¿Existen los ángeles de la guarda?

Esta es una pregunta muy antigua en la historia de la fe cristiana.

10 DE JUNIO DE 2020 · 12:29

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Imagen de Reinhart Julian en Unsplash.

¿Tiene todo el mundo un ángel de la guarda? ¿Un ser celestial asignado a nosotros de por vida? Hay muchas personas que están convencidas de ello. La pregunta es muy antigua en la historia de la fe cristiana. Pero ¿apoya la Biblia realmente esta creencia? Antes de llegar a responderlo vamos a dar un pequeño paseo por la historia.

El primer documento afirmando que cada persona tiene un ángel de la guarda es el Pastor de Hermas. Este documento del final del siglo I dC habla incluso de dos ángeles que siempre nos acompañan: uno que es bueno y otro que malo. Oportunamente, su autor nos da también las pautas necesarias para saber cómo escuchar al ángel bueno y rechazar al malo1.

Un teólogo que mucho escribe sobre el tema es Orígenes en el siglo III. El populariza la idea de que cada alma humana está bajo el cuidado de un ángel.2 El teólogo alejandrino escribe mucho sobre el tema, pero raras veces aporta algún dato bíblico de solidez. De todos modos, el neoplatonismo de Orígenes y muchas de sus ideas sectarias me inspiran poca confianza.

Ideas similares tenían Basileo de Cesarea, Gregorio el Grande, Crisóstomo, Agustín, Tomás de Aquino y un largo etcétera de autores a través de los siglos. El problema es siempre el mismo: no suelen basarse en los textos bíblicos, sino que simplemente repiten algunas de las creencias populares que existieron en la Iglesia desde el inicio en cuanto a este tema. Esto también pasa con Jerónimo y Agustín de Hipona. Uno siempre tiene la sospecha que ellos intentan explicar el tema en términos especulativos y más bien filosóficos.

De allí no nos sorprende que el Catecismo de la Iglesia Católica enseña en cuánto a los ángeles de la guarda que:

(…) desde la infancia a la muerte la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión”. 3

El catecismo cita a Basilio:

Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida.”4

El problema es que la idea de la intercesión y de la asignación de un ángel de la guarda realmente viene del capítulo 12 del libro apócrifo de Tobit. El ángel que habla en este capítulo es supuestamente Rafael. Teológicamente no anda muy fino porque dice en el mismo capítulo:

Dar limosna salva de la muerte y purifica de todo pecado.”5

Esta afirmación - que va en contra de todo lo que enseña la Biblia - no nos inspira mucha confianza en la enseñanza de un libro que con todo el derecho ni judíos ni cristianos han considerado como parte del Canon, hasta que la Iglesia Católica cambió de idea en el siglo XVI.

Todo esto lleva al teólogo reformado holandés Bavinck a constatar que la idea de un ángel de la guarda sencillamente tiene raíces paganas.6

Y es cierto: podemos leer y releer la Biblia sin poder encontrar la idea de un ángel de la guarda asignado específicamente a una persona. Solo hay dos referencias en el Nuevo Testamento que parecen abrir la posibilidad de la existencia de un ángel específico asignado a cada creyente.

Uno es el famoso versículo de Mateo 18:10 donde Jesucristo habla de los niños y de “sus ángeles”. Sin embargo, hay que ser escrupuloso a la hora de leer el texto. No necesariamente implica la idea de un ángel asignado particularmente a cada niño. Lo cual no quiere decir que el Señor no cuida particularmente de los niños y los protege. Y no nos cuesta creerlo. Cada persona que ha tenido hijos tiene que llegar a esta conclusión. Que un niño normal y corriente llegue a la edad de adulto, requiere sin lugar a dudas la intervención de cuidadores invisibles y más de un milagro.

Calvino, que por cierto es uno de los teólogos que más habla de los ángeles, menciona cómo Dios los usa continuamente para llevar a cabo su voluntad aquí en la tierra: mandan viento y lluvia, llevan guerras a las naciones pero también cuidan y protegen al pueblo de Dios. El reformador de Ginebra resume esta verdad así:

En cuanto a si a cada uno de los fieles se le ha dado un ángel propio que le defienda o no, no me atrevo a afirmarlo como cosa cierta. … También cuando Jesucristo dice que los ángeles de los niños ven siempre el rostro de Su Padre (Mt. 18.10) da a entender que hay ciertos ángeles a los cuales se les confía el cuidado de los niños. Pero yo no sé si de aquí se debe deducir que a cada uno se le ha asignado el suyo particular.”7

Y luego hay un solo versículo en Hechos 12 donde también podríamos ver indicios para la existencia de un ángel de la guarda. Un ángel le libera a Pedro de la cárcel y le lleva a la casa de María, madre de Marcos.

Es curioso que en el caso de Jacobo -preso en la misma carcel- Dios no mandó a ningún angel liberador. Algún día sabremos el porqué. Pero volviendo a la historia. Nos relata Lucas:

Cuando llamó Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode, la cual, cuando reconoció la voz de Pero, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta. Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel!8

Aparte de leer la Escritura bajo iluminación del Espíritu Santo, también ayuda el sentido común. Yo personalmente no citaría este versículo para apoyar una doctrina como la de la existencia de un ángel de la guarda. ¿Por qué? Muy fácil, porque los que están en el otro lado de la puerta no dan ni una: la muchacha no está loca. Ellos creen que sí. El que está delante de la puerta es Pedro. Ellos creen que es su ángel. ¿Ellos creen que existe un ángel de la guarda? Las probabilidades de acierto teológico en este caso hablan en su contra.

En esta línea argumenta también Calvino:

Parece que les vino esto a la memoria por la opinión que entonces comúnmente se tenía de que cada uno de los fieles tenía su ángel particular. (…) Sea lo que quiera, no es preciso preocuparse excesivamente por lo que no tiene mayor importancia para nuestra salvación.”9

Tomando en cuenta los textos bíblicos y el testimonio de la patrística más bien llegamos a la conclusión: había en aquel entonces, igual que hoy, ideas sobre los ángeles que no exactamente cuadran con la revelación divina. Pero Pedro tampoco les echa un discurso apostólico sobre angelología para corregir la idea. Por lo menos que sepamos.

No tenemos un ángel de la guarda, sino todos los que nos hagan falta.

En lo personal, eso me lleva también a la conclusión de que sin lugar a dudas, como vimos la semana pasada, el Señor cuida a su pueblo y a cada una de las personas que lo componen. Y pone el número de ángeles que hagan falta para que lleguemos bien a nuestra casa celestial.

Porque esta gran verdad tiene amplio apoyo en la Biblia. Somos protegidos y guardados por ángeles. Por lo visto, no tenemos un ángel de la guarda. Tenemos todos los que hagan falta. Versículos que lo apoyan hay montones. Solo quiero mencionar Hebreos 1:14, Salmo 91:11 y Salmo 34:7.

No veo ningún problema en que podamos pedir al Señor que él mande un ángel para protegernos en cierta situación. A veces lo hace incluso sin que se nos ocurra esa idea.

Recuerdo a Elías, el gran profeta. Corriendo por su vida se dejó caer debajo de un arbusto y pidió al Señor que pusiera fin a su vida. Y en respuesta a su oración, Dios le manda un ángel, con el don especial de motivarle, merienda incluida. “No se muere uno así como si nada”, parece haber sido el mensaje angélico. “Sigue tu camino. Pero antes come y bebe”. La historia -una de mis favoritas- está en 1 Reyes 19.

Dios usa ángeles para nuestro bien. Porque él nos cuida. Y si en algún momento el Señor nos va a invitar al cine celestial para ver la película de nuestra vida (pero esta vez desde otra perspectiva), estoy seguro de que vamos a asombrarnos de cuantas veces el Señor nos ha cuidado divinamente por medio de sus ángeles.

Y es mejor que sean muchos que solo uno. Y mejor diferentes turnos que siempre los mismos. Lo digo más bien por mí. No sé si el mismo ángel aguantaría haber estado las 24 horas desde hace ya muchos años alrededor de un servidor.

 

1 XI, 6

2 Peri Archon I, 5, 4

3 Catecismo de la Iglesia Católica, parr. 336

4 Ibid.

5 Tobit 12:9.

6 Hermann Bavinck: Reformed Dogmatics, p. 467

7 Juan Calvino: Institución de la Religión Cristiana, I, XIV, 7

8 Hechos 12:13-15

9 ibid.

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