La verdad y “lo políticamente correcto” (II)
Todavía podemos aferrarnos a aquello que desde las Escrituras nos parece suficientemente sólido, claro y por tanto, válido como para creerlo, practicarlo y defenderlo, ante cualquier foro.
20 DE AGOSTO DE 2025 · 15:15

En la pasada exposición nos quedamos en que todos los profetas falsos, a una, anunciaban al rey Acab la victoria en una guerra que él quería emprender.
Dado que eran cientos de profetas los que decían una cosa, por agradar al rey Acab, podríamos decir que eso sería lo que hoy podemos definir como “lo políticamente correcto”.
Pero a petición del rey de Judá, Josafat, fue traído ante el rey Acab el verdadero profeta de Dios, Micaías, quien a causa de su fidelidad a Dios y que él decía siempre la verdad, se encontraba en prisión.
La verdad –aletheia-: La realidad que hay en el fondo de la apariencia
Pero antes de seguir adelante, conviene aclarar cuál es el significado del término “verdad”. Cuando leemos la respuesta de Micaías al rey Acab, nos damos cuenta de cuán lejos estaban los falsos profetas y todos cuantos les seguían de la verdad de Dios; principalmente el rey Acab.
A veces hablamos y hablamos de “la verdad” sin darnos cuenta del verdadero significado etimológico del término “verdad”. En griego, verdad, aletheia significa “la realidad que se encuentra en el fondo –o detrás- de la apariencia”. De ahí que, en todo caso, la verdad exija ser descubierta/desvelada ya que en muchos casos aquello que parece “verdad” no lo es.
Micaías llevado ante el rey Acab
El profeta Micaías acababa de recibir un apercibimiento del parte del rey Acab a través de su emisario para que le dijera la verdad:
“He aquí que las palabras de los profetas a una voz anuncian al rey cosas buenas; sea ahora tu palabra conforme a la palara de alguno de ellos, y anuncia también buen éxito” (V.13)
Hoy día las personas de todo tipo son puestas en evidencia en los espacios públicos, con la idea de que se manifiesten sobre muchas cosas, de las cuales los poderes diversos están muy interesados en imponer.
Cuestiones sobre el matrimonio, el sexo, la familia; sobre lo que son los “mensajes de odio”, la xenofobia; sobre algunos conflictos bélicos, (unos más que otros, claro) y un largo etc.
Y antes de dar las respuestas, los así interpelados saben que si no responden acorde con “lo políticamente correcto” lo pasarán mal. Algunos por no posicionarse del lado “correcto” han perdido sus empleos, y hasta les han arruinado sus negocios y sus vidas. Así es la tiranía de “lo políticamente correcto”.
La verdad/realidad que vio el profeta Micaías
Lo que vino a continuación es motivo de discusión entre los diferentes teólogos. Unos dicen que Micaías usó una especie de parábola por medio de la cual anunció el desastre que ocurriría si el rey Acab iba a la guerra.
Quiere decir que ellos no creen en la existencia de un mundo espiritual, lo niegan y afirman que “todo eso forma parte de los mitos que aparecen en la Biblia”.
Lo cierto es que al profeta Micaías le fue revelado algo de lo cual se nos habla en todas la Escrituras. Y es que mucho de lo que pasa en el mundo en relación con las guerras y conflictos entre personas y países, se decide en una dimensión espiritual a la cual no tenemos acceso.
Esta realidad espiritual es algo que también vemos en el libro de Daniel, 9 y 10; y de forma mucho más clara en el Nuevo Testamento, en el cual las referencias a los poderes espirituales es abundante (Ef.1.21-22; 3.10; 6.11-12. Col.1.15-16; 2.14-15; 1ªP.3.22). Pero lo que sucede en “los lugares celestiales” no está al alcance de los seres humanos.
No obstante, en algunas ocasiones les fue revelado a los profetas de Dios. Sin embargo, aunque sea un misterio para nosotros, sí podemos influenciar en esas esferas espirituales por medio de la oración. De ahí la necesidad de orar tanto por el pueblo de Dios como por nuestra nación y por el mundo en general.
El asunto es que al profeta Micaías le fue mostrada una visión en la cual Dios da permiso a un “espíritu” para que vaya y sea “espíritu de mentira” en la boca de los profetas de Baal, desviando al rey Acab de la verdad del desastre que iba a suceder e incluso de su propia muerte. (Ver, 2ªReyes, 22.19-23). Por eso Micaías dijo al rey Acab:
“Y ahora he aquí Yahwéh ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y Yahwéh ha decretado el mal sobre ti” (Vr.23) 1
Ese “permiso divino” sucede cuando el ser humano se empeña en ir en contra de los designios del dios y Creador del ser humano. Y es bueno recordarlo, porque es entonces cuando Dios, en una acción judicial, decreta que si los seres humanos están empeñado en el mal, Él los abandonará a su suerte en manos de fuerzas maléficas de tal manera que trabajarán para su propia ruina. Al final, dice el texto bíblico que “recibirán en sí mismos la retribución debida a su extravío”. (Ver Romanos, 1.24,26,28).
Y el rey Acab era de los que se empeñaban en andar en su propia maldad, una y otra y otra vez sin atender a los requerimientos divinos.
Así que Micaías no tenía más remedio que decir la verdad (“la realidad que se encuentra en el fondo de la apariencia”) O: “la realidad que se opone a la mentira que la mayoría está afirmando por doquier como si fuera verdad”. Eso será duro para el profeta ¡y hasta peligroso!
Los profetas falsos estaban poseídos de “un espíritu de mentira” que induciría al rey Acab a ir a la batalla. Ellos eran “la mayoría” y Micaías estaba solo; nunca mejor dicho.
Para el rey Acab, era lógico que la razón estuviera de parte de “los muchos” y no de un “pobre desgraciado” como Micaías, que “siempre anunciaba cosas malas” al rey Acab.
El panorama de la visión que se le dio al profeta Micaías, no podía ser más desolador. Es decir aletheia: “la realidad de lo que hay tras la apariencia y lo que será el final de la batalla:
“Yo vi a Israel esparcido por todos lo montes, como ovejas que no tienen pastor; y Yahwéh dijo: Estos no tienen señor; vuélvase cada uno a su casa en paz” (V.17).
El rey Acab no estaba interesado en conocer la verdad, sino en hacer lo que le venía en gana. Por eso, cuando el rey oyó estas palabras de Micaías, se dirigió al rey Josafat y le dijo:
“¿No te lo había dicho yo? Ninguna cosa buena profetizará acerca de mí, sino solamente mal” (Vr.18).
La oposición siempre dispuesta a impedir que se conozca la verdad
Entonces cuando Micaías anunció la derrota de Acab, un tal Sedequías, el principal entre los falsos profetas viendo que Micaías había profetizado lo contrario que lo que decía él y su compañía de profetas…
“se acercó y golpeó a Micaías en la mejilla, diciendo: ¿Por dónde se fue de mí el Espíritu de Yahwéh para hablarte a ti? Y Micaías le respondió: He aquí tú lo verás en aquel día cuando te irás metiendo de aposento en aposento para esconderte” (Vv.24-25)
Por su fidelidad a la verdad, el profeta Micaías volvió a prisión
El mensaje de Micaías no podía ser más negativo, negro y sombrío, tanto para el rey Acab, los falsos profetas, así como también para el pueblo de Israel.
Al pobre Micaías no le quedaba ninguna opción para ni premiado o liberado por el rey. ¡Al contrario! Él no se comportó como el rey Acab y los demás esperaban.
Él no transigió estando en una situación, en franca minoría y sin el favor del rey ni de nadie, excepto de Dios mismo. El profeta no se dejó llevar por el “entusiasmo” de los que llevados por intereses espurios se dejaron engañar por “un espíritu de mentira”; tampoco se dejó influir por el favor del rey Acab.
Eso le hubiera dado un vuelco a “su vida personal” muy “positivo”. Tampoco buscó la comodidad tratando de escapar de la cárcel; ¿Por qué volver a la prisión otra vez? ¿No era mejor aceptar “la línea favorable”, y “lo políticamente correcto” que era lo que afirmaba “la mayoría”?
Pero fue precisamente por no plegarse a lo “políticamente correcto”, que el profeta Micaías tuvo que sufrir nuevamente el rechazo, el odio y aun la cárcel:
“Así ha dicho el rey: Echad a este en la cárcel, y mantenedle con pan de angustia y con agua de aflicción, hasta que yo vuelva en paz”.
Pero Micaías que había oído la orden del rey Acab, le dijo:
“Si llegas a volver en paz, el Señor no ha hablado por mí” (V.28).
El resto de la historia se puede leer en el mismo capítulo y constatar que a pesar de las argucias del rey Acab, disfrazándose para escapar de la muerte profetizada por el profeta Micaías “una flecha disparada a la ventura hirió al rey de Israel por entre las junturas de la armadura…” lo que le causó la muerte. (V.34).
Todo lo cual nos lleva a pensar una y otra vez, que la verdad de las cosas nada tiene que ver con “lo políticamente correcto” y que en muchos casos, esa postura está más alejada de la verdad de lo que la gran mayoría cree.
Conclusión
A la luz de todo lo expuesto, seguramente nos viene a la mente la realidad que estamos viviendo hoy sobre la dificultad de conocer “la verdad” en relación a todo cuanto vemos y oímos.
Quizás nunca ha sido más fácil engañar a la masa de la sociedad, porque nunca han existido tantos medios por los cuales comunicar contenidos, mensajes, noticias, etc., por medio de los cuales llevar a gran cantidad de gente a pensar y actuar como los principales manipuladores de la realidad quieren.
Qué razón tenía el sociólogo Zygmunt Bauman al definir la sociedad de este tiempo como la “sociedad líquida”, de naturaleza inestable en la cual nada permanece porque, al parecer, no hay absolutos.
Pero claro, para llegar a poder definir la sociedad como lo hizo Bauman, había sido necesario, previamente, ir introduciendo cambios en la forma de pensar y actuar de las personas; y esa tarea no iba a ser fácil.
Pero poco a poco se ha ido consiguiendo, usando de todos los medios que, como decíamos antes, no son escasos, pero sí muy eficaces; primero atacando aquellas bases sólidas de las cuales se derivan los “absolutos”.
Y aquí nos referimos, por la parte que nos toca a los seguidores del Señor Jesús, a la validez permanente de las Sagradas Escrituras, con su mensaje central, referente a la persona, obra y enseñanzas del Señor Jesucristo.
Ciertamente, cuando el Apóstol Pablo contrastaba la vida de los seguidores de Jesús con su entorno social, él escribió:
“Mas vosotros no habéis aprendido así a Cristo, si en verdad le habéis oído y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que están en Jesús” (Ef.4.21).
Así que aquellos hermanos nuestros del siglo I tenían absolutos a los cuales aferrarse. Absolutos que se desprendían de la persona y las enseñanzas de Jesús.
Y hoy día es igual. Ante una “sociedad líquida” en la cual da igual lo que se crea o lo que se practique, en la cual nada “permanece” y todo cambia con una rapidez asombrosa, todavía podemos aferrarnos a aquello que desde la Sagradas Escrituras nos parece suficientemente sólido, claro y por tanto, válido como para creerlo, practicarlo y defenderlo, ante cualquier foro.
Y eso, sin temor a que por no seguir “lo políticamente correcto” quedemos mal ante los demás. Porque “quedar mal” por no seguir “lo políticamente correcto”, hoy día, podría suponer ser calificados como… Te dejo a ti a que añadas los calificativos con las cuales un verdadero creyente puede ser señalado hoy, públicamente, y que reflexiones sobre las consecuencias que podrían acompañar dichas calificaciones.
1. Esta es una realidad que no está limitada a los tiempos bíblicos sino que se ha venido dando a lo largo de los siglos y que tomará especial relevancia, al final de los tiempos, cuando Dios volverá a permitir que “un espíritu de mentira” ocupe las vidas de los que “no creyeron a la verdad sino que se complacieron en la injusticia”. Especialmente del “inicuo”, es decir el llamado “anticristo” el cual se servirá de “gran poder y señales y prodigios mentirosos” para engañar a las multitudes. (2ªTes.2.10-11). Igual que en tiempos del rey Acab.
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