Mujer y Biblia: un texto bastante discutido

La clásica argumentación es que “la mujer no puede hablar en la iglesia ni enseñar porque no puede ejercer autoridad sobre el hombre.

12 DE NOVIEMBRE DE 2019 · 20:00

Priscilla Du Preez, Unsplash,mujer leyendo la Biblia
Priscilla Du Preez, Unsplash

“La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio. Porque Adán fue formado primero, después Eva; y Adán no fue engañado, sino que la mujer, siendo engañada incurrió en transgresión. Pero se salvará engendrando hijos, si permaneciere en fe, amor y santificación con modestia” (1ªTi.2.11-15)

Estamos ante un pasaje bíblico que tal y como lo leemos, ha debido resultar un tanto chocante para muchos lectores a lo largo de la historia y, mucho más en este tiempo que vivimos. De ahí que al pobre apóstol Pablo le hayan acusado de ser un misógino de tomo y lomo, cuando en realidad esa lectura del texto bíblico, no tiene en cuenta todos los elementos que se necesitan para hacer una correcta exégesis del mismo, ni tampoco considera otras grandes declaraciones y comportamientos de Pablo en relación con el género femenino, que para su tiempo eran del todo revolucionarias.[i]

La clásica argumentación que se da es que “la mujer no puede hablar en la iglesia ni enseñar -¡y mucho menos ocupar un ministerio público!- porque no puede ejercer autoridad sobre el hombre, como dice la Palabra de Dios”. Como si el hablar o enseñar en la iglesia, llevara implícito el ejercer alguna autoridad sobre los varones. Luego acusan de “desobediencia al texto bíblico, que tan claro está” o el “plegarse a la cultura del momento para adaptar la Palabra de Dios a conveniencia”; o incluso, “sumarse a ciertas reivindicaciones de supuestos derechos feministas.” Frase bastante “trillada” hasta este momento.

 

EL SIGNIFICADO DE LOS TÉRMINOS

Vayamos por partes. Lo primero que hay que conocer es el significado de los términos. Una cosa que llama la atención, en principio, es que el término que usa Pablo para autoridad, no es el que debiera haber usado si hubiera querido prohibir a la mujer hablar o enseñar en la iglesia ejerciendo autoridad. Al respecto, dice el conocido biblísta y comentarista del texto bíblico, Stuart Park:

"Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre". Pablo emplea aquí una hendíasis, por lo que "enseñar" forma parte del hecho de "ejercer dominio sobre el hombre". El verbo "enseñar" no ofrece dudas: traduce didasko, "dar instrucción" a secas. "Ejercer dominio", en cambio, presenta mayor complicación. Vine señala tres verbos relacionados con el ejercicio de dominio o autoridad, empleados en el Nuevo Testamento. Exousiazo (de exousia, "poder", "autoridad" "libertad", "derecho") significa, "ejercer poder, sin más (p.ej. Luc.22.25; 1ªCo.6.12) (...) El verbo que Pablo emplea aquí, en cambio, es authenteo (de autos, "uno mismo", y un verbo perdido, bentes) y su sentido es bien distinto. Según Vine, significa "trabajar para ejercer autoridad por su propia cuenta", "dominar". Se usaba anteriormente para significar "uno que mataba a otro con su propia mano, o a sí mismo". Más tarde llegó a significar "uno que actúa bajo su propia autoridad". El matiz es importante porque arroja luz sobre la transgresión de Eva.[ii] 

Está claro, entonces, que lo que el apóstol Pablo está prohibiendo no tiene nada que ver con que la mujer no pueda hablar o enseñar en la iglesia, sino de un tipo de enseñanza y ejercicio de autoridad por la cual quiere ejercer dominio sobre el hombre.

 

UNA CONTEXTUALIZACIÓN NECESARIA

Al respecto del contexto efesio es muy interesante traer a nuestra consideración el siguiente texto, relacionado con las creencias y prácticas de ciertos movimientos gnósticos (o pre-gnósticos) de toda esa zona de Asia Menor en ese tiempo:

Sus doctrinas se basaban en complicadas interpretaciones alegóricas, y en sus comunidades las mujeres desempeñaban un papel muy destacado, ya que consideraban que Eva era la mediadora que había traído el verdadero conocimiento a la raza humana. […] En la zona de Asia Menor, lo femenino era considerado como la fuente de la vida. La Gran Madre recibía diferentes nombres, uno de ellos era Artemisa. Los romanos la conocían como Diana de los Efesios cuyo templo era una de las siete maravillas del mundo. A veces se la identificaba también con Eva, a quien los mitos gnósticos consideraban como la que había traído la vida y el conocimiento a Adán. Por eso el versículo 13 puede entenderse como una refutación de dicha enseñanza. Se prohíbe a las mujeres que enseñen que la actividad femenina dio la vida al hombre, porque, de acuerdo a las Escrituras Adán fue creado primero. Por otra parte, Eva no trajo el conocimiento (gnosis) sin que, siendo engañada, cayó en transgresión. Por tanto, los versículos 13 y 14 no son la razón por la cual las mujeres no pueden ejercer el liderazgo, sino que se trata más bien de la refutación de una herejía ampliamente difundida en la zona por los mitos gnósticos o proto-gnósticos que glorificaba a Eva. Esta interpretación, por otra parte, armoniza con otros ejemplos en los que Pablo primero indica la herejía y después la refuta: 1ªCo. 15.12-57; 1ªTi. 4.3-5; 2ªTi. 2.17-19; Ro. 3.8. 31[iii]

Luego, a la hora de abordar la interpretación de los versículos 15 y 16, que siempre han presentado ciertas dificultades, añade:

“Aunque exaltaban el principio femenino como figura divina, sin embargo, tenían una visión muy negativa de la sexualidad femenina y sentían repugnancia por el proceso del nacimiento, ya que lo veían como una reproducción de la materia, que era algo negativo. Las mujeres no podían alcanzar la vida eterna si no renunciaban a su sexualidad y a tener hijos”[iv]

Esta explicación del contexto filosófico y religioso de la iglesia de Éfeso ayuda en la interpretación de los versículos citados y, clarifica la referencia que hace el apóstol Pablo a la defensa de la maternidad siendo parte de la vida de la mujer y a través de la cual también “se ocupa de su salvación”[v]

Por tanto, el pasaje leído que parece enseñar una cosa, hecho el trabajo hermenéutico de la contextualización pertinente viene a decir otra diferente a la que siempre se había entendido. Entendimiento erróneo que ha llevado a negar a la mujer a lo largo de los siglos el derecho a hablar, orar y enseñar en las iglesias de toda la cristiandad. Cuestión esta que, por mucho que se quiera argumentar deja a las hermanas en una situación inferior con respecto al hombre, en vista de que éste no podría recibir de aquella la enseñanza de la Palabra del Señor, por el hecho de ser… una mujer. Por otra parte, el “dominio” al cual se refiere al apóstol Pablo en el pasaje citado es un tipo de dominio que no solo estaría mal de parte de las mujeres hacia los hombres, sino también por parte de los hombres hacia todos los miembros de la comunidad a la luz de la enseñanza del Señor sobre la autoridad. [vi]

De ahí que el autor de artículo citado, concluya con este magnífico párrafo:

“El veto a la participación de la mujer en los ministerios de la iglesia, en consecuencia, tiene implicaciones muy serias. Implica que la identidad del hombre y la mujer como imagen y semejanza de Dios no ha sido plenamente restablecida nunca, y que el foro donde la mujer debe sentirse segura –en el seno de la familia de la fe, en la iglesia- es el único lugar donde no debe pronunciar palabra alguna” [vii]

Efectivamente, y si la interpretación tradicional está errada, su aplicación ha perjudicado a más del 50% de los miembros de la iglesia del Señor que son las mujeres, impidiendo así su derecho, a desempeñar sus dones en el seno de la iglesia. El asunto es bastante serio.

 

[i] Ver Gálatas 3.26-28

[ii] Park S. Stuart Revista Aletheia, Nº 37, 1-2010. p.30.

[iii] Piñero Antonio. Cristianismo primitivo y religiones mistéricas. 1995, p.204. --Citado por Muñiz Aguilar Marga 2000, pp.115,121

[iv] Muñiz Aguilar 2000 p.121 (Esa concepción de la maternidad nos suena mucho en este tiempo también, aunque por otros motivos)

[v] 1ªTi. 2.15 con Fil. 2.12).

[vi] Mr. 10.43-45; 1ªP. 5.1-3, con 3ª J. 9)

[vii] Aletheia Nº 37, Pg.33

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