La teología política de Menno Simons (IV)

Disociar la enseñanza del Evangelio de la vida de quien lo predicaba era, de acuerdo con Menno, un despropósito.

13 DE FEBRERO DE 2022 · 07:00

Menno Simons.,
Menno Simons.

Menno fijó cuál era el objetivo al escribir Un fundamento de fe, buscaba difundir las creencias de los anabautistas perseguidos: “Nosotros como pobres y miserables hombres suplicamos y exhortamos a todos, y eso por la misericordia del Señor, a leer nuestro fundamento y fe detenidamente por una vez para grabarse los mismos en sus corazones y entenderlos bien. Así sabrán cuál es la doctrina que difundimos, la fe que tenemos, la vida que llevamos y nuestro modo de pensar. Porque tenemos que escuchar y aguantar mucho, hemos soportado cautiverio y destierros, robos, injurias, mentiras y somos matados como pobres ovejas inocentes”. Escribió desde la marginalidad y asediado por los poderes políticos y religiosos de su tiempo.

Menno escribió desde el asedio y en la diáspora. La suya fue una escritura del éxodo. Una de los énfasis centrales de Menno Simons era dilucidar para las comunidades anabautistas en qué consistía la misión cristiana. Para él era hacer misión cristiana al estilo de Jesús, entonces, por lo tanto, necesariamente la misión tendría que ser integral. Para Simons la comunidad de creyentes debía ser contrastante en sus valores y conducta con los del “mundo”, es decir la sociedad que nominalmente era cristiana pero que, para él, estaba permeada por ideas y prácticas alejadas del Evangelio de Cristo.

A contracorriente de las iglesias territoriales, en el entendimiento de Menno la Iglesia cristiana estaba conformada por creyentes, quienes en algún momento deberían expresar públicamente la decisión de no solamente tener a Jesús como Salvador sino también reconocerle como Señor y modelo de vida a seguir. Esta convicción, junto con otros anabautistas, le llevó a un compromiso misional, desafiando a las iglesias oficiales que prohibían la existencia en su territorio de confesiones distintas a la favorecida por las autoridades gubernamentales.

Si la misión se hace en la forma que la hizo Jesús, entonces la proclamación del Evangelio, el discipulado, las relaciones en la comunidad de fe, la convivencia con “los de afuera”, la manera de ser sal y luz para transformar a la sociedad, son tareas para ser realizadas en el espíritu de Cristo: mediante la integridad de vida personal y comunitaria, a través de la persuasión y nunca por medios violentos e impositivos.

Jesús mandó a sus discípulos ser constructores de paz (Mateo 5:9), y Menno en su ministerio, realizado en la clandestinidad y bajo persecución, enseñó que era preferible el sufrimiento por causa del Evangelio de paz que dejarse seducir por la violencia. El énfasis misional cristocéntrico de Menno Simons le impelió a evangelizar y discipular a sabiendas, como antes fue consignado, de que el emperador Carlos V había ofrecido una cuantiosa retribución a quien lo entregara. El cargo acusatorio era de herejía, y se le señalaba de haber sido “contaminado por el anabautismo y otras falsas enseñanzas”. En el edicto contra Menno, ya mencionado antes, del 7 de diciembre de 1542, se ofrecía una recompensa de 100 monedas de oro por su cabeza y además prohibía prestarle ayuda u hospedaje en cualquier forma y leer sus libros. [1]

Disociar la enseñanza del Evangelio de la vida de quien lo predicaba era, de acuerdo con Menno, un despropósito. De tal manera que de poco valía ser un erudito y versado doctor en teología si la vida no validaba la doctrina tan celosamente defendida: “Cristo impuso este mandamiento, esta Palabra –digo yo– a todos los embajadores y maestros verdaderos, porque dice ‘Predicad el Evangelio’. No dice: Predicad la doctrina y los mandamientos de los hombres; predicad concilios y costumbres; predicad comentarios y opiniones de los eruditos. Sino que Él dice: Predicad el Evangelio ‘enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado’ (Mateo 28:20) […] Algunos de ustedes elogian una vida piadosa y cristiana en parte. Predican también mucho de Cristo, de su mérito, Espíritu y su gracia, y sin embargo son los mismos que llevan una vida disoluta y carnal, crucifican a Cristo de nuevo. Contristan a su Espíritu y desprecian su gracia como puede verse”. [2]

Arrepentimiento, conversión, discipulado, evangelización y transformación de la sociedad conformaban para Menno un ciclo ineludible para los creyentes. En su escrito El nuevo nacimiento (1537 y ampliado en 1550), hizo un llamado a “todas las criaturas vivientes” para que, como Nicodemo, y él mismo, renacieran en el poder del Espíritu para llevar vidas nuevas en un mundo marcado por la destrucción y la violencia. [3]

En Por qué no ceso de enseñar y escribir (1539), Menno Simons, sostiene Abraham Friesen, interpretó Mateo 28:19 y Marcos 16:15 en un sentido misional cuyo contenido era transmitir en palabras y obras el Evangelio de Cristo sin adulteraciones: “deseamos con corazones ardientes, incluso a costa de nuestra vida y sangre, que el santo Evangelio de Jesús y sus apóstoles, el cual es la única doctrina verdadera y que permanecerá hasta que Cristo regrese otra vez en las nubes, sea enseñado y predicado a través del mundo como el Señor Jesús lo mandó a sus discípulos según sus últimas palabras en la tierra dadas a ellos”. [4]

Bajo acoso y persecución, Menno pastoreaba las comunidades anabautistas que se reunían en casas, en lugares previamente acordados y que se localizaban fuera del alcance de posibles delatores. Transmitía la que consideraba la integralidad del Evangelio, caracterizada por servir en cada necesidad humana, que, así como Cristo respondió compasivamente para sanar espiritual y físicamente a personas que interactuaron con él, la fe del Evangelio tenía que encarnarse y servir tanto espiritual como materialmente:

Porque la verdadera fe evangélica es de tal naturaleza que no puede quedarse inactiva, sino que se manifiesta en toda justicia y obras de amor; muere a la carne y sangre; destruye todas las pasiones y deseos prohibidos; busca, sirve y teme a Dios; viste a los desnudos; alimenta a los hambrientos; consuela a los afligidos; alberga a los desamparados; ayuda y consuela a los entristecidos; devuelve bien por mal; sirve a los que le hacen daño; ora por quienes le persiguen; enseña, aconseja y reprende con la Palabra del Señor; busca a los perdidos; venda a los heridos; sana a los enfermos y salva a los débiles; se convierte en todas las cosas para toda la gente. La persecución, sufrimiento y angustia que resultan por causa de la verdad del Señor son para ella un gozo y consuelo gloriosos. [5]

Las redes clandestinas de creyentes lo protegieron de la pena de muerte que pesaba sobre él por rechazar el paidobautismo y negar autoridad a los gobernantes para decidir acerca de cuestiones de fe. Menno y los anabautistas de los grupos pastoreados por él eran firmes creyentes en el mandato dado por Jesús de ir a todas las naciones para hacer discípulos. No reconocieron la jurisdicción excluyente de las iglesias territoriales y con su activismo evangelizador fueron percibidos como un peligro para la unidad Estado-Iglesia oficial, fuera ésta católica o protestante.

En el pensamiento teológico de Menno es indiscutible la centralidad de Cristo. Por tal centralidad, entonces, la historia de la Revelación contenida en la Biblia llega a su máximo esplendor en la persona y obra de Cristo. La premisa que se desprende de tal conclusión es que si la Revelación de Dios es progresiva (de luz a más luz), por lo tanto las creencias y conductas de los creyentes deben cimentarse en la máxima luz, es decir en lo normado por Jesús el Cristo.

Simons nunca usó el término Revelación progresiva de Dios, sin embargo la noción está presente con gran claridad en sus escritos. No es casual que en cada uno de ellos eligiese poner a manera de epígrafe 1 Corintios 3.11: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. Si la culminación de la Revelación es Jesucristo, y Menno estaba plenamente convencido de ello, entonces todo debe juzgarse a la luz de tal cima. La conclusión siguiente, en esta perspectiva, es que no toda la Biblia tiene el mismo valor normativo para los cristianos y cristianas. La Biblia debe interpretarse desde un punto de vista cristocéntrico. [6]

El conocimiento situado en el punto de vista cristocéntrico es contrastante con el de quienes tienen una concepción lineal horizontal de la Revelación. Muchos cristianos en la actualidad tienen lo que se llama una Biblia “plana”. Creen que las palabras de Dios interpretadas por Moisés en el Antiguo Testamento tienen tanta autoridad como las palabras de Jesús en el Nuevo Testamento. Cuando cuestiones de carácter político o sociales como guerras, pena de muerte, o el trato de la gente que consideran pervertida surgen, aquellos con una Biblia “plana” utilizan textos del Antiguo Testamento como fundamento de sus creencias y acciones, aun cuando estos contradigan las enseñanzas de Jesús.

Menno Simons, y sus herederos doctrinales, sostienen que el mismo Jesús dejo sólidas pistas interpretativas sobre cómo evaluar los dilemas éticos y las consecuentes actitudes a sostener, y practicar, frente a los mismos. Los cristianos anabautistas interpretan las Escrituras desde un punto de vista ético cristocéntrico. Se ve a Jesús como la revelación total de Dios y su voluntad, por lo cual en algunas ocasiones las enseñanzas de Jesús sobrepasan a previas enseñanzas. Becker hace notar que Jesús mismo dijo “Habéis oído que fue dicho… pero yo os digo…” (Mateo 5:21, 27, 31, 33, 38, y 43). Además, el autor de Hebreos dijo: “En el pasado, Dios habló a nuestros padres a través de los profetas muchas veces y de varias formas, pero en estos últimos días él nos ha hablado por su hijo… que es el resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia”. [7]

Menno Simons estaba menos interesado en interminables discusiones doctrinales sobre oscuros puntos de las Escrituras, y más dispuesto a clarificar el sentido pedagógico de lo que implicaba el seguimiento de la Palabra viva, Jesucristo. Porque los “credos se preocupan solamente de las creencias”, pero Menno y los anabautistas “están igualmente interesados en las conductas. Los credos han sido usados frecuentemente para silenciar, excluir y perseguir a los disidentes, en lugar de ser una invitación a continuar conversando”. [8]

Si bien es cierto que para Menno Simons la lectura de la Biblia rinde sus mejores frutos si se hace desde una óptica cristocéntrica, por otra parte su comprensión de tal principio implicaba apertura a un renovado entendimiento de la Palabra. De todas formas de sus escritos se desprenden entendimientos bien asentados y, por así decirlo, no negociables sobre Cristo y su obra a favor de los seres humanos. Aceptar tales beneficios implica involucramiento vital con Jesús como Salvador, pero igualmente como Señor. Resumiendo, el entendimiento menonita de las Escrituras puede concentrase en cinco puntos: 1) La Biblia es central para la vida cristiana, porque es el fundamento de un verdadero entendimiento de la fe y práctica de los discipulo(a)s de Cristo. 2) La interpretación de la Biblia es tarea de la comunidad de creyentes, y no solamente de unos cuantos expertos que dictan líneas de comprensión para los demás. 3) El Nuevo Testamento interpreta al Antiguo Testamento, principio que requiere una lectura cristocéntrica de la Biblia, porque Cristo es el modelo final para el creyente cristiano. 4) La Biblia es un libro para la vida, su estudio no se agota en un ejercicio meramente intelectual (aunque lo incluye), sino que la estudiamos para aprender a ser discípulos de Jesús. 5) Más allá de poseer una fórmula doctrinal segura y acabada, la interpretación bíblica es un proceso continuo que se realiza comunitariamente y con el auxilio del Espíritu Santo. [9]

En resumen, lo antes escrito es apenas un apunte sobre uno de los componentes de la teología de Menno Simons, su entendimiento de la Biblia, la centralidad de Cristo en ella y, por consiguiente, la necesidad de leerla desde una óptica cristocéntrica. Por consiguiente su fondo y forma de hacer misión, siguiendo el ejemplo de Cristo, fue resultado de un ejercicio hermenéutico en el que la centralidad la tenía exclusivamente la Palabra hecha ser humano, “quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos” (Filipenses 2:6-7, NVI). Fue así que del paradigma hermenéutico bíblico de Menno surgieron propuestas eclesiales, políticas y sociales que desafiaron la simbiosis iglesias territoriales/Estado.

 

Notas

1. El edicto lo reproduce John Horsch, Menno Simons, His Life, Labors and Teachings, Scottdale, Mennonite Publishing House, 1916, pp. 55-57.

2. Menno Simons, Un fundamento de fe, pp. 120 y 123.

3. “The New Birth”, en The Complete Writings of Menno Simons, Scottdale, Herald Press, 1984, pp.89-102.

4. Abraham Friesen, Menno Simons; Dutch Reformer Between Luther, Erasmus and the Holy Spirit, Xlibris, s/l, 2015, p. 310.

5. The Complete Writings of Menno Simons c.1496-1561, 307.

6. Palmer Becker, ¿Qué es un cristiano anabautista?, Elkhart, Red Menonita de Misión, Elkhart, Indiana, reimpresión de 2013, p. 7.

7. Idem.

8. Stuart Murray, The Naked Anabaptist. The Bare Essentials of a Radical Faith, Scottdale, Herald Press, 2010, pp. 44-45.

9. Resumo los puntos que desarrolla más ampliamente John D. Roth, Beliefs, Mennonite Faith and Practice, Scottdale, Herald Press, 2005, pp. 43-47.

 

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