El principito y el rey

Se sentía un poco triste por el recuerdo de su pequeño planeta abandonado,.

20 DE JULIO DE 2011 · 22:00

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Por eso se atrevió a solicitar una gracia al rey: - Quisiera ver una puesta de sol… Dame el gusto, ordena que se ponga el sol. - Si ordeno a un general que vuele de flor en flor como una mariposa, o que escriba una tragedia, o que se transforme en ave marina, y si el general no ejecuta la orden recibida, ¿quién , él o yo , estaría en falta? - Vos – dijo firmemente el principito. - Exacto, hay que exigir a cada uno lo que cada uno puede hacer – replicó el rey… (El principito ( Antoine De Saint- Exupéry) El texto con el que encabezo este escrito me abrazó hace unos días para llevarme a reflexionar sobre mi necesidad de cambio. Modificar ciertas estructuras de pensamientos que me hacen ser demasiado crítica. Dar la vuelta a la manera de interpretar la perfección que me lleva a ser demasiado exigente conmigo misma y por efecto rebote, también con los demás. Cuando me confronto con la latente realidad de un mundo en continuo cambio, descubro la gran necesidad que tengo de proyectar mis fuerzas hacia un punto concreto. No soy perfecta, por lo tanto, lo que me circunda tampoco lo es . No puedo, ni debo, exigir a los demás aquello que yo soy incapaz de hacer o dar. El equilibrio nos hace ser ecuánimes, sensatos a la hora de pedir. No seamos exigentes si somos incapaces de abandonar nuestras cómodas vidas y cedernos un poco a los demás. Abandonemos las reivindicaciones y seamos un poco más dadivosos, más abiertos, menos sabios en nuestra propia opinión y más francos a la hora de oír la opinión de otros. En la medida en la que deseemos ser imitadores de Cristo, encontraremos que somos más comprensivos con aquello que demandamos a los demás. Cuanto más nos acercamos a la persona de Jesús más claramente vemos nuestra necesidad de buscarnos en él, único y perfecto.

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