“Yo leo solamente la Biblia…”

Cuando leo y oigo a alguien expresarse con cierto desdén sobre el estudio serio, en lo referente a la Sagradas Escrituras alegando razones infundadas, siento tristeza.

22 DE JULIO DE 2022 · 17:41

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Imagen de Alex Block en Unsplash.

He oído decir algunas veces a algunos pastores y predicadores, que ellos no leen nada más que la Biblia, pero no otros libros, ni siquiera de autores cristianos. Como si el estudio de otros libros de un signo o de otro estuviera en contradicción con el estudio de la Biblia; y como si ésta hubiera sido escrita para dar todas las respuestas de forma directa a todos los creyentes, al margen de la contribución de otros hombres y mujeres de Dios. Pero al final, si observamos bien el curso ministerial de estas personas, veremos que les falta algo y en no pocas ocasiones dicen bastantes disparates. Sin embargo para ellos es como si estuvieran diciendo algo importante. Lo malo es que dichos disparates, cuando se dicen en nombre de Dios por un hombre o una mujer, supuestamente llamados por Dios y además solamente basados en las Escrituras suelen recibirse por personas sin la debida formación, como de Dios mismo. Y eso no debería darse, porque hace mucho daño.

Claro que la Biblia debe ser el centro de nuestro estudio, y el mensaje que hemos de predicar debe estar basado y extraído de ella, teniendo como centro a la persona y la obra del Señor Jesucristo para el conocimiento de la salvación y para orientación de nuestra vida en el mundo.i La Biblia no se nos dio con otra intención y propósito. Pero además de esa consideración esencial, la Biblia fue escrita en tres idiomas diferentes: hebreo, arameo y griego koiné, así como también registra diferentes tipos de literatura; contiene historia que se da en unas zonas geográficas determinadas; principalmente la historia del pueblo de Israel. Pero también vemos varios imperios que van surgiendo uno tras otro o que, en un momento de la historia algunos coexisten al mismo tiempo. Eso por no hablar de las culturas diferentes y así, un largo, etc. Por tanto se hace necesario conocer todo lo relacionado con las culturas que aparecen en la Biblia y todo cuanto la historia secular y la arqueología, etc, pueden aportarnos en relación con la Biblia. Y cuanto más, mejor. De otra forma, como alguien ha dicho: “El que lee solamente la Biblia, al final no sabrá nada de la Biblia”ii

Será por eso que tiene mucho que ver con lo que mencionábamos antes sobre los “disparates” que a veces oímos desde los púlpitos o en mensajes de predicadores en You Tube. Unas veces por desconocimiento del mismo texto bíblico, o por el propio contexto del pasaje: lingüístico, cultural, religioso, histórico, geográfico, etc.; otras por desconocimiento de cómo interpretar las Escrituras… Así se dan a espiritualizar pasajes o los alegorizan sin venir a cuento o sin tener en cuenta el género literario del pasaje que explican. Las conclusiones disparatadas a las cuales se llegan por esas extrañas vías, como decíamos al principio, son muchas.

Al respecto de lo que decimos podríamos poner muchos ejemplos. En cierta ocasión escuchando a un predicador sobre el pasaje donde a un hombre se le cayó su hacha al ríoiii, aquel predicador sacó unas lecciones que, evidentemente el pasaje no contempla para nada. Pero como según el predicador “en toda la Biblia vemos a Jesucristo y el mensaje de la cruz”iv él se permitió ciertas licencias. Por tanto, “el hacha de hierro, representa el corazón del ser humano, duro como el hierro y como tal cae en lo profundo del río donde está el fango, que es a donde finalmente un corazón que no tiene a Cristo es arrastrado, es decir al fango moral y espiritual. Pero Dios no nos deja ahí. “El palo que el profeta Eliseo cortó y echó en el lugar donde cayó el hacha sacándola del fondo del rio y del fango, representa la cruz (ya que ‘la cruz también era de madera’) y la obra redentora de Cristo, quien por amor desciende hasta lo más profundo de nuestra inmundicia moral y espiritual y nos saca a flote liberándonos de nuestra condición”.

A este punto, gran parte de la audiencia queda embelesada y sorprendida porque antes habían leído ese pasaje tantas veces, y nunca vieron tales “maravillas”. Lógico, ¡nada de lo que dijo el predicador estaba, ni está allí! Por tanto, nadie lo vio y nadie lo verá.

Otros predicadores, tienen la “sabia ocurrencia” de ver en el pasaje de la parábola del buen samaritano, cosas que allí no se dicen, como que el mesón donde fue llevado el hombre herido representa la iglesia, el mesonero al pastor de la iglesia y los dos denarios que le dio el hombre al mesonero como pago anticipado, representan los dos pactos: el Antiguo y el Nuevo Testamento, respectivamentev. Disparates así son las conclusiones a las cuales muchos “intérpretes” de la Escritura llegan, por una “sabiduría especial” que ellos reciben.

Otros, no obstante, son más lógicos. Ellos “averiguan” la edad de la humanidad, sumando la cantidad de años acorde con las genealogías del Génesis. Además, para mayor “seguridad” suelen enfatizar el hecho del énfasis que se hace en que “fulanito era hijo de...” y vivió tantos años al cual le siguió otro, que “vivió tantos años...” etc., etc.vi Así, sumando las edades de cada uno aseguran que la humanidad no tiene más de 6000 y pico años de edad.

Por tanto, se hace necesario el uso de una sana hermenéutica que nos ayude a interpretar la Biblia de una forma correcta, hasta donde nos sea posible. Y el estudio de dicha asignatura exige algo más que “leer solo la Biblia”. De hecho la hermenéutica nos guiará a usar varios materiales extra bíblicos sin los cuales no podemos interpretar correctamente las Escrituras. Claro, damos por sentado que el que hace dicho estudio e interpretación bíblica es creyente en Cristo Jesús, y por lo cual tendrá la asistencia indispensable del Espíritu Santo, que fue el que inspiró las Sagradas Escrituras. Pero sin las consideraciones hechas y las herramientas mencionadas, el intérprete estará muy limitado. ¡Limitadísimo!

Luego, las contribuciones que han hecho los grandes teólogos a lo largo de la historia, deben ser motivo de reconocimiento y estudio, según alcancen nuestros recursos y capacidades, dado que son un precioso regalo del Señor para la Iglesia.vii Para eso hace falta una buena dosis de humildad, que hará que reconozcamos nuestras limitaciones, admiremos las capacidades y los dones que el Señor les dio a esos hombres de Dios y nuestros corazones se llenen de gratitud a Él, por la gracia derramada en su Iglesia a lo largo de los siglos. Y eso, a pesar de que al considerar tales ejemplos, “no sea oro todo lo que reluce”. Algo que también podríamos aplicarlo a nosotros mismos.

Por tanto, cuando leo y oigo a alguien decir: “Yo sólo leo la Biblia” y expresarse con cierto desdén sobre el estudio serio, en lo referente a la Sagradas Escrituras alegando razones infundadas, siento tristeza, pues quien así habla, me consta que no sabe lo que dice. Sólo añadir que ya que cumplí 54 años de vida de creyente evangélico y casi 40 en el ministerio pastoral, al mirar hacia atrás tengo el convencimiento de no haber aprovechado bien el tiempo y que debí haber estudiado muchísimo más de lo que lo he hecho. En eso, hay muchos hermanos pastores y/o misioneros que hemos conocido -y que conocemos- que son ejemplos dignos de imitar. Pero no se puede decir lo mismo de otros que, aunque con buena intención, niegan el estudio de la teología, pero a la vez no pasarían siquiera un examen sobre temas esenciales relacionados con la misma Biblia. Y eso, aunque parece que sí la conocen. Por tanto, no basta con “leer solo la Biblia” si lo que quieres es ser pastor, predicador o enseñador de las Sagradas Escrituras.


Notas

i J.5.39; 2ªTi.3.15-17.

ii Si no recuerdo mal, es de J.I. Packer.

iii 2ªReyes 6.1-7.

iv Juan 5.39.

v Lc.10.33-37.

vi Gén.5.

vii Ef.4.11-12

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