Atender al necesitado cuando falta la libertad religiosa
Nuestros hermanos tienen que percibir que no están solos, que hay una comunidad que les acompaña y les sostiene en oración.
12 DE JULIO DE 2020 · 13:00

La ausencia de libertad religiosa suele tener asociadas otras mermas de libertades para las personas, como la libertad de expresión, de reunión o de conciencia que son inherentes a derechos básicos de la persona. Esta falta de libertades suele darse en un ambiente de intolerancia y fanatismo con el que se impregnan todos los estratos sociales y todas las áreas de la vida.
Las consecuencias de vivir en un ambiente de este tipo son terribles porque posibilita la arbitrariedad de quien tiene poder de algún tipo sobre ti. Así, puede ser difícil conseguir empleo o ser despedido sin causa justificada; sufrir discriminación en la escuela; que te suspendan sólo para arruinar tu curriculum y que no tengas acceso a estudios superiores; que te detengan por dar testimonio público, o no te permitan casar. No me estoy inventando nada. Esto mismo pasaba en España no hace tanto. Mi propia generación, y anteriores, lo vivió y lo sufrió.
Hoy hay muchos países donde no existe libertad religiosa, incluso donde se persigue abiertamente a cristianos. Otros en los que sin estar perseguidos explícitamente, se toleran todo tipo de actitudes hostiles hacia las minorías religiosas. Los modos de operar en cada situación y las necesidades de los discriminados, dependerá de cada contexto particular.
La infancia sufre la falta de libertad religiosa de manera más intensa. Un niño no elige donde nace. Lo hace en el seno de una familia, y de una comunidad, donde muchas cosas le vienen dadas, entre ellas la religión. Tal vez su familia no tiene recursos suficientes y su desarrollo se resiente. Tal vez no puede ingresar en una escuela y no podrá desarrollar sus capacidades intelectuales. Tal vez sí lo haga, pero sea discriminado. Tal vez sufra el desprecio o la humillación por ser “diferente”. Tal vez le sea difícil tener amigos. Tal vez sufra carencias que le acompañarán toda su vida. Puede que esto le haga resiliente, pero a un precio elevado.
En cualquier situación será fundamental que la minoría religiosa desarrolle identidad de comunidad, de cuerpo, donde todos dependen de todos, y todos se ayudan unos a otros. Es la respuesta que dio la iglesia primitiva a la primera experiencia de persecución, según vemos en Hechos. Su propósito era que no hubiera “necesitados” entre ellos, para lo cual organizó un equipo que atendía este ministerio. Pero no se trataba de institucionalizar el trabajo para cubrir la necesidad, los apóstoles instan a que los creyentes se cuiden unos a otros, sean hospitalarios, procuren el bien de los que les rodean. Somos llamados a compartir, a servir, a administrar con sabiduría lo que el Señor ha puesto en nuestras manos a favor del “prójimo” que encontremos en nuestro camino.
Esta identidad de cuerpo, de comunidad, debe transcender lo meramente local. El pueblo de Dios es uno, aunque esté físicamente en diferentes países. Es un cuerpo, y como tal, si un miembro se duele, todo el cuerpo se duele. ¿De qué manera, entonces, podemos ayudar a esa parte del cuerpo perseguido que está sufriendo?
Podemos apoyar ministerios que focalizan su acción en este tipo de situaciones.
Podemos apoyar ministerios que permiten hacerles llegar biblias y material cristiano que fortalece su fe.
Podemos apoyar ministerios que tengan como fin dar respuesta a situaciones concretas de necesidad. Por ejemplo, si la situación es de dificultad para conseguir empleo, apoyar con microcréditos para que las familias puedan autosostenerse y eludir así el prejuicio de empleadores locales.
Podemos apoyar ministerios que promuevan el desarrollo integral de los niños (físico, intelectual, emocional y espiritual*), en contextos de persecución.
Podemos apoyar actividades que ayuden a desarrollar una cultura de tolerancia, integración y respeto a los diferentes.
Podemos facilitar la adquisición de locales de culto para evitar los alquileres abusivos o la prohibición a la titularidad a los propios del país.
Podemos promover iniciativas legislativas que permitan cambios que faciliten la convivencia en libertad.
Podemos promover denuncias públicas de situaciones que obliguen a los gobiernos a cambiar posturas.
Pero, sobre todo, podemos orar por ellos, interesándonos por la problemática de nuestros hermanos para presentar nuestro ruego ante el Padre sobre situaciones específicas con información veraz.
Nuestros hermanos tienen que percibir que no están solos, que hay una comunidad que les acompaña y les sostiene en oración. Que se sabe cuerpo con ellos y que tiene su misma esperanza.
*Lucas 2:52
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - #Perseguidos - Atender al necesitado cuando falta la libertad religiosa