¿Vale la pena leer el Antiguo Testamento? (2): Seis errores comunes
A la Biblia se le puede hacer decir casi cualquier cosa. Una mala lectura de los textos sagrados puede traer muchos problemas.
26 DE AGOSTO DE 2023 · 19:00
.jpg)
La historia nos enseña que a la Biblia se le puede hacer decir casi cualquier cosa. Una mala lectura de los textos sagrados puede traer muchos problemas. Así que quiero contarte seis errores comunes que cometemos al leer el Antiguo Testamento.
El primer error es leer el Antiguo Testamento sin tener en cuenta la gran historia de la Biblia. Todos los relatos –desde los más sangrientos hasta los más extravagantes– se deben entender como parte de una narrativa mayor; si nos quedamos con un fragmento suelto, es probable que no comprendamos su función en la gran historia. Cuando miramos toda la trama, podemos reconocer que el Antiguo Testamento es como un ensayo lleno de pruebas y errores en los que se fue forjando la historia sagrada. Juan Calvino dijo una vez que «así como las niñeras suelen hacer con los niños, Dios se acostumbra, hasta cierto punto, a “balbucear” cuando habla con nosotros». El Antiguo Testamento puede sonar primitivo a nuestros oídos actuales, pero es parte de una revelación progresiva que lleva hasta Jesús.
El segundo error es leer el Antiguo Testamento como si fuera un manual de ciencia o historia. Después de la revolución científica del siglo XVII, la sociedad occidental se quedó con la idea de que la única verdad válida es la que se puede explicar mediante el método científico. Y muchos creyentes, con la intención de demostrar que la Biblia era verdad, aceptaron ese desafío y se pusieron el corsé de la ciencia moderna. Pero la Biblia no está escrita desde un paradigma moderno ni científico. Cuando la leemos tenemos que recordar que estamos en presencia de textos escritos hace miles de años, en culturas e idiomas muy diferentes de los nuestros. Si realmente queremos escuchar su verdad, necesitamos aprender a oírla en sus propios términos, no en los nuestros. Querer que la Biblia sea un manual de ciencia o de historia actual es imponerle un paradigma que no le pertenece, forzar el texto para que diga lo que a nosotros nos gustaría que dijera.
El tercer error es leer el Antiguo Testamento sin tener en cuenta el contexto en el que fue escrito. Leer la Biblia buscando una guía para nuestra vida es algo muy valioso y necesario. Pero también puede ser una actitud que se presta a cierta confusión, porque si yo soy la clave de lectura de todo el texto, voy a usar la Biblia como mi espejo. Entonces, si no lo entiendo o no tiene mucho sentido para mi vida, intento buscar significados ocultos o aplicaciones personales. Las interpretaciones alegóricas pueden ser una buena estrategia para acercar la Biblia a nuestra realidad; pero antes de acercarla, es bueno tomar conciencia de la distancia histórica, cultural y lingüística que nos separa de estos textos. Aunque a veces pueda ser algo tedioso, vale la pena esforzarse por entender lo que el texto realmente está diciendo. Y en un segundo momento, pasar a las aplicaciones personales. Pero si salteamos la exégesis y pasamos directo a la aplicación, es probable que terminemos en cualquier lado.
El cuarto error es leer el Antiguo Testamento buscando solo lo que me gusta. Nos quedamos con las historias con una moraleja linda, pero evitamos las que son más confusas. Nos quedamos con “El Señor es mi pastor” del Salmo 23, y olvidamos que el Salmo 22 dice: «¿Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». En otras palabras: me quedo con las porciones que conectan más con mi personalidad o que tienen una aplicación más sencilla, y al resto lo meto debajo de la alfombra. Esta tentación puede llevarnos por caminos muy raros. Porque, por ejemplo, si yo me pongo a leer el Antiguo Testamento como si fuera un manual de autoayuda económica, capaz me llevo la impresión de que el proyecto de Dios para mi vida es que yo sea rico y famoso. Pero eso tiene más que ver con nuestra cultura consumista y globalizada que con la Biblia, que habla muchas veces sobre vivir de forma austera y generosa. Si solo me quedo con las cosas que me gustan, le estoy quitando a la Biblia la capacidad de abrirme los ojos a cosas que se salen de mi campo de visión.
El quinto error es leer el Antiguo Testamento desconectado del Nuevo. A diferencia del judaísmo, los cristianos entendemos el Antiguo Testamento a la luz de Jesús. Cristo es la clave de interpretación de todo lo que pasó. Por eso podemos notar que entre los dos testamentos hay continuidad, pero también ruptura. Hay cosas del Antiguo Testamento que siguen siendo válidas e importantes para nosotros; Génesis enseña que Dios es Creador y el Nuevo Testamento lo confirma. Los Diez Mandamientos enseñan a no matar y no robar, y el Nuevo Testamento también lo confirma. Pero no todo se mantiene igual. Para entender algunos pasajes difíciles, es fundamental poder reconocer las continuidades y las rupturas entre Antiguo y Nuevo Testamento. Entonces, ¿cómo conciliamos el Padre Nuestro de Jesús con las historias violentas de Josué o Jueces? ¿Cómo conectamos los sacrificios del templo de Jerusalén con nuestra fe actual? ¿O qué hacemos con las leyes de Levítico y Deuteronomio? Como dice Pablo, las reglas y rituales del Antiguo Testamento «son solo sombras de la realidad que vendrá. Y Cristo mismo es esa realidad» [Colosenses 2:17 NTV]. Los cristianos vemos en el Antiguo Testamento una silueta que deja entrever la revelación de Dios que hemos encontrado en Jesús.
El sexto y último error es creer que el Antiguo Testamento no vale la pena. Uno de los primeros herejes de la historia fue un cristiano llamado Marción. Al leer el Antiguo Testamento y descubrir muchas que lo incomodaban, Marción encontró una solución sencilla: afirmar que el dios del Antiguo Testamento era un Dios falso. Así que descartó todo el Antiguo Testamento y se quedó solamente con el Evangelio de Lucas y las cartas de Pablo. Cuando 2 Timoteo dice «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia», se está refiriendo al Antiguo Testamento, la única “Biblia” que leyeron Jesús y los primeros cristianos. El Antiguo Testamento nos enseña “el idioma de Dios”, y si no conocemos ese idioma, no vamos a entender quién fue Jesús, qué enseñó, por qué hizo lo que hizo y por qué murió como murió. Antiguo no significa pasado de moda, y Nuevo no significa que apareció de la nada. Son el Primer y el Segundo Testamento, y ambas partes deben mantenerse en una relación de mutua retroalimentación.
LA SEMANA QUE VIENE, LA TERCERA Y ÚLTIMA PARTE:
“Seis aprendizajes”
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Teología Pop - ¿Vale la pena leer el Antiguo Testamento? (2): Seis errores comunes