Eugenio Aquino: en pos de la eternidad
Hermano en la fe y gran amigo, él desarrollaba su ministerio en la Unión Nacional de Traductores Indígenas.
05 DE DICIEMBRE DE 2020 · 23:40
La devastadora pandemia se ha llevado al querido Eugenio Aquino. Hermano en la fe y gran amigo, él desarrollaba su ministerio en la Unión Nacional de Traductores Indígenas (UNTI) movimiento dedicado a traducir la Biblia en las lenguas originarias de México. Eugenio era Director de Alianzas Estratégicas de la UNTI.
Quien esto escribe compartía con Eugenio intereses y entusiasmos, así como preocupaciones por los pueblos indígenas y el colorido abanico que representan en México. Era oriundo de Oaxaca, conocedor de las culturas originarias por provenir de una de ellas y ser estudioso de la historia del que el antropólogo Guillermo Bonfil Batalla denominó el México profundo. Era de carácter afable, sabía escuchar y le movía el espiritú de servicio de Jesús, a quien siguió decididamente.
Cada semana conversaba por celular/móvil con Eugenio. Comentábamos las noticias y cada quien compartía su punto de vista sobre diversos asuntos. Durante los meses de confinamiento expresamos la esperanza de viajar a Oaxaca, compartir allá la mesa y charlar de la diversidad étnica de la entidad acompañados de las delicias culinarias oaxaqueñas. Él me mantenía informado de los avances en la traducción bíblica a distintos idiomas y dialectos indígenas que se hablan en el territorio nacional. Por su entrega a la causa bíblica, el estímulo de sus observaciones y agudas preguntas fue que le agradecí con las siguientes palabras en el prefacio de mi libro más reciente (Casiodoro de Reina, traductor de la Biblia del Oso publicada en 1569): “Eugenio Aquino Domínguez, amigo desde los años universitarios, y actual director de relaciones públicas de la Unión Nacional de Traductores Indígenas, escuchó diligentemente mis dudas y hallazgos durante el tiempo que me llevó escribir este libro”.
Mi querido amigo era muy generoso conmigo, compartía mis artículos en redes sociales y grupos de Whatsapp, y lo hacía en las primeras horas del día. Varias ocasiones le agradecí, al tiempo que le comentaba él era mi único lector y yo un autor privilegiado por conocer a su “comunidad lectora” integrada nada más por él. En febrero, cuando inició el grupo Bienaventurado el que lee, en la librería Papiro 52, Eugenio llegó desde la primera sesión. Cuando debimos continuar el club de lectura por Zoom, él allí estaba y continuó en las reuniones semanales dando su opinión acerca de la obra que estábamos leyendo. Le gustaba el aprendizaje en comunidad, ofrecer perspectivas y recibirlas.
Hoy viernes en México, Eugenio inició su camino en pos de la eternidad. Él hizo suyas las palabras de Jesús, Señor, Salvador y amigo de andanzas en el camino: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). Concluyo con un poema de otro oaxaqueño, también metodista como Eugenio y comprometido vitalmente con la traducción, distribución y estudio de la Biblia, Gonzalo Báez-Camargo:
Cuando me llames
Concédeme, Señor, cuando me llames,
que la obra esté hecha:
la obra que es Tu obra
y que me diste que yo hiciera.
Pero también Señor, cuando me llames,
concédeme que todavía tenga
firme el pulso, la vista despejada
y puesta aún la mano en la mancera.
¡Yo sé bien que cuando al cabo falte
mi mano aquí, tu sabia Providencia
otras manos dará para que siga
sin detenerse nunca nuestra siembra!
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Eugenio Aquino: en pos de la eternidad