La agonía de Omayra

Una niña de trece años atrapada en el fango, adquirió reconocimiento mundial mientras la televisión transmitía sus últimas horas de vida

24 DE AGOSTO DE 2013 · 22:00

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La noche del 13 de noviembre de 1985 el volcán Nevado de Ruiz, conocido por los habitantes de la zona de los Andes de Colombia como “el león dormido”, entró en erupción provocando que se fundiera la nieve de este macizo de 5.400 metros expulsando 35 millones de toneladas de materiales. La avalancha de lodo, tierra y escombros sepultó literalmente la ciudad de Armero, convirtiéndola en una dantesca Pompeya colombiana, un cementerio gigante con más de 25 mil muertos. Una niña de trece años atrapada en el fango, agua y restos de su propia casa adquirió reconocimiento mundial mientras las cámaras de televisión transmitían incesantemente sus últimas horas de vida y los diálogos de la niña con los periodistas y los socorristas que en vano intentaron rescatarla. Fueron 60 horas de interminable agonía de Omayra Sánchez Garzón.En el momento de la tragedia se hallaba con su padre, su hermano menor y una tía. Su madre se encontraba en Bogotá haciendo gestiones. Durante todo el tiempo se mantuvo agarrada a un poste de madera. Debajo tenía los cuerpos de sus familiares. Cuando los socorristas intentaron ayudarla, comprobaron que era imposible. Para sacarla necesitaban una bomba de agua que succionara el fango, cada vez mayor fango, en el que estaba sumergida. La única moto-bomba disponible estaba lejos del sitio, por lo que solo podían dejarla morir. Omayra mostró una fortaleza fuera de lo común hasta su último aliento, según los socorristas y periodistas que la rodearon. Durante los tres días de agonía, estuvo pensando solamente en volver al colegio y en sus exámenes. Televisión Española recogió en un estremecedor documento audiovisual las palabras que Omayra dirigió a su madre. El reportaje, en Informe Semanal. Frank Fournier es el autor de la famosa foto de Omayra. Le valió el premio World Press Photo 1985. La foto dio la vuelta al mundo, pero lo cierto es que no la publicó hasta semanas después de que la chica falleciera. El cliché del periodista sin sentimientos, solo ávido de dólares y fama con sus relatos e imágenes de la desgracia ajena se hace añicos con casos como este. Y no es una excepción. Son muchos los periodistas comprometidos que entienden su oficio como un apostolado, tienen corazones de carne y viven las historias que cuentan. Pieza magistral del mejor periodismo posible es el relato de Germán Santamaría “La niña que agoniza en el fango. Por favor: ¡Hay que salvar a Omayra!”

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Leyendo fotos - La agonía de Omayra