La oración, primera víctima del activismo

Posiblemente nos hemos olvidado de un tema fundamental.

05 DE FEBRERO DE 2020 · 11:47

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En esta serie sobre los grandes retos para la Iglesia Evangélica de nuestra época terminamos hace 15 días con la primera parte, que tiene que ver con el concepto de la verdad y el conocimiento. Voy a dedicar el segundo bloque a un tema muy íntimo y personal de cada uno: se trata de nada menos que nuestra relación con el Señor.

Vivimos en un tiempo donde se nos exige unas respuestas cada vez más aceleradas y a toda hora del día. Particularmente en España sufrimos un horario laboral que a la persona normal y corriente no le deja tiempo para casi nada entre semana. Es uno de los desafíos más grandes para el creyente, encontrar -y más que encontrar: liberar- tiempo para fomentar su relación personal con el Señor. Y el primero de estos desafíos personales tiene que ver con nuestra vida de oración.

De entrada parece un tema fácil. Ningún cristiano y en particular ningún líder de ninguna iglesia o denominación va a poner en duda que la oración es de suma importancia. Pero como sabemos: entre el dicho y el hecho hay un gran trecho. 

En este caso no es necesario recurrir a estadísticas para averiguar que aquí tenemos un gran problema: nuestra vida de oración. Y no hace falta mirar a los demás. Basta con que cada uno observe a sí mismo. Y observándome a mí mismo ya tengo datos que no fallan. Y lo que observo y escucho de otros confirma mi temor.

Lo que a los líderes y miembros de las iglesias nos falta hoy en día -y particularmente en el mundo occidental- es tiempo para estar a los pies de Cristo, escuchando y aprendiendo y no tanto participando en actividades y quehaceres sin fin. Como vemos en el episodio de Marta y María que nos cuentan los evangelios, esto fue una amenaza desde el inicio. Pero sufrimos hoy particularmente los efectos negativos de una actitud que no sabe estar quieta para escuchar a nuestro Señor Jesucristo, hablar con él y de esa manera gozar de una comunión significante con nuestro Señor.

Asusta realmente darnos cuenta hasta qué punto se está descuidando la intimidad con el Señor que se expresa en la oración. Solo quiero poner algunas citas para subrayar el tema:

Nuestras necesidades son tan profundas que no debemos cesar de orar hasta que estemos en el cielo” — Charles Spurgeon.1

La oración no es un intento de hacer que Dios esté de acuerdo contigo o de que provea para tus deseos egoístas, sino que es una afirmación de Su soberanía, justicia, y majestad y un ejercicio de conformar tus deseos y propósitos a Su voluntad y gloria” — John MacArthur2

¿No sientes el deseo ni la necesidad de hacerle peticiones a Dios? Entonces que Dios, en su inmensa misericordia, exponga tus miserias porque ¡ un alma sin oración es un alma sin Cristo!” — Charles Spurgeon.3

Uno de los grandes usos del Facebook y Twitter será demostrar en el último día que la falta de oración no fue por falta de tiempo” — John Piper.4

La oración es el balbuceo entrecortado del niño que cree, el grito de guerra del creyente que lucha y el réquiem del santo agonizante que se duerme en los brazos de Jesús. Es el aire que respiramos, es la clave secreta, es el aliento, la fortaleza y el privilegio de todo cristiano” — Charles Spurgeon.5

Y como guinda podemos mencionar a Martín Lutero que dijo que en los días que tenía una carga especialmente pesada de trabajo sintió la necesidad de orar incluso más de lo habitual. Y era un hombre que según su propio testimonio solía pasar unas dos horas en oración cada día.

Acabo de volver de Cuba. Personalmente me quedo siempre impresionado con el enfoque en la oración de las iglesias cubanas. Encontré personas que se levantan a las 4 de la madrugada para pasar 2 horas con el Señor, orando y leyendo la Biblia. En muchas iglesias ví personas que antes del comienzo del culto ya estaban en los bancos para orar por el culto. Alguno pensará: claro, allí la gente tiene más tiempo. No creo que sea así. No tienen más tiempo, pero se toman más tiempo para orar.

En Cuba encontré personas que se levantan a las 4 de la madrugada para pasar 2 horas con el Señor, orando y leyendo la Biblia

Lo realmente trágico es que todo el mundo está de acuerdo que la oración es fundamental. Pero en la realidad, nos damos cuenta de que en nuestras vidas personales no ocupa el lugar que debería ocupar.

Según el libro de los Hechos uno de los pilares de la iglesia primitiva era su dedicación a la oración. Y esto no ha cambiado a lo largo de la historia. Hace 3 años celebramos el 500 aniversario de la reforma protestante. Se ha analizado este acontecimiento desde muchos ángulos de vista. Personalmente no tengo conocimiento de haber leído un artículo o escuchado un mensaje que versaba sobre la vida de oración de los grandes protagonistas de la Reforma. Posiblemente nos hemos olvidado de un tema fundamental. Todos los reformadores, sin excepción, eran gente que daban prioridad a la oración y le dedicaban mucho tiempo.

Pero no es necesario ir 500 años hacia atrás. Veamos un ejemplo más reciente: no se ha valorado lo suficiente el tremendo impacto de la oración sobre el hundimiento de las dictaduras comunistas que ocurrieron al final del siglo pasado. En el año 1983 el hermano Andrés, fundador de la organización que hoy conocemos como Puertas Abiertas, llamó a una campaña de oración que iba a durar siete años. El objetivo de esta campaña era la oración por la caída del muro de Berlín y lo que simbolizaba. Cuando terminó la campaña en el año 1990 el muro de Berlín ya era historia. La revolución pacífica en la Alemania del Este del verano y otoño de 1989 se alimentó básicamente de oración en las iglesias luteranas. Queda el testimonio de Horst Sintermann, antaño miembro del comité central del partido comunista de la RDA, que dijo: “Estábamos preparados para enfrentarnos con gente levantada en armas. Pero no estábamos preparados para hacer frente a gente que estaba cantando y orando.”6

Orar tanto individualmente como en conjunto en nuestras iglesias, significa recuperar la inquebrantable seguridad de que la Iglesia del Señor no depende de nadie sino únicamente de la intervención y del cuidado de Dios todopoderoso.

Si hablamos de los grandes retos que nos están esperando en nuestros días hay una cosa que está más clara que el agua: sin oración -personal y colectiva- no vamos a ir adelante. La oración es pieza fundamental de la vida espiritual. Es el agua que se mezcla con el cemento y la arena de la Palabra de Dios para edificar una Iglesia y una vida cristiana que se caracteriza por su solidez.

 

1 Jim Reiman: Vuelvan a mí, Día 1, Vida Publishers (2010)

2 John McArthur, Alone with God, Colorado Springs (2011)

3 Jim Reiman: op.cit.

5 José Luis Navajo: Un verano en Villa Fe, p.67, Casa Creación (2016)

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