¡Cuidado con lo que pedimos!
Manolo Lagoa
11 DE DICIEMBRE DE 2011 · 23:00

Aunque llevo convertido al Señor desde los veintiún años, sin embargo estoy en la iglesia evangélica desde que tengo memoria. Y hay un versículo que me enseñaron hace muchos años que dice que si pedimos conforme a la voluntad de Dios, tenemos concedidas las peticiones que hayamos hecho.
Años después escuché a mi esposa decir esta frase: “¡Cuidado con lo que le pides a Dios, no vaya a ser que te lo conceda!”. Lo decía en tono jocoso, pero quedó ahí en mi mente.
En tiempos recientes, estaba leyendo en los evangelios de Jesús un versículo que dice que Jesús, viendo a la gente, ‘tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tienen pastor’. Este versículo tocó mi corazón.
Mirando a mi pasado, jamás imaginé que Dios hiciera conmigo las cosas que está haciendo, y mucho menos tener esa compasión hacia la gente de la que habla el versículo. Esto era imposible para mí, humanamente hablando, pero ese versículo llegó a mi corazón y en fe sencilla me atreví a empezar a hablar con Dios.
Entendí que pedir compasión por la gente no era contrario a Su voluntad. Le pedí que, por favor, me diera Su compasión hacia los demás. Paso a paso empecé a ver que Dios comenzó a mostrarme también el versículo que dice: “No juzguéis, para que no seáis juzgados.”
Este pasaje me desafió y me retó a ir erradicando de mi vida todo juicio a los demás o toda conclusión precipitada hacia otros, hasta el punto de ver cómo el Señor permitía que pasara situaciones que anteriormente yo había juzgado en otros. Todo esto sirvió para quebrarme y darme cuenta de que soy humano y no estoy libre de caer. Me di cuenta también del proceso de cambio en mi vida y, con el tiempo, empecé a ver que Dios iba dándome compasión hacia los demás y, para sorpresa mía, empecé a sentirme más cómodo orando por las personas, preocupándome por ellas y metiéndome en medio de la gente para hablar con todos.
Sé que dependo del Espíritu Santo ya que, sin Él y sin la cobertura de oración de los hermanos, no soy nada, pero me “rompe” comprobar que estoy haciendo cosas que jamás pensé que haría, y que mi pasado y mi carácter no renovado jamás me permitirían llevar a cabo. Pero Dios es Dios de imposibles y, cuando pedimos según Su voluntad, corremos por lo menos dos riesgos: primero, que Dios conteste y, segundo, que el cumplimiento de la voluntad de Dios implique un cambio en nuestras actitudes y acciones para llegar al pleno desarrollo de Su plan.
En la Biblia se nos habla de ser pacientes, aunque a algunos nos cueste más, y por tanto es voluntad de Dios pedirle paciencia cuando no la tenemos. Recuerdo a un predicador que le pidió a Dios varias veces paciencia y cada vez le sobrevenían más pruebas hasta que, finalmente, se dio cuenta que esas pruebas tenían un propósito y reconocía que, varios meses después, era más paciente.
Así que, hermano, reconozco que es hermoso pedir según la voluntad de Dios, porque la respuesta es segura y realmente es precioso disfrutar la bendición del Señor en tu vida y a través de ti. Pero también asegúrate de estar dispuesto a pagar el precio de Su voluntad en tu vida y los ajustes que conlleva en ti, sin olvidar que en cada bendición que Dios te dé, toda la gloria debe ser para Él. Eres valioso en Cristo, pero tu actitud debe ser siempre de humildad y agradecimiento a Aquél que te amó tanto que decidió morir en una cruz por ti.
Manolo Lagoa – Repartidor de Publicidad – A Coruña (España)

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - sin definir - ¡Cuidado con lo que pedimos!