Rodolfo González Vidal: Soy discípulo de Trenchard
Rodolfo González Vidal tiene que aportar a nuestra historia evangélica, especialmente a lo que hoy llamamos GBU.
23 DE JUNIO DE 2012 · 22:00
Hoy recorremos Zamora (Castilla y León), capital de la provincia que lleva el mismo nombre. Levantada a orillas del río Duero, en el Noroeste de la Península, alberga el mejor románico de España y está incluida en la Ruta Europea del Modernismo. Allí, en la Iglesia Evangélica de la calle Leopoldo Alas Clarín, tuve la oportunidad de conocer a Rodolfo González Vidal, quien mucho tiene que aportar a nuestra historia evangélica, especialmente a lo que hoy llamamos GBU.
Por parte de su familia materna viene de los primeros evangélicos de la España contemporánea. “Yo me entregué al Señor siendo de 12 años, y desde entonces mi interés principal es servirle”, dice. “Estudié veterinaria, especializándome en salud pública, por lo que he dedicado mi labor profesional al control de enfermedades de posible transmisión animal-hombre, directamente o por medio de los alimentos”.
Pregunta.- ¿Cuándo se establece la Iglesia Evangélica en Zamora? ¿Podría hacernos una breve génesis?
Respuesta.-Desde 1876 misioneros ingleses venían testificando en la zona norte de la provincia. Concretándonos a la ciudad de Zamora (anteriormente se había iniciado la obra de Dios en las comarcas de Villaescusa, Castrogonzalo y Tábara), Mr. William Willies comienza a colaborar en la obra iniciada en la provincia de Zamora, en la zona de Tábara (1900), con el apoyo fraternal de D. Federico Gray, establecido en Valladolid, Mr. George A. Wightman, William Proudfoot y otros siervos de Dios. Se casó en 1903 con Mrs. Greener, quien ya llevaba un año sirviendo al Señor como enfermera en Vigo, y tres años más tarde se establecen en la ciudad de Zamora que consideran lugar estratégico por sus buenas ferias mensuales de ganado y mejores oportunidades de contacto con las gentes. Inician el testimonio cristiano en su propia casa, que abren para predicar el evangelio. Comienzan una floreciente escuela dominical e intentan abrir escuela diaria, pero la dura oposición del catolicismo frena un tanto sus propósitos. El Obispo publicó una obra de más de 40 páginas, La peste protestante: sus fechorías, errores y consiguientes escándalos, cuyos capítulos fueron leídos cada domingo en todas las parroquias de la ciudad. La señora Willies falleció en 1919 dejando seis hijos, lo que obligó a la familia a regresar a Inglaterra. La mayoría de los convertidos emigró ante las dificultades para encontrar trabajo. Allá por 1928, mi padre y D. Arturo Shallis asistieron al entierro del último creyente de aquel grupo zamorano. En 1958 me encontraba en una escuela bíblica en Inglaterra, aprovechando la luna de miel, y tuve que volver a España sin acabar el curso porque se produjo una reestructuración de los servicios veterinarios de España y me destinan provisionalmente a Zamora como jefe de los servicios veterinarios de sanidad. Yo había solicitado y me correspondían Valladolid u Oviedo, así que presento mi queja al llegar a Madrid y me piden que no reclame porque en seis meses se producirían los destinos definitivos. Al llegar a Zamora encontré a una sola creyente en la ciudad, Elisa González, que había sido desterrada de Benavente porque, en su celo de recién convertida, había llevado a una reunión evangélica a sus alumnas de la academia de corte y confección que regentaba. Era una mujer extraordinaria. Comenzamos a reunirnos en su domicilio con los vecinos a quien ella interesaba y fue creciendo el grupo hasta el punto en que ya no cabíamos en su casa. La necesidad de atender a la congregación naciente, transformó los seis meses previstos para permanecer en Zamora, en mi destino definitivo. Eran tiempos heroicos y pasamos vicisitudes inconcebibles en el día de hoy.
P.- Hablemos de libertad religiosa. ¿Cómo vivía un evangélico de Castilla y León en la época franquista?
R.-A medida que nos alejábamos de 1936 aumentaba la tolerancia religiosa. En 1966 no cabíamos en la sala de estar del domicilio de Elisa, así que nos atrevimos a comprar una vivienda en planta baja para reunirnos. Tiramos los tabiques y nos quedó un local precioso para las necesidades de la congregación. Después de vicisitudes que alargarían esta nota, conseguimos autorización municipal para la obra y tolerancia para las reuniones más o menos públicas. En una ocasión recibí visita de la policía secreta en mi domicilio, solicitando información de nuestras actividades y relación de los miembros, a lo que contesté que los asistentes eran ocasionales y los realmente convertidos los anotaban en los cielos, a cuyo registro no teníamos acceso. Muy cortésmente se conformaron con la respuesta. Por razones profesionales yo tenía que visitar al Gobernador Civil, pero nunca me suscitó el tema evangélico. Cada primero de noviembre celebrábamos un culto en el cementerio civil desde las cuatro de la tarde hasta que anochecía, si el tiempo nos lo permitía. Eran pequeños mensajes de 10/20 minutos alternados con cánticos, con gran concurrencia de público. En cierta ocasión en que nos visitaban dos jóvenes argentinos, con buen mensaje, el obispo católico interino asistió entre el público, juntamente con su auxiliar, durante un corto mensaje, y como anunciamos que tendríamos reunión aquella noche en nuestra iglesia aprovechando la presencia de los argentinos, también se presentaron el obispo auxiliar y su ayudante, con los que he mantenido buena relación desde entonces, aunque cada vez más distante. La tolerancia hacia los evangélicos fue creciendo poco a poco hasta la promulgación de la llamada Ley de Libertad Religiosa, que en la práctica llamábamos de “restricción religiosa” y que poco a poco se ha ido ampliando hasta la situación actual.
P.- Antes de la creación de GBU, ¿hubo algunos intentos de formar movimientos cristianos en la universidad?
R.-Personalmente he sentido la responsabilidad del testimonio en la Universidad y hubo hermanos como D. Edmundo Woodford, D. Juan Biffen y, por supuesto, mi padre, que me estimulaban en este aspecto; pero la oportunidad era muy pequeña, pues apenas había estudiantes evangélicos en toda España, y menos aún entre las llamadas “Asambleas de Hermanos” en aquellos tiempos de la posguerra. Tuve oportunidad de asistir a la Asamblea Europea de IVCF que se celebró en París en 1960, donde pude establecer contacto con Stacey Woods y otros líderes como Alejandro Clifford, Samuel Escobar, René Padilla… que me llenaron de sana envidia de lo que en otros países se estaba haciendo. Intenté contactar con los estudiantes evangélicos de Madrid, que no llegaban a media docena, y nos reunimos tres o cuatro veces tratando de establecer lazos fraternales en el testimonio universitario, sin mucho éxito. S. Woods, secretario general de IFES, nos visitó, creo que al año siguiente, y pudimos convocar una reunión con los estudiantes madrileños de la que marchó tan desilusionado que concluyó no era posible pensar en establecer testimonio evangélico en la universidad española. A título personal mantuve contacto con los pocos estudiantes extranjeros en Salamanca, e intentamos mantener alguna reunión en el Colegio Mayor donde residía Carlos López, estudiante portorriqueño de medicina, pero con tan poco éxito que la cambiamos por visitas fraternales que él nos hacía en mi casa de Zamora. Estoya fue con más éxito, ¡pues se casó con una estudiante zamorana de magisterio y se nos la llevó para su país!
P.- ¿Cómo y por quiénes se forma GBU?
R.-Mis responsabilidades en la iglesia de Zamora absorven mis fuerzas al tiempo que la situación económica del país mejora y surgen más estudiantes evangélicos, lógicamente en las grandes ciudades, de las que yo personalmente estaba alejado. Entonces llegan a España Ruth Siemens, David Burt, Stuart Park, quienes toman el testigo y por consiguiente pueden informar con más precisión que yo respecto a cómo se inició la obra entre los universitarios.
P.- Hablando de evangelizar entre los universitarios, surge esta pregunta: ¿deben ir de la mano fe y conocimiento? R.-Fe y conocimiento forman parte inevitablemente de nuestra persona. Cómo cultivemos cada parcela marcará la personalidad. Teresa de Jesús decía que tenía en su corazón una experiencia tan hermosa y sublime de Cristo que si una gota de ella cayera en el infierno lo convertiría en el paraíso; pero no sólo disfrutamos de esa fe triunfante. También Dios nos ha concedido el conocimiento que inevitablemente se ve contaminado por el ambiente soberbio, incrédulo, que nos rodea. El mundo universitario no siempre asume su papel investigador, y con frecuencia pretende reducir todo a la pequeña parcela que puede observar bajo su microscopio. La credulidad del científico que pretende reducir la vida a tan poca cosa, tiene la vista muy corta. Pasteur, a la pérdida de su hijo, dijo: “Creo que la vida es solo un sueño y que la muerte es el despertar a una existencia más hermosa”. Cualquier incrédulo puede burlarse de él, pero no tiene más fundamento que la escasa visión de sus antepasados que hoy calificaríamos de obsoletos. La vida tiene un sentido mucho más amplio, moral y espiritual de lo que el materialista intuye. La historia de la ciencia nos presenta a aquellos que, obligados por la propia ciencia, han tenido que aceptar lo que su razón y sentido común rechazaban. Cosas que parecían inverosímiles hoy son fundamento de mucho bienestar. La revelación de Dios está por encima de nuestro conocimiento.
P.- Posee una colección de Biblias de singular importancia. Háblenos de ella, de cuándo empezó a formarse…
R.-Fue mi padre el realizador de esta colección. Yo apenas he podido añadir algún ejemplar ante las dificultades actuales para conseguir libros antiguos. En realidad hubo un seminarista católico amigo, cuando ambos eran estudiantes, que le informó del fundamento de la Biblia para la fe. Mi padre decidió comprarla en cuanto estuviesen a su alcance los 10 tomos, que le decía componían la obra. No muchos meses después, quedó asombrado comprobando que la Biblia podía ser un solo tomo, al precio de 2 pesetas. Comenzó su lectura en cuanto llegó a casa y los primeros capítulos de Génesis le asombraron comprobando que, siendo libro tan antiguo, describía la creación en el mismo orden que su texto del curso Preparatorio de Ciencias para ingreso en la Universidad que estaba estudiando. ¡Tenía que ser el libro de Dios y, por tanto, la luz de la vida! Aquel descubrimiento cambió el rumbo de su vida. Su entusiasmo por la Biblia le llevó a ir buscando poco a poco los 500 ejemplares (aproximadamente) que hoy componen la colección: ediciones príncipe de la Biblia en español, del Nuevo Testamento y de cada texto bíblico perseguido por la inquisición; y luego las primeras ediciones católicas de la Biblia y otras curiosas por uno u otro motivo. Como muestra se han añadido a la colección ejemplares en latín, hebreo u otros idiomas, pero ya sin interés bibliófilo; simples evidencias de su alcance universal.
P.- ¿Cuál es la misión de la Iglesia en este siglo XXI?
R.-Es una pregunta fácil de contestar. “La palabra del Dios nuestro, permanece para siempre” (Is. 40:8). Algunas personas la consideran anticuada, pero las ideas para solucionar los problemas humanos son aún más efímeras que ellas mismas. Si anhelamos eternidad, que Dios ha puesto en nuestro corazón, aunque no alcancemos a entender (Ecle. 3:11), necesitamos fundamentarnos en su revelación. “El hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que se afane, él buscándola no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla” (Ecle 8:17). Como pueblo de Dios no tenemos otra receta: “Jesús se puso en pie y alzó la voz: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. “El que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4.14).
P.- En su formación cristiana, y además de las Escrituras, ¿qué autores le han influenciado?
R.-Realmente puedo considerarme discípulo de Ernesto Trenchard y luego he leído ampliamente a J.A. Motyer y otros expositores bíblicos; pero mis obligaciones profesionales, más el día a día de la iglesia y cuatro hijos no me han dado tiempo para dedicarme a la lectura como era mi afición. Hoy, ya jubilado, con mi biblioteca de 8.194 títulos al día de hoy, me tienta variadamente, aunque la afición dominante sea la Historia con enfoque evangélico.
P.- Para concluir, ¿quién era Audelino González?
R.-Mi padre, Audelino González Villa, era hijo de labradores leoneses. De jovencito quería ser fraile para salvarse, hasta que conversando con un amigo capuchino le dijo que su hermano veterinario quizá se salvara mejor él mismo. Ese diálogo le desanimó en tal camino, hasta que al tener una Biblia en su mano encontró a Cristo, el gran tesoro de su vida. Eso provocó la ruptura con sus padres, quienes se estaban sacrificando con duros trabajos para darle la carrera y consideraban el camino estrecho perjudicial para su bienestar en el mundo. Tan doloroso fue que ni asistieron a su boda, cuando ya tenía 27 años. Yo no conocí a mis abuelos hasta los siete años.Mi padre era un intelectual después que cristiano. Desde niño mantenía relaciones de admiración con la familia Azcárate, se carteaba con Unamuno. Su amistad más estrecha, aparte del círculo evangélico, era con José Almoina, intelectual español, asesinado por los esbirros de Trujillo, el presidente de República Dominicana, después de haber sido preceptor de su hijo primogénito. La residencia familiar en ambiente rural, a causa de las obligaciones profesionales, limitaba enormemente sus contactos con intelectuales. Cuando estalló la revolución de 1936 mi padre fue encarcelado y entonces mis abuelos se volcaron en ayudarnos hasta que fue puesto en libertad, cuatro meses más tarde. Nos escribía diariamente desde la cárcel, pero cuando llegaba la carta por la mañana, ¿estaría vivo mi padre? Aquello estrechó las relaciones con los abuelos y los últimos años de ellos fueron en brazos de mi madre, a quien habían considerado la enemiga, causante de la desviación de su hijo. Las complejas vicisitudes laborales, familiares y políticas en que se desenvolvió su vida, dan para una biografía que tengo en proyecto, pero que siempre pienso acometer “mañana”.
Finaliza la entrevista. Gracias, hermano Rodolfo, por permitirnos irrumpir en su apacible estancia zamorana, para así escarbar en sus recuerdos. Y reconocer, agradecer y valorar a aquellos que nos allanaron el camino en esto de sembrar el Evangelio.
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