Stott y la experiencia carismática (15)
Si se suele fechar el nacimiento del pentecostalismo histórico en la calle Azusa de Los Ángeles en 1906, el movimiento carismático se dice que nace en 1960 en la Iglesia Episcopal de Van Nuys, en California, o sea una congregación de la Comunión Anglicana.
07 DE SEPTIEMBRE DE 2021 · 10:20
En los años 60 comienza el movimiento carismático en algunas iglesias históricas como la anglicana. A diferencia del pentecostalismo histórico de principios de siglo, la experiencia carismática no da lugar al principio, a nuevas denominaciones. Lo que provoca bastantes controversias y divisiones, pero también una gran vitalidad y renovación espiritual a iglesias que empezaban ya a fenecer por la influencia de la secularización y la teología liberal.
En congregaciones evangélicas como All Souls, John Stott temía que “Pentecostés reemplazará al Calvario”, se devaluara la doctrina frente a la experiencia y se prefirieran las profecías actuales a la Palabra escrita de Dios en la Biblia. El conocido líder del movimiento carismático anglicano Michael Harper (1931-2010) era miembro del equipo ministerial de la iglesia cuando tuvo “el bautismo del Espíritu”, en 1962. Era lo que llamaban capellán para los grandes almacenes de la calle Oxford.
Si se suele fechar el nacimiento del pentecostalismo histórico en la calle Azusa de Los Ángeles en 1906, el movimiento carismático se dice que nace en 1960 en la Iglesia Episcopal de Van Nuys, en California, o sea una congregación de la Comunión Anglicana. El año 1962 llega la “Renovación” a luteranos y presbiterianos, para extenderse sorprendentemente entre los católicos a partir de 1967. Luego vendría a metodistas y bautistas en los 70.
A principios de esa década llega el movimiento carismático a la Iglesia Evangélica Española y la Unión Evangélica Bautista de España, incluida la congregación a la que yo asistía a la escuela dominical de niño, en la calle Calatrava de Madrid, donde mi pastor, Alberto Araujo (1929-2020), tuvo una experiencia carismática. Como en otros países, provoca muchas discusiones y divisiones, pero los pastores de la IEE y la UEBE que abrazan la “Renovación” no salen de la denominación en que estaban.
“El bautismo del Espíritu”
A principios de los años 60 Stott tenía como asistente a John Lefroy, desde 1959. Al poco tiempo de llegar, cayó gravemente enfermo de una encefalitis, que le dejó inconsciente durante siete semanas, sufriendo luego una permanente hemiplejia en el lado izquierdo. Lefroy estuvo seis años en All Souls, hasta que en 1965 va a Highbury. Cuando Harper tiene una experiencia carismática meditando sobre el final de Efesios 3, Stott le invita a contar “toda la historia” al resto del equipo ministerial. Al acabar su relato, Lefroy le dijo: “Michael, creo que has sido bautizado en el Espíritu”. La reacción de Stott fue que Harper podía contar su testimonio, personalmente, pero que no predicara sobre ello. Él lo aceptó.
Algunos miembros del equipo ministerial de All Souls empezaron a “hablar en lenguas” como un “don divino”, privadamente, pero otros empezaron a cuestionar su experiencia como carente de base bíblica y teológica. Stott esperó dos años, a que Harper fuera a otra iglesia, para dar su opinión sobre el tema. “El tío John” dudaba de que el “bautismo del Espíritu” fuera algo posterior a la conversión y le extrañaba lo “mecánico” del “hablar en lenguas”. Era una conocida diferencia con el Doctor Lloyd-Jones, que no sólo va a cuestionar la permanencia en la iglesia anglicana, sino también su prevención a este tipo de experiencias. El predicador galés estuvo mucho más abierto a ello. De hecho, evangélicos anglicanos como David Watson encontraron más apoyo en Lloyd-Jones que en Stott para su experiencia carismática.
Yo iba, de niño, a la iglesia de Lloyd-Jones (Westminster Chapel) y de adolescente a la de Stott (All Souls). Así que viví esa división no sólo en mi iglesia de Madrid (Calatrava), sino también en las congregaciones a las que asistía cuando estaba con mis padres en Londres. Es difícil entender hoy en día lo que significó el movimiento carismático en los años 70, puesto que estamos ya en la tercera o cuarta “ola” de “neopentecostalismo”. Muchos usan, además, estos términos indistintamente, lo que da a bastante confusión. Hay relación entre todas estas corrientes, pero no son lo mismo en modo alguno. Hay grandes diferencias entre ellas. El propio Lloyd-Jones tenía reparos con lo que llamaba “el movimiento de las lenguas”, algo que para él no era equiparable al “bautismo del Espíritu”, que entendía en términos puritanos.
La santidad según Keswick
Como Packer ha mostrado en su libro Caminar en sintonía con el Espíritu –publicado por mi propia recomendación en Barcelona por Andamio en 2018–, las raíces de toda esta controversia están en la enseñanza que se popularizó en la Convención de Kewswick, que se organizó en el distrito de los Lagos en Inglaterra desde 1875. Esta conferencia interdenominacional tenía como propósito, originalmente, “promover la santidad bíblica”. Se convirtió en “el modelo predominante de piedad evangélica en gran parte del siglo XX”, como dice Packer. Para él y Lloyd-Jones, esa no era la espiritualidad histórica evangélica que encontramos en los puritanos y el Gran Despertar del siglo XVIII. Lo que llamamos tradición evangélica de santidad no es tan antigua, como creemos. Se debe más al movimiento de Keswick.
Stott compartía la crítica de Packer y Lloyd-Jones a la enseñanza de Keswick. Lo que no le gustó fue el lenguaje de Packer en su famoso artículo en la revista trimestral de teología Evangelical Quarterly (Keswick y la doctrina reformada de la santificación), que declaraba su enseñanza de santidad como “pelagiana, superficial, deprimente y engañosa”. Como tantas veces le ocurrió con Packer, estaba de acuerdo con él en el fondo, pero no en la forma. Aunque cuando me dio clase a mí en los años 80, Stott se mostraba tan conciliador con el movimiento carismático como Packer en su libro de crítica a Keswick. Lo que les molestaba de Keswick era su “perfeccionismo”, una idea de santidad que ha prevalecido en muchos círculos conservadores opuestos al pentecostalismo y al carismatismo.
Stott fue a invitado a predicar en Keswick en 1962 por el pastor anglicano A. T. Houghton. “El tío John” le contestó preguntando si había que suscribir una “doctrina particular de santidad” para hablar allí. Tras discutirlo en el consejo de la convención, le dijeron que lo que ellos esperaban es que expusiera la Escritura como él la entendía. En los años 60 iban unas 7000 personas a Keswick. La primera vez que habló Stott, escogió 1 de Corintios 6 sobre “El llamamiento de la Iglesia” a la unidad, humildad, servicio y pureza. Como no había sido controvertido, le invitaron otra vez en 1965. Se decidió entonces, a predicar sobre los capítulos del 5 al 8 de Romanos. Sus exposiciones fueron publicadas en 1966 y traducidas al castellano en Buenos Aires, donde las publicó Certeza con el título de Hombres nuevos. Su perspectiva de Romanos 7 es radicalmente diferente a la de Keswick.
Un miembro del consejo de Keswick le recibió a la llegada, Rowland Appleton. Cuenta que lo primero que hizo Stott al llegar a la habitación fue ir directo al armario de cajones que había bajo la ventana. Sacó el cajón de arriba del mueble y le dio la vuelta, introduciéndolo de nuevo, boca abajo, para utilizarlo como mesa. No se le vio apenas en público, más que para predicar. Pasó casi todo el tiempo en la habitación, preparando los mensajes. Yo creo que es la mejor exposición que he leído sobre estos capítulos de Romanos. Nacen del realismo de Stott, ante unas promesas de “segunda bendición” que él encontraba decepcionantes y confusas. Keswick enseñaba tres fases de santidad: la primera era el “bautismo del Espíritu”, después de la conversión; la segunda, la “muerte al pecado” según Romanos 6, por el cual uno quedaba insensible e inmune a él; y la tercera, “la vida cristiana victoriosa”, de “rendición total” al Espíritu Santo. Estudiando ya en Cambridge, se dio cuenta de que las tres no correspondían a la espiritualidad bíblica.
“Llenos del Espíritu”
La conferencia de Islington no era intedenominacional, como Keswick. Era un día de encuentro desde la década de los 30 del siglo XIX para ministros anglicanos. Había sido fundada por el pastor de esa localidad, que era hijo del obispo de Calcuta, Daniel Wilson. Tenía el mismo nombre que el padre y sirvieron a la misma iglesia de Islington, donde en 1827 habían invitado a unos amigos para hablar de la oración. En 1955 Stott había hablado allí del tema que trataba más habitualmente al principio de su ministerio, la evangelización en la iglesia local. En 1960 dio el mensaje principal sobre “La Palabra de Dios en el mundo hoy”, pero en 1964 decide hablar sobre “la plenitud del Espíritu”. El tema general ese día era “El Espíritu Santo en la vida de la Iglesia”, e intentaba relacionar el pentecostalismo con la Escritura.
A partir del año 1962 el movimiento carismático creció con fuerza en la iglesia anglicana. Michael Harper hizo una fundación llamada Fountain Trust y a comienzos de 1964, el asistente de Stott, John Lefroy, y un misionero de All Souls en el este de África, Martin Peppiatt, habían sido “bautizados en el Espíritu”. El ministro anglicano que colaboraba con Packer en el Grupo de Estudios Puritanos que habían comenzado con Lloyd-Jones en Westminster Chapel, Philip Hughes –luego profesor del seminario teológico presbiteriano de Westminster en Filadelfia– hizo un editorial extraordinario de cinco páginas en la revista de ministros anglicanos The Churchman, sobre lo que había visto del movimiento carismático en Estados Unidos en 1962. Se mostraba tan entusiasta como el Doctor por lo que estaba allí ocurriendo. Es cierto que luego, algunos cambiaron de actitud en los 80. De hecho, Harper acabó siendo arcipreste del Patriarcado Ortodoxo de Antioquía, que no es muy carismático, que digamos.
La posición de Stott está claramente expresada en el libro Sed llenos del Espíritu, que publicó en 1964, y que incluye sus mensajes en Islington. El texto traducido al castellano por Caribe es la versión reelaborada y ampliada en 1975. Stott reescribió el libro para hacer una evaluación más generosa del movimiento carismático, pero sigue diciendo que el bautismo del Espíritu acompaña la conversión en una experiencia única, que es una vez para siempre: “Como el acontecimiento iniciador del bautismo no es repetible, no se puede perder, pero la llenura puede ser repetida y en algunos casos necesita ser mantenida”. Se refiere a cuando el Espíritu Santo es “contristado” por el pecado (Efesios 4:30). En ese caso, el arrepentimiento es el único camino para recobrarlo.
Aunque seamos “bautizados en el Espíritu” (1 Corintios 12:12-13) en nuestra conversión, la implicación del mandamiento apostólico a “ser llenos del Espíritu” (Ef. 5:18) es que debemos continuar siendo llenos de Él. Es cierto que eso “no necesita ser acompañado de señales espectaculares”, ya que como dice Stott, “se manifiesta en cualidades morales, más que en fenómenos milagrosos”. Y desde luego, que la Iglesia ha de ser carismática, porque nace, vive y depende del Espíritu Santo. Es el regalo de Cristo a su Iglesia y a todo creyente, que así se lo pide. No hay don semejante a este.
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