonía del centro. Junto a ellos, un educador social y, en la planta superior, dentro de una garita y sumido en sus pantallas, un funcionario: es toda la protección que tendrán. “De hecho, esto es una de las primeras cosas que sorprende a las personas que nos acompañan”, asegura Arnau Escapa, coordinador de la actividad, que reconoce que la experiencia en prisiones de la mayoría, afortunadamente, no suele ir mucho más allá de lo que Hollywood muestra.

 

Preparados antes del partido. / Joan Marc Cots

Algunas caras del grupo de voluntarios de Prison Ball -nombre con el que han bautizado el ministerio- han ido cambiado en estos seis años que llevan visitando esta prisión catalana, pero el objetivo sigue siendo el mismo: pasar un buen rato con jóvenes presos -tienen entre 18 y 23 años-, practicar el deporte favorito de ellos, poder entablar algunas conversaciones interesantes y mostrar valores cristianos. “El educador que está con el grupo nos comenta que estos jóvenes suelen tener una conducta más positiva, aunque no quita que se puedan meter en algún lío, es una cárcel”, comenta Arnau, que coordina la actividad y lleva disputando partidos entre los muros de Quatre Camins desde hace cuatro años.

 

Momentos para charlar y compartir valores. / Joan Marc Cots

Una vez que el balón se lanza al aire en el segundo 0 de partido, en la pista de Quatre Camins sólo se ven dos equipos de jóvenes disfrutando de un partido intenso. “Son un poco anárquicos, les falta orden táctico; pero tienen una buena condición física” asegura Arnau, que comenta que habitualmente juegan presos contra voluntarios, ya que este tipo de partido “les motiva más”. Sin embargo, cuándo la tensión entre los internos sube y discuten demasiado, se mezclan los equipos “para rebajar la tensión”.

Aunque el tiempo que se pasa con los internos es relativamente escaso, la realidad es que se ha generado una relación de cierta confianza, incluso algunos de ellos les brindaron una improvisada actuación de hip hop durante su última visita (que por lógicas restricciones no podemos publicar). “Con algunos de los chicos, con aquellos que realmente tienen intención de rehacer su vida, hemos mantenido el contacto cuándo han finalizado su internamiento”, explica Arnau, que admite que también es frustrante que alguno que creías haber perdido de vista para siempre te lo vuelves a encontrar en estos partidos. “Te comentan que estaban en un bar y hubo una pelea, y los han devuelto al centro”, explica Arnau, que añade que muchos de ellos “no conocen otro tipo de vida”.

 

Parte del equipo de Prison Ball. / Joan Marc Cots

MÁS DE 20 AÑOS DE PRESENCIA EN LAS CÁRCELES

Esta actividad forma parte del Ministerio de Prisiones (MEP) del Consell Evangèlic de Catalunya, que además organiza cultos en las cárceles catalanas a través de un equipo de agentes pastorales. Así, en colaboración con Deportistas en Acción, entidad de la cual Escapa es voluntario, se propuso organizar esta actividad que está siendo un impacto tanto para internos como para voluntarios.

El MEP, que funciona desde 1995 tiene como propósito llevar un mensaje bíblico de “esperanza y libertad” a los diferentes centros de internamiento.

 

Prison Ball lleva seis años en funcionamiento. / Joan Marc Cots

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