Hitos en la historia de la Iglesia

La historia no es solamente lo que ha pasado sino también algo que sigue vivo porque nos afecta hasta el día de hoy.

28 DE ABRIL DE 2021 · 12:03

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“Aquel que no conoce la historia está condenado a repetirla”. Esta frase se atribuye en primera instancia a Napoleón Bonaparte. Pero también se dice que quien en realidad evaluó por primera vez la historia de esta manera fue el filósofo hispanoamericano Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana cuando dijo: “Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”1.

La famosa frase de Santayana indudablemente se aplica también a la historia de la Iglesia.

Pero lo cierto es que la historia de la fe cristiana no suele percibirse con mucho interés en el mundo evangélico. Tal vez sea por esta razón que desde hace 2000 años se repitan los mismos errores una y otra vez, dando así razón a Santayana. Rara es la iglesia que en algún momento haya ofrecido algún curso de teología histórica a sus miembros, aunque sea de lo más esencial de la historia básica. En otras palabras: el evangélico medio sabe de la historia de su fe menos que un cubano de alpinismo.

Tampoco en los seminarios evangélicos las asignaturas de teología histórica gozan de un interés excesivo entre los estudiantes. Estos cursos tienen más bien la fama de ser de un aburrimiento monumental. Eso sí, hay que reconocer que no solamente es culpa de los estudiantes. Los profesores no siempre entendemos que enseñar historia no es simplemente presentar una repetición de hechos y de datos. Enseñar historia consiste también en el arte de despertar interés por revelar las conexiones de los acontecimientos y pensamientos entre sí. Cada hecho histórico tiene un contexto. En otras palabras: la historia no es solamente algo que ha pasado sino también algo que sigue vivo porque nos afecta hasta el día de hoy.

Es la razón por la cual he decidido pasar de una serie que analizaba los tiempos que corren a un repaso de algunos de los acontecimientos más decisivos e interesantes de la historia del pueblo de Dios. Pero no quiero simplemente enunciar hechos y cifras. Para esto existen muchas publicaciones y libros con suficientes datos. Quiero centrarme más bien en los protagonistas. Los personajes que he elegido obviamente no son los únicos, ni necesariamente los más importantes. Pero cada uno ha aportado su grano de arena para que el Evangelio haya llegado hasta nuestros días. En este sentido han jugado un papel histórico.

Mucho le debemos a estas personas, pero pocos se dan cuenta. Sus nombres representan en todos los casos momentos importantes, a veces decisivos, en la historia de la Iglesia.

La fe cristiana es una fe histórica y lo ha sido desde el primer momento. Este elemento, que nos diferencia de otras creencias, lo hemos heredado de los judíos. Vemos como en el AT se repite la historia de Dios con su pueblo una y otra vez.

Hasta el día de hoy se repite cada año en el seder hebreo, cuando se celebra el pesaj, la historia que rodeó los acontecimientos que llevaron a los israelitas a salir finalmente de la esclavitud en Egipto. Hasta los más pequeños entre los israelitas forman parte de esta liturgia milenaria y desde que empezaron a tener facultad de memoria son conscientes de su herencia espiritual y de su identidad como pueblo y comunidad de fe. Y esto se ha llevado a cabo a través de los siglos, hasta el día de hoy.

Pero no solamente el AT contiene unos hechos históricos impresionantes que forman parte de la herencia común de judíos y cristianos. También en el NT hay acontecimientos que han sido clave y que tienen una importancia excepcional hasta el día de hoy. En este contexto no me refiero a los grandes hechos que rodean la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, porque forman parte de una categoría aparte.

Estoy pensando en acontecimientos como los siguientes, todos decisivos en la historia de nuestra fe, y que tienen nombre y apellido:

  • Pedro entró en casa del centurión romano Cornelio y abrió de esta manera el acceso al Evangelio a los que no eran judíos.

  • El concilio de Jerusalén decidió no imponer la necesidad de cumplir los preceptos de la Ley Ceremonial a los gentiles. El hombre clave para esa decisión fue Santiago.

  • Pablo y sus compañeros llevaron el Evangelio de Asia a Europa, poniendo así las bases para que la fe cristiana se abriera camino en el viejo continente.

A partir de estos primeros 20 años la expansión de la fe fue imparable. Al final del sigo I ya había iglesias desde el Éufrates hasta España y desde las arenas del Sáhara hasta más alla de las cumbres de los Alpes.

Desde el primer momento, los cristianos tuvieron que enfrentarse a todo tipo de contratiempos y persecuciones. Al principio nadie en su sano juicio hubiera apostado ni un céntimo por la supervivencia de lo que todo el mundo consideraba simplemente una secta judía.

La historia de la expansión de la fe cristiana es una historia de éxito.

Pero se equivocaron. A pesar de la resistencia cada vez más feroz del Imperio Romano, que ya mostraba señales inequívocas de su propia decadencia y derrumbe, el número de cristianos siguió creciendo sin parar: en el año 150 había unos 40.000 cristianos, llegando a 200.000 cincuenta años más tarde.2 Había cristianos en palacios y en chabolas, en los barcos y en las rutas comerciales. Pero sobre todo estaban en las ciudades. La historia de la expansión de la fe cristiana es una historia de éxito, a pesar de los fracasos que también hubo.

Quien conoce la historia y, sobre todo su propia historia, está animado y preparado para enfrentarse a los acontecimientos de nuestros tiempos.

Uno de los ejemplos más famosos en este sentido es el capítulo 11 de Hebreos. El autor de la carta nos presenta una larga lista de personas que empieza con Abel y termina con David y Samuel. No llegó ni al final del AT en su lista de héroes de la fe. Todos y cada uno de ellos jugaron un papel importante, incluso decisivo, en su momento. Para recordar sus vidas y sus acciones no se queda solo en lo histórico. En el siguiente capítulo el autor conecta lo expuesto en el capítulo 11 con esta conclusión:

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigo, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.3

Tres cosas me llaman la atención:

  1. Tenemos incontables ejemplos históricos que nos rodean como una nube

Es una referencia en primer lugar a los héroes de la fe del AT. Pero no cabe la menor duda de que el ejemplo se puede aplicar al resto de la Escritura y también a la “nube de testigos” de dos mil años de historia de la Iglesia, donde el Evangelio ha llegado finalmente hasta los últimos rincones de la Tierra. Esta nube que nos rodea no es interactiva como algunos suponen equivocadamente. Ni los de la nube interfieren ya en la historia ni son los receptores de nuestras plegarias. Como queda claro por el contexto del versículo: es el ejemplo y la herencia de estos testigos fieles el que nos anima a proseguir la carrera de la fe.

  1. Su ejemplo nos anima a seguir adelante en nuestra carrera

Con esto llegamos al segundo punto: a mucha gente le encanta leer biografías, porque las biografías suelen ser inspiradoras. Aprendemos tanto de los aciertos como de los errores de otros. La historia nos aburre, pero las vidas nos interesan y nos enseñan historia. Y las vidas de las personas que ya han terminado la carrera nos enseñan sobre todo una cosa: nuestras vidas aquí en la tierra tienen sus días contados. Pero el ejemplo de otros que ya han llegado a la meta nos inspira a sacar el máximo rendimiento a nuestra propia carrera en el tiempo que nos queda.

  1. La manera de correr es correr de forma ligera

El ejemplo de los que corrieron antes de nosotros nos enseña que es más fácil correr bien cuando uno lleva poco peso encima, y el peso se define en este contexto, entre otras cosas, como “pecado”. Es decir: todo lo que no le gusta a nuestro Señor nos impide correr como Dios manda.

Quien conoce la historia también conoce los errores y pecados que se han cometido. Quien los sabe identificar ha dado el primer paso para evitarlos.

Conocer la historia nos ahorra mucho tiempo y muchas lágrimas. Te invito a participar en nuestro viaje por 2000 años de historia del pueblo de Dios en las próximas semanas.

 

 

Notas

1 Santayana: The life of reason (1905)

3 Hebreos 12:1

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