George Müller, el peso de una oración

Mi corazón se llena de gratitud hacia un Dios fiel, un Dios cumplidor de Sus promesas, y que es absolutamente soberano.

16 DE JUNIO DE 2018 · 19:00

George Muller.,
George Muller.

“Tenga la seguridad de que el cristianismo es algo más que formas y credos y ceremonias: hay vida, y el poder, y la realidad, en nuestra santa fe”.

                 George Müller

No sé si alguna vez habéis escuchado esta historia...

“Una mujer pobremente vestida, con un rostro que reflejaba tristeza, entró a una tienda. La mujer se acercó al dueño de la tienda y, de la manera mas humilde, le preguntó si podía llevarse algunas cosas a crédito. Con voz suave le explico que su esposo estaba muy enfermo y que no podía trabajar; tenían siete niños y necesitaban comida.

El dueño le pidió que abandonara su tienda; Sabiendo la necesidad que estaba pasando su familia, la mujer continúo: Por favor señor, se lo pagaré tan pronto como pueda.

El dueño le dijo que no podía darle crédito ya que no tenía una cuenta de crédito en su tienda. De pie, cerca del mostrador se encontraba un cliente que escuchó la conversación entre el dueño de la tienda y la mujer; el cliente se acercó y le dijo al dueño de la tienda que el se haría cargo de lo que la mujer necesitara para su familia.

 El dueño, preguntó a la mujer: ¿Tiene usted una lista de compra? la mujer dijo: “Si señor”, está bien, dijo el dueño, “ponga su lista en la balanza y lo que pese su lista, le daré yo en comestibles”.

La mujer titubeo por un momento y cabizbaja, busco en su cartera un pedazo de papel y escribió algo en él. Puso el pedazo de papel, cabizbaja aun, en la balanza. Los ojos del dueño y del cliente se llenaron de asombro cuando la balanza se fue hasta lo mas bajo y se quedó así.

El dueño entonces, sin dejar de mirar la balanza dijo: “No lo puedo creer”; el cliente sonrió y el dueño comenzó a poner comestibles al otro lado de la balanza.

La balanza no se movió, por lo que continúo poniendo más y más comestibles hasta que no aguantó más. El dueño se quedó allí parado con un gran asombro. Finalmente, agarró el pedazo de papel y lo miró con mucho mas asombro….

No era una lista de compra, era una oración que decía: “QUERIDO SEÑOR, TU CONOCES MIS NECESIDADES Y YO VOY A DEJAR ESTO EN TUS MANOS”

El dueño de la tienda le dio los comestibles que había reunido y quedó allí en silencio, la mujer le agradeció y abandonó su tienda. El cliente le entregó un billete de cincuenta dólares al dueño y le dijo: Valió cada centavo de este billete…  SOLO DIOS SABE CUANTO VALE UNA ORACIÓN.

Llevo desde la mañana pensando en la oración, en ese maravilloso recurso que tenemos a nuestro alcance y como lo usamos. ¿Cuánto oro? ¿Cómo oro? ¿Soy fiel a mis pactos de oración con alguien?…

Pensando en la oración, me vino como un relámpago la preciosa vida de George Müller, en tiempo en que muchos, en ocasiones de forma descarada, otras abusiva, y otras de otros modos, no dan de gracia lo que han recibido por Gracia, la historia de esta vida vuelve a tocar nuevamente mi corazón.

¿Puedes imaginar cómo te sentirías si tuvieras un llamado para servir en una obra de orfanatos, teniendo cientos de niños, al revisar las cuentas en la noche, ves que no tienes ni una moneda, y tienes que darles de desayunar al día siguiente?. Eso le pasó a George Müller muchas veces; podía haberse desesperado, no tener la fe suficiente, o caer en errores que me parecen penosos como los que acabo de nombrar antes. Siempre existieron estas historias, pero hoy, me las encuentro a cada paso. Eso no fue lo que hizo George, y en muchas ocasiones, sólo por el poder milagroso de Dios y de mil maneras, aparecía lo que fuera. No estoy diciendo con esto que “el obrero no sea digno de su salario”… Sirvo a Dios hace mucho al lado de mi esposo, y sé de lo que hablo. No se trata de eso ¡por favor! Hablo de otro tipo de cosas que todos conocemos y que prefiero ni nombrar.

En los tiempos de Müller y por diferentes causas, simplemente podía recurrir a la oración.

Charles Spurgeon, contemporáneo de Müller, dijo lo siguiente en uno de sus sermones: 

“La gente dice que el señor Müller de Bristol es entusiasta, porque reúne a setecientos niños y cree que Dios dará la provisión para ellos; aunque no haya nada en la bolsa, a menudo, él cree que la provisión vendrá. Mis queridos hermanos, él no es un entusiasta; él sólo hace lo que debería ser la acción común de cada cristiano… No actúa conforme al sentido común, sino conforme a algo más elevado que el sentido común: la fe poco común”.

Este comentario, como muchos de Spurgeon me parece precioso.

El propio Müller dijo años más tarde:

“Aquí está el gran secreto del éxito ministerial: Trabaja con todas tus fuerzas; pero no confíes en lo mínimo en tu trabajo. Ora con todas tus fuerzas por la bendición de Dios; pero trabaja, al mismo tiempo, con toda diligencia, con toda paciencia, con toda perseverancia. Ora entonces, y trabaja. Trabaja y ora… Y hazlo así todos los días de tu vida”.

George Müller fue un predicador reconocido, predicaba tres veces por semana durante casi siete décadas. A los 70 años, cumplió su sueño de trabajar como misionero por los siguientes 17 años, viajando a más de 42 países y predicando a más de 3 millones de personas; sin embargo, es más conocido hoy debido a su trabajo con huérfanos y su confianza en el Señor, cuidando más de 10,000 niños durante su vida y construyendo cinco orfanatos, mientras nunca guardó ahorros ni tomó dinero para sí más que el necesario para su sustento.

La vida de Müller fue muy probada también en lo personal, perdió a tres hijos y a sus dos esposas, pero seguía confiando y sirviendo a su Señor.

Müller murió a los 92 años en Bristol, después de dirigir una reunión de oración en su iglesia la noche anterior. Hasta el último momento, siempre veía la importancia de orar al Señor que nos escucha en todo momento. 

Al orfanato llegaban ofrendas y jamás faltó comida en la mesa, mientras él nunca pidió dinero a nadie. Su autobiografía y relatos de decenas de miles de respuestas a oraciones fueron útiles en las manos del Señor, durante su vida y hasta el día de hoy; la vida de oración y la fe de este hombre, hoy tocan nuevamente con fuerza las puertas de mi corazón.

Hemos hablado muy por encima de la vida de George Müller, hemos comenzado con otra historia, y después de considerar todo esto, y después de haber pensado en ello durante todo el día, mi corazón se llena de gratitud hacia un Dios fiel, un Dios cumplidor de Sus promesas, y que es absolutamente soberano, y mi vida, descansa nuevamente en todo Su amor. ¿No te gustaría conocerle?

Os dejo con una de las más preciosas canciones de Franćesca Patiño, “EN SUS MANOS”

Pues así, mientras acabo de escribir para vosotros, y mientras sobre mi mar frío, hoy cubierto de niebla y de preciosas estrellas que tan solo se intuyen, me vuelvo a dejar en Sus amorosas e incomparables manos.

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