El misionero Santiago Hickey

Inicialmente Hickey predicó y enseñó la Biblia en hogares, debido a que no pudo hacerse de un lugar exclusivamente dedicado a servicios y actividades protestantes.

31 DE ENERO DE 2014 · 23:00

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Una vez instalado en Monterrey, en noviembre de 1862, Santiago Hickey realizó una incansable labor evangelística. Su trabajo amplió el que habían estado realizando Tomás Martín Westrup y John William Butler. La llegada de Hickey “dio gran impulso a la obra, que sin él hubiera tenido sólo un carácter transitorio”.[1] Al tiempo de su arribo a Monterrey, Hickey distribuía materiales bíblicos y folletería por iniciativa personal. Es meses más tarde, en febrero de 1863, cuando es nombrado agente de la Sociedad Bíblica Americana, nombramiento del que se enteraría en agosto de ése año.[2] Él y otros extranjeros residentes en Monterrey (junto con algunos mexicanos) solicitaron al gobernador de Nuevo León que les cediera un lugar en donde tener cultos dominicales. La misiva está fechada el 16 de enero de 1863, y el texto de la misma es el siguiente: “Los protestantes que al calce firmamos, con el mayor respeto suplican a V. E. les conceda el uso de una de las escuelas públicas para ejercer nuestro culto en los días domingo, entretanto logramos destinar un edificio a este fin. Quedaremos muy agradecidos por este favor y creyendo razonable la súplica no dudamos obtenerlo de V. E. de quien nos suscribimos obedientes adictos servidores”. Firmaron la petición James Hickey, Tomás Martín Westrup, S. W Barton, Juan Westrup, John W. Butler y dieciocho personas más. Mediante su secretario el gobernador Santiago Vidaurri respondió quince días más tarde: “Notifíquese a los protestantes que aunque el Gobierno no tiene ni puede facilitarles el uso de alguna de las escuelas públicas de esta capital para ofrecer sus cultos protestantes, sin embargo como por las leyes es libre en el Estado el ejercicio de cualquiera de ellos pueden, si les conviene, establecer el instituto que solicitan”. Por uno de quienes conocieron a Santiago Hickey y trabajaron de cerca con él, se trata de Walter Scott, quedó testimonio escrito acerca de las primeras actividades en Monterrey del misionero independiente irlandés. En una extensa carta remitida a N. G. Clark, secretario de la American Board of Commissioners for Foreign Missions (ABCFM), Scott informaba que Hickey “estableció una reunión dos veces por semana con clase bíblica y predicaba por las casas particulares”.[3] Walter Scott se sintió impelido a escribir la carta a la ABCFM para clarificar que no había sido Melinda Rankin la fundadora de iglesias evangélicas en Monterrey, sino Santiago Hickey. Aquélla hizo presencia en Monterrey, argumenta Scott, dos años y medio después de que Hickey llegara a la ciudad a invitación de Tomás Westrup. Además Rankin se benefició directamente del trabajo de Hickey, ya que algunos convertidos por éste se unieron al grupo de ella.[4] El testimonio de Scott detalla que “el día primero de marzo de 1863 [Hickey] pronunció el primer discurso protestante jamás oído por aquí ante cerca de treinta oyentes, a una cuadra de la catedral sobre la plaza principal”. Mediante “una tabla pintada por J. Barton colgada en la calle [se] anunció esto al público. El domingo 8 de marzo [Hickey] predicó de nuevo en la mañana, luego tuvo escuela dominical en que se eligieron oficiales y maestros. El domingo 19 de abril estableció una congregación doble, predicó en español por la mañana y en inglés por la noche”.[5] Considero necesario ahondar en los datos sobre Melinda Rankin, para situarla en el contexto de los esfuerzos misioneros previos para cuando ella se establece en Monterrey. Por el lado de sus abuelos paternos Melinda Rankin tuvo ascendencia escocesa.[6] Del matrimonio formado por James Rankin y Margaret Wetherspoon nace David, quien contrae matrimonio con Persis Daniel en 1808. El 21 de marzo de 1811 nace Melinda Rankin, que se cría en Nueva Inglaterra. Educada con un fuerte sentido religioso evangélico, Melinda siente la necesidad de ir a otras partes del territorio estadounidense como maestra e iniciadora de centros escolares. Esto le prepara de tal manera que años después usaría su experiencia de cruzar fronteras internas en su propio país para ir más allá, a una tierra con otro trasfondo sociorreligioso, cultural y lingüístico. Es importante describir, así sea someramente, el ambiente religioso en que se formó Melinda Rankin. Entre 1790 y 1830 tiene lugar en Estados Unidos el llamado Segundo Gran Despertar.[7] En realidad se trataba de una serie de avivamientos en el seno de las iglesias protestantes de tendencia evangélica. En ellos se enfatizaba la conversión personal y un seguimiento ético de las enseñanzas del Nuevo Testamento. Miguel Ángel González y Timothy Bowman resumen bien el ethos del Segundo Gran Despertar: “Apasionados predicadores itinerantes recorrieron el territorio organizando grandes reuniones al aire libre donde las masas acudían a escuchar el mensaje de salvación cristiana y para arrepentirse ostensiblemente de sus costumbres pecadoras. Estos avivamientos reflejaron y contribuyeron a un renovado interés por el cristianismo. Algunos historiadores han argumentado que los participantes del Segundo Gran Despertar mostraban una conciencia general del igualitarismo democrático. En vez de apoyarse principalmente en una elite clerical educada para la instrucción de asuntos espirituales, estos participantes se unieron al “evangelismo plebeyo” que se había convertido “en la forma predominante del cristianismo [protestante/evangélico] norteamericano”.[8] Con el Segundo Gran Despertar se levantaron vocaciones misioneras. Diversos personajes y grupos conformaron organizaciones y esfuerzos evangelísticos, con el fin de llevar el conjunto de creencias protestantes/evangélicas a todas partes.De alguna manera contribuye a fortalecer el sentido misionero de personas como Melinda Rankin, además de las meras motivaciones religiosas y espirituales, el triunfalismo de la nueva potencia norteamericana. A éste los especialistas le han denominado Destino Manifiesto, que consiste en la convicción de que América (entendida solamente como los Estados Unidos) tendría un llamado divino para expandirse geográfica, política e ideológicamente a costa de otras naciones. Con todo, es nuestra opinión, derivada de los escritos y la obra realizada por nuestro personaje, que en Melinda Rankin pesan más las motivaciones de fe, su sentido de haber sido llamada a emprender una obra de índole espiritual, y bastante menos las razones ideológicas y políticas. Hacia 1846, y por la información que circula en Estados Unidos sobre guerra con México, Rankin se entera del predominio religioso católico romano en nuestro país y la prohibición existente para el establecimiento de otros credos religiosos. Comienza una campaña personal y escribe a varias publicaciones periódicas protestantes, con el fin de llamar la atención de los lectores sobre las condiciones opresivas –sin ambages, así las considera– en que tiene el catolicismo al pueblo mexicano. Ante la imposibilidad de adentrarse en México para realizar tareas misioneras evangélicas, Melinda Rankin decide acercarse al estado fronterizo de Texas entre fines de 1846 y principios de 1847. Se adentra en un territorio de reciente posesión estadounidense, que junto con la extensa franja de la que se apropia la naciente potencia del norte (el actual suroeste[9] de esa nación), tiene entre sus resultados que aproximadamente cien mil mexicanos hablantes de español pasen a ser ciudadanos norteamericanos.[10] Cabe mencionar que mientras muchos protestantes angloamericanos sustentaban opiniones despectivas de los mexicoamericanos, Rankin asume una posición distinta y va al encuentro de una comunidad marginada por los nuevos dueños de los extensos territorios que pertenecieron a México.[11] En mayo de 1847 la misionera Rankin se instala en Huntsville, donde abre escuelas y se dedica a la docencia. Escribe un libro, Texas in 1850, con el fin de convencer a los presbiterianos de Nueva Inglaterra para que apoyen su labor magisterial y evangelística.[12] Permanece en Hunstville hasta 1852, cuando toma la decisión de establecer su domicilio en una población texana más cerca del territorio mexicano. Es así que se avecina en Brownsville, donde vive por trece años. En el poblado fronterizo con Matamoros convive Rankin con una población mayormente inmigrante y heterogénea. Dada la cercanía territorial con México, y el hecho de que entre las dos poblaciones existe un importante intercambio comercial, es casi cotidiano el contacto de Melinda Rankin con los sujetos de su interés misionero, los mexicanos. La misionera realiza distintos viajes a ciudades norteamericanas para levantar fondos que le permitan sostener centros educativos en Brownsville. En sus giras para hacerse de recursos financieros Melinda Rankin se encuentra con distintas actitudes de los posibles donantes. Entre ellas estaba la idea de que los mexicanos eran unos salvajes, en quienes no valía la pena invertir tiempo y dinero para educarles y adoctrinarles en el cristianismo protestante. El tesón de Rankin, junto con el apoyo de algunas personas que ven con simpatía sus esfuerzos, hace posible que en el otoño de 1854 tenga lugar la apertura del Instituto Femenil de Río Grande, en Brownsville. Combina las tareas docentes con la de impulsar la distribución y estudio de la Biblia. Melinda enfrenta obstáculos para su labor, uno de los cuales tiene que ver con su condición de mujer en un espacio donde los varones dominaban abrumadoramente la vida institucional y cotidiana de Brownsville y Matamoros. Pero ella no se arredra y persevera en su convicción de compartir sus creencias con los mexicanos que encuentra a su paso. En 1860 Rankin propuso a la Sociedad Bíblica Americana que nombrara a un ministro de la Iglesia metodista episcopal, B. P. Thompson, como su agente en México. Thompson inició su responsabilidad de distribuir materiales bíblico en octubre de 1860. Sobre el asunto Rankin escribió que él “fue a México y, como yo lo esperaba, lo recibieron con gusto. Las autoridades le dijeron que podía predicar, instalar escuelas, construir iglesias, promover la Biblia y hacer cualquier cosa que beneficiara a la gente”.[13] La misionera sigue con interés las noticias que le llegan de México, donde liberales y conservadores se enfrentan para hacerse del gobierno del país. Entre 1854 y 1867 la nación mexicana vive varios cambios en el mando del poder gubernamental, entre quienes luchan por abolir el dominio político de la Iglesia católica y aquellos que consideraban imprescindible que no hubiese cambios sino que el destino nacional siguiera uncido a la institución eclesiástica. Cambios políticos en Texas, y específicamente en el control de Brownsville, hacen que Rankin se establezca en Matamoros entre finales de 1862 y los primeros meses de 1863. En suelo mexicano aprovecha la oportunidad y abre una escuela. La imposibilidad de sostenerse económicamente en Matamoros hace que Rankin abandone la población y regrese a Estados Unidos, pero no a Brownsville por estar bajo el dominio de los confederados, sino a Nueva Orleáns. A pesar de que las condiciones sociales y políticas de México no eran favorables para que una mujer extranjera, y además misionera protestante, se adentrase en el país por territorios que se disputaban liberales y conservadores, Melinda Rankin toma la decisión de hacer el viaje y después de largas y fatigantes jornadas en diligencia llega a Monterrey en mayo de 1865.[14]Para octubre de 1865 Rankin se encuentra en Nueva York haciendo campaña a favor de su causa. Diez meses después está de regreso en Monterrey, con los fondos suficientes para adquirir un edificio en el centro de la ciudad, renovarlo y transformarlo en escuela y capilla. En sus memorias Melinda Rankin escribió que fue ella quien proveyó a Santiago Hickey materiales bíblicos para ser distribuidos en Matamoros, donde llegó a principios de 1862. Entonces la misionera se encontraba residiendo en Brownsville, Texas. También comenta que al “ver su celo y adaptación al trabajo, con su consentimiento escribí a la Sociedad Bíblica para que lo nombraran agente para México”.[15] Otra fuente afirma que fue el mismo Hickey quien escribió a la Sociedad Bíblica Americana para que lo nombrase su representante en México.[16] Rankin Sugiere que fue a través de su intermediación que Santiago Hickey inicia trabajos misioneros, primero en Matamoros y después en Monterrey. Ya antes he consignado la versión de que Hickey llegó a Monterrey en noviembre de 1862 debido a una invitación que le hizo, por carta, Tomás Martín Westrup, quien redacto ésa misiva a instancias de John W. Butler. Las versiones de Rankin y Westrup, sobre el origen de la llegada de Hickey a Monterrey, no necesariamente son contradictorias. Muy posiblemente fue una conjunción tanto del apoyo de Rankin como del llamado de Westrup para que el irlandés tomara la decisión de hacer obra en Monterrey. Retomo lo dicho sobre que inicialmente Hickey predicó y enseñó la Biblia en hogares, debido a que no pudo hacerse de un lugar exclusivamente dedicado a servicios y actividades protestantes. Además empeñó mucho de su tiempo en distribuir materiales bíblicos en Monterrey y poblaciones aledañas. Junto con algunos de los que habían solicitado al gobernador Santiago Vidaurri una escuela pública para realizar cultos dominicales, Hickey organizó la Sociedad Mexicana de Evangelización, conformada por él mismo, “Starr, Pardee, Jolly, Butler, Westrup (padre)” y Tomás Martín Westrup. “El primero era bautista, firme pero no agresivo: pronto me le reuní [escribe Tomás Martín Westrup]. El segundo era congregacional, y también Pardee, médico homeópata y yerno de Starr. El cuarto, Jolly, era presbiteriano de Escocia, sujeto noble. Mi padre pertenecía a la Iglesia establecida de Inglaterra”, es decir la anglicana”.[17] De acuerdo con Westrup habrías sido la Sociedad Mexicana de Evangelización la que obtendría para Hickey el nombramiento de agente de la Sociedad Bíblica Americana. En las casas de los hermanos José María y Arcadio Uranga se efectuaban[18] reuniones evangélicas: “cada domingo íbamos, [Hickey] a casa de José María y yo [Westrup] a la de Arcadio. También teníamos una clase de Biblia los martes y los jueves en la que Jolly y yo éramos los maestros”. En diciembre de 1863 “se perturbó la ecuanimidad de la Sociedad Mexicana de Evangelización”. La razón fue que Santiago Hickey dio a conocer que iba a bautizar a los hermanos Uranga conforme a las enseñanzas de las iglesias bautistas. Los otros integrantes de la Sociedad arguyeron que “ni por carácter ni por educación estaban listos para asumir tal responsabilidad”. El anunció provocó prácticamente la disolución de la Sociedad Mexicana de Evangelización. El 30 de enero de 1864 Santiago Hickey bautizó a José María y Arcadio Uranga, y a Tomás Martín Westrup. Ellos tres y los esposos Hickey fundaron ese día la Iglesia cristiana de Monterrey. La cual, “aunque no tomó el nombre de bautista, […] lo era por la doctrina que profesaba”.[19] Tomás Martín fue ordenado pastor del grupo por Hickey, “con la imposición de manos y plegarias”. Para Rubí Barocio Castells y David Livingstone Montemayor FOTO: Hospital Civil para los Pobres, c. 1860. Cortesía del Archivo Histórico de la Facultad de Medicina, UANL.

[1] Tomás Martín Westrup, Principios: relato de la introducción del Evangelio en México. Escritos del protagonista principal en dicha obra (editados por su hijo Enrique Tomás Westrup), s/e, Monterrey, Nuevo León, México, 1948, p. 11.
[2] Ibíd., p. 16 yCosme G. Montemayor, Hickey, el fundador, s/e, México, 1962, p. 5.
[3] La misiva está incluida en Martín Tomás Westrup, Principios, pp. 13-19.
[4] Ibíd., p. 17.
[5] Ibíd., p. 15.
[6] A partir de aquí seguimos de cerca el valioso trabajo introductorio que hacen Miguel Ángel González Quiroga y Timothy Paul Bowman al libro de Melinda Rankin, Veinte años entre los mexicanos. Relato de una labor misionera, Fondo Editorial de Nuevo León, Monterrey, México, 2008.
[7] El Gran Despertar (el primero) tiene lugar en Nueva Inglaterra, a partir de 1734 y alcanza su pico entre marzo y abril del año siguiente. En el evento tiene un papel preponderante el teólogo y predicador Jonathan Edwards. Para sorpresa de éste, junto con las conversiones masivas se presentan manifestaciones de agudo entusiasmo entre los asistentes a las reuniones. Las experiencias extáticas de los congregantes llevan al teólogo a desarrollar una explicación de las mismas, lo que hace años más tarde y establece una diferencia entre la acción divina y la respuesta humana a ella, que puede ser entendida en términos naturales. Ver Alister E. McGrath, Christianity’s Dangerous Idea. The Protestant Revolution, A history from the Sixteenth Century to the Twenty-First, Harper One, New York, 2007, pp. 155-157.
[8] Op. cit., p. 11.
[9] Región comprendida por los estados de California, Arizona, Nuevo México, Colorado, Texas, ver Juan F. Martínez Guerra, “Orígenes del protestantismo entre los latinos del suroeste de los Estados Unidos”, en Juan F. Martínez Guerra y Luis Scout (editores), Iglesias peregrinas en busca de identidad. Cuadros del protestantismo latino en los Estados Unidos, Ediciones Kairós, Buenos Aires, Argentina, 2004, p. 31.
[10] Juan Francisco Martínez, Sea la luz. The Making of Mexican Protestantism in the American Southwest, 1829-1900, University of North Texas Press, Denton, Texas, 2006, p. 1.
[11] Ibíd., particularmente el apartado “Anglo Protestant Assumptions about Mexican American Population”, pp. 22-26.
[12] Ibíd., p. 52.
[13] Melinda Rankin, Veinte años entre los mexicanos, p. 150.
[14] O tal vez en junio, como sostiene Joel Martínez López,Orígenes del presbiterianismo en México, s/e,Matamoros, Tamaulipas, 1991, p. 55.
[15] Ibíd., p. 152.
[16] Cosme G. Montemayor, op. cit., p. 4.
[17] Tomás Martín Westrup, Principios, pp. 29-30.
[18] Ibíd., p. 30.
[19] Cosme G. Montemayor, op. cit., p. 26.

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