La otra mejilla y la espada, para el asesino de Mari Luz

Juan José Cortés, el pastor gitano de Huelva, ha venido mostrando una actitud ejemplar tras el asesinato de su hija Mari Luz. Su reacción es un testimonio autorizado de nuestra identidad de evangélicos; ha mostrado con elocuencia impecable qué creemos y cómo somos los protestantes, nos ha facilitado la predicación del Evangelio a nuestros amigos; estamos orgullosos de él.

03 DE MAYO DE 2008 · 22:00

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No olvidemos que entre la comunidad gitana un asesinato tan brutal tiene una retribución contundente, pero Juan José ha renunciado públicamente a esa ley étnica y ha reclamado sólo que la justicia oficial actúe, ese mismo sistema judicial que con tanta incompetencia facilitó el asesinato de su hija. Con respecto al asesino, ha dicho que no le desea los días de dolor que él mismo ha sufrido, lo que muestra su compasión evangélica, y al mismo tiempo está reclamando la cadena perpetua para este tipo de crímenes; ¿hay contradicción entre las dos cosas? En mi criterio, no. Entendemos bien su actitud de gracia, renunciando a la ira, y debemos entender también que sería temerario dejar en la calle al asesino pederasta. Como individuos debemos estar dispuestos a perdonar, pero la sociedad caída necesita mecanismos restrictivos y punitivos ejercidos por la autoridad legal que limiten los efectos del pecado en forma de asesinato, injusticia, opresión, robo, etc. Mt 5 nos indica cuál debe ser nuestra actitud como individuos cuando sufrimos la agresión y Ro 13 nos muestra cuáles deben ser los mecanismos coercitivos que como sociedad debemos utilizar para poner límite a los efectos sociales de la corrupción integral del hombre. Una sociedad permeada por los valores cristianos debe fomentar entre sus individuos la actitud de la otra mejilla de Mt 5.39, pero tiene la responsabilidad como sociedad de hacer uso coercitivo de la “espada” de Ro 13:3-4. En estos días se cumple un año del martirio de nuestros tres hermanos en Malatya (Turquía); Susanne, la mujer de Tilman Geske, dijo que quería visitar en la cárcel a los asesinos de su marido para decirles que les perdonaba y una periodista turca dijo que sus palabras hablaron más fuerte que mil misioneros cristianos; nos descubrimos ante su gesto, pero sería temerario que ese perdón llevase a la puesta en libertad de aquellos terroristas islámicos porque supondría un acicate y una vía libre para que se multiplicasen los asesinatos de cristianos. Alabamos la actitud equilibrada de Juan José hacia el asesino de su hija; está libre de rencor hacia el asesino y al mismo tiempo pide la cadena perpetua para su asesinato: la gracia hacia el asesino debe acompañarse de la protección de la vida de niños como Mary Luz.

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