Antecedentes de la presencia protestante en Chiapas

28 DE SEPTIEMBRE DE 2014 · 05:10

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La presencia protestante en Chiapas que he logrado documentar es bastante anterior de lo que se afirma en distintos lugares. La influencia del ex sacerdote dominico Manuel Aguas, convertido al cristianismo evangélico en la ciudad de México en 1871 y del movimiento de la Iglesia de Jesús alcanza la geografía chiapaneca, en especial Tuxtla Gutiérrez. No tenemos información precisa sobre cómo surge el grupo y la forma en que se vinculan a la sede en la capital del país. Es posible que fuese mediante los escritos de Aguas, que despiertan simpatía en algunos chiapanecos quienes deciden nuclearse para practicar y difundir los postulados del protestantismo.

Otra posibilidad, articulada con la anterior, es que un sacerdote católico convertido al cristianismo evangélico, José María González, es quien desde Chiapas estableció nexos con la Iglesia de Jesús, o bien pudo ser enviado por esta a Tuxtla Gutiérrez para consolidar a la naciente célula protestante.

El obispo de Chiapas, Germán Ascensión Villalvaso y Rodríguez, dirige una extensa carta pastoral al clero y fieles de su Diócesis. El documento inicia refiriendo que el sacerdote José María González hacía tres años, es decir en 1869, que se “radicó en la ciudad de Chiapa” dedicado “a negocios seculares y viviendo en un completo olvido de su dignidad y de los oficios propios de su estado [sacerdotal]”.1

Villalvaso y Rodríguez, en misiva a José María González de fecha 17 de agosto de 1871, dice haberse enterado de su matrimonio civil en Chiapa con doña Luz Serrano mediante noticia del periódico El Mosquito. Sostiene que tal enlace “ha sido enormemente criminal” y lo insta para que “no se obstine en seguir la senda de perdición que ha entrado, sino que, reflexionando maduramente sobre su yerro y sobre el peligro de eterna ruina a que se ha expuesto su alma, vuelva sobre sus pasos rompiendo esa unión sacrílega en que actualmente vive”.2

La respuesta de José María González al obispo niega jurisdicción sobre su persona a la Iglesia católica, puesto que él ya no era católico. El obispo interpreta que González no solamente ha “apostatado del sacerdocio”, sino también “ni aún admitía la revelación, habiendo caído en la más completa incredulidad”.3

En un comunicado que lleva por título “El clero de Chiapas a los fieles de la Diócesis” (fechado el 26 de noviembre de 1872), los firmantes se solidarizan con la carta pastoral de Villalvaso y Rodríguez en la cual el alto clérigo descalifica la decisión tomada por José María González de romper con la Iglesia católica. En el inicio del escrito notifican que González había llegado a territorio chiapaneco en 1869, procedente de El Salvador: entonces “apareció entre nosotros, ejerciendo la profesión de médico y llevando enteramente una vida secular”.4

Los clérigos de Chiapas rechazaron tajantemente el contenido del folleto que hizo circular José María González, donde criticaba el celibato sacerdotal e invitaba a los religiosos a unírsele y seguir su ejemplo de contraer matrimonio civil. Los sacerdotes, quienes reiteran su obediencia a las enseñanzas y autoridades de la Iglesia católica, sostienen que “jamás ha habido” entre ellos alguien como González, quien incurre en “la desvergüenza de querer autorizar y canonizar sus debilidades con miserables argucias, mojando su pluma en el fango pestilente de la sensualidad”.5

José María González formaba parte del liderazgo de la Iglesia de Jesús, es uno de los candidatos para el obispado.6 A la muerte de Manuel Aguas (18 de octubre de 1872), el ex sacerdote católico González resulta elegido obispo en la capital del país, pero declina el cargo para dedicarse a labores misioneras del movimiento.7

Desde Tuxtla Gutiérrez, el 16 de febrero de 1874, González remite un artículo a La Verdad, que titula “Un reflejo de la luz cristiana”. Comienza con un elogio al nombre de la publicación: “¿Puede haber un título más propio y expresivo que este, ni que mejor siente a ése órgano de la Iglesia evangélica de Jesús? Él solo es ya un programa; y este programa es verdaderamente salvador”.8 Después de enumerar varios males de lo que llama romanismo, concluye con lo que para él significa la difusión de otro tipo de cristianismo:

Se necesitaba ciertamente el valor de un espíritu superior, para sobreponerse a los vanos terrores y libertando al espíritu, lo hiciese entrar por esa vía abierta por el Evangelio. Esto fue lo que hizo el protestantismo; y por eso desde su aparición el libre examen sustituyó a la creencia ciega: y despertando las inteligencias, las desarrolló en todos sentidos, las renovó, las ensanchó a la par de las ciencias, y ha venido en su revolución grande, benéfica, fecunda y portentosa, trayendo consigo la libertad en pos de la Verdad. El Evangelio lo ha dicho: “Conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres”.9

José María González, ya plenamente identificado como ministro protestante en el territorio chiapaneco, expone en una circular rubricada en Tuxtla Gutiérrez (20 de mayo de 1874), que ha sido “reconocido como presbítero efectivo de [la Iglesia de Jesús], autorizándome para establecer aquí congregaciones idénticas a las que existen en México y en muchos estados de la Federación”. A diferencia de la Iglesia católica, en la Iglesia de Jesús “se profesa la Santa Religión de Jesucristo, según el espíritu y la letra del Evangelio: código divino, que es como la carta constitutiva de la universal República Cristiana”.10 La circular de González es reproducida en Zacatecas por La Antorcha Evangélica.11

El obispo católico Germán A. Villalvaso vuelve a ocuparse en otro documento eclesiástico de José María González y sus actividades para difundir a la Iglesia de Jesús en Chiapas.12 El obispo Villalvaso escribe una carta pastoral (28 de junio de 1874) para refutar las enseñanzas de José María González. En el documento el prelado subraya la extranjería del personaje. Comenta que la razón del escrito que critica es porque González está invitando a los católicos a “seguirle en la apostasía”. Alerta a sus feligreses del peligro, ya que “los protestantes, rompiendo con la Iglesia Romana, han roto con la fe de todos los siglos para seguir las extravagancias de su delirante razón”.13 Una vez que la indeseable presencia del protestantismo ya tiene representantes en Chiapas, el obispo advierte a la grey católica:

Bien pronto el seductor comenzará a regalaros biblias protestantes en que está mutilada, truncada y corrompida la Palabra de Dios, y que además carecen de notas aprobadas por la Iglesia; libritos de falsa devoción en que bajo títulos especiosos está infiltrado el veneno del error; no los recibáis […] Declaramos que están prohibidas las mencionadas biblias y los citados libros: que no es lícito leerlos, ni oírlos leer, ni retenerlos en vuestra casa, sino que debéis entregarlos, si por desgracia los tuviereis ya, al Ordinario o a vuestro párroco.14

En agosto el ex párroco José María González deja en Tuxtla Gutiérrez la célula de la Iglesia de Jesús para dirigirse a la ciudad de México, para contribuir en la “propagación del Evangelio en la República Mexicana”.15 Ya radicado en la capital del país, y mediante La Voz de México, conoce la carta pastoral del obispo de Chiapas en la que lo ataca por su conversión al protestantismo y adelanta una respuesta que dice ampliará más adelante. En tanto considera que “en su filípicas contra el protestantismo, [el obispo] tira dentelladas tremendas contra el principio del libre examen, punto de partida de la reforma religiosa […] Este principio, sin embargo, está apoyado en la Sagrada Escritura”.16

A principios de octubre se abren clases bíblicas en la ciudad de México bajo la dirección de José María González, en el Colegio de Jesús, situado en la calle de Gante. Circula un anuncio en el que “se suplica a los hermanos de todas nuestras congregaciones se dignen concurrir a dichas clases, que tienden a ilustrar y a propagar el conocimiento de las Sagradas Escrituras”.17 Los cursos tienen lugar los martes a las siete de la noche.

En una nueva colaboración periodística el pastor González critica abiertamente las que considera conductas idolátricas. Lo hace con un lenguaje duro y semejante al usado por algunos clérigos católicos contra el protestantismo: “Hay errores tan groseros, prácticas tan estúpidas y vergonzosas, que casi no da gana de combatirlas seriamente. A esta categoría corresponde la creencia en idolillos, y el culto que se les tributa por gentes que o no han recibido un solo rayo de la luz evangélica, o han hecho el sacrificio de su inteligencia en aras de la superstición sacerdotal que especula con ella”.18

El año de la fundación de El Abogado Cristiano Ilustrado (1877), órgano oficial de la Iglesia Metodista Episcopal en México, el presbítero José María González es uno de los colaboradores.19 Al evocar la primera época de la publicación, Pedro Flores Valderrama asienta que “los primeros de su redactores fueron, además del director [William Butler], los reverendos Carlos G. Drees y Samuel P. Craver, el Lic. Don Nicolás Islas Bustamante, que firmaba sus escritos con el seudónimo de Fano, el maestro don Germán Lüders y el notable orador don José María González, que firmaba con el seudónimo de Arminius”.20 Finalmente, el pastor González se afilia a la Iglesia Metodista Episcopal.21 El caso de González fue uno entre muchos de quienes habiendo formado parte primero del movimiento que encabezó Manuel Aguas, la Iglesia de Jesús, después nutrieron el trabajo de distintas denominaciones evangélicas asentadas en el país a partir de 1872.

El trabajo de José María González y la Iglesia de Jesús en Tuxtla Gutiérrez sirvió de base para otros esfuerzos evangélicos realizados años más tarde. Desde las últimas dos décadas del siglo XIX llegaron biblias de agencias protestantes a Tuxtla, ingresaban por Puerto San Benito (posteriormente conocido como Puerto Madero, y recientemente rebautizado Puerto Chiapas), y vía los hijos de familias tuxtlecas que iban a estudiar a California.

En 1890 un tal Manuel Fernández, cuya afiliación denominacional desconocemos, realizó varios viajes misioneros repartiendo biblias, nuevos testamentos y folletos evangelísticos.22 En 1901 Leonardo S. Ingram, junto con su esposa e hija, llega a Tuxtla Gutiérrez y por varios meses se dedica a la evangelización personal, después se traslada a San Cristóbal de Las Casas y posteriormente marcha hacia Orizaba, Veracruz, sin haber dejado quien continuara con el trabajo.

Ingram era misionero independiente, es decir, no estaba sujeto a junta misionera alguna. Años después lo encontraremos en Tapachula. Su adscripción confesional estaba con los Plymouth Brethern, conocidos en México como los Hermanos Libres. El grupo se originó en 1830 en Plymouth, Inglaterra. Su principal impulsor fue un ex ministro anglicano, J. N. Darby.

El movimiento de los Hermanos Libres tuvo sus antecedentes hacia el último tercio de la segunda década del siglo XIX en Irlanda. Sus enseñanzas combinan elementos del calvinismo y el pietismo, con fuertes inclinaciones milenaristas. Enfatizan una moralidad puritana y establecen un fuerte contraste entre ello(a)s y el mundo. No tienen clero ordenado, sino que practican la participación comunitaria en la vida y dirección de la congregación. Son conservadores en su acercamiento a la Biblia. Su reunión más característica es el dominical partimiento del pan (la Santa Cena), en la que los hermanos tienen libertad para compartir lecturas bíblicas, alabanzas y orar, o para otras formas de participación, todo lo cual en una u otra forma gira en torno al propósito central del servicio: recordar a Cristo en la Cena del Señor.23

En 1902 el misionero presbiteriano Edwin McDonald levanta lo sembrado por Ingram y distribuidores espontáneos24 de la Biblia. McDonald y su esposa Sara llegaron a la ciudad de México en 1899, donde fundan una escuela de idiomas y son parte de la Iglesia Presbiteriana El Divino Salvador, cuyos orígenes se remontan a 1869. Edwin era ministro ordenado y en ese carácter atendía una congregación. McDonald manifestó al pastor de El Divino Salvador, Arcadio Morales, su intención de ir a al único estado de la República Mexicana donde no había obra evangélica. Por supuesto desconocía la existencia de intentos anteriores al que él pensaba emprender. Previamente el pastor Morales había expuesto en El Divino Salvador que debía hacerse algo por Chiapas, ya que de las veintisiete entidades que entonces integraban el país era la que se distinguía porque “no poseía el culto verdadero de Dios”. Así que el ofrecimiento de McDonald para trasladarse a territorio chiapaneco fue tomado por Morales como una respuesta providencial.25

El 5 de febrero de 1902 tiene lugar un culto especial, en el que los esposos McDonald fueron enviados por parte de su iglesia como misioneros a Tuxtla Gutiérrez. Al año siguiente los alcanza, para coadyuvar en la obra, Francisco Rodríguez y Rodríguez. Un elemento que nos permite calibrar la solidificación del trabajo del trío misionero en Tuxtla nos lo proporciona el hecho de que es en 1903, casi a la par de la fundación de la Iglesia presbiteriana en la ciudad, cuando da inicio la Escuela Dominical. Recordemos que este es un espacio, en las iglesias evangélicas, donde se instruye a los congregantes en los contenidos de la fe. Es una actividad aparte del culto y, normalmente, se hace uso de leccionarios o materiales que contengan de lo sencillo a lo complejo los puntos doctrinales que caracterizan a una cierta denominación o movimiento.

Francisco Rodríguez, que tuvo toda la responsabilidad de la obra a la salida de Edwin (quien debió regresar a Estados Unidos en 1906 por problemas de salud de su esposa) se retira de Chiapas en 1910. Por carta de Arcadio Morales a los integrantes de la Iglesia presbiteriana en Tuxtla sabemos que Rodríguez y Rodríguez tuvo una salida forzosa de Chiapas, aunque no se especifican las causas. En la misiva el pastor anima al grupo a continuar con las tareas por ellos mismos, mientras algún ministro tabasqueño los visita, “quien irá con el fin, no sólo de conoceros y de instruiros en las verdades divinas, sino que irá expresamente para bautizar a los niños y recibir a los nuevos miembros de la Iglesia”.26 Lo cierto es que como resultado de la salida de Francisco Rodríguez el grupo entra en un impasse de casi ocho años. A pesar de todo un núcleo permanece y se revigoriza en 1919. Al año siguiente los creyentes comienzan a recibir visitas regulares de un personaje que sería clave para la consolidación del presbiterianismo en gran parte de Chiapas: José Coffin Sánchez.

En lo que respecta a Tapachula, poblaciones cercanas a la misma y el Soconusco, sabemos de distintas incursiones de evangélicos que, inicialmente desconectadas entre sí, sirvieron de base para el posterior trabajo de la Iglesia presbiteriana. Debo mencionar que hubo un protestantismo étnico que no consideró necesario hacer labor proselitista. Esto tuvo lugar sobre todo en la última década del siglo XIX, cuando inmigrantes alemanes comenzaron su asentamiento en el Soconusco y desarrollaron fincas cafetaleras. Aunque muchos eran luteranos, su protestantismo quedó encerrado en su grupo étnico y no hicieron labor de proselitismo entre sus trabajadores mexicanos y guatemaltecos. Incluso es posible hablar de una catolización de los inmigrantes germanos y sus descendientes.27

Dos franceses prestaron cooperación a la causa evangélica en la zona que nos ocupa. El finquero Camilo Canel brindo apoyó a un colportor alrededor de 1878 para que distribuyera biblias en Tapachula y sus alrededores.28 Fruto de ese esfuerzo fue la conversión de la suegra de Canel, Petrona Calderón de Córdova.29 Por su parte José Triboullier llegó a Guatemala en 1890 y en 1904 es, según sus propias palabras, “convertido al Señor… a los 33 años de edad”.30 En 1908 se traslada junto con su familia a Tuxtla Chico, Chiapas, y se dispone a “secundar sus esfuerzos (de la Iglesia presbiteriana) a la evangelización de estos lugares, sumidos en tan densas tinieblas. Si no fuera esta la obra del Señor, nunca me atrevería a ofrecerles mis tan escasas aptitudes; pero el que me levantó del polvo y del muladar, es poderoso para hacer de un inútil pecador, como yo, un hermano celoso, activo y solícito, en el cual pueda usted (Arcadio Morales) contar eficazmente, para el ensanche de la obra por acá”.

En los primeros años del siglo XX llegaron a Tapachula Manuel F. Fernández, Leonardo S. Ingram, Edwin McDonald y Francisco Rodríguez y Rodríguez. De los últimos tres ya proporcionamos información, del primero carecemos de datos que nos permitan afirmar su afiliación denominacional. Todos se dedican a trabajos de evangelización personal, aunque no se tienen reportes de convertidos a raíz de sus esfuerzos. En 1913 se convierte una persona de la que sólo se sabe su nombre, Lucha, gracias al trabajo evangelizador de un doctor apellidado Valencia. En 1915 llegan a trabajar a la finca cafetalera San Vicente,31 localizada en Cacahoatán, municipio aledaño a Tapachula, dos guatemaltecos: Eulalio Ramírez y Flaviano Hernández, “creyentes en Cristo”.32 Ellos se encargaron de esparcir las creencias evangélicas entre los otros trabajadores, logrando que varios se unieran a su fe. Por problemas con el patrón de la finca el pequeño grupo de creyentes se trasladó a Tapachula. Realizaban los cultos en casas, ya para diciembre de 1916 celebran la Navidad de acuerdo a su nueva confesión.

Corresponde a la Iglesia del Nazareno haber iniciado la presencia evangélica en la Región de la Costa, más precisamente en Tonalá. En noviembre de 1903 el tren procedente de la ciudad de México hizo una parada en la población costeña. Descendió del ferrocarril, para tomar alimentos antes de proseguir su viaje a Guatemala, el presbítero Samuel M. Stafford, miembro de una de las denominadas iglesias de santidad33 y entabló conversación con otras personas, entre ellas la señora que preparaba las viandas. El intercambio resultó en una invitación de la mujer para que Stafford permaneciera en Tonalá y compartiera la Palabra de Dios. El misionero “inició estudios bíblicos y cultos en una casa rentada”.34 Después llegaron otros colaboradores para ayudarle en la naciente obra, el también presbítero Edwin H. Hunt, quien se quedó once años. Hunt hizo labores de colportor en poblaciones cercanas a Tonalá. En 1906 el grupo nazareno se extendió hacia Arriaga.

Más o menos por la misma época que tuvo sus orígenes el cristianismo evangélico en Tuxtla, Tapachula y sus alrededores y otras partes del Soconusco principiaron los contactos con el protestantismo en el territorio de Chiapas colindante con Tabasco. Por razones de distancia y obstáculos geográficos, a los habitantes chiapanecos de la región Norte se les facilitaba mucho más hacer distintos tipos de intercambios con sus vecinos tabasqueños. Entre esos intercambios estuvieron los de tipo religioso desde finales del siglo XIX. No fue mera casualidad que de Tabasco hayan salido apoyos para desarrollar el protestantismo en Chiapas.

Al territorio tabasqueño le caracterizaba un desarrollo peculiar en el contexto mexicano. Entre otras cuestiones porque, como lo refiere un historiador evangélico, el medio social y eclesial que encontró el presbiterianismo en Tabasco durante el último cuarto del siglo XIX fue favorable para la disidencia religiosa: “El estado de Tabasco es el menos fanatizado por la Iglesia católica romana, quizá sea porque los curas son poco afectos a sufrir penalidades y el clima del lugar no es muy propicio para dejar las comodidades de la ciudad; únicamente visitan las poblaciones anualmente cuando celebran las fiestas del santo patrón”.35

La anterior evaluación coincide con los datos que para la zona subraya el investigador Jean Pierre Bastian: la Iglesia católica desde siempre tuvo una escasa presencia en las regiones costeras de Veracruz, Tabasco y Campeche.36 A diferencia de otros estados del país, los obispados fueron instituidos tardíamente en Jalapa (1863) y en San Juan Bautista, hoy Villahermosa (1880). Además de la escasa presencia de clérigos señalada, hubo otro factor favorable para la inserción del protestantismo en Tabasco. En contraste con otros sacerdotes católicos de la nación que se opusieron férreamente al juarismo, los que prestaban servicios en la entidad “tenían fama de ser liberales, como el padre Manuel Gil y Sáenz, historiador de Tabasco, Leonardo Castellano, primer obispo, y los sacerdotes de la ciudad de Orizaba, por ejemplo”.37 A los factores señalados hay que sumar la existencia de otras prácticas religiosas que habían alcanzado cierta influencia en la población, como el espiritismo.

En sincronía con el nombramiento del primer obispo de San Juan Bautista, llegaron a territorio tabasqueño colportores entre 1880 y 1881. Se toparon con un escenario hospitalario a sus tareas y en esfuerzos combinados con personajes ligados a la Iglesia Nacional Presbiteriana, como Procopio C. Díaz,38 dieron pasos para establecer núcleos evangélicos. Las primeras células se desarrollaron en Comalcalco, Paraíso, La Chontalpa y San Juan Bautista, el centro de las reuniones eran las casas de los simpatizantes y conversos. Entre 1883 y 1884 arribaron a la zona misioneros nacionales presbiterianos con el fin de consolidar la obra que estaba fructificando con relativa celeridad.

Junto a los templos se fueron abriendo escuelas primarias, que facilitaron el posicionamiento de los núcleos evangélicos y les ganaron buenas opiniones de la población. Como en otras partes del país, preferentemente en el centro y en el norte, las escuelas auspiciadas por el protestantismo impulsaron una pedagogía liberal. Este proyecto educativo tenía como objetivo la creación de “hombres nuevos”, es decir, la exteriorización social de una regeneración de índole espiritual.39 En este sentido la propuesta sociopolítica del protestantismo descansaba en un entendimiento teológico del ser humano y su entorno. Se trataba de construir, a partir de una nueva experiencia religiosa, un conjunto de ciudadano(a)s responsables, educados en los principios democráticos y comprometidos con los valores del trabajo y la honradez.

La aceptación de la nueva propuesta en la entidad lo muestra el hecho de que “para 1910 el presbiterianismo contaba en Tabasco con unos 2,000 miembros militantes, pero influía, según la estimación de un misionero, sobre unos 15,000 habitantes (de entre unos 180,000 del estado), esencialmente en la Chontalpa”.40 En 1930 el porcentaje de la población protestante/evangélica (1.53) duplicaba el nivel alcanzado nacionalmente (.78) en ese mismo año. Un indicador del grado de descatolización acontecido en Tabasco nos lo da el saber que ya en 1930 la población declarada católica era menos del 90 por ciento,41 cifra a la que sólo se llegó en el conjunto de la nación mexicana hasta 1990. Tabasco iba a tener un desempeño muy importante en el desarrollo del protestantismo en su vecino Chiapas, particularmente mediante las acciones del tabasqueño José Coffin Sánchez.

 

Continuará

(Este artículo forma parte de la ponencia del autor en la próxima Consulta de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, del 21 al 24 de septiembre en San José, Costa Rica)

 

1 Germán A. Villalvaso, Carta pastoral de 8 de octubre de 1872, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, Tipografía del Porvenir, 1872.

 

2 Ibíd., pp. 3-4.

 

3 Ibíd., p. 5.

 

4 El Pájaro Verde, 25/XII/1872, p. 1.

 

5 Ibíd.

 

6 Arcadio Morales, “Memorias”, citado por Alberto Rosales Pérez, loc. cit., p. 36.

7

 Marta Eugenia García Ugarte, Poder político y religioso, México Siglo XIX, loc. cit., p. 1463; y The Reformation in Mexico, Hartford, Connecticut: Junior Auxiliary Publishing Co., 1894, reproducido en el sitio http://www.anglicanhistory.org/mx/reformation1894.html

 

8 La Verdad, 1/IV/1874, p. 2.

 

9 Ibíd., p. 3.

 

10 Marta Eugenia García Ugarte, Poder político y religioso, México Siglo XIX, vol. II, Miguel Ángel Porrúa-Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, México, 2010, p. 1465.

 

11 La Verdad, 1/IX/1874, p. 4.

 

12 Germán A. Villalvaso, Carta pastoral del 28 de junio de 1874, Puebla, Tipografía de Pedro Alarcón, 1874.

 

13 Germán A. Villalvaso, “Pastoral del Ilustrísimo Sr. Obispo de Chiapas”, La Voz de México, 12/IX/1874, p. 2.

 

14 Germán A Villalvaso, Carta pastoral del 28 de junio de 1874, p. 19 y La Voz de México, 20/IX/1874, p.

 

15 La Verdad, 1/IX/1874, p. 4.

 

16 José María González, “Para mientras”, La Verdad, 1/X/1874, p. 2.

 

17 La Verdad, 15/X/1874, p 4.

 

18 José María González, “Idolatría”, La Verdad, 1/XI/1874, p. 2.

 

19 El Abogado Cristiano Ilustrado, 1/I/1893, p. 6.

 

20 Pedro Flores Valderrama, “Contestando de presente después de cincuenta años”, El Abogado Cristiano, 5/I/1928, p. 3.

 

21 Marta Eugenia García Ugarte, Poder político y religioso, México siglo XIX, loc. cit., p. 1464.

 

22 Manuel García, “History of Protestantism in Tuxtla, Chiapas, Mexico”, Christian Intelligencer, August 26, 1931, p. 534.

 

23 Wilton M. Nelson, Diccionario de historia de la Iglesia cristiana, Editorial Caribe, Miami, Florida, 1989, p. 515; y F. L. y E. A. Livingstone (coords.), The Oxford Dictionary of The Christian Church, Oxford University Press, New York, 1997 (Third Edition), pp. 1302-1303.

 

24 En una carta del 25 de enero de 1904, McDonald hace una descripción de algunas condiciones favorables que encontró a su llegada a Tuxtla: “El Señor Ingram predicó el Evangelio muy fielmente más o menos seis meses en Tuxtla Gutiérrez y después en la ciudad de San Cristóbal, pero ahora ha vuelto a Orizaba y no dejó a nadie para continuar su trabajo en San Cristóbal… Encontramos en todas partes del estado los buenos resultados de la obra de los colportores de la Sociedad Bíblica Americana. Muchos han conservado sus Biblias y las han leído a pesar de la prohibición de los sacerdotes y las amenazas de excomunión de todos los que las leyesen. Hallamos, con pocas excepciones, a los que escucharon nuestras explicaciones de la Palabra Buena que ellos habían leído, que más tarde deseaban unirse a nosotros en la formación de una iglesia”. Hugo Esponda, El presbiterianismo en Chiapas, orígenes y desarrollo, Publicaciones El Faro, México, 1986, p. 200).

 

25 Alberto Rosales Pérez, Historia de la Iglesia Nacional Presbiteriana El Divino Salvador de la Ciudad de México, 1869-1922, Edición del autor, México, 1998, p. 112.

26 Carta en Alberto Rosales Pérez, op. cit., p. 353.

27 Luz María Martínez Montiel y Araceli Reynoso Medina, “Inmigración europea y asiática, siglos XIX y XX, en Bonfil Batalla, Guillermo (compilador), Simbiosis de culturas. Los inmigrantes y su cultura en México, FCE-CONACULTA, México, 1993, p. 358.

 

28 “Los colportores (distribuidores itinerantes de la Biblia y literatura protestante) fueron precursores del movimiento evangélico en casi todos los países (de América Latina), pues iniciaron en ellos sus labores antes que las iglesias de Europa o Norteamérica enviaran sus primeros misioneros […] Su origen se remonta al pietismo alemán al fundar la Sociedad Bíblica Von Canstein en 1710. El movimiento moderno comenzó en 1804 en Londres con la fundación de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera por un grupo de evangélicos, mayormente anglicanos. Su propósito declarado era alentar la amplia circulación de las Sagradas Escrituras sin notas ni comentarios” (Nelson, op. cit., pp. 966-967. El primer colportor enviado a nuestro Continente por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera fue James Thomson, quien recorrió estas tierras durante casi tres décadas. Estuvo en México en dos ocasiones, 1827-1830 y 1842-1844, Arnoldo Canclini, Diego Thomson, apóstol de la enseñanza y distribución de la Biblia en América Latina y España, Sociedad Bíblica Argentina, Buenos Aires, 1987. Pedro Gringoire, El doctor Mora, impulsor nacional de la causa bíblica, Sociedad Bíblica de México, México, 1978, ofrece pormenores del trabajo de Thomson en nuestro país. Por nuestra parte hemos estudiado los años de la primera estancia del personaje en Carlos Martínez García, James Thomson: un escocés distribuidor de la Biblia en México, 1827-1830, Maná Museo de la Biblia, México, 2013.

 

29 Hugo Esponda, op. cit., p. 157.

 

30 Carta en Alberto Rosales Pérez, op. cit., p. 114.

31 La finca aparece inventariada entre las inversiones alemanas en Chiapas, en el periodo 1933-1945. Esto corrobora la continuidad de la plantación donde se gestó una vertiente del protestantismo tapachulteco en Luz María y Araceli Reynoso Medina, op. cit., p. 363.

 

32 Hugo Esponda, op. cit., p. 158.

 

33 En línea con la búsqueda de la perfección o santidad cristiana, de acuerdo a las enseñanzas del reformador inglés John Wesley (1703-1791), estas iglesias crecieron en Estados Unidos sobre todo en el último tercio del siglo XIX. Un sector de las mismas conjuntó esfuerzos para dar origen en 1895 a una primera etapa de la Iglesia del Nazareno. Posteriormente se unieron otros grupos y en 1907 fundaron, en Chicago, la Iglesia Pentecostal del Nazareno. Para trazar una línea de diferenciación con el creciente pentecostalismo moderno, que comenzó a crecer vertiginosamente a partir del avivamiento de 1906, cuyo centro fue Azusa Street en Los Ángeles, California (ver Carlos Martínez García, Azusa Street: cuna del pentecostalismo del siglo XX, ECCAD, México, 2006), los nazarenos decidieron retirar de su nombre eclesial el término pentecostal. La Iglesia del Nazareno cree en la acción perfeccionadora del Espíritu Santo en la vida de los creyentes, pero no enfatiza, como los pentecostales, la necesidad de hablar en lenguas (glosolalia) como evidencia inicial de la acción del Espíritu en las personas (Daniel G. Reid, Robert D. Liner, et. al. (eds.), Dictionary of Christianity in America, InterVarsity Press, Downers Grove, Illinois, 1990, p. 274-275). Para la relación entre el Movimiento de Santidad y el surgimiento del pentecostalismo moderno, ver Vinson Synan, , The Century of the Holy Spirit. 1901-2001, 100 Years of Pentecostal and Charismatic Renewal, Thomas Nelson Publishers, Nashville, Tennessee, 2001.

 

34 Eduardo Duque Madrid, 100 años de bendición. Breve historia de la Iglesia del Nazareno en México, Junta Nacional de la Iglesia del Nazareno de México, A.R., Jalapa, 2003, p. 16.

 

35 Apolonio C. Vázquez, Los que sembraron con lágrimas. Apuntes históricos del presbiterianismo en México, Publicaciones El Faro, México, 1985, p. 249.

36 Jean-Pierre Bastian, Los disidentes: sociedades protestantes y Revolución en México, 1872-1911, FCE-El Colegio de México, México, 1989, p. 111.

 

37 Ibíd.

 

38 Nació en Tixtla, Guerrero, el 8 de julio de 1830. Su padre fue un católico de ciertos rasgos anticlericales. En su juventud aprendió el oficio de impresor, su buena gramática y ortografía le fueron de utilidad desde entonces. En 1854 al proclamarse el Plan de Ayutla, que desconocía la dictadura de Antonio López de Santana, Procopio se adhirió a los rebeldes y operó en su favor en la Costa Chica. Tuvo parte destacada en el sitio de Chilapa y alcanzó el grado de Teniente de infantería, que le otorgó el general Juan Álvarez. Al término del régimen santanista, Procopio Camilo estableció una imprenta en Acapulco, que usó para apoyar la gesta liberal encabezada por Benito Juárez. Ingresó al Ejército Republicano que combatió la intervención francesa, como consecuencia fue ascendido a Comandante de batallón el 13 de octubre de 1869. Retirado a la vida privada en Acapulco fue editor de tres periódicos anti clericales: El Costeño, La Esperanza del Sur y El Malcriado. Su conversión al cristianismo evangélico aconteció en 1874, cuando llegaron a sus manos folletería evangélica y un Nuevo Testamento. Comenzó a leer el material y conjuntamente entró en contacto con protestantes que le plantearon iniciar reuniones en Acapulco. De manera natural Procopio fue el líder de la obra evangélica en el lugar. Junto con otros creyentes sufrió ataques por su adscripción religiosa minoritaria, recibiendo catorce machetazos que resultaron en la pérdida de los dedos segundo y tercero de la mano derecha. Fue elegido diputado al Congreso del estado en el mismo año de 1874. Fungió como pastor en Chilpancingo e hizo obra de evangelismo en otras partes del país, entre ellas Tabasco, donde un templo presbiteriano lleva su nombre. Murió el 23 de noviembre de 1895 (Apolonio C. Vázquez, 1985, pp. 77-82).

 

39 Ver Rubén Ruiz Guerra, Hombres nuevos: metodismo y modernización en México (1873-1930), CUPSA, México, 1992.

 

40 Jean-Pierre Bastian, op. cit., p. 117.

41 Gilberto Giménez (coordinador), Identidades religiosas y sociales en México, IFAL-IIS-UNAM, México, 1996, p. 229.

 

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