La familia y el Estado
Las costumbres no las determina el Estado, ni siquiera son obligatorias, pero las buenas costumbres son necesarias y determinan si un Estado es bueno o ruin.
ESPAÑA · 23 DE JUNIO DE 2016 · 03:26
“[La mujer virtuosa] No tiene temor de la nieve por su familia, porque toda su familia está vestida con ropas dobles” (Proverbios 31.21)
Según Aristóteles, en la ciudad, la parte más pequeña sería la casa (oikía), la familia. Un conjunto de familias es una aldea, y un conjunto de aldeas se convierten en barrios de una ciudad, y al conjunto de ciudades se le llama Estado. Como vemos, la parte más pequeña -atómica- de la comunidad es la familia, y al mismo tiempo es la más privada. Así que si el Estado ha de desarrollar algún bien tiene que empezar en el seno de la familia y, lo que es más, tiene que desarrollarse por voluntad propia de la familia, por su moral.
La moral (mōris) significa costumbre, y una costumbre es una actitud mecánica que se ha convertido en hábito por el hecho de repetirla. Los hábitos familiares son más fáciles de determinar que los de la pluralidad del Estado precisamente porque son más marcados y porque la familia es una comunidad más pequeña. Así que toda buena costumbre que queramos desarrollar debe comenzar en la educación familiar, y los padres son los responsables de desarrollar buenos ciudadanos del Reino de Dios, pero también del Estado al que pertenecen. Las costumbres no las determina el Estado, ni siquiera son obligatorias, pero las buenas costumbres son necesarias y determinan si un Estado es bueno o ruin.
Las costumbres que se adquieren en la temprana infancia son importantes, ya que determinan los primeros pasos del niño para conducirse en la vida. Las costumbres, al convertirse en un hábito, puede decirse que tienen una influencia importante en el carácter individual.
La palabra carácter viene de la palabra griega impresión, de manera que cuanto más marcado es un hábito más fuerte es la impresión que se forma en nuestro carácter. La costumbre hace referencia al modo de vivir, y el carácter hace referencia al modo de ser, pero en realidad tanto una como otra están unidas. Dice un refrán: “Dime cómo y con quién andas y te diré quién eres”. Así que parece que lo que hacemos es lo que somos: tú nunca serás un buen jugador de ajedrez si no juegas al ajedrez, para ser hay que hacer.
Por lo tanto, debemos ser capaces de formar buenas costumbres en el hogar para que todos los individuos de la casa formen un buen carácter y sean buenas personas, personas que puedan hacer crecer el Reino de Dios, y que haciendo crecer el Reino de Dios puedan hacer de este mundo un Reino como Dios desea: verdadero, bello y bueno. Las buenas costumbres visten a las buenas personas, pero las buenas costumbres que son respaldadas por la Biblia son como ropas dobles que visten a las buenas personas.
Iván Campillo Moratalla – Estudiante de filosofía - Valencia
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Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - IVÁN CAMPILLO MORATALLA - La familia y el Estado