La blancura de los lirios

La simplicidad y la belleza de los lirios del campo, que dependen exclusivamente de Dios, resultan del todo incomparables con cualquier riqueza o mérito humano.

27 DE AGOSTO DE 2020 · 09:30

El lirio palestino o lirio de la tierra de Israel puede ser la planta a la que se refirió el Señor Jesús con la intención de resaltar su belleza inmaculada. Aunque existen otras candidatas. / Gideon Pisanty, Wikimedia Commons,
El lirio palestino o lirio de la tierra de Israel puede ser la planta a la que se refirió el Señor Jesús con la intención de resaltar su belleza inmaculada. Aunque existen otras candidatas. / Gideon Pisanty, Wikimedia Commons

Considerad los lirios, cómo crecen;

no trabajan, ni hilan; mas os digo, 

que ni aun Salomón con toda su gloria 

se vistió como uno de ellos.

(Lc. 12:27)

 

La palabra hebrea que se tradujo por “lirio” es shushan, שׁוּשַׁן, y parece indicar la blancura de la flor (1 R. 7:19). Es un término genérico que se puede aplicar a muchas especies de flores pertenecientes no únicamente a la familia Liliáceas sino también a otras familias (IridaceaeAmaryllidaceae, etc.), por lo que resulta difícil saber exactamente a qué especie concreta se refiere dicho término. Si lo que predomina es el color blanco de los pétalos, existen numerosas especies candidatas en la flora palestina, tales como el lirio de la tierra de Israel (Iris palaestina) o el azafrán amarillo (Crocus hyemalis) (ver AZAFRÁN), ambas de la familia Iridaceae. Pero, si se tienen en cuenta otras coloraciones, el número de especies posibles crece considerablemente: Lilium candidum (ver AZUCENA), Gladiolus illyricusG. segetumG. atroviolaceusIris sariI. lortetiAmaryllis lutea, Ixiolirion montanum, etc.

El lirio de los valles que se menciona en el libro del Cantar de los Cantares (2:1), y que corresponde a la palabra hebrea khabbacceleth, puede corresponder con los pequeños y abundantes narcisos de manojo (Narcissus tazetta) de los campos de Israel (ver FLOR). La Biblia indica que los capiteles de las columnas del templo de Salomón estaban labrados en forma de lirios (1 R. 7:19-26; 2 Cr. 4:5). Algunos autores creen que, debido al origen egipcio de su arquitecto, podría tratarse del lirio de Egipto (Nymphaea caerulea), que es en realidad una planta acuática, un nenúfar de la familia de las ninfáceas, muy abundante en el río Nilo. El historiador Heródoto cuenta que, durante las crecidas periódicas del rio, todos los campos inundados se llenaban de estos lirios, que los egipcios llamaban “loto del Nilo”. Incluso dice que con sus semillas se elaboraba un pan especial y se consumía también la raíz, que era de sabor agradable y del tamaño de una manzana. 

La blancura de los lirios

Las florecillas blancas, como ésta del género Ornithogalum, son abundantes en los campos de Israel durante la primavera./ Antonio Cruz

En el Nuevo Testamento, Jesús exalta la belleza natural de los lirios por encima de la gloria de Salomón (Mt. 6:28; Lc. 12:27) en su enseñanza acerca del afán y la ansiedad en que, en ocasiones, nos sumergimos erróneamente las personas. También es posible que, al usar este término tan general, el Maestro se refiriera a todos los colores y formas de las abundantes flores que poblaban los campos de Israel durante la primavera, cubriéndolos de una extraordinaria belleza. Mientras que el Antiguo Testamento insiste en que Israel “florecerá como el lirio” (Os. 14:5) y coloca este nombre de flor en el encabezamiento de algunos salmos (45, 60, 69 y 80). Algunos autores creen que esto se hacía para indicar la manera en que se debía cantar el salmo.

Jesucristo se refirió a los cuervos y a los lirios para resaltar la necedad que supone, por parte del ser humano, afanarse por aquellas cosas que no se pueden cambiar, puesto que solo dependen de la soberanía y el poder de Dios (Lc. 12:22-32). No es posible intentar vivir más años de lo que está establecido para cada vida. No podemos crecer en estatura más de aquello que nuestros genes y nuestra propia naturaleza determinan. Nadie puede acelerar su madurez intelectual, ni incrementar su inteligencia, ni añadir, en vez de perder, neuronas a su cerebro. De manera que resulta absolutamente infructuoso preocuparse en exceso por aquello sobre lo cual no tenemos ningún control. De ahí que la simplicidad y belleza de los lirios del campo, que dependen exclusivamente de Dios, resulten del todo incomparables con cualquier riqueza o mérito humano, aunque éstos sean como los del mismísimo Salomón. 

Por el contrario, los seguidores de Cristo deben confiar plenamente en la providencia de Dios. Si el mundo basa su fe en el materialismo, el creyente se fundamenta en vivir cada día con arreglo a la voluntad del Altísimo. Sabe que el Creador conoce perfectamente de qué cosas tiene necesidad y no construye su vida en torno a la búsqueda exclusiva de la riqueza material. Es cierto que en este mundo hay mucha necesidad y que la abundancia de unos pocos deja a muchos en la pobreza. Esta injusticia social se debe fundamentalmente a que el ser humano no busca el reino de Dios ya que este reino se centra sobre todo en la práctica de la justicia. Por eso, los cristianos del mundo debemos luchar siempre por la justicia.

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