Capote, ¿el alma de la fiesta?

El glamur de una vida de fiesta en fiesta en la Gran Manzana se muestra especialmente en su novela de 1958, Desayuno en Tiffany´s.

31 DE DICIEMBRE DE 2024 · 10:00

Capote muestra una dolorosa autoconciencia, que le hace hablar siempre con desarmante honestidad en su inquieto nerviosismo.,
Capote muestra una dolorosa autoconciencia, que le hace hablar siempre con desarmante honestidad en su inquieto nerviosismo.

¡Hasta de las fiestas se cansa uno! Las celebraciones traen su particular hastío. Hay momentos que uno necesita la ligereza de una conversación que no sea tan intensa, el juego y la diversión, pero la superficialidad que acompaña estas fechas, fácilmente se convierte en la tremenda vanidad que tanto nos asola. 

¡Cuántas veces hemos visto en el cine la fiesta de Nochevieja en Nueva York! Allí baja una bola como en Madrid, que desciende de la punta del edificio One de Times Square, al clamor de la multitud. Se canta entonces a los amigos perdidos el Aud Land Syne escocés, mientras el cielo se ilumina con fuegos artificiales. Si hay alguien que no faltaba en las celebraciones más exclusivas de Nueva York ese era el ahora centenario Truman Capote (1924-1984). 

El glamur de una vida de fiesta en fiesta en la Gran Manzana se muestra especialmente en su novela de 1958, Desayuno en Tiffany´s, encarnada en el personaje de Audrey Hepburn en la película de Blake Edwards en 1961. Se llama en España Desayuno con diamantes, porque Tiffany´s es la joyería más lujosa de Nueva York –en Hispanoamérica, se conoce como Diamantes para el desayuno, excepto en Argentina, donde tiene el horroroso título de Muñequita de lujo–.

Capote, ¿el alma de la fiesta?

Si había alguien que no faltaba en las celebraciones más exclusivas de Nueva York, ese era el ahora centenario Truman Capote (1924-1984).

El otro maestro del “nuevo periodismo americano” con Capote fue sin duda Tom Wolfe (1930-2018). Él llamó al Nueva York de los 80 La Hoguera de las Vanidades, en referencia al fuego encendido por el reformador Savonarola en 1497, para que la gente quemara en Florencia espejos, maquillajes, vestidos refinados, instrumentos musicales, libros y obras de arte que consideraba inmorales. Es la otra cara del lujo y el exceso que retrata Capote en su libro

Historia de Nueva York

Aunque el ambiente de la novela y la película nos lleva a finales de los 50 y principios de los 60, la historia se desarrolla entre el otoño de 1943 y el del 44. Truman no había publicado todavía su primer libro, que hace con sólo 23 años, Otras voces, otros ámbitos (1948), pero había trabajado ya para el New Yorker y sus relatos aparecían en importantes revistas desde que tenía 21 años. Desayuno en Tiffany´s iba a aparecer por entregas en la prestigiosa Harper´s Baazar, pero se negaron a editarla por el lenguaje soez de algunos personajes, aunque apareció luego en la importante casa Random House. 

Truman llega a Nueva York de Alabama en 1932 con su madre y su padrastro, José García Capote, hijo de un coronel del Ejército español llegado a Cuba en 1894, donde se hizo terrateniente, regresa a Barcelona para casarse y vuelve a Cuba. El padrastro de Truman era el mayor de tres hijos, que llamaban Joe. Educado en la Universidad de La Habana, fue a Nueva Orleans cuando tenía 24 años, para buscar trabajo. Allí encontró a la madre de Truman, Lillie Mae, el año 1925. Joe estaba casado, como ella. La madre de Truman se divorcia en 1931 y Capote en el 32, tras una amarga batalla por la custodia de Truman. Está todavía con sus tías solteras un tiempo en un pueblo perdido del profundo Sur, donde crece sin sus padres con Harper Lee. 

Capote hablaba de su padrastro como alguien indulgente, pero se sentía tan abandonado por su madre, como cuando estaba en Alabama. El personaje de Holly está, sobre todo, inspirado por su madre. Ella decía que le quería y estarían juntos, pero tanto en Nueva Orleans como en Nueva York le encerraba en la habitación del hotel, mientras salía con uno y otro hombre. A veces incluso estaba en la habitación contigua ofreciendo su cuerpo a cambio de dinero, hasta bien entrada la noche. 

La conocida pregunta de si Holly es una prostituta, él mismo la responde en una de sus entrevistas a Playboy: “Era una de esas chicas que vivían de los hombres, pero no era una prostituta”. La llamaba “escort” o “geisha”. Como muchos habían leído el libro, la Paramount hizo varios comunicados, para dejar claro que Audrey Hepburn no tenía nada que ver con su personaje, ya que era una mujer casada y madre de familia. 

Capote, ¿el alma de la fiesta?

Aunque Capote erra homosexual, sus mayores amistades eran mujeres, como las que llamaba Los Cisnes, cuyo choque retrata la miniserie de Feud en 2022.

Los cisnes’

La otra inspiración para el personaje de Holly viene de un grupo de mujeres de la alta sociedad con las que trataba todo el tiempo. Aunque Capote era homosexual, hay que darse cuenta de que no había entonces un colectivo como el LGTBI. La mayoría de sus amistades eran femeninas. Las llamaba ‘Los Cisnes’. Como muestra la miniserie de Feud en 2022, Capote vs. The Swans, compartía chismes y daiquiris en restaurantes como el desaparecido La Côte Basque de Nueva York y otros locales exclusivos. 

Entre Los Cisnes estaba Oona O´Neill Chaplin, Gloria Vanderbilt y Gloria Guinness. En el estudio de esta última conoció a Carol Marcus, amante de Sinatra. Ella dice que una noche le dijo en el Club Gold Key que iba a escribir sobre ella como Holly. Es cierto que, al salir del club, caminaban de madrugada por la Quinta Avenida y compraban a un hombre en un carrito unos donuts, que comían andando hasta Tifanny´s, pero Marcus no es la única que se ha sentido identificada con Holly.

A partir de su publicación no dejaron de aparecer mujeres que decían ser la inspiración de Holly. Una tenía su mismo apellido, Golightly. Era una antigua librera de Greenwich Village, divorciada dos veces, que le demanda por difamación e invasión de la intimidad, por supuestos “amigos comunes”. El escritor James Michener le defiende, pero pretende que está basado en una “starlet” de Montana. Para complicar las cosas, Truman se inventa una historia sobre una refugiada alemana, vecina suya, que desapareció en el África portuguesa. A su biógrafo, Clarke, le contó la historia, pero la había convertido ya en suiza. Ninguno de sus amigos la conocía. Wasson se inclina más por Babe Pailey –Naomi Watts en la serie de Ryan Murphy, cuyos capítulos ha dirigido Gus Van Sant–. 

Sam Wasson escribe en su libro sobre la película, Quinta Avenida, 5:00 A.M. (EsPop 2023) que es más probable que se refiera a la preferida de Capote, Babe Paley, casada con el magnate de la CBS. Ella lo llevaba a restaurantes de todo el mundo, casi “como una mascota, un accesorio parlante o un terapeuta personal sin el cual era incapaz de ir de compras, beber o llorar”. La belleza y elegancia de Babe le parecía impresionante. Le dijo a su biógrafo Gerald Clarke que “estaba locamente enamorado de ella”. La veía “absolutamente fantástica”. Dice que fue “una de las dos o tres grandes obsesiones” de su vida. Asegura que era “la única persona” que ha conocido de la que le “gustaba todo”. 

Desayuno en Tiffany's

Capote empieza a pensar en Desayuno en Tiffany´s en 1955, después de conocer a Babe. Se le ocurre durante un vuelo a Jamaica, que los Paley van con el matrimonio del productor cinematográfico David Selznick y ella propone llevar a Truman. El marido de Babe creía que se refería al presidente del mismo nombre, pero quien aparece es este hombre bajito y amanerado de lengua venenosa. Ella le llamaba “Tru”. 

Capote no empieza a escribir en serio el libro hasta el verano del 57, que alquila una mansión victoriana en la costa de Bridgehampton con uno de sus amantes, el diseñador teatral Oliver Smith. Tumbado en la cama, trascribía las notas que tenía en un abanico de páginas de cuaderno, que luego iba mecanografiando. En esta novela corta se propone lograr una prosa más comedida y sutil que en su opera prima. Evita las largas frases y tiene un estilo casi periodístico. En la primavera del 58 termina de escribirlo. 

Capote, ¿el alma de la fiesta?

La película de Audrey Hepburn en 1961 basada en el libro de Capote, se llama en España Desayuno con diamantes, porque Tiffany's es una lujosa joyería de Nueva York.

La mayoría de los críticos apreciaron el libro. El elogio más sorprendente fue de un colega tan belicoso como Gore Vidal –enfrentado a Capote durante toda su vida–, Norman Mailer, que escribió: “A Truman Capote no lo conozco bien, pero me gusta”. Los dos estuvieron en un programa de televisión con Dorothy Parker para hablar de la generación beat. Mailer la defendió y Truman la atacó. Según él, “ninguno de ellos tenía nada interesante que decir”. Creía que “ninguno sabía escribir, ni siquiera Mr. Kerouac, que no escribe, sino que mecanografía”. No es extraño que Mailer dijera que Capote “es tan agrio como una solterona, pero en el fondo es un diablillo y el más perfecto escritor de mi generación”. Cree que “es quien escribe las mejores frases, palabra por palabra, ritmo a ritmo”. Dice que “no tocaría ni una sola palabra en Desayuno en Tiffany´s, que se convertirá en un pequeño clásico.”

Su homosexualidad

El narrador puede ser homosexual, como el protagonista de Otras voces, otros ámbitos, pero no lo explicita. A Capote le interesan más las relaciones heterosexuales que su propia orientación. De hecho, no concebía el matrimonio homosexual. Todas sus confidentes fueron mujeres, como su amiga de infancia, Harper Lee, que era también soltera. La relación de estos escritores con la homosexualidad tiene poco que ver con la idealización rosa con la que ahora se presenta el LGTBI.

No hay sentido de colectivo y las amargas rencillas entre “gays” como Capote y Vidal, llegan a ser particularmente violentas en sus continuas trifulcas con sus amantes –como se atreve a mostrar la serie de Feud, cuyos realizadores, Ryan Murphy y Gus Van Sant, son también “gays”, por cierto–. Personas como Capote o Vidal mantenían una relación de amor y odio con su orientación sexual, no por la discriminación que sufrían, sino porque no soportaban ser descritos por ella –hasta Vidal pretendía ser bisexual, aunque sólo tenía relaciones con hombres–. 

Angustia existencial

El gato es independiente y yo también (dice Holly). No quiero poseer nada hasta que sepa que he encontrado el lugar que me corresponde y donde las cosas me correspondan. Todavía no sé con certeza dónde está tal lugar. Pero sé cómo es. –Sonrió y dejó caer el gato al suelo–. Es como Tiffany’s –dijo–. Las joyas me importan un comino. Los diamantes, no. Pero no es por eso por lo que estoy loca de ganas de ir a Tiffany’s. 

Oye, ¿sabes tú lo que son las horas negras? Las horas negras son horribles. Uno está asustado y suda como un demonio, pero no sabe de qué tiene miedo. Sólo tiene el presentimiento de que algo malo va a suceder, pero no sabe lo que es. ¿Has sentido eso alguna vez?

Muy a menudo. Algunos lo llaman Angst.

Muy bien. Angst. ¿Qué haces en ese caso?

Pues, un buen trago lo alivia a uno.

Lo he probado. El mejor remedio que he encontrado es tomar un taxi e ir a Tiffany’s. El soberbio aspecto de aquello y la tranquilidad que se respira allí dentro me calman completamente; allí no puede sucederle a una nada malo…”

Capote, ¿el alma de la fiesta?

Por su educación bautista, Capote iba en el Sur todos los domingos, tres veces a la iglesia.

La angustia existencial que denomina angst o “las horas negras” te muestra la evasión que significa para Holly el consumismo. Recuerda la dolorosa autoconciencia de Capote, que le hace hablar siempre con desarmante honestidad en ese inquieto nerviosismo con el que siempre se expresa. Su consumismo presenta un anhelo insatisfecho de pertenencia y ambición, que nunca logra. Es algo más que “el lado oscuro del sueño americano”. Es la idolatría de un materialismo que te lleva a la decepción. 

Aunque en los años 50 estamos todavía lejos del cuadro de desolación que presenta Capote después de A sangre fría (1965), sumido en el alcoholismo y la contradicción autodestructiva, que le lleva a continuación a hacer daño a las personas que más le importan, como Los Cisnes y sus amantes. Muchos lo interpretan como un deseo de venganza, bien contra el rechazo que sufrió su madre, o el que padeció él por ella. Era alguien difícil. Su psicología es compleja. Nadie duda de su inteligencia, pero la necedad con la que se comportaba te muestra algo de lo que la Biblia llama pecado, que no es sólo nuestra inmoralidad, sino nuestra profunda estupidez.

El Dios de Capote

El famoso entrevistador de la revista Playboy, Lawrence Grobel, le pregunta en su libro de Conversaciones íntimas con Truman Capote (Anagrama, 1986), “cuando piensa en Dios, ¿qué le pasa por la cabeza?”. Su respuesta es: “Que Dios está en todas partes. De niño creía mucho en Dios; luego pasé por un largo periodo en que no creía en Él en absoluto. No es que me haya convertido de nuevo, pero he vuelto a creer. En mi infancia iba a la iglesia más que cualquier otro niño”.

Por su educación bautista, “en el Sur los domingos iba tres veces a la iglesia: por la mañana, a mediodía y a primera hora de la tarde”. Luego fue a una escuela episcopal, “donde tenía obligación de asistir a la iglesia, a las ocho de la mañana, todos los días”.

Por eso dice a Grobel: “Sé lo que es tener que hacer todo eso sin creer en ello ni por un momento”. Todavía entonces, si uno “va al auténtico Sur, no se pregunta si es religioso o no, simplemente deja dinero en la bandeja los domingos y ya tiene un sitio en el Cielo”. 

Capote, ¿el alma de la fiesta?

En la cultura de la codicia, la avaricia corroe nuestra alma, pero se esconde a nuestra conciencia.

Como a tantos norteamericanos, le atraía la Iglesia católica, pero no compartía su actitud ante el aborto, la homosexualidad y el control de natalidad. Tenía muchos amigos católicos. Dice a Grobel que casi todos los curas que conoce son homosexuales, “incluso los que dicen que no los son”. La mitad de los que iban a los baños de encuentros “gay” en Nueva York, eran curas, dice. Habla de uno en un primer piso de la Avenida Columbus, que no tiene letrero y es especialmente “salvaje”. El dueño le dijo que más de un tercio de los que iban eran curas. Aun así, le impresionaban los funerales, los coros, las velas, el incienso, pero confiesa a Grobel que no está seguro de si hay vida después de la muerte. 

La idolatría del dinero

Nietzsche observó que la ausencia de Dios era sustituida por el dinero. Dice en El crepúsculo de los ídolos que “lo que antes se hacía por amor a Dios, ahora se hace por amor el dinero”. En la cultura de la codicia, lo único que nos importa es el dinero que podemos conseguir. Esa avaricia corroe nuestra alma, pero se esconde a nuestra conciencia. Como toda idolatría (Colosenses 3:5; Efesios 5:5), ciega nuestro corazón. 

La Biblia advierte más del peligro de la codicia, que de la inmoralidad sexual. Cualquiera, sin embargo, que oye a los cristianos hoy, pensaría más en lo segundo. Nadie se siente culpable de ello. No vemos nuestra avaricia. Lucas cuenta en su Evangelio sobre un hombre dominado por la codicia, Zaqueo (19:1-2). Todos le despreciaban, pero el amor al dinero era para él, más importante que el aprecio de su familia y la sociedad. 

“La vida no consiste en la abundancia de los bienes que uno posee” (Lucas 12:15), dice Jesús. La ansiedad que sufrimos en nuestra búsqueda de identidad es resultado de esa idolatría. Amamos, confiamos y servimos al dinero, lo que nos hace esclavos de él. La prueba es que estamos ciegos a ello. 

Zaqueo se humilla ante sus vecinos, intentando ver a Jesús (Lucas 19:3-7). Llamándole por su nombre, Jesús le mira y se invita a sí mismo, a entrar a su casa y comer con él, la mayor señal de intimidad que el judío conocía. Nos muestra así que no hay otra salvación que por la sola Gracia de Dios. La generosidad que produce va más allá de lo que la ley demanda (vv. 8-10). No hay nada como la Gracia, para producir generosidad. Nuestra esperanza para este año nuevo, no ha de estar por lo tanto, en una mera reforma de vida, sino en recibir el regalo de la Gracia de Dios en Cristo Jesús… ¡Sólo Él puede cambiarnos!

 

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