Transformados por la fe
Ámsterdam se convirtió en refugio para judíos que huían de la persecución ibérica, anabaptistas, luteranos y los que no eran bienvenidos en gran parte de Europa.
18 DE JUNIO DE 2025 · 17:00

Este fin de semana, la serie Geloof in Mokum explora la llamada "Edad de Oro" de Ámsterdam, una época en la que la fe desempeñó un papel fundamental para convertir a la ciudad en líder mundial en el siglo XVII.
Spoiler: la fe influyó prácticamente en todo.
El auge de Ámsterdam tuvo su origen en la cosmovisión reformista adoptada durante la Alteratie del 26 de mayo de 1578. Ese día, los antiguos dirigentes católicos de la ciudad fueron destituidos y expulsados en barcos, lo que supuso un cambio drástico en la vida espiritual y cívica.
La creencia principal: La soberanía de Dios se extiende a toda la vida, no sólo a la iglesia y la familia, sino también al comercio, la política y la cultura. Esto rompió la división medieval entre lo sagrado y lo secular, afirmando que toda vocación era santa si se hacía al servicio de Dios.
La creencia en la dignidad de cada individuo y en un orden moral de la creación hicieron de Ámsterdam el "vientre del mundo moderno". De ella nacieron las ideas de libertad individual, pluralismo urbano, capitalismo moderno y comercio global.
El respeto a la dignidad individual condujo a las libertades de conciencia, pensamiento y expresión. Reformadores como Juan Calvino sostenían que la fe debe ser voluntaria: la conciencia debe ser libre para responder a Dios.
Este principio fomentó un compromiso -imperfecto pero duradero- con la libertad de culto. Estas libertades no eran accidentes seculares. Surgieron de los profundos fundamentos teológicos de la Reforma holandesa, que dio legitimidad moral y coherencia estructural a las instituciones y ambiciones de la ciudad.
El comercio, las finanzas y la artesanía ya no eran sólo una cuestión de supervivencia o riqueza. Se convirtieron en vocaciones, mayordomías de la confianza divina, que inspiraron una cultura económica disciplinada, laboriosa y moralmente seria que impulsó el éxito comercial de Ámsterdam.
Refugio
Ámsterdam se convirtió en un refugio para los judíos que huían de la persecución ibérica, para los anabaptistas, luteranos y otros que no eran bienvenidos en gran parte de Europa.
Este respeto teológico por la conciencia fomentó una sociedad pluralista que protegía a las minorías religiosas al tiempo que compartían una base moral.
Si todos los creyentes debían leer e interpretar las Escrituras, el diálogo abierto no sólo estaba permitido, sino que era esencial. Ámsterdam llegó a ser conocida como "la librería del mundo".
Sus imprentas publicaban obras teológicas, panfletos políticos y textos científicos, convirtiéndola en un centro neurálgico de la vida intelectual europea.
Esta energía intelectual no era una rebelión contra la fe, sino una consecuencia de ella. La verdad se consideraba dominio de Dios, y perseguirla -en teología, derecho o ciencia- era un deber sagrado.
La teología reformada del pacto daba un significado más profundo a la libertad de asociación. No se trataba de un individualismo desenfrenado, sino de una vida cooperativa regida por Dios.
Basándose en modelos bíblicos, los pensadores reformados concibieron la sociedad como una red de pactos, acuerdos mutuos bajo la autoridad divina.
Esto inspiró nuevas formas de responsabilidad política, participación cívica y confianza institucional. Los gremios, las asociaciones de comerciantes y los consejos se convirtieron en comunidades de pacto, vinculadas por responsabilidades compartidas y compromisos morales.
Incluso el alcance global de Ámsterdam, sus redes comerciales y empresas coloniales, estaba determinado por la teología. La doctrina de la providencia enseñaba que Dios gobierna el mundo con sabiduría y que las personas están llamadas a explorarlo y administrarlo.
Esto inspiró una ética protestante de exploración, asunción de riesgos y compromiso con el mundo. Las rutas comerciales hacia Asia, África y América se consideraban no sólo empresas económicas, sino parte del mandato divino de llenar y administrar la tierra.
Aunque el legado del colonialismo merece un examen crítico, el impulso original se basaba en la creencia en el valor divino del mundo y en la responsabilidad de la humanidad en él.
Puntos ciegos
Sin embargo, la esclavitud fue la principal anomalía de este panorama de prosperidad y bienestar.
En el siglo XVII, los líderes religiosos holandeses -especialmente los de la Nederduitse Gereformeerde Kerk, ofrecieron varias justificaciones teológicas, morales y pragmáticas para el comercio de esclavos, a menudo en línea con las racionalizaciones cristianas europeas de la época.
Su razonamiento estaba determinado por una mezcla de ideología religiosa, intereses económicos y las normas sociales imperantes.
A pesar de esta llamativa incongruencia, Ámsterdam era considerada universalmente como la ciudad más avanzada del planeta a mediados del siglo XVI. Su población multiétnica y multirreligiosa disfrutaba de la renta per cápita más alta de Europa.
Contaba con el puerto más activo del mundo, los sistemas bancarios y de seguros más avanzados, la mayor industria editorial y la investigación más avanzada en óptica, medicina, botánica y astronomía.
Ámsterdam se convirtió en un nuevo modelo de civilización basado en la razón, el comercio, la tolerancia y el autogobierno. Las libertades modernas de Ámsterdam no fueron una ruptura con la fe cristiana, sino un florecimiento de la fe.
Su energía comercial, su tolerancia política y su creatividad cultural se basaban en una visión teológica: Dios reina sobre todo, cada persona lleva su imagen y cada parte de la vida está cargada de propósito divino.
Sin embargo, ¿qué ocurre cuando esas libertades se desconectan de sus fundamentos de fe?
Ese es el tema del próximo Geloof in Mokum, que se celebrará el 29 de junio y explorará el siglo XVIII.
Jeff Fountain, director del Centro Schuman de Estudios Europeos. Este artículo se publicó por primera vez en el blog del autor, Weekly Word.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Ventana a Europa - Transformados por la fe