La Biblia que distribuyó J. Thomson en México (V)

Ya hemos tratado en el artículo del domingo pasado que en la traducción Biblia de Scio de San Miguel que distribuyó Thomson en México se cuelan dos protestantes españoles, Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera. Pero también la Biblia de Scio impresa por la SBBE, y difundida por Thomson, es protestante por el canon (1) que la compone ya que no incluye los libros deuterocanónicos."/>

México: una Biblia `católica´ con canon protestante

La Biblia que distribuyó J. Thomson en México (V)

Ya hemos tratado en el artículo del domingo pasado que en la traducción Biblia de Scio de San Miguel que distribuyó Thomson en México se cuelan dos protestantes españoles, Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera. Pero también la Biblia de Scio impresa por la SBBE, y difundida por Thomson, es protestante por el canon (1) que la compone ya que no incluye los libros deuterocanónicos.

09 DE OCTUBRE DE 2010 · 22:00

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Es decir, la Biblia de Scio en la versión distribuida por James Thomson carece en el Antiguo Testamento de los siguientes libros: Tobit, Judit, Ester (dc)(2, 1 Macabeos, 2 Macabeos, Eclesiástico, Sabiduría, Baruc y Daniel (dc).(3) El canon de la Biblia reconocido por los protestantes, en lo respectivo al Antiguo Testamento, es el de la llamada Biblia Hebrea. Aunque la mayoría de los libros que integran la Biblia Hebrea ya son reconocidos como sagrados por las autoridades religiosas judías hacia el siglo I antes de Cristo,(4) y que los rabinos de Jamnia avalan en términos generales ese corpus,(5) es en el transcurso del siglo II de nuestra era cuando queda fijado el canon de la Biblia aceptada por diferentes grupos judíos,(6) el cual corresponde exactamente a los libros contenidos por las reconocidas como Escrituras autoritativas por los protestantes/evangélicos.(7) En el siglo XVI se retoma un debate cuyos antecedentes datan de finales del siglo IV y las primeras décadas del V. Entonces, entre otros, San Jerónimo y San Agustín representan posiciones contrapuestas respecto a cuáles escritos del Antiguo Testamento deberían considerarse sagrados y cuáles no. Cerca del año 390, [San Jerónimo] influenciado por los judíos en Palestina, quienes ya tenían una Biblia con 24 libros (los mismos 39 libros del Antiguo Testamento protestante), decidió que una versión al latín de la Biblia debía basarse en el texto hebreo del Antiguo Testamento. Jerónimo señaló la diferencia entre el Antiguo Testamento griego(8) y las versiones judías de su tiempo, y favoreció el que los cristianos aceptaran el Antiguo Testamento tal como los judíos lo habían compuesto. Intentó limitar el canon del Antiguo Testamento al canon de la Biblia hebrea No pudo eliminar los libros que ahora los cristianos también estimaban, por lo que su traducción de la Biblia al latín tuvo que incluir los libros de la Septuaginta que no se hallaban en la Biblia hebrea de los judíos. Jerónimo alegó que estos libros de la Septuaginta que no estaban en la Biblia de los judíos podían usarse en la Iglesia para edificar al pueblo, pero nunca como corroboración de la fe cristiana. “Todo lo que no son estos libros debe ser considerado aparte dentro de los apócrifos”. El prólogo de Jerónimo a los tres libros de Salomón señala sobre los libros apócrifos (los siete libros adicionales de la Septuaginta) que “… la Iglesia lee Judit, Tobit y los libros de los Macabeos sin considerarlos libros canónicos, permitamos leer también estos dos volúmenes para la edificación del pueblo aunque no sea para establecer la autoridad de los dogmas”. Contra esta posición de Jerónimo se levantó San Agustín (354-430 d. C.). Agustín alegaba que en los libros de la Septuaginta el Espíritu de Dios habló también, y por lo tanto estos otros libros debían ser incluidos en el Antiguo Testamento de los cristianos. Agustín asumió una posición ecléctica. Pensaba que tanto la versión hebrea del Antiguo Testamento como la LXX tenían autoridad canónica porque “… ambas son una y ambas son inspiradas por Dios”.(9) En aquel tiempo el liderazgo eclesiástico resuelve la discusión a favor del canon ampliado de la Septuaginta durante el III Concilio de Cartago (397 d. C.), donde se reconoce que el canon del Antiguo Testamento incluiría los siete libros que no formaban parte del canon de la Biblia Hebrea.(10) Once siglos después de la divergencia San Jerónimo-San Agustín, quien fuera monje agustino, Martín Lutero, retoma con intensidad la polémica acerca de cuáles son los libros del Antiguo Testamento que deben ser aceptados como canónicos. La polémica se desata a raíz de que Martín Lutero decide, siguiendo a San Jerónimo y los criterios vertidos en su traducción conocida como la Vulgata Latina, agrupar aparte los libros deuterocanónicos, como una especie de apéndice del Antiguo Testamento. El reformador los publica en su Biblia de 1534 bajo la advertencia de que son “Los apócrifos: Libros que no hay que considerar como iguales a las santas Escrituras, pero que resulta útil y bueno leer”. Antes, en (1524-1529) el reformador Ulrico Zwinglio, en la Biblia de Zürich, había marginado los deuterocanónicos del Antiguo Testamento y los publica en un volumen aparte.(11) La reacción antiprotestante de la Iglesia católica tiene, en el siglo XVI, su síntesis en el Concilio de Trento. En la sesión IV del 8 de abril de 1546 se toma una “postura explícita sobre el tema [de los deuterocanónicos y los ratifica como parte integral de la Biblia], precisamente frente a las discusiones de los reformadores protestantes y a algunas opiniones de católicos, que se apoyaban para defender el canon corto del Antiguo Testamento en San Jerónimo, quien defendía sobre todo la hebraica veritas, es decir, el canon de la Biblia hebrea”.(12) Es en cierta forma una ironía que James Thomson es enviado por la SBBE a distribuir en México una Biblia traducida por un católico, Scio de San Miguel, pero cuyo canon corresponde a las creencias del protestantismo. Por otro lado la primera versión (1569) en español de un traductor protestante, Casiodoro de Reina, que sí incluye los libros deuterocanónicos queda vedada de ser promovida por Thomson debido a consideraciones de la SBBE acerca de la viabilidad de su aceptación en un país dominado por el catolicismo romano. Inicialmente la SBBE difunde la traducción del padre Scio publicada en 1820, en Barcelona, que incluye los deuterocanónicos. La edición cuenta con la autorización del vicario general barcelonés. La Sociedad la reimprime en 1821 y 1824, en Londres.(13) Para el año en que Thomson incursiona por primera vez en México, 1827, la SBBE toma la decisión de adherirse a la Confesión de Westminster,(14) y hace suya la política de publicar la Biblia con el Antiguo Testamento de acuerdo al canon de la Biblia Hebrea, solamente que en el orden protestante.(15) Respecto del Nuevo Testamento no hubo problema alguno porque el canon era, y es, el mismo para católicos y protestantes. Aunque sin libros deuterocanónicos la SBBE seguiría publicando la Biblia en la traducción de Scio de San Miguel hasta 1857. Es en 1858 cuando la Sociedad publica el Nuevo Testamento en la versión de los protestantes españoles del siglo XVI Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, y en 1861 imprime para su distribución toda la Biblia de Reina y Valera..(16) Finalmente, en cuanto a este apartado, el colportor Thomson promueve una Biblia traducida por Scio de San Miguel sin notas doctrinales. Defiende su tarea de difundir el libro con las características mencionadas bajo el argumento de que una Biblia comentada sería mucho más cara que la vendida por él, en un solo volumen y a precio módico. Y no le faltaba razón a la luz de lo sucedido con la publicación de la Biblia de Scio en España: La edición se inicia con el primer tomo del Nuevo Testamento el año 1790, consta de diez volúmenes y se concluye en 1793, consta de diez volúmenes y se concluye en 1793. Se tiraron dos mil ejemplares y el precio de cada Biblia (los diez volúmenes) fue de 1,300 reales, que era más de tres veces lo que entonces cobraba al año un maestro de primeras letras, el equivalente de lo que costaban una diez vacas en plena producción, algo más del salario anual de un jornalero. La segunda edición salió algo más barata, 1,008 reales (sin los grabados, que costaban 700 reales más), pero en todo caso carísima y, por tanto, sólo accesible a la nobleza y a personas muy bien acomodadas.(17) Además del precio elevado de tener que incluir en la Biblia notas explicativas y doctrinales, James Thomson arguye que agregar esos elementos necesariamente repercutiría en desacuerdos sobre cuáles comentarios reproducir como los verdaderos, dados los existentes desacuerdos entre los expertos en los temas bíblicos. Sobre la validez que hace Thomson de ofrecer las Escrituras sin deuterocanónicos les invitamos a ver el documento que titulamos “Promoción y venta de la Biblia en Querétaro”, y que a reproduciremos la próxima semana finalizando esta serie.
(1) “El término griego kanon es de origen semítico, y su sentido original fue el de ´caña´. Posteriormente, la palabra tomó el significado de ´vara larga´ o listón para tomar medidas, utilizado por albañiles y carpinteros. El hebreo qaneh tiene ese significado (Ez. 40:3,5). El latín y el castellano transcribieron el vocablo griego en ´canon´. La expresión, además, adquirió un significado metafórico: se empleó para definir las normas o patrones que sirven para regular y medir […] En el siglo IV se empleó la palabra ´canon´ para determinar no solamente las normas de fe, sino también para referirse propiamente a las Escrituras. El ´canon´ de la Biblia es el catálogo de libros que se consideran normativos para los creyentes y que, por lo tanto, pertenecen, con todo derecho, a las colecciones incluidas en el Antiguo Testamento y en el Nuevo. Con ese significado específico la palabra fue utilizada posiblemente por primera vez por Atanasio, el obispo de Alejandría, en el año 367”. Samuel Pagán, 2006: 124-125. (2) Esta es una “versión griega bastante diferente del texto hebreo [incluido en el canon veterotestamentario aceptado por católicos y protestantes, CMG]. El texto griego, además de tener todo lo que se encuentra en el texto hebreo, contiene algunos trozos añadidos por algún redactor posterior”. Biblia de estudio Dios habla hoy, pp. 912-913. (3) Esta versión del libro de Daniel es diferente a la canónica, ya que le agrega tres pasajes: Después del capítulo 3 versículo 23 “inserta un pasaje litúrgico formado por una oración en la que Azarías confiesa los pecados del pueblo de Israel por los que han merecido el castigo de Dios, seguida de un canto de alabanza a Dios por Sadrac, Mesac y Abed-nego. El segundo pasaje es el relato acerca de Susana […] El tercer pasaje se compone de dos relatos en que se ridiculiza el culto a los dioses falsos”. Biblia de estudio Dios habla hoy, pp. 1036-1037. (4) J. W. Rogerson, 2000: 177. (5) Samuel Pagán, 2006: 125. “En cuanto a las Escrituras, los rabinos de Jamnia no introdujeron innovaciones; examinaron la tradición que habían recibido y la dejaron más o menos como estaba […] Deliberaron acerca de los libros que ´manchaban las manos´, una expresión técnica que hacía referencia a aquellos libros que eran producto de la inspiración profética”. F. F. Bruce, 2002: 34. (6) Julio Trebolle, 1993: 180; Samuel Pagán, 2006: 127. (7) “Los libros de la Biblia hebrea son 24, divididos en tres grandes secciones: La primera sección conocida como Torah (´Ley´), contiene los llamados ´cinco libros de Moisés´: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. La segunda división, conocida como Nebi´im (´Profetas´), se subdivide, a su vez, en dos grupos: (a) ´Los profetas anteriores´: Josué, Jueces, Reyes y Samuel; (b) ´Los profetas posteriores´: Isaías, Jeremías, Ezequiel y el libro de los doce [compuesto por los llamados Profetas menores]. La tercera sección de la Biblia hebrea se conoce como Ketubim (´Escritos´), e incluye once libros: Salmos, Proverbios y Job; un grupo de cinco libros llamados Megilot (´Rollos´) –Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés y Ester–; y finalmente Daniel, Esdras-Nehemías y Crónicas […] Los 24 libros de la Biblia hebrea son idénticos a los 39 que se incluyen en el Antiguo Testamento de la Biblias ´protestantes´; es decir, las que no contienen los libros deuterocanónicos. La diferencia en numeración se originó cuando se empezó a contar, por separado, cada uno de los profetas menores, y cuando se separaron en dos las obras siguientes: Samuel, Reyes, Crónicas y Esdras-Nehemías”. Samuel Pagán, 2006: 124. (8) Se trataba de la traducción del hebreo al griego conocida como la Septuaginta, que se inicia con el Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia) bajo el auspicio de Ptolomeo II Filadelfo (285-246 a. C.), en Alejandría; Natalio Fernández Marcos, 2008: 23. Otros expertos consideran que la traducción comienza antes, en el periodo de Ptolomeo I Soter (323-284 a. C.), y sigue traduciéndose hasta finalizarse alrededor del año 150 a.C. Pérez y Trebolle, 2006: 164. La Septuaginta le adiciona a la Biblia Hebrea los libros que conocemos como deuterocanónicos. (9) Ediberto López, 2006: 50-51. (10) Ibid., P. 51. (11) F. F. Bruce, 2002: 102; Reginald C. Fuller, 2000: 172. (12) José Manuel Sánchez Caro, 1995: 70. (13) Pedro Gringoire, 1963: 10. (14) Aceptada por la Iglesia de Escocia en agosto de 1647, y aprobada formalmente por el Parlamento inglés en junio de 1648. En su capítulo 1 apartado C declara: “Los libros comúnmente llamados apócrifos, por no ser de inspiración divina, no forman parte del canon de las Santas Escrituras, y por lo tanto no son de autoridad para la iglesia de Dios, ni deben aceptarse ni usarse sino de la misma manera que otros escritos humanos”. Mariano Ávila, 1998: 17. (15) Ediberto López, 2006: 53. (16) Pedro Gringoire, p. 51. (17) Pérez Fernández y Trebolle Barrera, 2006: 326; José Grau, 1999: 156.
Artículos anteriores de esta serie:
 1Los mexicanos, «hijos de la Contrareforma» 
 2El Santo Oficio en México. 
 31782: la Biblia puede ser leída en México 
 4México: la Biblia `católica´ que era `protestante´ 

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