Báez-Camargo en ‘Excélsior’

En la UNAM tiene vigencia el principio liberal de la libertad de cátedra, defendido por Antonio Caso y también, por Báez-Camargo en sus artículos de Excélsior.

19 DE JULIO DE 2013 · 22:00

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Un análisis más o menos detenido de los 53 años de Báez-Camargo en Excélsior, requeriría mucho más espacio que el disponible en este ensayo. Por lo mismo sólo voy a ocuparme de algunos temas abordados por el escritor en distintos momentos de su carrera. Don Gonzalo escribió tres columnas fijas en el llamado periódico de la vida nacional: Pulso de los tiempos, Libros de nuestros tiempos y Temas de la semana (cuyo antecesor fue Al margen del momento). A lo largo de más de cinco décadas, Pedro Gringoire se esforzó por tomarle el pulso al mundo e interpretar las repercusiones que los eventos tendrían en la sociedad. Escribió sobre los temas de actualidad en su momento, por lo que tuvo la necesidad de estudiar y leer sobre asuntos muy diversos. Esto fue posible porque como él mismo confesó en una entrevista, desde pequeño se convirtió en un lector empedernido.[i] No cabe duda de que el nombre de su columna más antigua (Pulso de los tiempos) es una evocación del reclamo que Jesús hizo a los fariseos y saduceos por no saber interpretar las señales de los tiempos (Mateo 16:3). LIBERTAD DE ENSEÑANZA Del 7 al 14 de septiembre de 1933 tiene lugar en la ciudad de México el Primer Congreso de Universitarios Mexicanos. Cuando se discute el tema de la posición ideológica que debería sustentar la Universidad, la mayoría de delegados, con Vicente Lombardo Toledano a la cabeza, se pronuncian por la adopción de la filosofía marxista como credo oficial de las instituciones de educación superior. Del otro lado estaba Antonio Caso, quien defiende enconadamente el principio de libertad de cátedra en las aulas universitarias.[ii] La posición de Lombardo obtiene la victoria en las votaciones. La propuesta no puedo ser llevada a la práctica por las movilizaciones de distintas organizaciones estudiantiles, que a final de cuentas logran la renuncia del rector Roberto Medellín y del mismo Lombardo Toledano, director de la Escuela Nacional Preparatoria.[iii] Báez-Camargo se ocupa de la polémica Caso-Lombardo; sin reticencias se pone del lado de don Antonio. Al hacerlo estaba sentado las bases de una posición que defendería toda la vida: la preeminencia de la laicidad en las instituciones públicas, dejando la enseñanza confesional para las escuelas privadas. En un largo artículo publicado el 23 de septiembre de 1933, a poco más de una semana de haber concluido el Congreso ya mencionado, Gringoire fue claro y preciso: El problema que se planteó fue, en resumen, el de decidir entre la Universidad sectaria -tesis de Lombardo Toledano-, encerrada en su dogma oficial y dedicada a la propaganda del mismo, y la Universidad abierta a la investigación y el estudio -tesis del doctor Caso-, sin consignas ni compromisos sectarios, donde se ventilen libremente y en igualdad de términos, las varias doctrinas científicas, filosóficas y social, sin que la imposición de ningún dogma estanque las aguas vivas y corrientes de la evolución cultural. Sólo un criterio empañado y obsesionado por la adhesión sin discernimiento ni sentido de la proporción, a una doctrina que maneja los hechos de la historia de un modo ciclópeo, preconcebido y deforme, pudo, ante tan clara alternativa, decidirse por la Universidad dogmática y sectaria. ...El marxismo debe tener cabida en la Universidad, pero no con fueros exclusivos ni con dogmatismos absorbentes. Si tiene confianza en su solidez científica, no tenga miedo de que en la cátedra de al lado se le ataque y refute. Pero al momento mismo en que intente secuestrar la Universidad para fines exclusivos de propaganda sectaria, debe marcársele un hasta aquí. La Universidad oficial marxista está bien en Rusia, pero no en México, donde todavía no hemos erigido el Estado-Iglesia, dogmático, intransigente y absoluto. La extensa cita da cuenta de la nitidez con que Báez-Camargo percibió lo que se estaba jugando en la polémica Caso-Lombardo, nada menos que el destino de la educación superior mexicana y en buena medida el futuro de la nación. La postura de don Gonzalo habla bien de un protestantismo abierto a dialogar en la arena pública con otras escuelas de pensamiento, sin con ello perder los propios rasgos distintivos de la fe, una fe siempre dispuesta a persuadir pero nunca presta para imponer creencias a los otros. Lo que entonces sostiene Báez-Camargo sobre la polémica Caso-Lombardo, es una muestra excelente de cómo defender un principio fundamental para los evangélicos: el libre examen.[iv] A ocho décadas del intento lombardista de dogmatizar a la Universidad, la figura de Antonio Caso (y por ende la de Báez-Camargo, quien igualmente aboga por preservar el carácter laico de la educación superior pública) se agiganta y debe ser revalorada por su significado cultural para la nación. Tiene razón el historiador Gastón García Cantú al hacer un recuento del significado de la postura de Antonio Caso: ''...defendió lúcidamente el designio admirable de la libertad de cátedra: la exposición de todas las doctrinas para informar y educar a través de la tolerancia. Me parece que este fondo salvó a la Universidad del más grave colapso educativo del siglo''.[v] Gringoire tuvo su parte para que ese colapso no se consumara. En otro lugar[vi] el mismo García Cantú ha escrito que en la polémica ''Lombardo expresaba la tendencia dominante de su época; Caso, un principio que, por sobre el tiempo, es lo esencial de la Universidad: la libertad de cátedra''. No está de más recordar que la tendencia dominante de la época era la de una esperanza casi absoluta, por parte de los socialistas mexicanos y herederos de la Revolución Mexicana, en la profundización de las reformas sociales, lo que le daría al país la oportunidad de avanzar en la construcción de una vía de desarrollo no capitalista. En el terreno educativo, tres meses después del enfrentamiento de Caso y Lombardo, el Partido Nacional Revolucionario (abuelo del PRI) resolvió promover la reforma del artículo tercero de la Constitución, para que se suprimiera la escuela laica y se instituyera en su lugar la escuela socialista. La nueva orientación educativa se hizo efectiva con la llegada de Lázaro Cárdenas a la presidencia de la República.[vii] Debido al régimen autónomo de la Universidad Nacional, la reforma no se le podía aplicar automáticamente sin violentar a los universitarios celosos de la autonomía, por la que habían dado cruentas batallas en el pasado inmediato. De todas formas, el presidente esperaba que de propia iniciativa la Universidad reorientara su política académica. Así se lo hizo saber al Consejo Universitario cuando en 1935 éste órgano se dispuso a renegociar el subsidio gubernamental a la Casa de Estudios: En efecto, si la Ley Orgánica de octubre de 1933 señala a la Universidad la misión de impartir la cultura superior y profesional, sin fijarse normas concretas, no debe olvidarse que en aquel entonces la instrucción primaria reservada prácticamente al Estado por la Constitución, era de tipo clásico liberal y no había razón alguna para circunscribir a los propios términos la enseñanza profesional, supuesto que ambas actividades eran efecto de doctrinas aceptadas y establecidas con iguales tendencias. Pero reformado el Artículo Tercero de la Constitución (Ley sobre la Educación Socialista) en un sentido distinto de la educación individualista, es lógico suponer que la Universidad debe orientar sus actividades y doctrinas a un rumbo complementario y no antagónico a la escuela de los primeros años, pues de otro modo sería estéril y aun perjudicial a la niñez una enseñanza y un esfuerzo que, al llegar a la juventud y con ella a la Universidad, tendrían que ser rectificados.[viii] Así tenemos que mientras la educación impartida por el Estado era de orientación socialista, en la UNAM tiene vigencia el principio liberal de la libertad de cátedra, defendido por Antonio Caso y también, aunque sin la resonancia que tuvo la postura del filósofo, por Báez-Camargo en sus artículos de Excélsior.

[i]Misión, Revista internacional de orientación cristiana, octubre-diciembre de 1982, vol. 1, No. 3, p. 14.
[ii]Información sobre el contenido de la polémica y su desenlace en Antonio Caso, Obras Completas,Tomo I, UNAM, México, 1971.
[iii]Gilberto Guevara Niebla, La rosa de los cambios, breve historia de la UNAM,Cal y Arena, México, 1990, p. 42.
[iv]Un alegato en favor del perfil que debe caracterizar a la escuela pública, similar al argumentado por Báez-Camargo, lo encontramos para el caso de Argentina en Santiago Canclini, Por qué los cristianos evangélicosdefendemos la escuela laica,Imprenta Metodista, Buenos Aires, 1944, 43 pp. En Argentina la confesionalidad que se quería imponer en la escuela era el catolicismo romano, mientras que en México lo era la educación socialista. Sin embargo, los principios defendidos por Gringoire y Canclini son los mismos ante dos cosmovisiones divergentes, pero igualmente fanáticas frente a la educación laica.
[v]Gastón García Cantú, Historia en voz alta: la Universidad,Cuadernos de Joaquín Mortiz-UNAM, México, 1988, p. 41.
[vi]''Caso y Lombardo'', enIdea de México, tomo III, Conaculta y Fondo de Cultura Económica México, 1991, p. 609.
[vii]Para una introducción al tema consultar la bien documentada antología preparada por Gilberto Guevara Niebla, La educación socialista en México (1934-1945), SEP-Ediciones El Caballito, México, 1985, 159 pp.
[viii]Citado por Ilan Semo, ''Liberales y populistas (reflexiones sobre la oposición estudiantil)", Historias, INAH, No. 2, octubre-diciembre, 1982, p. 74.

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