El estilo ¿evangélico? de gobernar de AMLO (II)

El presidente de México es un cristiano heterogéneo, pero no es posible adscribirlo al perfil evangélico/pentecostal.

30 DE JULIO DE 2023 · 09:00

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en un acto en 2019./ Milton Martínez / Secretaría de Cultura de la Ciudad de México,<a target="_blank" href="https://flic.kr/p/2gksE4J">Flickr</a>, CC 2.0,
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en un acto en 2019./ Milton Martínez / Secretaría de Cultura de la Ciudad de México,Flickr, CC 2.0

Rodrigo Salas Uribe en su artículo “El estilo evangélico de gobernar” considera que el presidente de México es evangélico, y su estilo de gobernar lo confirma. En el artículo anterior inicié el análisis de la consideración, la que continúo en esta entrega.

El de AMLO es, evalúa Roberto Blancarte, menos un cristianismo evangélico y más un “bricolaje” religioso, que consiste en “una recomposición religiosa personal de las creencias, donde el individuo creyente genera una especie de ‘religión a la carta’, escogiendo lo que le apetece de cada una de las tradiciones religiosas con las que ha entrado en contacto”.1 Sobre el tópico de intentar desentrañar la función de la peculiar religiosidad presidencial y su incidencia en las políticas gubernamentales, la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa organizó en marzo de 2020 el foro “Defender el Estado laico. Política y religión en la 4T”. En las ponencias presentadas hay valiosos insumos para quienes buscan comprender el perfil religioso de AMLO.2

El presidente incorpora en su cuerpo de ideas, al que ha denominado “humanismo mexicano” (así lo llamó al cumplir cuatro años en el gobierno3), lo mismo a Marx, Engels, José Martí, Gandhi, los liberales mexicanos decimonónicos con Benito Juárez a la cabeza, que versículos de la Biblia (sobre todo del Nuevo Testamento) y a Alfonso Reyes (particularmente su Cartilla moral4), sólo por mencionar algunas de sus influencias confesadas públicamente. Es un cristiano más cercano a los del tipo libertario sin vínculos eclesiásticos o denominacionales como los estudiados por Leszek Kolakowski en Cristianos sin Iglesia. La conciencia religiosa y el vínculo confesional en el siglo XVII.5 En el caso de nuestro país personajes del siglo XIX como José Joaquín Fernández de Lizardi, José María Luis Mora e Ignacio Altamirano profesaron un cristianismo diferenciado del catolicismo romano, caracterizado por sus posturas anti clericales y contrarias a la simbiosis Estado-Iglesia. Además el cristianismo de los tres lo concebían como un insumo necesario para la reconstrucción del país. Mencionar aquí a los tres cristianos libertarios no es con la intención de hacer un paralelismo con la postura de AMLO, solamente es un intento de señalar que hemos tenido pensadores muy activos políticamente que practicaron un cristianismo distante de los campos entonces confesionalmente organizados. Es en la misma línea que, percibo, se conduce AMLO es un cristiano heterogéneo, pero no es posible adscribirlo al perfil evangélico/pentecostal.

Por un lado AMLO tiene cercanía con algunos postulados de la Teología de la Liberación (TL), por otro, como menciona Salas Uribe, “su defensa del principio de la no violencia y el uso de figuras como Gandhi remite más bien a las críticas que los teólogos evangélicos dirigieron a los principios de la praxis liberadora”. Es cierto que teólogos evangélicos criticaron la que consideraron falta de fundamentación bíblica de la TL, pero no lo es que para los críticos citados (Emilio Antonio Núñez y C. René Padilla) “la misión principal de la Iglesia es garantizar el cielo a los creyentes, no participar y promover una praxis liberadora para establecer una sociedad socialista. La lucha de clases es incompatible con la misión espiritual. De ahí el carácter profundamente antirrevolucionario del evangelismo”.

El movimiento de la Misión Integral (MI) nació en el seno de la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL), plataforma reflexiva evangélica, y si algo no sostiene es que “la misión principal de la Iglesia es garantizar el cielo a los creyentes” y fugarse del mundo, al contrario, la MI ha sido señalada al interior del evangelicalismo más conservador como liberacionista y demasiado preocupada por los asuntos del mundo. El autor cuyo escrito comento habría hecho bien si hubiese leído directamente a teólogos de la FTL y no hacer conclusiones basándose en mediaciones de otros autores.6

El apartado “El afán evangelizador del presidente” lo inicia Rodrigo Solís Uribe” afirmando que “el protestantismo tiene larga historia en nuestro país”, acto seguido remite a los trabajos del Instituto Lingüístico de Verano (ILV), que llegó “a México en 1934, por invitación de Cárdenas”. La realidad es que el ILV nada tuvo que ver con los inicios del cristianismo protestante evangélico en la nación mexicana. En 1827 arribó a nuestro país el escocés bautista James Thomson, enviado por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera y el sistema de escuelas lancasterianas. Permaneció tres años, en los cuales tuvo apoyo de mexicanos que no hicieron caso a las medidas de las autoridades católicas romanas en cuanto a rechazar la que consideraron Biblia protestante por carecer de los conocidos como libros deuterocanónicos, los que algunos llaman apócrifos.7

En un libro que recoge pormenores de la obra que desarrolló en España y Portugal, Thomson incluye, en un apéndice, la siguiente nota concerniente a los años de su primera estancia en México (estuvo nuevamente en el país entre 1842 y 1844): “No debo dejar de mencionar aquí, por tener una relación muy directa con el tema que nos ocupa en cuanto a los servicios religiosos, que en 1829 y 1830, cuando yo residía en la Ciudad de México, varios de nosotros nos reuníamos para adorar todos los domingos en una de las principales calles de la ciudad (Calle de Plateros), donde tuvimos nuestros servicios protestantes, los cuales acompañamos con cantos. A veces teníamos mexicanos presentes con nosotros, y nuestra reunión era bien conocida por muchos, pero nunca nos molestaron”.8

La calle de Plateros desembocaba en la principal plaza de la capital, el Zócalo. Era el último tramo de la actual avenida Francisco I. Madero, en la sección que comienza en su cruce con Isabel la Católica y termina en la también llamada Plaza Mayor.9 Con lo brevemente descrito por Thomson se posibilita afirmar que, por lo menos, en 1829 ya existía un núcleo protestante ubicado en el hoy Centro Histórico de la Ciudad de México. Queda por dilucidar si a la salida del personaje la célula mencionada por él tuvo continuidad en el mismo lugar, o se mudó a otro domicilio. Lo constatable es que las reuniones en la Calle de Plateros existieron y continuaban a la salida de Thomson (verano de 1830). Cabe la posibilidad de que algunos asistentes hayan iniciado privadamente servicios religiosos protestantes, así como continuaron estudiando la Biblia por sí mismos.

Sobre la gestación del protestantismo en México hay investigaciones que documentan el papel activo en el enraizamiento de la nueva creencia a partir de mediados del siglo XIX. Los misioneros y las misioneras no llegaron a terrenos sociales áridos ni desérticos, sino que actores endógenos participaron en la apropiación y difusión del credo distinto al tradicional católico romano.10 En este sentido es que se hace necesario prestar atención tanto a tales actores como a las cambiantes condiciones sociales y religiosas que posibilitaron el enraizamiento de una fe considerada, por el establishment religioso, ajena a y peligrosa para la que llamaban idiosincrasia nacional. En cuanto a indígenas que fueron receptivos y activos en acoger el protestantismo vale la pena detenerse en lo relatado por Ignacio Manuel Altamirano, en al menos dos de los casos referidos por él y que trato en un libro sobre persecuciones en el siglo antepasado.11 Para cuando el ILV comienza su asentamiento en México el protestantismo ya tenía en el país más de un siglo de haber iniciado su presencia.

En algunas poblaciones indígenas el ILV fue inicialmente la primera presencia protestante consolidada, en otras se articuló a iniciativas ya existentes de pobladores originarios que se mostraron hospitalarios a las actividades de los lingüistas/misioneros. También hubo poblaciones que rechazaron por diferentes motivos a los foráneos.12 En todos los casos los indígenas no fueron, ni son, seres pasivos ni meramente receptores de un mensaje importado y sin relación con su vida cotidiana. Los datos señalaban en el año 2000 que “el étnico es uno de los factores más importantes para entender el crecimiento de la disidencia religiosa y el cambio de credo en México. Sin duda, si hay un sector social donde se ha dado la aceptación del pluralismo religioso es el de los grupos étnicos indígenas […] La población protestante indígena en porcentaje es el doble del promedio nacional de adscripción protestante, 10% con respecto a 5%”.13

La tendencia de protestantización en grupos étnicos se intensificó según el Censo del 2020. La media de población protestante/evangélica en México es de 11.2 por ciento. Mientras que en estados con importante población indígena como Chiapa es de 32 por ciento, le sigue Tabasco con 27 por ciento, Campeche con 24, Quintana Roo con 21 y Tamaulipas con 17. Desde el Censo de 1980 el quinto lugar de mayor porcentaje protestante/evangélico le había correspondido a Yucatán. Ahora dicho peldaño es ocupado por Tamaulipas, la única de las primeras cinco entidades cuya población indígena es baja, menos del uno por ciento. La intensa diversificación religiosa entre los pueblos indígenas es multi factorial, y en ella el rol del ILV ha sido magnificado en detrimento de los propios creyentes locales, principales difusores de credos distintos al católico romano.

 

1 Ibid., p. 56.

2 Garma, Carlos, Ariel Corpus y Ma. del Rosario Ramírez Morales (coordinadores), Religión y política en la 4T. Debates sobre el Estado laico, UAM-I, México, 2021.

3 Artículo sobre humanismo mexicano.

4 En 1944 el secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, solicitó a Reyes unas breves lecciones de moral. El escritor redactó la Cartilla moral. La pequeña obra fue publicada, en edición de autor en 1952. Fue Gastón García Cantú, subdirector de publicaciones del Instituto Nacional Indigenista, quien, tras retoques al escrito del propio Reyes, hizo “una edición de amplio tiraje”. Martínez Baracs, Rodrigo, La historia de la Cartilla moral de Alfonso Reyes. Mi opinión sobre la Cartilla de don Alfonso y su adecuación por el gobierno de AMLO en “Cartilla moral de la Cuarta Transformación”, La Jornada 16/I/2019.

5 Taurus Ediciones, Madrid, 1982.

6 En la FTL hay coincidencias y discrepancias en la evaluación de la TL, como muestra ver Núñez, Emilio Antonio, Teología de la Liberación, una perspectiva evangélica, Editorial Caribe, Miami, 1986; Samuel Escobar, La fe evangélica y las teologías de la liberación, Casa Unida de Publicaciones, El Paso, 1987; Kirk, Andrew J., Liberation Theology. An Evangelical View from the Third World, John Knox Press, Atlanta, 1979. Para el movimiento de la MI ver C. René Padilla, Misión integral: ensayos sobre el Reino de Dios y la Iglesia, tercera edición, Ediciones Kairós, Buenos Aires, 2014; López R., Darío, Pentecostalismo y misión integral. Teología del Espíritu, teología de la vida, Ediciones PUMA, Lima, 2008, Acerca de la identidad de la FTL y la MI en el abanico evangélico: Kirkpatrick, David C., A Gospel for the Poor. Global Social Christianiy and the Latin American Evangelical Left, University of Pennsylvania Press, Philadelphia, 2019.

 

7 Del personaje y su actividad me he ocupado en James Thomson: un escocés distribuidor de la Biblia en México, 1827-1830, segunda edición, Maná Museo de la Biblia, México, 2013.

8 Thomson, James, Spain, Its Position and Evangelization, Partridge and Oakey, London, 1853, p. 56. Agradezco a Bill Mitchell que me haya facilitado copia de la obra escrita por Thomson.

9 Para los nombres antiguos de avenida Francisco I. Madero ver González Obregón, Luis, México viejo, época colonial, Noticias históricas, tradiciones, leyendas y costumbres, segunda edición, Alianza Editorial, México, 1992, p. 721; González Gamio, Ángeles, Corazón de piedra, Noticias históricas, tradiciones, leyendas y costumbres, segunda edición, Alianza Editorial, México, 1992, p. 131.

10 Investigaciones en las que se concatenan factores y personajes exógenos/endógenos, entre otras, Téllez Aguilar, Abraham, Proceso de introducción del protestantismo en México desde la Independencia hasta 1884, tesis de licenciatura en historia, Facultad de Filosofía y Letras-UNAM, México, 1989; Barraza Loera, Christian Manuel, Liberales, misioneros y conversos. Entre la disidencia católica y la conformación de la iglesia presbiteriana en Villa de Cos, Zacatecas, 1846-1876, tesis de doctorado en historia, El Colegio de San Luis, 2020; Martínez García, Carlos, Albores del protestantismo mexicano en el siglo XIX, Librería Papiro 52-CUPSA, México, 2021 y Manuel Aguas: de sacerdote católico a precursor del protestantismo en México (1868-1872), segunda edición, Librería Papiro 52-Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano, México, 2022.

11 Martínez García, Carlos, “Ignacio Manuel Altamirano y los protestantes heridos en Xalostoc” e “Ignacio Manuel Altamirano y los hugonotes de Chimalhuacán”, en Persecuciones contra los protestantes en México en el siglo XIX, Librería Pairo 52-Centro de Estudios del Protestantismo Mexicano, 2022, pp. 35-56.

12 En torno a los objetivos del ILV, sus motivaciones y aceptación o rechazo en las poblaciones ver, además de la bibliografía citada en la nota de pie de página número 5 por Rodrigo Salas Uribe, los trabajos de David Stoll, Fishers of Men or Founders of Empire? The Wycliffe Bible Translators in Latin America, Zed Press, London, 1982 y del mismo autor “¿Con qué derecho adoctrinan ustedes a nuestros indígenas? La polémica en torno al Instituto Lingüístico de Verano”, América Indígena, vol. 44, núm. 1, 1984, pp. 9-24; Hartch, Todd, Missionaries of the State. The Summer Institute of Linguistics, State Formation, and Indigenous Mexico, 1935-1985, The University of Alabama Press, Tuscaloosa, 2006.

13 Garma, Carlos y Alberto Hernández, “Los rostros étnicos de las adscripciones religiosas”, en De la Torre, Renée y Cristina Gutiérrez Zúñiga (coordinadoras), Atlas de la diversidad religiosa en México (1950-2000), CIESAS-El Colegio de Jalisco-El Colegio de la Frontera Norte, 2007, p. 203.

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