¿Qué significa ser católico? Una reseña del libro

Este volumen hace una buena labor destacando lo que es distintivo del catolicismo romano y, por consiguiente, mostrando en qué se diferencia de la fe evangélica.

09 DE JULIO DE 2016 · 20:10

El autor del libro, Jack Mulder.,jack mulder catolicismo
El autor del libro, Jack Mulder.

Jack Mulder Jr., What does it mean to be Catholic? [¿Qué significa ser católico?] (Grand Rapids, MI: W.B. Eerdmans, 2015) 226 pag.

¿Qué significa ser católico? La pregunta es sencilla pero la respuesta está plagada de complejidades. ¿Existe un núcleo reconocible, un modelo generalizado, un patrón definido de todo lo que tiene que ver con el catolicismo romano? Vale la pena abordar este tema, especialmente en unos tiempos como los nuestros donde las identidades confesionales son, a menudo, confusas y aplanadas. El mérito de este libro es presentar una exhaustiva introducción, aunque breve y fácil de leer, de lo que es constitutivo de la identidad católico romana. La intención del autor, un profesor adjunto de filosofía del Hope College (Michigan, USA), es mostrar “una pequeña ojeada de la coherencia interna, la belleza y la profundidad de la fe católica” (p.9). Más que poner a prueba el catolicismo romano en términos de verdad bíblica o de fidelidad al Evangelio, el interés principal es subrayar la naturaleza coherente del catolicismo romano en los términos de su atracción estética y su profunda estructura de pensamiento. En sí mismo esto es ya una indicación de lo que significa ser católico: buscar la coherencia, la belleza y la profundidad, no necesariamente según y bajo la Palabra revelada de Dios. El autor se educó en la fe protestante y se convirtió al catolicismo romano en la edad adulta. Así que conoce la subcultura evangélica muy bien. Al presentar su fe recién encontrada, con frecuencia y de forma interesante interactúa con las preocupaciones y preguntas que tienen los protestantes evangélicos.

 

La distintividad católica

La frase inicial del capítulo 1 capta muy bien la esencia de lo que es todo esto del catolicismo romano en su manifestación exterior práctica. “En mi cartera llevo una tarjeta con una pintura de Santo Tomás de Aquino (1225-1274) y una pequeña pieza de tela laminada a la misma. Al lado del lienzo se puede leer: Este pedacito de tela ha sido tocado por sus reliquias” (p. 11). Lo que se creía que era la quintaesencia de la idolatría, o sea, la confianza en las pinturas, las reliquias y los santos, ahora se ve como expresando el deseo genuino de la fe católica: se accede a la bendita presencia de la gracia divina a través de objetos tangibles y mediadores santos. El autor reconoce con facilidad que para dar sentido a esta práctica se necesita tener un concepto más amplio de la Divina Revelación que la sola Escritura. Según el catolicismo romano, la Escritura y la tradición son corrientes de la misma fuente de la Revelación y que a la Iglesia se le ha dado la tarea de interpretarlas correctamente y aplicarlas debidamente, y de esta forma gobernar la “evolución” de la doctrina y la práctica. Desde el punto de vista religioso, llevar la tarjeta con Santo Tomás de Aquino tiene sentido, dado el hecho de que el “principio formal” de la fe romana no es la sola Escritura, sino la Escritura interpretada como formando parte de una mayor Tradición recibida a lo largo de los tiempos y explicada detalladamente por el ministerio de enseñanza de la Iglesia. Al igual que en siglo XVI, la evangélica “Sola Escritura” es absolutamente incompatible con el catolicismo romano.

 

¿Qué significa ser católico? Una reseña del libro

Después de clarificar este punto epistemológico fundamental, el resto del libro presenta acertadamente la fe católico romana, introduciendo temas tan centrales y diversos como La Iglesia y su Magisterio, Dios y la Humanidad, la Persona y la Obra de Cristo, María y la Comunión de los Santos, Los Siete Sacramentos, El Cielo, El Infierno y el Purgatorio o La Persona Humana. Considerándolo todo, el autor gestiona bien el hecho de navegar por las complejidades de la doctrina y la práctica católicas, intentando siempre seguir su desarrollo doctrinal y señalando la coherencia del conjunto en términos de la enseñanza de hoy en día del catolicismo romano. Hace una gran labor al exponer la coherencia del sistema dadas sus amplias bases que van mucho más allá de la Biblia. El problema es: ¿está todo lo que contiene el Evangelio bíblico? Una vez establecido que el punto de referencia normativo no es la sola Escritura, cada aspecto del que trata plantea serias dudas de que proceda de una perspectiva bíblica.

 

Una visión gradualista de la salvación

Un caso de prueba de la desviada dirección del catolicismo romano tiene que ver con el punto de vista de la salvación, como si hubiera de haber un alcance universal y un final esperanzador para todos. El autor toma partido con el reporte del post-Vaticano II por el cual hay círculos de salvación que, en última instancia, alcanzarán al conjunto de la humanidad. Citando a Pablo VI y a Juan Pablo II, pero evocando los estándares de la enseñanza del Vaticano II: “Hay cuatro círculos concéntricos de personas: primero, toda la humanidad; segundo, los adoradores de un solo Dios; tercero, todos los cristianos; y cuarto, los propios católicos” (p.9). La salvación se ve como un don que la gente recibe en diferentes grados, dependiendo del círculo que eligen para identificarse o encontrarse a ellos mismos. Los católico romanos reciben la gracia de Dios en la máxima medida mediante los sacramentos administrados por la Iglesia (Romana) bajo el Papa y los obispos que son los sucesores de los apóstoles; otros cristianos reciben la gracia de Dios en menor grado porque guardan elementos verdaderos de la fe pero les falta la plenitud de la misma al no estar en completa comunión con la Iglesia de Roma. Las personas religiosas la reciben a causa de que ellos tienen un sentido de lo divino, a pesar de que se pierden los aspectos importantes de la fe. Finalmente, el conjunto de la humanidad la recibe porque son humanos y, por consiguiente, están existencialmente abiertos a la gracia de Dios que obra de maneras misteriosas. Por último, “la única forma real de quedar fuera de la gracia de Dios es expulsarse a uno mismo de ella” (p. 190). Las condiciones para esta autoexpulsión son tan remotas y limitadas que prácticamente existe la esperanza de que todos serán salvos. Esto es tan diferente de la clara enseñanza bíblica que gira la imagen al revés. Según la Escritura, todos nosotros por naturaleza somos hijos de ira (Efesios 2:3), todos pecadores (Romanos 3:23), todos bajo su juicio (Juan 3:18). No somos nosotros quienes nos excluimos de la gracia de Dios. A causa del pecado todos nacemos con esta condición. El catolicismo romano cambia el argumento y cree lo contrario, es decir, todos nacemos bajo la gracia de Dios aunque bajo varios niveles de profundidad y en diferentes grados.

Como un comentario aparte, el autor curiosamente dice que “cuando el líder evangélico Rob Bell se reveló con un libro titulado Love Wins [El amor triunfa], el cual sólo plantea la posibilidad de que todos acabemos en el cielo y nunca afirma definitivamente que esto va a suceder, la polémica estalló en los círculos evangélicos, pero los católicos le prestaron poca atención” (p. 187). Esto no es sorprendente dado el ámbito esperanzador del punto de vista gradualista católico romano de salvación para todos.

El libro es muy sincero al presentar la fe católico romana y no ocultar puntos de controversia con otras tradiciones cristianas. Al contrario de algunos intentos de borrar las líneas divisorias, este volumen hace una buena labor destacando lo que es distintivo del catolicismo romano y, por consiguiente, mostrando en que se diferencia de la fe evangélica. Incluso en su perspectiva post-Vaticano II, el catolicismo romano es aun idiosincrático en lo referente a la Sola Escritura, Solo Cristo y Sola Fe.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Desde Roma - ¿Qué significa ser católico? Una reseña del libro