Una partenogénesis del Espíritu
La rápida constitución de poblaciones de pulgones se debe a su partenogénesis o reproducción asexual.
13 DE OCTUBRE DE 2022 · 19:10

Los pulgones son insectos diminutos pertenecientes a la superfamilia de los Áfidos (Aphidoidea).
La mayoría sólo miden de dos a tres milímetros de longitud. Sin embargo, solamente en la familia Aphididae se conocen cerca de 4 000 especies, de las que alrededor de 250 constituyen plagas para los cultivos humanos.
Esto se debe a que se alimentan de la savia que obtienen de los tallos y hojas más tiernos de las plantas, ya que poseen un delgado estilete en su aparato bucal que perfora la epidermis y succiona el líquido vegetal.
Son por tanto fitófagos y provocan el retraso en el crecimiento de las plantas que parasitan.
El cuerpo tiene forma de pera con la cabeza pequeña, el abdomen bulboso y las patas estrechas y largas.
En el quinto segmento del abdomen suelen tener dos tubos o cornículos que segregan sustancias defensivas. Aunque tales secreciones céreas no parecen resultar eficaces contra algunos insectos como las mariquitas, que figuran entre sus principales depredadores.
Las distintas especies pueden tener colores verdes, pardos, oscuros, rojizos o amarillos como el del pulgón de la adelfa (Aphis nerii), que fotografié sobre un tallo de algodoncillo (Asclepias sp.).
Los pulgones pasan el invierno en forma de huevos puestos durante el otoño anterior. En primavera, eclosionan y de ellos nacen sólo hembras partenogenéticas sin alas, que se conocen como madres del clan (sus cromosomas sexuales son XX).
Posteriormente estas hembras empiezan a parir sucesivamente y de forma vivípara (es decir, sin poner huevos) a otras hembras, tal como puede apreciarse por el distinto tamaño de los individuos de la imagen anterior.
Dan a luz hijas que son auténticos clones de sus madres. No obstante, ciertos individuos de las nuevas generaciones pueden ser morfológicamente diferentes a sus progenitoras y algunos llevan alas.
Gracias a esto pueden volar y trasladarse a otras plantas para dispersar la especie. Algunas hembras paren crías que nunca llegan a alcanzar la madurez y cuyo único propósito es defender a sus madres.
Al llegar el otoño, cesan las generaciones partenogenéticas y vuelven a nacer machos (con un solo cromosoma sexual X0) y hembras que, después de aparearse, producirán huevos para pasar el invierno.
El éxito en la rápida constitución de poblaciones de pulgones se debe a este tipo de reproducción asexual. Sin embargo, el elevado número de ejemplares producidos permanece bien controlado gracias a los numerosos depredadores que tienen, tales como mariquitas, crisopas, larvas de sírfidos, etc.
Como los pulgones se alimentan exclusivamente de la savia vegetal, consumen básicamente azúcares o glúcidos y apenas proteínas, por lo que necesitan comer mucho por eso lo hacen de día y de noche.
Sus excreciones son dulces y muy buscadas por ciertas especies de hormigas que cuidan a las poblaciones, como si fueran auténticos rebaños productores de nutritivo alimento.
Esta es una asociación que resulta beneficiosa para ambas especies ya que las hormigas defienden a los pulgones de posibles depredadores. Las colonias de pulgones se observan principalmente en los brotes tiernos de las plantas hospedadoras.
El daño que pueden causar a éstas es sobre todo estético, debido a las motitas de melaza pegajosa que se forman sobre hojas y tallos. También pueden limitar el crecimiento de la planta. Se ha calculado que aproximadamente el 25% de los vegetales presenta poblaciones de pulgones.
Es sorprendente comprobar que, casi siempre que se profundiza en los secretos de los animales y demás organismos, se evidencia el propósito y la intencionalidad de cada estructura y cada comportamiento.
Por pequeños, minúsculos o insignificantes que éstos puedan ser se percibe inteligencia y adecuación en el diseño de las especies. Después de muchos años de investigar la naturaleza, ésta sigue guardando celosamente misterios que hasta ahora resultan inexplicables.
Por ejemplo, ¿cómo es que animales que poseen reproducción sexual dejan de practicarla en determinados momentos de sus vidas para concebir a sus hijos? Esto es algo intrigante.
La partenogénesis o reproducción asexual está bien documentada no sólo en algunas especies de insectos, sino también en peces, anfibios, reptiles y aves.
Aunque tal comportamiento puede responder a diversas presiones del ambiente -y se han sugerido varias- lo cierto es que el éxito que tiene en algunas especies resulta sorprendente y su explicación sigue siendo un desafío para la ciencia.
Hoy sabemos que el nacimiento virginal en los humanos es biológicamente imposible. Además, los cromosomas sexuales femeninos (XX) no poseen el Y del varón (XY) por lo que, en una supuesta partenogénesis humana, sólo nacerían hembras clónicas.
Esto hace todavía más inmenso y significativo el gran milagro de la encarnación de Jesucristo, relatado en la Escritura porque “lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios” (Lc. 18:27).
La Biblia afirma el gran acontecimiento sobrenatural de la encarnación del Hijo de Dios en una mujer virgen que no había conocido varón. Esto, que es una piedra de tropiezo para muchos racionalistas, constituye el segundo gran acontecimiento que sólo se puede aceptar por fe.
El primero es la creación del mundo. El tercero, la resurrección de Cristo. Por eso dice el autor de la carta a los Hebreos que “sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).
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