Cristo, el Centinela de Ricardo Falla

Ricardo Falla, miembro de la Generación del 70, es un poeta cuyas invocaciones contienen el ámbar de los tiempos junto al Amor que mana del Reino.

01 DE FEBRERO DE 2013 · 23:00

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UN POETA PERUANO Nacido en Lima, el año 1949, Ricardo Falla Barreda es un poeta que mucho aprecio, al margen de la profunda amistad que me liga desde hace dos décadas, cuando nos conocimos en la universitaria Salamanca, bastión de referencia para el mundo cultural iberoamericano. Peruano y bien peruano, Falla dice en un antológico poema de 1982: “Vivir en el Perú/ con la ternura de quien sabe por qué/ resulta una violenta paradoja/ y digo llenándome de tormenta la boca:/ Si el acto fundamental de la vida es entregar el amor sin que lo pidan…”. Él, con estudios en Filosofía y Literatura, es profesor en la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la más antigua de América; también ha sido profesor visitante en universidades francesas, italianas y españolas. Salamanca fue, es y será lugar de continua visita y de vivencias, de investigaciones y de lectura de su obra, no sólo poética, sino también ensayística. Aquí tiene tan buenos amigos como Carmen Ruiz Barrionuevo, Alfonso Ortega Carmona, María Koukentaki, Eva Guerrero, Jacqueline Alencar o Ángel San Juan Marciel. Precisamente, su último periplo por la capital del Tormes fue hace ahora un año. El pasado 1 de febrero de 2012 presentó su libro Letras bizantinas, inicios del discurso narrativo peruano (Lima, 2011). Fue en la Sala de la Palabra, y allí también leyó algunos poemas espigados de su vasta obra publicada, que comprende títulos como Pequeña historia de conciencia (1971); Contra viento y marea (1973); Mi Capital (1979); Poesía abierta (1982) e Interludios (2006). Aquí hablamos por enésima vez de nuestro querido Alejandro Romualdo, recordando anécdotas del Poeta-Poeta ya fallecido. Aquí departió largo, cena por medio, con nuestro paisano Carlos García Miranda, fallecido meses después, el 16 de mayo. Aquí, en la Salamanca que tanto quiere, Ricardo Falla está dejando la fuerza de su palabra poética. Aquí, aunque él viva allí. Ricardo Falla, miembro de la Generación del 70, es un poeta cuyas invocaciones contienen el ámbar de los tiempos junto al Amor que mana del Reino. Poesía esencial, más que existencial. Poesía capaz de frotarnos el corazón. Yo la aprecio y la llevo dentro. CRISTO ES EL CENTINELA Tanto Ricardo Falla como su esposa, Sonia Luz Carrillo (excelente poeta y también profesora de la Universidad de San Marcos) son profundamente cristianos. En la Sala de la Palabra leyó un poema incluido en Interludios, texto que merece estar en cualquier antología cristiana. Cristo es el Centinela de Ricardo Falla. En sus versos reconoce que “Sólo sé que no es de mármol o de piedra alguna”. Y también: “Tiene como misión/ cuidarme de los habitantes del polvo/ aquellas criaturas nacidas del abandono/ y de la muerte sin agonía/ Es el destino del centinela…”. CENTINELA Armado de hondas palabras para subir y bajar por la realidad que late en el corazón abro la ventana y un niño me mira esperando mis gestos me indica con el dedo las distinciones que hace la voz entre quien razona y quien sólo piensa entre quien cumple un acto y quien sólo crea entre quien habla y quien sólo pronuncia palabras Y quedo absorto por los sucesos de la voz especialmente cuando decía ante las puertas que dan acceso a la tierra que el soliloquio es un imposible en el idioma del amor pero de tanto intentarlo el nunca creador se hace patente en la angustia que me anima Y de mis dolientes y dispersos poemas se hace visible el centinela que mira sin límites el ímpetu de la esperanza que día a día me hace mejor ante el presente y las disoluciones del tiempo que lo habita estoy vivo estoy patente estoy callado Mi casa tiene un centinela como todo lo minúsculo que el silencio guarda Sé quien es pero no sé de dónde vino ni por qué me cuida de los ruidos del mundo Sólo sé que no es de mármol o de piedra alguna Todo lo sabido lo entrega en documentos Toda la gravitación del deseo descubre lo que decía un hombre ambicioso ¿Dónde se encuentra la ingenua metáfora? ¿Dónde la forma de plenitud trazando el significado del burdo? ¿Dónde está la melancolía y sus vocablos? El centinela pasa el celo a la mirada de cada mañana Su centro de interés es el peligro de la filosofía humosa y de la vida carente de vida Tiene como misión cuidarme de los habitantes del polvo aquellas criaturas nacidas del abandono y de la muerte sin agonía Es el destino del centinela Él como nadie sabe que la realidad da vueltas y vueltas y cambia sabiendo que hay una cosa que no cambia cuidarme la vida y no dejar pasar a la muerte por mucho que se disfrace de lectora o de juventud sin final Estoy parado junto al centinela hablando sobre lo que late en mi corazón y de mi destino silencioso pensando visitar la casa de mis amigos y de lo agradable que resulta buscar la felicidad sabiendo lo esquiva de su existencia Y quedo soñando en la esperanza de pie ante el suspenso de cada día y los olvidos de las explicaciones El centinela me hace una seña no por mi soliloquio advertido por el inquieto dedo de un niño sino por las frecuentes paradojas de mi vida La sabiduría muestra su carencia de prisas El centinela susurra una canción y en un abrir y cerrar de ojos desaparece de mi vista quedando mi sombra y la suya listas para cumplir cada una con su aventura en la verdad de una inaudible creación.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - POR EL ÚLTIMO ADÁN - Cristo, el Centinela de Ricardo Falla