Hacia el cincuentenario de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, algunas notas (10)

Lausana I visibilizó globalmente la reflexión que se estaba gestando en la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL).

11 DE JULIO DE 2020 · 17:00

El congreso de Lausana de 1974. / Lausanne Movement,
El congreso de Lausana de 1974. / Lausanne Movement

A Samuel Escobar, René Padilla, Pedro Arana y Pedro Savage (in memoriam), con profundo agradecimiento

Lausana I visibilizó globalmente la reflexión que se estaba gestando en la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL). Las exposiciones de René Padilla y Samuel Escobar, las expectativas y coincidencias que levantaron entre los asistentes al Congreso, les valieron invitaciones a participar en distintos foros que se convocaron para darle continuidad a las conversaciones bíblicas y contextuales iniciadas en 1974.

En la entrega pasada glosé la exposición de René Padilla en el Congreso Internacional de Evangelización Mundial, que tuvo lugar en Lausana, Suiza, del 16 al 25 de julio de 1974. En su intervención Padilla hizo un llamado para regresar a la noción neotestamentaria de proclamar con palabras y acciones el contenido de las Buenas Nuevas. Criticó el acercamiento que tenía como sinónimo de evangelizar la captación masiva de conversos con fórmulas reduccionistas del mensaje y práctica de Jesús. Directamente señaló a Iglecrecimiento y sus fórmulas proselitistas como adulteraciones de la integralidad del Evangelio.

La exposición de René halló muy buena recepción entre quienes en otras partes del mundo estaban redescubriendo lo señalado por uno de los fundadores de la FTL. Distintas corrientes confluyeron en los inicios de la segunda mitad del siglo XX para rescatar la relación entre evangelización y responsabilidad social de las comunidades de fe. En Lausana integrantes de dichas corrientes coincidieron en cuestionar la visión misionera meramente conversionista y despreocupada por la transformación de las estructuras opresivas. Las voces del llamado Mundo de los Dos Tercios se identificaron e iniciaron una agenda teológica común consistente en revalorizar la integralidad del Evangelio.1 Lo acontecido en Lausana ha sido recapitulado por Samuel Escobar de la siguiente manera:

Pese a los esfuerzos de sectores fundamentalistas por neutralizar lo mejor de Lausana, el Pacto refleja bien que junto a convicciones profundas en cuanto a la autoridad de la Palabra de Dios y el Señorío de Jesucristo hubo también en Lausana una toma de conciencia de la realidad social e histórica del mundo actual, desde la perspectiva de la misión cristiana. Quien estudie el compendio del mencionado Congreso podrá ver cómo el núcleo activo de la Fraternidad Teológica Latinoamericana consiguió presentar a nivel mundial la reflexión que había venido forjando dentro de su propia realidad. Además de las ponencias principales de René Padilla y mía, hay trabajos de Pedro Savage, Emilio Antonio Núñez, Pablo Pérez, Robinson Cavalcanti, Orlando Costas y Andrés Kirk.2

 

El Grupo de Teología y Educación del Comité de Lausana para la Evangelización Mundial auspició una consulta que se llevó a cabo en La Escuela de Misión Mundial del Seminario Fuller, Pasadena, California (junio de 1977). El doctor Padilla se hizo presente con el trabajo “La unidad de la Iglesia y el principio de unidades homogéneas”.3 Acudir a Fuller y presentar allí cuestionamientos a las bases sobre las que Donald A. McGavran y su discípulo Pedro Wagner hacían descansar el entramado de Iglecrecimiento, fue un acto muy audaz por parte de Padilla, ya que era el centro desde donde se irradiaba globalmente la filosofía del movimiento. Padilla nuevamente marcaría distancia teológica y hermenéutica con Wagner, quien participó en la reunión fundadora de la FTL en Cochabamba, Bolivia (diciembre de 1970).

René Padilla abrió su participación afirmando el ideal del Evangelio sobre el ser unitivo de la Iglesia. Propósito que incumplieron incluso comunidades neotestamentarias, las cuales fueron reconvenidas para que no se apartaran del ser y misión de la Iglesia, de ello queda constancia en secciones del Nuevo Testamento donde liderazgos y núcleos de creyentes son exhortados para no amoldarse a los patrones jerárquicos y divisivos reinantes en la sociedad:

Todo el Nuevo Testamento da por sentado que la unidad del pueblo de Dios trasciende todas las distinciones externas. La idea es que con la venida de Jesucristo se han derribado las barreras que dividen a la humanidad y se ha puesto en marcha un proceso por el cual, en la iglesia y por medio de la iglesia, está tomando forma una nueva humanidad. El propósito de Dios en Cristo Jesús incluye la unidad de la raza humana y esa unidad se hace visible en la iglesia.4

 

En la primera parte de la presentación René Padilla realizó una panorámica sobre la enseñanza y puesta en práctica de Jesús en cuanto a su proyecto de conformar comunidades de discípulos y discípulas contrastantes con los criterios excluyentes y verticalistas de la época. El mismo proyecto fue continuado por el círculo apostólico. Continuidad que no estuvo exenta de resistencia y equívocos por parte de quienes, por distintas razones, tuvieron dificultades con internalizar la radicalidad del Evangelio y su intencionalidad de forjar una nueva humanidad. Al círculo apostólico y sus esfuerzos por hacer realidad el propósito de la comunidad mesiánica dedica Padilla la segunda sección de su estudio. Subraya que entonces y ahora fructifican criterios separacionistas, los cuales no pueden, no deben, ser normativos en las comunidades de creyentes:

La superación de las barreras entre judíos y gentiles, entre esclavos y libres y entre hombres y mujeres en el primer siglo no fue más fácil que la superación de las barreras entre negros y blancos, entre ricos y pobres y entre hombres y mujeres en el presente siglo. Sin embargo, toda la evidencia neotestamentaria apunta a una práctica apostólica perfectamente consecuente con el objetivo de formar iglesias en las cuales el propósito de Dios fuera una realidad concreta.5

 

En la tercera sección del ensayo René Padilla compara los principios normativos de Jesús para quienes se agregaran a las comunidades del Reino, así como la práctica apostólica sobre la identidad y misión de la Iglesia, con los postulados de Iglecrecimiento que anteponían observaciones sociológicas que facilitaban la multiplicación de iglesias, relegando los lineamientos sobre el ethos distintivo de ser nuevas creaturas en Cristo y la consecuente construcción de células que no fueran dominadas por el segregacionismo. La mencionada sección es el tema de la próxima entrega.

 

Notas

1 Ian Randall, “Anabaptism and Mission: The British Experience, 1920-2005", en Wilbert R. Shenk y Peter F. Penner (editores), Anabaptism and Mission, Neufeld Verlag, Erlangen, 2007, p. 152.

2 Samuel Escobar, “Heredero de la Reforma radical”, en C. René Padilla (editor), Hacia una teología evangélica latinoamericana, Editorial Caribe, México, pp. 68-69.

3 Escrito incluido en C. René Padilla, Misión integral: ensayos sobre el Reino de Dios y la Iglesia, tercera edición, Ediciones Kairos, Buenos Aires, 2015, pp. 227-260.

4 Ibíd., p, 227.

5 Ibíd., p. 232.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Kairós y Cronos - Hacia el cincuentenario de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, algunas notas (10)