¿Cómo era ‘La Estrella de Belén’?

De forma muy clara el periódico se identifica como protestante. En cada número hace comparaciones doctrinales entre la fe evangélica y el catolicismo romano.

23 DE AGOSTO DE 2013 · 22:00

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NOMBRE El periódico de la Iglesia Mexicana de Jesús retoma el nombre de un libro elaborado por Henry C. Riley, La Estrella de Belén. El volumen incluía una serie de dieciséis folletos de cuatro páginas cada uno, originalmente publicados en 1867 para usarse entre los evangélicos de habla hispana en Nueva York que pastoreaba Riley. En dicho libro el misionero incluye varios himnos, algunos de su autoría y otros adaptados del inglés.[i] Le ayuda en esta “labor el Sr. Rivera y Río, que era un poeta bien conocido”.[ii] La publicación, inicialmente quincenal, elige como epígrafe Mateo 2:2, “Porque su estrella hemos visto en el Oriente y venimos a adorarle”. PERIODICIDAD Y PRECIO El primer número de La Estrella de Belén sale a la luz pública el 25 de marzo de 1870. Anuncia que estará disponible los viernes de la segunda y cuarta semana de cada mes. A partir de la entrega número 7 (primero de julio) hace conocer a sus lectores que será semanal. Los siguientes nueve números el periódico cumple lo prometido. El correspondiente al 9 de septiembre sale un día después, debido a las escasez de papel.[iii] El precio del número suelto era de seis centavos en la capital del país y nueve fuera de ella. Con excepción de los números 2 al 6 (de ocho páginas), La Estrella se compone de cuatro apretadas páginas. En la colección de la Hemeroteca Nacional de México se resguardan los números 1 al 17. Hemos tratado de localizar entregas posteriores en otros lugares que conservan publicaciones periódicas del siglo XIX. Hasta el momento sin éxito alguno. Después del número final en poder de la Hemeroteca Nacional siguió publicándose, de forma un tanto azarosa, La Estrella de Belén. De lo anterior deja constancia un impreso adversario, La Razón Católica. Dedica su editorial del 18 de noviembre de 1870 al número 23 de La Estrella de Belén. En esta entrega el impreso de la Iglesia de Jesús había defendido que la organización de la misma descansaba en postulados bíblicos. A su vez La Razón Católica afirma que “vuestra congregación de [San Juan de] Letrán y todas las demás congregaciones que de ésta dependen, no son la Iglesia de Jesucristo, sino la sinagoga de Satanás, y que los que en ellas enseñan nos son pastores legítimos, sino destructores del rebaño del Señor”.[iv] La Razón Católicaen el número 18 (del 30 de diciembre de 1870), con júbilo anuncia la ausencia del periódico protestante en los siguientes términos: La Estrella de Belén. Ha dejado de alumbrar ya esta estrella en el cielo del periodismo, sin que se tuviera noticia previa de su eclipse que no sabemos si es parcial o total, como anuncian de la luna los calendarios en su sección astronómica. Mucho nos alegramos de la desaparición de ese cometa fatídico, aunque haya dejado pendientes varias cuestiones con La Razón Católica, que estaba pronta a impugnar las doctrinas disolventes que con escándalo de los verdaderos cristianos estuvo publicando[…].[v] IMPRESIÓN Y LUGAR DE VENTA Del número inicial hasta el 13 (con fecha 12 de agosto) se consigna como lugar de impresión la Imprenta de J. Rivera & Hijo, calle del Coliseo 4. Es muy probable que el propietario del taller haya sido la misma persona que Riley conoce en Nueva York, el liberal José Rivera y Río. Él “le habló al Sr. Riley de la buena oportunidad que había en la patria de [Benito] Juárez para propagar las doctrinas evangélicas entre los muchos liberales que se habían separado de la Iglesia romana virtual y ostensiblemente. El Sr. Riley se animó mucho y resolvió visitar México”.[vi] Acerca de Rivera y Río (¿?-1890) anotamos que funda varios diarios, es periodista y escritor, combate la Intervención francesa en 1862, es apresado y después se exilia en Nueva York. La experiencia de haber vivido varios años en la llamada Urbe de Hierro le sirve para escribir la novela Los dramas de Nueva York (1869).[vii] “En las tres novelas publicadas [por Rivera y Río] en 1861 —Las tres aventureras, Fatalidad y providencia, Mártires y verdugos— hay ataques significativos al (o los) ‘monopolio(s)’, los cuales, en opinión del narrador, son sin duda una de las causas importantes de la situación de pobreza en la que estaba sumida la mayor parte de la población”.[viii] Respecto al lugar permanente de venta, además de vía suscripción y voceadores ambulantes, los interesados podían comprar la publicación en la “librería situada en la 1ª calle de San Francisco, junto al número 14”. Así fue con los tres primeros números. Es importante recordar que el representante de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, John W. Butler, dirige al gobierno una petición para que los materiales distribuidos por él queden exentos de impuestos. Solicita que “se [le exima del pago de $57.80 [pesos] que por contribución le impusieron cada cuatro meses, al expendio de Biblias que tiene abierto en la 1ª calle de San Francisco núm. 14”.[ix] Es decir, la agencia bíblica y el expendio del periódico estaban prácticamente en el mismo lugar. En tanto que alguna prensa de la capital comenta que la exención favorece a los protestantes, en otras publicaciones se sostiene que la medida no es un acto para privilegiar al protestantismo, ya que “el gobierno, evidentemente, no tiene un objetivo sectario”, sino que pretende facilitar la circulación de libros que elevan “el bienestar y la instrucción pública”.[x] La Estrella de Belén hace del conocimiento público (en el número 4, del 13 de mayo) que cambia de domicilio su expendio fijo, se muda a la vuelta del anterior, “calle de Gante junto al Circo Nacional”. Tras casi un mes de no haberse publicado, nuevamente traslada las ventas fijas de la publicación a la “segunda calle del Factor número 7”, según notificación incluida en la entrega 5, la cual por error lleva impreso en la primera página el número 4. Ahí permanecería hasta el número 17 (fechado el 10 de septiembre). EDITOR RESPONSABLE En los 17 números el editor es Jesús Buen Romero, ex sacerdote católico y abogado.[xi] Él se mantuvo activo en la Iglesia de Jesús en México, y para cuando el movimiento tiene un gran impulso (entre abril de 1871 y octubre de 1872 con la conversión y liderazgo del ex sacerdote dominico Manuel Aguas), alcanza una posición en el grupo directivo de la organización religiosa y estuvo entre los candidatos a ser nombrado obispo.[xii] Otro abogado, Nicolás Islas y Bustamante, es el autor de varios artículos en el periódico, en ellos afirma las creencias protestantes frente a los dogmas católico romanos. Islas y Bustamante es directo en sus críticas a la Iglesia católica. En un artículo titulado “La idolatría en México” compara el culto a las imágenes y la veneración a los santos prescrita por la institución romana, con lo normado por la Biblia, particularmente en el segundo de los Diez Mandamientos (Éxodo 20:1-17). Sostiene que incluso en la Biblia de traducción católica usada en el México de aquellos días, la de Felipe Scío de San Miguel, es claro el mandato: “No te harás para ti obra de escultura, ni figura alguna de lo que está arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de las cosas que están en las aguas debajo de la tierra. No las adorarás, ni les darás culto, yo soy el Señor tu Dios […]”. Enfático afirma que “la conducta de la Iglesia Romana está en abierta oposición con las Sagradas Escrituras […] ¿Con qué palabras podremos lamentar la mala fe de Roma que expresen lo horrible de su sacrílega y nefanda conducta?”.[xiii] OBJETIVO Y RECEPCIÓN POR PARTE DE OTROS MEDIOS En la entrega inicial el periódico presenta las razones por las cuales sale a la luz pública. Después de comentar en el editorial los usos de lo que llama “magnífica invención de la imprenta” como instrumento para difundir ideas, y de asentar que si “el error tiene sus representantes en el periodismo”, en consecuencia pregunta “¿por qué la verdad no los ha de tener?”, y responder que La Estrella de Belén será instrumento de la verdad, expresa claramente su objetivo: Nosotros vamos a luchar contra el error, en las dos formas que ha tomado para enseñorearse de México. La incredulidad y la fe romana son nuestros enemigos; pero los incrédulos y los romanos son hermanos nuestros. Cristo nos manda aborrecer el pecado, y amar al pecador. Nosotros, cristianos, no olvidaremos este dulce precepto. No haremos la guerra al gobierno, ni tomaremos parte en ninguna lucha puramente política. La propagación del Evangelio es nuestro fin y por lo mismo jamás olvidaremos el precepto: Dad al César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios […] Nuestra causa no es puramente humana, es la causa de Cristo y Él nos sostendrá”.[xiv] Tras haber sentado su razón de ser y dar cuenta, en artículo sin firma, del estado religioso del país, en la sección crónica del periódico se notifica la existencia de un Sínodo que agrupa ministros del Evangelio. A tal cuerpo “le está encomendada la admisión de ministros y tiene a su cargo el cuidado de que no falten predicadores a las congregaciones, de que se predique el Evangelio sin errores, y de que los ministros tengan una conducta pura y honrada”.[xv] De forma muy clara el periódico se identifica como protestante. En cada número hace comparaciones doctrinales entre la fe evangélica y el catolicismo romano. Las ediciones correspondientes al 24 de junio y primero de julio son dedicadas casi íntegramente a reproducir un folleto escrito por W. E. MacLaren, titulado El protestantismo. Antes hemos reproducido la opinión de Ignacio Manuel Altamirano sobre La Estrella de Belén. No fue la única expresada en el bando liberal. El Siglo XIX hace elogios a la publicación protestante.[xvi] Entonces el redactor en jefe de este periódico era Manuel Payno, e Ignacio Manuel Altamirano fungía como responsable de la parte literaria. Ambos tenían tras de sí una reconocida obra escrita y abundante producción periodística. La Estrella de Belén no pasa desapercibida para los lectores de la prensa, algunos de ellos registran su presencia en el universo de intensa circulación de impresos existente en aquél entonces. Muestra de ello es el soneto escrito por un anónimo (residente en el interior del país), pieza en la que cada nombre en cursiva corresponde a una publicación que por la época circulaba en México: Sigue el antiguo Monitor charlando, Al público la Orquesta divirtiendo, Y la Opinión furiosa combatiendo, Y el Siglo ni mordiendo ni adulando. El Boquiflojo su misión llenando, El Diario a Carabantes imprimiendo, La Iberia sus sonrisas repartiendo, La Revista los dientes rechinando. Sigue el Ferrocarril sin un durmiente; Vacilando la Estrella protestante; Salió La Voz cascada y penitente: Sigue Don Sebastián siempre adelante, Sin temor de que el hilo se reviente Ni que ningún Don Trinidad le espante.[xvii] Como reacción a La Estrella de Belén comienza a publicarse La Razón Católica.[xviii] En la edición primera, como editorial de presentación, apunta lo nocivo que es la irrupción de la prensa protestante en el escenario nacional. La mira del periodismo no católico es propagar las doctrinas del protestantismo, con el fin de “inculcar en el espíritu de los hombres sencillos e ignorantes los errores que fomentan el orgullo de nuestra razón, e incitan las malas inclinaciones de nuestra naturaleza”.[xix] Abunda en la descripción de su contraparte: El catolicismo es el objeto de las diatribas de algunos escritores, que han aparecido en estos últimos días, encargados, según anuncian ellos mismos, de extirpar de México la incredulidad y la creencia católica bajo el nombre de mentira religiosa que ellos le dan. No tenemos motivo para temer, que estos periodistas, cualesquiera que sean sus elementos de ciencia y de poder, lleguen a destruir en la República la creencia religiosa que profesa el pueblo mexicano, ni nos alarma la confianza que presumen tener en la justicia de la causa, que sacrílegamente llaman de Dios.[xx] El proyecto periodístico más importante del conservadurismo católico mexicano en el último tercio del siglo XIX lo representa La Voz de México. De la fecha de su nacimiento, 17 de abril de 1870, al 19 de febrero de 1875 es el órgano informativo de la Sociedad Católica de México.[xxi] Después, y hasta el 30 de diciembre de 1908, cuando cesa de publicarse, mantuvo una estrecha cercanía ideológica con los postulados del catolicismo. La Estrella de Belén tiene algunas dificultades que la llevan a suspender su publicación correspondiente al 6 de mayo, la que aparece una semana después. Ante la breve ausencia La Voz de México pone en duda que la publicación protestante pueda volver a circular.[xxii] La misma fuente saluda haber recibido en sus oficinas el tercer número de El Sol de Judea, “consagrado a combatir los errores que defiende el protestantismo”. Quien antes duda que la Estrella de Belén siguiese con vida, ante la evidencia de que sí continúa propagándose, le dedica un amplio editorial al “pequeño periódico redactado por noveles protestantes […] en realidad no es otra cosa más que un libelo consagrado a calumniar la santa institución del Pontificado, y a lanzar amargas y sangrientas sátiras contra los vicarios de Jesucristo”. Ejemplifica sobre los daños padecidos en Inglaterra y Alemania por la ruptura con la Iglesia católica en el siglo XVI, en esas naciones, afirma, hay “llagas incurables que en su población ha dejado el protestantismo: miseria y prostitución, envilecimiento casi fabuloso”.[xxiii] El medio católico señala que constantemente el impreso protestante lanza sus diatribas contra un personaje muy respetado en el mundo: La Estrella de Belén es verdaderamente fecunda en cuanto a tributar insultos gratuitos a los Papas, y nada perdona para satisfacer su saña contra hombres que por sus virtudes, su ciencia, sus obras verdaderamente grandiosas y su amor sincero a la humanidad, están colocados a tan grande altura, que el protestantismo no es siquiera digno de dirigir sus miradas para contemplarlos.[xxiv]

[i] Cecilio McConell, Comentario sobre los himnos que cantamos, Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1985, p. 19. Del mismo autor, La historia del himno en castellano, Casa Bautista de Publicaciones, El Paso, Texas, 1987, pp. 125-126.
[ii] Arcadio Morales, “La himnología evangélica de México”, El Faro, 1/IV/1906, p. 56.
[iii] La Estrella de Belén, 10/IX/1870, p. 4.
[iv] La Razón Católica, 18/XI/1870, p. 1.
[v] La Razón Católica, 30/XII/1870, p. 2.
[vi] Ibid.
[vii] Diccionario Porrúa de historia, biografía y geografía de México, sexta edición, Editorial Porrúa, México, 1995, p. 2970.
[viii] Adriana Sandoval Lara, “Las novelas sociales del siglo XIX. Un primer acercamiento a José Rivera y Río”, en Belem Clark de Lara y Elisa Speckman (editoras), La República de las letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico. Ambientes, asociaciones y grupos. Movimientos, temas y géneros literarios, vol. I, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, p. 309.
[ix] La Iberia, 4/V/1869, p. 3.
[x] The Two Republics, 12/V/1869, p. 3.
[xi] Alejandra Vigil Batista, “La Estrella de Belén, periódico cristiano”, en Miguel Ángel Castro y Guadalupe Curiel (coordinación y asesoría), Publicaciones periódicas mexicanas del siglo XIX: 1856-1876 (Parte I), UNAM, México, 2003, p. 290.
[xii] Arcadio Morales, “Memorias”, El Faro, 15/VI/1947, reproducido en Alberto Rosales Pérez, op. cit., p. 36.
[xiii] La Estrella de Belén, 8/IV71870, pp. 2-4.
[xiv] La Estrella de Belén, 25/III/1870, p. 1.
[xv] Ibid, p. 3.
[xvi] La Estrella de Belén, 8/IV/1870, p. 7.
[xvii] El Siglo XIX, 17/IV/1870, p. 3.
[xviii] María Teresa Camarillo, “Publicaciones periódicas religiosas del último tercio del Siglo XIX”, en Belem Clark de Lara y Elisa Speckman (editoras), La República de las letras. Asomos a la cultura escrita del México decimonónico. Publicaciones periódicas y otros impresos, vol. II, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, p. 141.
[xix] La Razón Católica, 22/IV/1870, p. 1.
[xx] Ibid.
[xxi] Lilia Vieyra Sánchez, La Voz de México (1870-1875). La prensa católica y la reorganización conservadora, México, UNAM-INAH, 2008, p. 18.
[xxii] La Voz de México, 7/V/1870, p. 3.
[xxiii]La Estrella de Belén y los Papas”, La Voz de México, 26/X/1870, p. 1.
[xxiv] Ibid.

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