Del ocaso de los dioses al nuevo amanecer

Este mundo necesita personas motivadas, con una visión y una misión. Gente que no tema a nada ni a nadie y que no esté paralizada por la indiferencia y el cinismo.

21 DE ABRIL DE 2021 · 11:31

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Imagen de Puyan Mayer en Unsplash.

Hoy llegamos a la conclusión de esta serie. Durante las últimas once semanas he intentado analizar algunos acontecimientos que, de una u otra manera, van a afectar nuestras vidas. Por una parte, habrá cambios profundos que serán preocupantes. Por otra, los habrá que harán que nuestras vidas sean mejores. En muchos casos no está nada claro si seremos capaces de evitar lo peor y aspirar a lo mejor. La disolución de la URSS en 1991 ocurrió de forma excepcionalmente pacífica: nunca antes en la historia una potencia mundial había dejado de existir por decisión propia. No hay razones para creer que esto también tenga que ocurrir la próxima vez que un imperio esté contra las cuerdas. Además, no hay que olvidar que el imperio soviético solo era el número dos. ¿Qué ocurrirá cuando caiga el número uno y sea sustituido por otro imperio en su dominio mundial?

La sociedad en la que vivimos y en la que nuestros hijos tomarán el testigo de nuestras manos, ¿será una dictadura como el mundo no la ha visto jamás o se impondrán la libertad y la responsabilidad personal?

Quiero terminar esta serie simplemente con un pequeño resumen de lo que he escrito a lo largo de los últimos meses.

El epicentro económico y político se trasladará de Occidente a Oriente. Vamos a tener que acostumbrarnos a que la UE y las naciones que la componen pierdan cada vez más influencia e importancia en el concierto de las naciones. Los países del este asiático -y particularmente China- tocarán la música a cuyo ritmo el mundo bailará. Esto, por cierto, se aplica también al mundo evangélico: las iglesias de Asia, África y Latinoamérica sustituirán el cristianismo intelectualizado, cansado, agotado y sin visión de Occidente.

Si Europa no recupera su identidad, que tiene su base en los valores judeocristianos, este continente va a acabar dominado por una dictadura europeísta o en un caos nacionalista. Pero hay más factores que amenazan el futuro de Europa: la creciente influencia del islam, un sectarismo ecológico al estilo de Greta Thunberg y una vigilancia orwelliana de los ciudadanos. En estas líneas también se expresó el empresario, pensador y cofundador de PayPal Peter Thiel en una reciente entrevista.1

Para evitar estos escenarios hace falta una división de poderes en la política que se controlen mutuamente y es necesario establecer por ley la posibilidad de pedir responsabilidades jurídicas y personales a los políticos que hayan causado daños a su país por su mala gestión.

Los próximos años serán catastróficos para Europa. A día de hoy no estamos preparados ni política ni, aún mucho menos, económicamente para las consecuencias de la mayor depresión en cien años y los disturbios sociales que van a arrastrar consigo.

Por lo tanto, nuestro sistema social, educativo y laboral tiene que recuperar los valores del trabajo, del esfuerzo, de la responsabilidad personal y de la disciplina. Los cuatro son valores bíblicos. No es deseable desde el punto de vista cristiano que unas ideas equivocadas de justicia, igualdad y caridad rebajen continuamente las exigencias personales, intelectuales y laborales. Un bienestar sostenible solo se puede crear sobre la base de la famosa “ética protestante del trabajo”. No se pueden premiar al vago y al maleante en detrimento del productivo y honrado. No es factible que un 25% de personas activas, productivas y emprendedoras paguen la vida a los 75% que viven del cuento.2

Los cristianos somos llamados a defender la libertad de expresión y la responsabilidad personal. Pedro habla de hacer defensa de nuestra fe desde una postura de reverencia y mansedumbre (1 Pedro 3:15). Fueron precisamente las posturas de libertad de conciencia, de palabra y de ideas las que dieron un empuje sin precedentes a Europa en siglos pasados. En este sentido es necesario que los medios de comunicación sean independientes y que no se vendan al mejor postor. En ningún caso debería un medio de comunicación recibir subsidios o pagos directos de parte de partidos o del gobierno, ni siquiera para publicar sus anuncios.

Es la Biblia, y no una ideología secular, la que con los Diez Mandamientos puso las bases de nuestra cultura y convivencia. Hablamos entre otras cosas de la defensa de la propiedad y de la vida humana, que es sagrada; de la prohibición de la mentira, de la perversión sexual y de la codicia. Sin una legislación que tenga su base en el decálogo no habrá ni progreso, ni seguridad, ni libertad, ni justicia.

Por lo tanto, un cristiano debería defender siempre estos valores con todas sus fuerzas.

La familia “tradicional” siempre ha sido el elemento fundamental de una sociedad próspera y dirigida hacia el futuro y debería gozar de una protección legal especial. Los hijos no son propiedad del Estado, sino que gozan de la tutela y de la educación de sus padres.

En lo económico, la Biblia rechaza una manipulación de pesos y monedas. El sistema bancario actual es un sistema completamente desequilibrado y fraudulento que beneficia solo a las élites. Hace falta una separación entre Estado y dinero. Los bancos centrales solo sirven para aumentar el control estatal sobre nuestras vidas y para manipular los mercados. Ningún gobierno debería gastar más de lo que ingresa. La propiedad personal y el hogar son intocables.

Es urgente la renovación de la fe cristiana. Eso por supuesto no depende del Estado. El Estado por definición es una fiera con un apetito insaciable. Será por algo que es representado en repetidas ocasiones en la Biblia como una fiera. No es casualidad que Hobbes hablara del “Leviatán”. 3

Levantarse contra esas ganas de devorar forma parte del ministerio profético de la Iglesia y depende del cristiano individual. De momento se están encendiendo todas las luces rojas. La fe cristiana se verá marginada hasta extremos difíciles de imaginar hoy en día. Que su luz no se apague, sino que brille más bien con fuerza depende de cada uno de nosotros. Lo dijo el presidente de Hungría, que tan mala prensa tiene hoy en día: “El cristianismo es la última esperanza de Europa.”4 Me parece llamativo que un político diga lo que pocos cristianos se atreven a decir en público.

El problema no es que hoy por hoy se desconozcan los hechos. El problema es que aquellos que pueden cambiar las cosas no lo hacen. Hace falta un cambio de mentalidad, de pensamiento.

Sin una renovación profunda de nuestra fe, de nuestra relación con Jesucristo, no se pueden construir una vida, una familia, una sociedad o un Estado. Europa necesita oxígeno, aire nuevo. Necesita volver a Dios, que se ha revelado en Jesucristo.

Nuestros representantes electos necesitan iglesias que les ayuden y les acompañen críticamente en su labor. Lo mismo ocurre con nuestros jueces, profesores y economistas. El objetivo no es menos que la de una sociedad bajo Dios, que honre la Biblia y obedezca sus preceptos, donde el Evangelio se predique libremente y donde el Espíritu de Dios se mueva de una forma poderosa. Esta era la visión de los reformadores. Es lo que Dios nos ha revelado en su Palabra.

Por lo tanto, no hay que descartar lo inimaginable. Habrá una catarsis. Y es necesaria. Llegará un momento cuando el juicio de Dios sea inevitable e inaplazable. Pero al mismo tiempo hay que pensar en el después. Pasará la tormenta. Se apagarán las llamas y llegará la hora de los arquitectos para construir algo nuevo. Tal vez no sea posible una nueva Reforma. Igual habrá que empezar de cero. Esto requerirá un avivamiento que solo Dios puede dar. Y el avivamiento siempre empieza con el pueblo de Dios. Puede que empiece con una iglesia individual. Puede que comience en diferentes lugares al mismo tiempo. Puede que se inicie en la denominación menos esperada. Lo importante es que empiece.

Me niego a dejar de soñar y de pedir a Dios que renueve nuestra agonizante sociedad. Siempre oraré por que seamos gobernados por políticos que teman a Dios, dirigidos por economistas que amen la justicia y aborrezcan el fraude y guiados por líderes espirituales que obedezcan a Dios sobre todas las cosas; más que a sus tradiciones, a sus reinos de taifas y a sus privilegios.

Y me gustaría que nuestros nietos, cuando sean mayores, vivan en un mundo donde haya creyentes dedicados, abnegados, visionarios y apasionados en lugares de mando y de responsabilidad.

Dios es más poderoso que cualquier conspiración, real o imaginaria. ¿Te parece demasiado fantástico todo eso? Entonces te pregunto, ¿cómo te imaginas el mundo donde tus nietos serán abuelos? ¿Lo ves más bien como un desierto radioactivo, una película de terror o un mundo próspero donde reina la justicia?

El caso es reflexionar sobre el tema. Porque si no reflexionas y no haces nada, ya has tomado tu decisión. Has decidido que otros decidan por ti.

Este mundo necesita personas motivadas, con una visión y una misión. Gente que no tema a nada ni a nadie y que no esté paralizada por la indiferencia y el cinismo.

Y no conozco a nadie que puede estar mejor motivado que un creyente.

 

Notas

N.d.E: Los artículos de la serie: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 y 11.

1 Artículo en Focus (en alemán)

2 Las cifras - también publicadas en el libro Markus Krall: Die bürgerliche Revolution, Langenmüller (2020) se refieren a un país como Alemania, pero se aplican de forma similar al resto de los países de la UE

3 Hobbes, Wikipedia.

4 Declaraciones de Viktor Orban.

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