Las políticas para corregir las desigualdades y reparar las injusticias en el mundo, no han funcionado. Hace ya más de treinta años que en la Asamblea General de las Naciones Unidas, por poner un ejemplo, se hablaba de la necesidad y la urgencia de establecer un Nuevo Orden Internacional basado en “la equidad, la igualdad soberana, la interdependencia, el interés común y la cooperación de todos los Estados, para corregir l"/>
Las políticas para corregir las desigualdades y reparar las injusticias en el mundo, no han funcionado. Hace ya más de treinta años que en la Asamblea General de las Naciones Unidas, por poner un ejemplo, se hablaba de la necesidad y la urgencia de establecer un Nuevo Orden Internacional basado en “la equidad, la igualdad soberana, la interdependencia, el interés común y la cooperación de todos los Estados, para corregir l
11 DE JUNIO DE 2007 · 22:00
La globalización beneficia a los que detentan el poder en el mundo, el poder político y, fundamentalmente, el poder económico. Este sistema no se ha impuesto a través de guerras, ni de revueltas de armas, ni a través de discursos políticos. Se han usado fuerzas extraordinarias y agentes específicos.
Son los siguientes:
Las fuerzas extraordinarias: Éstas han sido fuerzas económicas, la fuerza del dios Mammón, la fuerza del dinero y la fuerza del dios Mercado. Junto a estas fuerza, una más, importantísima en el mundo hoy: la fuerza de los Medios de Comunicación, los poderes mediáticos.
Los agentes específicos: Éstos han sido las naciones más ricas del mundo encabezadas por los Estados Unidos, usando las más fuertes instituciones financieras del mundo: El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio. Desde estas instituciones se han estado marcando políticas de ajuste estructural que se imponen a los pueblos más pobres de una manera muy dura, más aún si pensamos que muchos de ellos tienen que hacer frente a las demandas de la deuda externa.
Para las políticas globalizadoras, parece que la solidaridad humana está opuesta al crecimiento económico. Así, los países dominantes a través de sus multinacionales y de sus instituciones políticas y económicas, buscan más el lucro y los intereses económicos que el posibilitar que los pobres del mundo tengan acceso a los alimentos.
Por eso, hoy, por globalización vamos a entender un sistema que proviene y favorece a las minorías ricas, a los privilegiados del planeta que con su exceso de consumo de todo tipo desequilibran la humanidad y dejan tirados a muchos pueblos en la miseria y pobreza extrema. Es el gran escándalo de la humanidad ante el cual el cristianismo no puede estar callado. Sería un pecado de omisión de la ayuda. La globalización, por tanto, está unida a los sistemas de producción capitalista y, en concreto, al capitalismo neoliberal y a sus políticas económicas que, en muchos casos se impone sobre los propios Estados del mundo impidiéndoles que lleven a cabo sus políticas sociales y redistributivas de los bienes. Los Estados, con respecto a la fuerza de los mercados y de la economía, cada vez tienen menos poder. Hoy se impone la fuerza del mercado, de los poderes económicos y de los poderes mediáticos. Se sitúan por encima de los propios Estados del mundo.
Ante esto la Iglesia y los cristianos, con una fe que tiene que estar activa, no pueden permanecer totalmente pasivos, indiferentes y de espaldas a estas políticas económicas neoliberales. Siempre se puede hacer algo. Siempre se puede tener un margen de influencia solidaria. Siempre se puede levantar la voz profética en contra de estas estructuras económicas de poder que excluyen a más de media humanidad. Por tanto, los cristianos, con la idea de justicia bíblica que marca el imperativo profético de “hacer justicia” -aplicables bíblicamente al huérfano, la viuda y los extranjeros, pero que hoy se extendería a cantidad de colectivos oprimidos-, deberían estudiar y analizar críticamente la globalización.
La concienciación política y el estudio de la realidad social y económica, deberían ser herramientas de apoyo para encauzar la solidaridad cristiana y la denuncia profética que recoge Jesús mismo. Es verdad que no es tarea fácil el cambiar las situaciones de injusticia y de desequilibrio económico del mundo globalizado, pero debemos ser, frente a estas realidades, inconformistas, críticos, solidarios y transformadores de la realidad, siempre fundamentados en las utopías del Reino que nos deben dar fuerza y valor para esta lucha a favor de los pobres del mundo a los que debemos de acercar y hacer realidad los valores del Reino.
El desafío de las políticas de globalización capitalista, requiere que los cristianos vivan la espiritualidad cristiana arraigada en la realidad sociopolítica y económica, construyendo toda una pastoral de la pobreza que nos lance, en nombre de Jesús, a la búsqueda del compromiso, de la justicia y de una mejor redistribución de los bienes del planeta tierra entre todos los hombres.
La espiritualidad cristiana, si vemos el ejemplo de Jesús, incluye la liberación de los oprimidos y de los injustamente tratados. Sólo hay que ver el programa integral del ministerio de Jesús en Lucas 4 citando al profeta Isaías. Jesús no fue ajeno al sufrimiento de los hombres ya fuera por causas políticas, económicas o religiosas. La gran aportación política del cristianismo con respecto a las políticas de globalización, sería el globalizar la denuncia sociopolítica a favor de los oprimidos y pobres del mundo, globalizar un clima de paz y de solidaridad entre los hombres, globalizar el amor que nos debe llevar al concepto de projimidad, incluyendo el concepto ya comentado de projimidad política. Globalizar un grito profético a favor de los débiles y excluidos del sistema de la globalización. Yo creo que así, la adoración, el culto, la oración y la evangelización, alcanzarían su pleno sentido.
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