En España, el no tocar un libro se ha vuelto crónico para más de un tercio de la población

El 36% de los españoles no lee nunca, dicen los últimos datos. “Las personas se resisten sencillamente porque no lo han probado”, asegura el escritor José de Segovia.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 22 DE ABRIL DE 2024 · 16:30

Casi el 36% de los españoles no abre nunca un libro. / <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/fotos/mujer-sosteniendo-un-libro-en-las-estanterias-GnY_mW1Q6Xc#:~:text=Foto%20de-,Becca%20Tapert,-en%20Unsplash">Becca Tapert</a>, Unsplash.,
Casi el 36% de los españoles no abre nunca un libro. / Becca Tapert, Unsplash.

¿Puede uno no tocar un libro nunca? Uno no, sino millones. Son los datos que arroja el último Barómetro de Hábitos de Lectura en España, que recopila cifras de 2023 y sitúa en el 35,9% de la población a los no lectores. 

Desde la Federación del Gremio de Editores de España, que elabora el barómetro, no dejan de ver la evolución como una “buena noticia”, ya que en 2012 la cifra era de cinco puntos más, alcanzando el 40,9% de la demografía española que aseguraba no leer nunca. No obstante, para el presidente de la agrupación, Daniel Fernández, sigue siendo una “cara B” del dato en positivo que representa el 52% de lectores frecuentes. “Es ese tozudo tercio de españoles que jamás abre un libro”, se lamenta. 

Para José de Segovia, periodista, teólogo y escritor, la reflexión es relativamente simple. “Leer es un vicio como otro cualquiera. ¿Por qué hay un tercio de la población española que todavía se resiste? Sencillamente porque no lo ha probado. El día que lo haces, te enganchas de tal manera que ya no puedes dejarlo”, asegura.

En tono irónico, De Segovia señala los peligros de entregarse a la lectura. “Puedes llegar a pensar por ti mismo, en vez de lo que veas en las redes sociales o los vídeos de internet”, dice. “Si lees, se te acabarán los lugares comunes, las frases hechas y todas esas consignas que te hacen la vida más fácil”, añade.

La lectura, ¿un espejo de la sociedad?

Desde el gobierno, el Ministro de Cultura, Ernest Urtasun, ha señalado que los datos reflejan aspectos del modo de vida general de los españoles. “Hay que mejorar la calidad de vida de ese tiempo libre”, ha afirmado.

Para analizar las cifras del Barómetro de Hábitos de Lectura en España, Protestante Digital ha contactado a tres de las principales editoriales de literatura evangélica en el país. “Un dato destacable sobre la lectura de libros es que solo el 38,3% de las personas lee exclusivamente por ocio”, señala en este sentido el gerente de Andamio EditorialJavier Santos. Para él, “este dato indica un crecimiento continuo en la lectura, a pesar de las numerosas influencias de entretenimiento que nos rodean”. “Esto sugiere que la lectura sigue siendo una actividad relevante y en ascenso en medio de la diversificación de opciones de entretenimiento en nuestra sociedad”, dice.

También para Raquel Farrugia, de Editorial Peregrino, es una sorpresa que “sirve de ánimo” el saber de “ese 64% de población lectora que se consolida”. Esto, dice, “demuestra que sí es posible mantener o iniciar un hábito lector a pesar de las muchas distracciones a nuestro alrededor”.

Desde Editorial Clie, en cambio, su director ejecutivo, Alfonso Triviño, considera que el barómetro “es un llamado de atención para todos los que valoramos la literatura y su capacidad para enriquecer la vida humana”. “La lectura no solo es una fuente de conocimiento y entretenimiento, sino también un medio para desarrollar la empatía, la reflexión y el conocimiento de Dios y la salud espiritual. Es esencial encontrar maneras de hacer que la lectura sea más accesible y atractiva para todos”, remarca.

El hábito hace al lector

A la hora de analizar por qué prácticamente el 36% de los españoles no abren nunca un libro, los editores cristianos coinciden en algunos factores. Por ejemplo, Farrugia habla de una “ocupación” y una “sobreestimulación” que “a menudo nos dificulta pausar y dedicarnos a actividades que requieren una atención, una concentración y una reflexión como la lectura”, y Triviño observa “la falta de tiempo como una queja común” que, en realidad, “esconde una compleja red de prioridades y elecciones personales”. 

De forma especial, todos ellos coinciden en la necesidad de crear hábitos en un momento en que “la lectura tiene muchos ‘competidores’ que luchan por nuestro tiempo”, como matiza Farrugia. Por eso, Santos subraya que “es fundamental cultivar hábitos de lectura desde temprana edad, empezando con libros que generen interés y curiosidad”. “Establecer tiempos de lectura regulares, mantener una lista de libros pendientes y participar en círculos de lectura, ya sea con amigos o en familia, son estrategias efectivas para fomentar el placer de la lectura”, añade. 

Otra cuestión en la que los editores evangélicos coinciden es en la necesidad de tomar ventaja de esos supuestos “competidores” a la lectura que han aparecido. En este sentido, Triviño señala que “el aumento del tiempo dedicado a pantallas y el consumo de contenido digital sugiere un cambio en las preferencias de ocio”. “Las personas leen muchísimo hoy, como nunca antes. Estamos rodeados de libros y discursos, pero en medios y formas de consumo diferentes a las de antaño. Además, la percepción de la lectura como una actividad solitaria en contraposición a las experiencias compartidas en línea puede disuadir a algunos de sumergirse en un libro. Para revertir esta tendencia es crucial entender estos factores y abordarlos de manera creativa y empática”, agrega.

También Santos opina que “aunque no sea considerado como lectura convencional, es crucial prestar atención al fenómeno de los audiolibros”. “Grandes empresas como Amazon, Google y Spotify están invirtiendo considerablemente en esta forma de consumo de libros. Los audiolibros ofrecen la ventaja de aprovechar el tiempo en situaciones en las que no es posible detenerse a leer, como al conducir o hacer ejercicio. Sin embargo, es importante señalar que, aunque son convenientes, los audiolibros no proporcionan algunos de los beneficios cognitivos y emocionales que ofrece la experiencia de lectura tradicional”, dice.

¿Cómo ganar a ese 36% de no lectores?

La realidad de los datos que presenta el barómetro explica la creatividad obligatoria a la que, desde hace años, se ve abocado el sector editorial. Aunque ni siquiera esto es una garantía. Por ejemplo, a pesar de contar con la campaña de Sant Jordi, Cataluña ocupa el segundo puesto en la lista de Comunidades Autónomas, según el documento de la Federación del Gremio de Editores de España.

En este sentido, Santos, insiste en la necesidad de “desarrollar el hábito de lectura desde los primeros años de infancia, integrando el libro como parte cotidiana de nuestras vidas”. “Más allá de ser una experiencia placentera, el libro debe ser percibido como un recurso valioso para ampliar conocimientos y estimular la imaginación”, añade. También considera clave “la reducción del consumo de contenido audiovisual ‘masticado’” y la puesta en valor de “la lectura como una actividad más enriquecedora”. 

De hecho, Santos apunta, incluso, a las iglesias como espacios en los que “crear y potenciar estos hábitos de lectura”.“Ideas como los clubs de lectura, tener una biblioteca en la iglesia, opciones de libros para comprar para diferentes edades o situaciones, compartir lo aprendido a través de un libro a través del grupo de Whatsapp, estudiar un libro y compartirlo en las escuelas dominicales o grupos de hogar, etc., pueden enriquecer mucho la lectura, pero al mismo tiempo, fortalecer nuestra vida cristiana y relación con el Señor”, asegura.

Farrugia también menciona esto mismo, y señala que “al igual que las escuelas y las bibliotecas están poniendo mucho esfuerzo en el fomento de la lectura, las familias y las iglesias son espacios en los que también se debe fomentar y propiciar no solo el ‘consumo’ de contenido, sino el consumo de buen contenido que no solo nos entretenga sino que nos alimente”.

Desde Clie, enfatizan “la integración de la literatura en las plataformas digitales que ya disfrutan los no lectores”, con libros que “incorporen elementos visuales y auditivos, o aplicaciones que transformen la experiencia de lectura en algo tan interactivo y social como los videojuegos”. Además, remarcan la motivación de “trabajar para cambiar la percepción de la lectura, mostrándola como una actividad relajante y gratificante que puede ofrecer una pausa bienvenida del bombardeo constante de estímulos digitales”.

¿Mataron las pantallas a la estrella del libro?

El gran debate es sobre si las pantallas han traído más mal que bien a los índices de lectura. Y es que, según el barómetro, la lectura digital lleva años estancadas en el 29% de la población, sin lograr superar esa barrera del 30% a la que llegó por primera y única vez en 2020. Según Santos, esto puede deberse a que “a pesar de estas ventajas, la lectura en dispositivos móviles, ya sean teléfonos o tabletas, presenta el inconveniente de las numerosas interferencias en nuestras vidas hiperconectadas”. “La lectura requiere concentración, y estas distracciones pueden afectar negativamente la experiencia de lectura en pantalla. A pesar de la creciente popularidad de lo digital, muchos lectores siguen prefiriendo cultivar el hábito de la lectura en el soporte físico”, añade.

Triviño no ve tanto un debate como sí una “oportunidad para innovar en la forma en que presentamos y consumimos la literatura”. “Las pantallas ofrecen nuevas posibilidades para la interactividad y la narrativa multimedia, mientras que el papel mantiene su encanto tradicional. La clave está en encontrar un equilibrio que respete y aproveche las fortalezas de ambos medios”, dice.

En esta línea, Farrugia también considera que “los formatos digitales y audiovisuales tienen su lugar y sus ventajas”, aunque admite que “algunos formatos favorecen una transmisión de información que se adquiere de forma más inmediata y que quizá también se olvida más fácilmente”. “La lectura requiere un proceso más entrenado y activo que, por ejemplo, ver un vídeo corto, pero permite una adquisición de información más pausada, que quizá permite digerir e interiorizar más el contenido, entre sus muchos beneficios”, añade.

 

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