Calvino y el capitalismo
Sobre el capitalismo se han escrito montañas de libros, pero sobre todo sus efectos han cambiado la fisonomía de los Estados. Las transformaciones que han experimentado, desde la Edad Media, la producción, el comercio y el consumo, han cambiado la faz de la tierra para bien o para mal.
05 DE DICIEMBRE DE 2005 · 23:00
Siempre suelo decir que yo soy de la generación del “trillo” y del “arado”. Con estos elementos se familiarizó mi infancia. Mi padre me enseñó a arar la tierra y a trillar el trigo. El arado y el trillo salen en el libro de Job y durante generaciones, y por miles de años, el trillo y el arado han sido elementos simbólicos de la producción. Hoy –por ejemplo- los tractores y las cosechadoras han cambiado la faz de esa tierra que daba sus frutos a su tiempo y han aparecido otros modelos de trabajo y producción que multiplican los beneficios aunque sea a costa - en algunos casos- de destruir el planeta.
En esta industrialización del campo, el los últimos 50 años se ha avanzado mas que en toda la historia del hombre. Sin embargo la desigualdad entre el tractor y el arado es la misma que entre los pobres y los ricos de la tierra. ¿Será pues el capitalismo la causa de todos los males?¿O será el egoísmo del ser humano y la ambición por atesorar la que produce estos desequilibrios?
Lo que nos interesa en este análisis, necesariamente sucinto, de la mentalidad capitalista, es el porqué y de donde proviene la idea de acumular capital y emprender una actividad lucrativa. Todos están de acuerdo que el calvinismo y el pietismo posterior tuvieron mucho que ver. Por una parte, según analizó magistralmente Max Weber en “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, el creyente entendió el trabajo y toda actividad humana como objeto de prueba y seguridad de estar predestinados y salvados. El “ora et labora” tenían el mismo sentido de gratitud a ese Dios que desde la eternidad les había elegido.
También necesitamos saber si este espíritu del capitalismo nacido del calvinismo es el mismo espíritu que anima la salvaje explotación actual y donde los imperios capitalistas oprimen sin piedad a los pobres haciéndolos cada día mas esclavos y dependientes. Una desigualdad que adquiere tintes de tragedia y casi cataclismo, porque el holocausto de pueblos enteros denigra al ser humano hecho a la imagen de Dios. ¿Son estos dos elementos producto de una mala definición, de una mala doctrina que entendía “vocación o profesión” como misión impuesta por Dios, un mandato celestial que exigía todas las fuerzas en forma continua y tenaz, para dedicarse en cuerpo y alma al mundo del comercio, la política, la salud y todas las demás esferas de la actividad humana?
Se ha dicho que en la Edad Media había una arraigada conciencia colectivista y cooperativista frente al individualismo moderno generador del capitalismo. Sin embargo algunos autores sostienen que si bien los grupos y los gremios, la aldea y la iglesia ejercían una fuerte unión, no por ello la gente se consideraba colectivista, ni hubo una ruptura brusca hacia el individualismo renacentista. Por otra parte, el papel que se le atribuye al hecho religioso, en unos casos como obstaculizador y coercitivo –en el caso católico- y en otros sirviendo de instrumento y de “espíritu” del capitalismo –caso protestante- para su plena irrupción, no es siempre cierto, pues Lutero aceptaba las doctrinas de los escolásticos del “precio justo” y que eran similares a las decretadas en el Concilio Lateranense de 1179 y Calvino, un poco mas flexible, también se oponía a la obtención de réditos en los préstamos que se daban a personas necesitadas que tenían que resolver una desgracia.
El usurero no era el único actor en el préstamo del dinero, porque la misma Iglesia católica romana obtenía grandes beneficios de sus tierras y también los mercaderes y orfebres conseguían ganancias por los préstamos. Sin embargo la usura que no era controlada por la banca y las finanzas era contra la que se dirige el Lateranense y que marcaría una marcada diferencia entre los países de la Reforma y el Catolicismo romano.
Al separarse y secularizarse los negocios de la esfera de la autoridad de la iglesia, el empresario, aunque siguiese teniendo a la religión como mecanismo de sanción moral, liberó energías e hizo florecer ambiciones en individuos que se estaban convirtiendo ya en capitalistas. El Protestantismo, es cierto, ayudó a romper la cubierta de costumbres, tradiciones y autoridad que imponía la iglesia católica, pero mas que nada, en el protestantismo, los individuos encontraron mayores posibilidades y el triunfo de los nuevos valores.
En esta industrialización del campo, el los últimos 50 años se ha avanzado mas que en toda la historia del hombre. Sin embargo la desigualdad entre el tractor y el arado es la misma que entre los pobres y los ricos de la tierra. ¿Será pues el capitalismo la causa de todos los males?¿O será el egoísmo del ser humano y la ambición por atesorar la que produce estos desequilibrios?
Lo que nos interesa en este análisis, necesariamente sucinto, de la mentalidad capitalista, es el porqué y de donde proviene la idea de acumular capital y emprender una actividad lucrativa. Todos están de acuerdo que el calvinismo y el pietismo posterior tuvieron mucho que ver. Por una parte, según analizó magistralmente Max Weber en “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, el creyente entendió el trabajo y toda actividad humana como objeto de prueba y seguridad de estar predestinados y salvados. El “ora et labora” tenían el mismo sentido de gratitud a ese Dios que desde la eternidad les había elegido.
También necesitamos saber si este espíritu del capitalismo nacido del calvinismo es el mismo espíritu que anima la salvaje explotación actual y donde los imperios capitalistas oprimen sin piedad a los pobres haciéndolos cada día mas esclavos y dependientes. Una desigualdad que adquiere tintes de tragedia y casi cataclismo, porque el holocausto de pueblos enteros denigra al ser humano hecho a la imagen de Dios. ¿Son estos dos elementos producto de una mala definición, de una mala doctrina que entendía “vocación o profesión” como misión impuesta por Dios, un mandato celestial que exigía todas las fuerzas en forma continua y tenaz, para dedicarse en cuerpo y alma al mundo del comercio, la política, la salud y todas las demás esferas de la actividad humana?
Se ha dicho que en la Edad Media había una arraigada conciencia colectivista y cooperativista frente al individualismo moderno generador del capitalismo. Sin embargo algunos autores sostienen que si bien los grupos y los gremios, la aldea y la iglesia ejercían una fuerte unión, no por ello la gente se consideraba colectivista, ni hubo una ruptura brusca hacia el individualismo renacentista. Por otra parte, el papel que se le atribuye al hecho religioso, en unos casos como obstaculizador y coercitivo –en el caso católico- y en otros sirviendo de instrumento y de “espíritu” del capitalismo –caso protestante- para su plena irrupción, no es siempre cierto, pues Lutero aceptaba las doctrinas de los escolásticos del “precio justo” y que eran similares a las decretadas en el Concilio Lateranense de 1179 y Calvino, un poco mas flexible, también se oponía a la obtención de réditos en los préstamos que se daban a personas necesitadas que tenían que resolver una desgracia.
El usurero no era el único actor en el préstamo del dinero, porque la misma Iglesia católica romana obtenía grandes beneficios de sus tierras y también los mercaderes y orfebres conseguían ganancias por los préstamos. Sin embargo la usura que no era controlada por la banca y las finanzas era contra la que se dirige el Lateranense y que marcaría una marcada diferencia entre los países de la Reforma y el Catolicismo romano.
Al separarse y secularizarse los negocios de la esfera de la autoridad de la iglesia, el empresario, aunque siguiese teniendo a la religión como mecanismo de sanción moral, liberó energías e hizo florecer ambiciones en individuos que se estaban convirtiendo ya en capitalistas. El Protestantismo, es cierto, ayudó a romper la cubierta de costumbres, tradiciones y autoridad que imponía la iglesia católica, pero mas que nada, en el protestantismo, los individuos encontraron mayores posibilidades y el triunfo de los nuevos valores.
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